A veces las piezas encajan poderosamente bien por azar bien por el conjunto de buenos haceres bien por las dos cosas a la vez. En 1986, en la década los ochenta, hambrienta de felicidad y fantasía, con ganas de dejar atrás un siglo de luchas, injusticias, guerras y penurias, coincidieron en un proyecto aparentemente de serie B pero de temática deslumbrante, los cazas y pilotos de combate en tiempos de paz, un desconocido director de videoclips adelantado a su tiempo, Tony Scott, un joven Tom Cruise, estrella juvenil en ascenso y una actriz extraordinaria y bella, Kelly McGillis. Todo puesto en la cocktelera por un prometedor productor de éxitos, Jerry Bruckheimer.

Y parieron una película de aventuras, con un escenario lujoso y tecnológico, lleno de color, buena música y caras guapas con cazadoras de cuero, que volvió locas a las adolescentes de medio mundo y engordó la lista de espera de las academias de vuelo. Y sin problemas éticos, porque los malos eran los rusos y todos lo sabían.

35 años después, gracias al olfato que tiene Tom Cruise para el dinero, decide repetir el fenómeno y la taquilla ha reventado, creo que gracias a dos elementos básicos como son la nostalgia y las ganas del público de ver por una vez algo real en pantalla, hartos del héroe con capa y antifaz.

Eso sí, sin riesgos. Un puro remake consciente de que su protagonista roza los 60 años y hace los ajustes pertinentes para que actor maduro encaje en una historia que era 100% juvenil. Y así, cuida que el romance sea amoroso y no el sexual de antaño y que el alumno rebelde sea ahora el instructor comprometido. Está medido con mucho cuidado, así como el repetir los personajes y cada una de las escenas míticas de la anterior trama.

Pero esta vez, no hay magia. Y sí un espejo enorme que nos recuerda que ya estamos mayores, que ninguno pudimos conseguir ser pilotos y que Kelly McGillis ya no es la chica guapa que pudiera salir en una película como ésta.

Me recuerda a The Groundhog Day, donde a Bill Murray se le repite el mismo día y se propone ligar con su compañera de trabajo mediante prueba y error, puesto que puede repetir el día tanto como quiera. Y de prueba en prueba llega el día en que todo funciona y consigue intimar con ella. Cómo no, al día siguiente repite los mismos pasos y cuando llega el momento del beso... no hay magia y no ocurre.

En un inicio, sobre el papel parecía interesante pero no es más que un Falcon Crest de segunda división. Es decir, una telenovela estropeada a partes iguales por una comedia ligera y un melodrama increíble.

Visualmente nada destacable. Adolece de ser una producción de dirección barata sin imaginación, carencia de planos y fotografía sin alma.

A mi parecer la serie sólo la sostienen Ana Belén y un gracioso Israel Elejalde, cuyo fantástico tono cómico no encaja en esta trama de avaricia familiar.

Pero el resto del reparto es lamentable, encabezado como siempre por el horroroso Eloy Azorín (sin dicción, con el cuerpo de un adolescente enclenque) y unos milímetros detrás el no menos lamentable Pedro Alonso, que me imagino que ustedes sabrán por qué tiene trabajo como actor, porque yo lo desconozco.

Antonio Veláquez es muy flojo y la carisámática Manuela Velasco no es una gran actriz. Los demás no merecen ni un comentario porque no destacan ni para bien ni para mal.

Para terminar, hay ciertas sorpresas en el guión que no las cree ni la tía Pelucas.

Soy un fan de Spiderman aunque ya peino canas. De pequeño coleccionaba todos los cómics de este desdichado súper héroe, que ocasionalmente obtenía algún triunfo. Quizás por eso me parecía el más humano de todos.

Llevo al cine a mis sobrinos, que también lo adoran, con cierto escepticismo ya que poco a poco me he ido desconectando del universo cinematográfico de la Marvel porque me aburre cada vez más por la baja calidad de sus películas, que cada vez me cuesta más diferenciar unas de otras.

Nos encontramos con algo inaudito. Queremos ver a Spiderman dar saltos y tirar telarañas pero en un 80% del metraje no ve absolutamente nada de la acción, que se desarrolla de noche y está tan pésimamente rodada que uno no puede ni intuir lo que pasa. Achaqué esta falta de luz a la sala de cine pero ya en casa, en una versión en alta definición tampoco se ve un pimiento.

Así que no se puede puntuar bien lo que casi no se ve. No comprendo cómo producción dejó sacar esto al mercado.

Me gustaron Tom Holland y Michael Keaton, aunque prefiero Peter Parker más mayor y Keaton nunca parece el Buitre, archienemigo eterno del hombre araña.

Y para terminar no sé qué pintan aquí el sobreactuado Iron-man o Marisa Tomei, que sigue estando muy atractiva y ojalá fuera ella el hombre araña.

Tras el primer episodio se puede vislumbrar lo que Daniel Calpasoro va a ofrecer al espectador.

Lo primero un lamentable casting que lastra todo el producto. Eloy Azorín es un actor pésimo, sin dicción, imposible creer que ese niño tan debilucho es un delincuente violento. Ni siquiera pega de contable en otra serie en la que participa. A su lado un soso Alberto Ammann. Juntos no suman uno. Veronica Echegui y Lucía Jiménez tan flojas como siempre. El resto no aporta gran cosa salvo algún secundario sólido de gran trayectoria como Paco Tous, que merece ser el protagonista.

Lo segundo una falta total de ritmo, pecado mortal en una serie de acción. Entre bostezos, el espectador se va desconectando de una acción cutre, ausencia de suspense y una trama lenta y previsible, que no arranca.

La fotografía es interesante pero con una paleta de colores fría y triste (grises y azules predomiantes) que no concuerda con la colorida y estridente década de los 90, que si bien ya lejana, permanece en nuestro recuerdo como una época alegre muy pop.

No sé que harán ustedes, pero yo me bajo ya.

Con una dirección convencional (se podría decir que casi amateur por parte de Jodie Foster) y un guión flojísimo e irreal, donde los buenos son los pobres y los malos los ricos, destaca la horrenda sobreactuación de George Clooney, que da naúseas. Resulta extraño como este actorzuelo a veces hace interpretaciones sólidas y otras está tan pagado de sí mismo que pierde toda su contención dramática.

Lamentablemente este es el segundo caso.

Si yo fuera usted, me pongo un maratón de Sálvame antes de tragarme esta cosa.