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España España · Badajoz
Críticas de beyoto
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Críticas 7
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
7 de abril de 2022
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comentaba el director de cine canadiense Bruce LaBruce hoy mismo en Twitter lo siguiente sobre esta película:
Watching "The Power of the Dog" was one of the most "Emperor's New Clothes" cinematic moments I've experienced in quite some time. / Ver "El poder del perro" ha sido uno de los momentos cinematográficos más "El traje nuevo del Emperador" que he experimentado en mucho tiempo.
Más allá de que coincido completamente con la sensación de Bruce tras el visionado de esta película hace ya algunas semanas, traigo a colación su breve comentario porque me parece muy plástico y porque de ahí me he inspirado para titular esta reseña, un comentario este que no es otra cosa que un "copia y pega" de un mail que intercambié con mi admirada amiga Maggie, bastante activa en esta web y a la que la película de la oscarizada Campion le gustó lo suficiente como para dedicarle una reseña elogiosa.
Y ya sí, voy a contar con más precisión por qué me decepcionó, una vez más, una película de Jane Campion y me dejó frío, escéptico y algo molesto por sus referencias y clichés sobre una opción sexual determinada.
"El poder del perro" me gustó mucho en su factura técnica, es decir, fotografía, dirección artística, interpretaciones, música etc. En ese sentido, nada que reprocharle a su directora, a la que también agradezco que su gusto por el preciosismo, nada disimulado, en esta ocasión haya sido más elegantemente comedido y, a pesar de toda esa profusión de "perfect shots", no haya caído en excesos como sí ocurrió en "El piano", donde la sensibilidad iba de la mano de la sensiblería y del sensacionalismo, algo realmente indigesto para mí. Y ya que estamos en el sensacionalismo aprovecho para desde aquí indicar lo que no me gustó de la peli, precisamente eso, su pretenciosidad con una historia audaz que no consigue llenarla con contenido, me gustan sus elipsis y sus silencios, lo que queda sin contar me seduce pero habría necesitado que, ya que es tan osada que señala un más que evidente homoerotismo y, ya de paso, una... ¿reflexión? sobre masculinidades, fuese más precisa con una mayor claridad en sus personajes y las relaciones entre ellos, por ejemplo. No sé, creo que se queda a medio camino de todo, bordeando peligrosamente el sensacionalismo con esa extraña y poco creíble relación entre el hijo afeminado y el vaquero rudo y homófobo, en ese sentido me parece muy clarificador ese último diálogo que algunos señalan como brillante pero que a mí me dejó frío y frustrado, pues ahí quizá podría haber entendido más la historia y sus potencialidades, pero quedó en nada, en menos que nada, para mi gusto.
Y ya por último, quiero explicar eso de los "clichés" que la directora utiliza para reflejar las tendencias sexuales de los dos personajes principales y añadir algo sobre el final, que me despertó muchas dudas, pero sobre todas ellas una estructural que afecta al mismo guion. Por ese motivo continuaré esta reseña en el apartado de zona spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
beyoto
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8
13 de diciembre de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1978 la música disco vivía su edad de oro con un gran número de artistas desarrollando y evolucionando el género a base de hits y pelotazos musicales que reventaban las pistas de baile de todas las discotecas y clubs que florecían por todas las ciudades y pueblos, alcanzaba su máximo apogeo y esplendor en templos como el mítico Studio 54 neoyorkino, las discográficas imponían a sus artistas la grabación de posibles y futuros éxitos, incluso de aquellos que nunca habían abordado este género músical ni de lejos, y toda esta fiebre se reflejaba en la pantalla de cine con la legendaria "Saturday night fever"/"Fiebre del sábado noche" (1977) película que sentaba cátedra sobre la estética de esta revolución cultural y casi se atrevía a definir sociológica y psicológicamente a toda una generación.
Es en ese momento, y al año siguiente de la mítica película en la que Tony Manero olvidaba sus frustraciones a ritmo de la música inolvidable de los Bee Gees, cuando se estrena esta joya de película, infravalorada en esta web pues tiene una votación paupérrima que no hace justicia a esta deliciosa comedia.
