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España España · Zaragoza
Críticas de el chulucu
Críticas 570
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
3 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una verdadera lástima que películas tan deleznables como la mayoría de las que se hacen hoy en día tengan decenas de comentarios y, una cinta tan divertida, entrañable y llena de humanidad como "Han robado un tranvía", ni una sola reseña. Por si fuera poco, con el extraordinario Aldo Fabrizi como protagonista absoluto. Bueno, así nos va. Y así le luce el pelo al cine actual.

La historia se desarrolla en tono de comedia porque las situaciones, especialmente las que transcurren en el interior del tranvía, son divertidas y geniales. La mayoría de los diálogos son de troncharse (la discusión sobre la gordura de los cobradores entre Mancini y un pasajero del tranvía es desternillante; todavía lo es más el remate final de la conversación: "Nosotros los gordos deberíamos ser buenos, si no seríamos delgados"). Estas pequeñas historietas, aun llenas de comicidad, van dejando un poso de amargura cuando observamos que la bondad y generosidad de Mancini sólo le conduce al fracaso. Y es, a partir de esta situación cuando, a mi modesto entender, la película pierde la ocasión de haberse convertido en algo más que una película costumbrista al uso. Tal vez en un producto final con más empaque y vigor (incluido el narrativo). Y es que, cuando el drama comienza, cuando la situación de Mancini es desesperada, se produce un leve "in crescendo" que culmina con el asombroso, poético y casi fantasmal viaje nocturno del tranvía. He ahí la magnífica oportunidad que tenía Fabrizi (como director) de acabar el trabajo "magna cum laude" (con grandes honores). Pero la pantomima del juicio se convierte en un episodio extravagante en el que, desgraciadamente, el histrionismo del ridículo abogado defensor se impone al sencillo discurso de honestidad de Mancini. Se da pábulo a una situación surrealista que poco o nada tiene que ver con lo exhibido anteriormente. De todas formas, tal vez esté pidiendo demasiado. Con lo que me había reído hasta entonces...
el chulucu
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8
26 de abril de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un 5 de media. Sí, debo de ser de otro planeta. Bueno, o tal vez un ángel. Desde luego caído, y muchas veces fracasado. Eso sí, con la capacidad de asombro y de fantasear intacta. También de creer, pero esa es otra historia. La que nos ocupa es la magníficamente contada en "Angels in the Outfield". Una fábula tierna, bella y divertida, dirigida por el notable Clarence Brown. Y, esa es la nota que debería otorgársele a esta película: un notable. Creo yo.

Lo he dicho en muchas ocasiones: la clave para que una historia de corte fantástico sea creíble es la NATURALIDAD. Da igual que hablemos de "¡Qué bello es vivir!" o de "La guerra de las galaxias" (dos obras maestras). Si nos hallamos ante un buen director será capaz de ensamblar realidad y fantasía de manera natural, sutil y discreta; el espectador creerá. Así de simple y así de complejo, claro. Sin duda alguna Clarence Brown lo consigue. Mucho tiene que ver, por supuesto, la formidable actuación del iracundo Paul Douglas y de la adorable Donna Corcoran. No hay en el film ni un atisbo de cursilería, de sentimentalismo gratuito. McGovern gruñe, maldice y sacude cada dos por tres. Bridget no llora, ni se queja, ni gesticula con afectación. Janet Leight, bellísima, está correcta y, de entre los secundarios destaca la siempre efectiva Spring Brighton.

Para finalizar, quisiera volver a resaltar la soberbia interpretación de Donna Corcoran. Ella es el verdadero ángel. Flota, sonríe, dulcifica, convence. Si te mira estás perdido, bueno no, estás ganado. Menos los resabiados. Aquellos que hace tiempo tiraron a la basura los vídeos VHS de Disney.
el chulucu
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7
22 de abril de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo cierto es que ver una película de Doris Day te alegra el día, o la noche. Y el espíritu. Y ves la vida de otra manera, con el ánimo por las nubes, aunque sólo sea el tiempo que dura la película. Así que los "lucky" somos nosotros. Recibimos brisa fresca, alegría, color, humor, la dulzura del rostro de Doris y, cómo no, su canto prodigioso. Lo dice Candy en una de sus canciones: "Quiero cantar como un ángel", y lo consigue. El espectador, si no es resabiado, se deja llevar por el país de la ilusión y de la magia; y agradece la tierna y melodiosa canción de cuna que entona Doris Day y que adormece al adulto agotado y desesperanzado.

