Memoria es un curioso ejercicio de ciencia ficción en un contexto muy complicado: desnudos, homosexualidad y psicodelia en una España en la que la censura aún aplicaba tijeretazos a las películas. Francisco Macián, que había triunfado con la animada El mago de los sueños, se apoya en un nuevo tipo de animación, el technofantasy, para contar una historia muy sencilla: la memoria de los seres humanos se puede migrar de un cerebro a otro. La ejecución, sin embargo, está muy lejos de ser satisfactoria, aunque a nivel técnico resulte encomiable.

Sin tiempo para morir ha sido toda una experiencia: un Daniel Craig/James Bond maduro y en su ocaso, sensible y menos cargado de su sorna habitual. Escenas de acción que se miran en el espejo de Skyfall, y con mucha simbología: si en Skyfall la película transcurre entre noches lluviosas con un final en el que se muestra el amanecer, en la entrega 25 se explota el atardecer, con un sol poniéndose en cada escena. No es un símbolo gratuito. El malo es el resultado de introducir a todos los villanos de Bond en una coctelera y mezclarlos, no agitarlos. Una película que culmina una transición. Un final necesario.

Buena revisión del Dune de 1984. Buena fotografía, aunque en algunos planos demasiado digital, se echa de menos el rodaje fotoquímico. Me parece terrible presentar 2:35 de metraje y que no acabe: se notaban escenas alargadas para justificar una segunda parte. Los actores muy bien elegidos: el Barón Harkonnen ya no da tanto asco pero sí más miedo. Paul Atreides promete. En general se disfruta. Grande Hans Zimmer reciclando compases de El código da Vinci. Id a verla.

Comedia de enredos fallidos con unos desaprovechados Belmondo y Lollobrigida. El comienzo es tan enrevesado que hay que verlo tres veces para entender la situación, que aunque se encarrila, no llega a buen puerto. Las escenas en el barco tienden a ser el camarote de los Hermanos Marx, pero sin la gracia del genial trío. Aunque la película consigue capear el temporal durante algún tiempo, acaba naufragando por los simples diálogos que hubiera podido quizá salvarla.

Bienintencionado documental sobre la figura de Max Linder, probablemente la primera estrella de cine del mundo. Sin embargo, tiene un montaje que no convence y unas recreaciones que podrían haber sido mejores: da la sensación que con el material que tenían podían haber resuelto un documental mucho más pulido.