"Thank God it's Friday", titulada en España "Por fin ya es viernes" fue producida por Motown Productions y Casablanca Filmworks en 1978, ambas productoras con un grandísimo bagaje y catálogo musical en su vertiente discográfica, donde artistas como The Commodores y Donna Summer, ambos presentes en la película, desarrollaron gran parte de su carrera y de sus éxitos comerciales.
La película es un disparate delicioso y divertidísimo, perfecta para animar un domingo por la tarde en un otoño lluvioso, en un año terrible con el ocio nocturno, los clubes y las pistas de baile cerrados por motivos sanitarios en medio de esta pandemia que asola el mundo entero.
Dirigida vigorosamente por Robert Klane, con un argumento sencillo, pero coherente y entretenido, y con una banda sonora de oro en la que cualquier amante de la música disco de la época encontraría su paraíso personal, ofrece las primeras apariciones de unos jovencísimos Jeff Goldblum y Debra Winger, además de contar con un reparto de personajes y actores que dinamizan la comedia disparatada y que consiguen que empaticemos con ellos y sus pequeños microcosmos, tan llenos de tópicos que resultan insólitamente verosímiles gracias al derroche de gags absurdos pero perfectamente integrados en ese ambiente de luces de discoteca, música de oro a todo volumen, estilismos de ensueño y, sobre todas las cosas, el baile desinhibido y hedonista, hortera sin complejos, pura alegría de vivir, alegría de vida, maravilloso.
Un argumento simple y unos personajes simplones sobre el papel pero que, encarnados por unos actores que se divierten y disfrutan interpretándolos y dirigidos con energía por un director que no se complica la vida para disimular la comedia surrealista y absurda de un guion plano y que tampoco renuncia a la autoparodia, consiguen un producto entretenidísimo que se disfruta con una sonrisa y con el corazón y los pies moviéndose al ritmo de una gloriosa música de baile que marcó una época y unos tiempos que ya no existen y que quizá nunca más vuelvan a existir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
beyoto
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3
23 de octubre de 2019
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buenas intenciones pero fallido resultado, esa es mi impresión tras ver las dos temporadas de esta sofisticada serie de HBO a la que me acerqué por su estelar reparto con Nicole Kidman y Laura Dern a las que se añadiría Meryl Streep en la segunda temporada.
Vayamos por partes, el argumento es simple pero efectivo, en principio. Basada la primera temporada en una novela de Liane Moriarty, una autora que antes de la literatura trabajó en marketing y publicidad (según la web Lecturalia) y quizá este detalle tenga importancia a la hora de entender un relato donde encontramos situaciones verosímiles con gran veracidad dramática pero en el que la superficialidad de unos personajes estereotipados resulta un lastre para la identificación última del espectador con ellos, de manera que la implicación en la historia resulta incompleta y frustrante siendo así que la emoción muere antes de poder llegar a nacer.
Siguiente apartado, las actrices. Capitaneadas por Nicole Kidman solamente Laura Dern destaca junto a ella como las mejores del reparto con diferencia. Nicole Kidman crece a medida que avanza la historia y alcanza sus mejores momentos al final de la primera temporada y especialmente durante la segunda pero Laura Dern ya desde el primer episodio apunta maneras y resulta tan histriónica y desternillante que acapara y gana nuestra atención consiguiendo hacer relevantes todas las escenas en las que aparece y se la echa de menos en el resto del metraje a pesar de ser un personaje secundario. Del resto del reparto solo merece la pena destacar la colaboración de Meryl Streep durante la segunda temporada en la que dota de verdad absoluta a su personaje de suegra odiosa. Sobre las otras actrices poco puedo añadir, Reese Witherspoon está entrañable y hasta divertida en su papel de choni adinerada y vulgar de la primera temporada pero termina siendo irritante durante la segunda, claro que también es cierto que el arco dramático de su personaje apenas si se sostiene y no inspira ni simpatía ni empatía en sus problemas conyugales con su querido y aburrido esposo; Zöe Kravitz es una actriz de moda y para mí es un misterio la causa de su fascinación y el que haya sido elegida para interpretar la nueva Catwoman, ¿en serio? es bellísima, sin duda, y recuerda mucho a su mamá Lisa Bonet en Angel Heart pero es una intérprete inexpresiva como una piedra; y ya por último Shailene Woodley, quizá a la que le toca defender el personaje más torturado y tortuoso, junto al personaje encarnado por Nicole Kidman, pasa sin pena ni gloria, promete mucho en la presentación de su trágica historia y en su llegada a esa horrible ciudad californiana como magnífico contraste frente a las estiradas e hipócritas mamás ricas y cotillas a las que tendrá que enfrentarse a su pesar pero termina naufragando al final de la primera temporada (no hay quien se la crea en la última y decisiva escena).