La trama, el guión de "Lucky me" no aporta nada nuevo al género. Los bailes y los acompañantes de la risueña cantante de los ojos azules son más bien discretos (¡ojo!, en comparación con aquella época de excelsas coreografías), y el personaje de Hap es más cargante que hilarante. Cummings está divertido, especialmente mientras actúa como Eddie, el mecánico. En cuanto a Martha Hyer, su ridículo peinado echa a perder el rictus enigmático y seductor de su boca. Y la historia discurre simpática y entretenida. Pero, al apagar la televisión, uno-a cierra los ojos y adora y admira tres imágenes de Doris Day: la pizpireta y alocada que canta a la mala suerte, la elegante y cautivadora que busca la perfección sonora del ángel y, sobre todo sobre todo, la romántica, fantasiosa y solitaria que eleva su canto divino en mitad de la noche buscando respuestas en el cielo estrellado. "Lucky me" por conocerte, Doris Day.
el chulucu
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3
16 de abril de 2024
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gabin, junto a sus tres compañeros de carpa, Fofón, Milikín y Fofitón, triunfa como payaso serio en "El loco mundo de los payasos" de TVE. Una tarde discute con Chinarrón y abandona el circo de sus éxitos para hacerse camionero. Conduce muchas horas siempre por la misma carretera de mierda y acompañado de su alegre y avispado compañero Berty. Gabin, sin embargo, ya no se divierte como antaño y su cara se le ha desfigurado por completo a causa de las continuas y desagradables flatulencias de Berty, verdaderamente insoportables en el interior de la minúscula cabina del camión. A causa de estos olores y de los causados por los pies cuando Berty duerme y airea alegremente sus pinreles en la cara de Gabin, a éste se le ha ensanchado la nariz de tal forma que ha sido requerido en varias ocasiones para doblar a Karl Malden.

Ambos hacen parada y fonda en un cafetucho de carretera llamado "La Caradehaba" regentado por un cojo palizas para el que trabaja una linda muchacha que, al ver los andares de Don Pimpón de Gabin, toma las de Villadiego con un oficial norteamericano. En una de las elegantes y luminosas habitaciones de "La Caradehaba", Ñaplas Gabin recuerda con alegría contagiosa un episodio del pasado. Una hermosa joven llamada Clo se enamoró de su apolínea figura, su risueño y expresivo rostro y su firmeza de valores. Todo fluye perfecto y los dos pipiolos lo pasan en grande retozando locuelos entre las sábadas de seda de "La Caradehaba", lugar que visitan con frecuencia. Pero, ¡hay que joderse! Un mal día, el jefe de Gabin descubre que, en un viaje de trabajo entre Vladivostok y Nueva Delhi, su infatigable conductor ha realizado una parada de veinte días en "La Caradehaba" sita en La France. Los indios se han quedado sin su cargamento de cobras bailarinas y han montado en cólera. El jefe de almacén de la empresa de transporte, con su habitual sensibilidad y delicadeza, comunica a Gabin su despido inmediato, a lo que éste responde, en un enésimo alarde de templanza y educación, incrustando al almacenero en la máquina del café, entre el espresso y el macchiato. Clo, mientras tanto, se gana la vida como limpiadora de habitaciones en un lupanar a 2.000 francos la hora. A los cinco minutos de colocar toallas sobre las cama abandona el duro y tedioso trabajo y se reúne con Gabin a la sombra de su camión. Ambos inician una huida desesperada compartiendo el hediondo cubículo aún perfumado por el simpático Berty.

¡Ah! Ha sido un sueño. Ya me lo parecía. Otra joya durmiente del sobrevalorado cine francés clásico que sigue los cánones de sus contemporáneas desarrollando la enésima historia capaz de conducir al espectador al tedio más insoportable, a la amargura más profunda o al puente más cercano, bien para vomitar o bien para perpetrar el último salto proclamando: "La vida es una mierda".

P.D.: Es la octava película que veo de Jean Gabin. Hubo un tiempo en el que me pareció un gran actor. Ahora cada vez tengo más claro que Gabin sólo interpreta a Gabin. Y sólo le reconozco una actuación portentosa en una película inolvidable: "Moontide" (1942) dirigida por Archie Mayo y Fritz Lang. Evidentemente lejos de Francia. Fue rodada en ese insignificante país que tantos odian llamado Estados Unidos.
el chulucu
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8
12 de abril de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, mi amigo lector, lo he pasado en grande viendo esta película. Por muchas razones pero, tal vez, la principal sea su magnífica combinación de comedia-western. ¡Ojo!, no me refiero a la comedia-western del tipo "El gran McLintock" o "El club social de Cheyenne". Me refiero al tipo de western con pinceladas de un cierto humor elegante, irónico y redentor. Y aquí es donde destaca esta notable película como en su día lo hicieran "Dos cabalgan juntos" o la maravillosa "El Dorado" (sin atreverme a compararla con estas dos obras maestras). Humor ante la adversidad. Una sonrisa cuanto todo está en contra. Richard L. Bare ha sido capaz de conseguirlo. Por cierto, un gran director al que le debemos películas como "Flaxi Martin" (1949) y "This side of the law" (1950).

"Shoot-Out at Medicine Bend" comienza de manera frenética, con situaciones muy duras, con sed de venganza, con un objetivo definido pero... los tres soldados duros, camino de Medicine Bend, se quedan en pelotas y a merced de la compasión de un grupo de mormones. El objetivo se va al garete; de momento van a conformarse con algo de ropa. Dejan de ser tres rudos oficiales. Se han convertido en tres mormones de paz, buenos modales y vasos de leche. James Garner y un espléndido Gordon Jones se reservan la parte cómica de la historia. Randolph Scott se deshace de su rostro de pedernal y reparte por igual sensatez y guantazos, siempre con un ligero toque humorístico. Dickinson no pinta nada y Dani Crayne representa muy eficazmente el valor y la picardía. Por cierto, western de interiores. No, si ya digo yo que se trata de una película muy pero que muy especial.
el chulucu
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