Basada en el mítico luchador coreano Omaya, tiene un comienzo un poco lento al que no es difícil sobreponerse mientras admiras la recreación del Japón de la posguerra. A medida que el luchador va perfilando su dominio sobre las artes marciales la película va ganando ritmo llegando a un espectacular combate final. Destaca de la película que no se ha caído en la inverosimilitud aunque para el que no conozca al personaje histórico en el que está basada la película, pueda parecérselo en algunas escenas.

Ambientada en el universo de Battlestar Galactica, rompe totalmente con la serie en la que se inspira. La serie desarrolla su propio argumento con los cylon como papel de fondo. El planteamiento inicial de la serie puede parecer débil o sin consistencia para aquellos que aún tengan Battlestar en la memoria, pero el ritmo constante al que avanza la trama te permite sumergirte rápidamente en la historia que se desarrolla.

La primera (y única) temporada desarrolla tres tramas introductorias, débilmente relacionadas, que se entrelazan y confluyen hacia un final común.

Tiene una puesta en escena muy cuidada, y no intenta pecar de ambiciosa, con un final que, aunque no es en absoluto revolucionario, mantiene el tono con el resto de la temporada. Se habría planificado de forma que la primera temporada habría servido de introducción a las Doce Colonias, marginando a los cylon a un papel secundario, para luego ir ganando protagonismo en posteriores temporadas. Desgraciadamente, la baja audiencia que obtuvo, cercenó cualquier temporada posterior.

Finalmente, debo señalar que aunque la serie quedo incompleta, no debe ser óbice para visionarla, dado que tanto la trama principal como las secundarias que se plantean concluyen en el último capitulo.