Tercer apartado, los actores. Aquí voy a ser breve, muy breve. ¿Quién podría interpretar unos personajes masculinos planos, estereotipados, total y sorprendentemente irrelevantes a pesar de su implicación en los dramas femeninos que vamos a presenciar?, se preguntarían los directores de casting, sencilla respuesta, unos actores mediocres que consigan hacer aún más estereotipados, planos y totalmente irrelevantes a esos personajes. Para olvidar.
Cuarto e importantísimo apartado, la dirección. Una dirección pobre, sin imaginación y casi amateur durante la primera temporada a cargo de Jean-Marc Vallée y un trabajo mucho más creativo y solvente durante la segunda temporada de la mano de Andrea Arnold y se nota, se agradece, de hecho he disfrutado mucho más de esta segunda temporada que de la primera a pesar de que el nudo dramático pertenecía a la primera pero la dirección era espantosa y no había llegado aún Meryl Streep.
Y ya por último y como conclusión, comenzaba mi reseña indicando que la serie tiene buenas intenciones pero que el resultado es fallido y me gustaría señalar por qué. Es fallido porque en su realización y puesta en escena da la sensación que importa más el continente que el contenido, esos personajes femeninos, aunque sea sincera su sororidad, no consiguen acercarnos su sufrimiento ni sus dramas a pesar de lo veraces y desgarradores que son, además hay que añadir lo tristemente actuales que resultan en estos tiempos de justas reivindicaciones femeninas y feministas que vivimos. Esas situaciones, personajes secundarios y de reparto (los niños, la hija adolescente de Madeleine, la mamá de Bonnie, la agente de policía que investiga el caso, qué pereza de personajes), esos ambientes y decorados en los que se mueven estas mujeres desesperadas son tan previsibles, artificiales y artificiosos que resulta muy difícil una identificación emocional con la historia. Cansan y aburren los flashbacks y esos trucos de dirección tan groseros como el exceso de música, con canciones impactantes y efectivas que ilustran y ayudan muchísimo al relato (y solucionan dramáticamente escenas que la mediocre dirección no consigue resolver) pero de tanto abusar de ellas ese recurso termina resultando estéril y hasta estomagante.
En resumen, un producto entretenido para fans de Nicole Kidman, Laura Dern (maravillosa y la mejor de todas, sin duda, inolvidable, merece la pena ver la serie solo por ella) y Meryl Streep, yo soy fan de las tres y ellas han sido el motivo principal para ver y para intentar disfrutar esta serie. Una serie que podría y quizá debería haber sido una gran historia para tv de haber contado con un talento adecuado para su realización.
beyoto
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10
10 de setiembre de 2019
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un lunes de enero de 1979 Brenda Ann Spencer, una adolescente de dieciséis años, protagonizó un tiroteo contra un colegio estadounidense en el que ocho niños y un oficial de policía resultaron heridos y en el que asesinó al conserje del colegio y a su director. Cuando fue detenida e interrogada por el motivo de su acción criminal ella se encogió de hombros y respondió "no me gustan los lunes, lo hice para divertirme, para animarme el día, no tengo ninguna razón más".
En un episodio de la primera temporada de esta serie de tv, soberbio como todos, suena al final del mismo "I don't like Mondays", el famoso hit que The Boomtown Rats popularizó el verano de ese mismo año; la canción, escrita por Bob Geldof, fue inspirada por este acto y el mismo Geldof explicó cómo surgió la inspiración, "era un acto sin sentido, un acto sin sentido perfecto y esa era la razón sin sentido perfecta para hacerlo".
Sobre Mindhunter ya se ha dicho, creo yo, todo, la mayoría de los críticos y espectadores la alaban, aunque hay también un número reducido de ellos que no comparte ese entusiasmo (una de las críticas que se repite sobre la serie es que es "lenta" y esto es algo que me resulta incomprensible pero en la variedad está el gusto), yo me encuentro entre los espectadores que forman el primer grupo.
Me acerqué a la serie con precaución por lo escabroso de su trama, asesinos en serie y sus abismos psicológicos internos que los motivaron a convertirse en monstruos, pero ya desde los primeros minutos en el primer episodio intuí que estaba frente a una obra mayor, un producto cinematográfico (¿o televisivo?) de gran calidad, donde la excelencia en su realización era, al menos para mí, su principal pero no única virtud.
Como comenté antes, de Mindhunter ya se ha dicho todo pero no está de más repetir y recordar aquello que la hace única y la convierte en una obra maestra, aunque ya haya sido señalado hasta la saciedad.
Para empezar está bien saber que la historia está basada en un libro "Mindhunter: cazador de mentes" en el que se recrean las visitas que dos agentes del FBI realizaron a algunos de los mayores asesinos de su época, con cuestionarios pautados con una doctora psiquiatra dentro de una investigación sobre el comportamiento criminal.
Estamos en el año 1977, la ambientación sin estridencias es sencillamente magistral, al igual que ocurría con otras obras de época como "Mad Men" o "The Deuce" todo en su dirección artística -decorados, vestuario, fotografía- es de una gran exquisitez.
Añadamos una dirección en la línea de David Fincher ("Seven") que con unos guiones inteligentes y sugestivos y con diálogos extraordinarios interpretados por unos actores en estado de gracia (sobrecogen las composiciones tan realistas y verosímiles de los personajes, en especial las de los criminales entre rejas) consiguen, con un tono sobrio y una narrativa que no da concesiones al espectador, que asistamos fascinados al horror absoluto de unos personajes complejos, más allá del bien y del mal, que nos hacen cuestionarnos los resortes últimos de la naturaleza humana y sus comportamientos.
"Mindhunter" es una serie inquietante y de una belleza anómala y heterodoxa, quizá por eso me resulte tan fascinante y quizá también por eso ese desasosiego que acompaña en su visionado y disfrute. Quizá no sea una serie apta para todos los públicos pero sin duda es una de las mejores, si no la mejor de las que se pueden ver en estos tiempos de abundancia de títulos en plataformas digitales que parecen competir entre ellas por sus niveles de audiencia y de suscriptores antes que por la calidad de sus productos, muy recomendable.
beyoto
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7
9 de setiembre de 2019
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Pedro Almodóvar recientemente desde Venecia, donde recogió su León de Oro, que el cine, las películas, todo el cine, más allá de que fuese de calidad o no, era el mejor reflejo de un país y de una época, un retrato fiel de un lugar, de un pueblo y de un estilo de vida en un momento determinado, con todo lo que eso implica sociológica y antropológicamente. Así el cine de un país determinado sería un documento histórico de primera relevancia para definir y entender ese país. Esta idea resulta especialmente gráfica y ejemplar cuando nos acercamos a esta película.
Está basada en una novela del año 1973 del escritor franquista Angel Palomino que gozó de una popularidad más que aceptable en su época, convirtiéndose en un best seller que adornó muchas estanterías del tardofranquismo y en todo un símbolo de los "modernos" setenta en España (nótese la ironía).
José María Forqué fue un director con una extensa filmografía que abarcaba muchos géneros pero que destacó especialmente en la comedia, era un director con oficio y versátil, virtudes que resaltan en esta película y que evitan que "Madrid, Costa Fleming" fuese finalmente un producto casposo y rijoso (o al menos más casposo y más rijoso de lo que muchos de sus detractores consideran que es en realidad), una película más de destape, subgénero que en el año de su realización y estreno, 1976, copaba casi toda la producción cinematográfica nacional, algo completamente lógico y natural teniendo en cuenta la época y la coyuntura histórica española.
La Costa Fleming era, y sigue siendo, el barrio creado a partir de los años 50 entre el Santiago Bernabéu y la Plaza de Castilla y a partir de los años 60 se convirtió en la zona más golfa de Madrid, con una bulliciosa vida nocturna donde un público exquisito y crápula, con un poder adquisitivo medio tirando a alto se divertía en boîtes, bares y discotecas, en los que el dinero, las copas y la prostitución encontraron un hábitat natural. Esta "nueva Babilonia" de costumbres relajadas y cosmopolita, en la que se levantaron edificios de aire moderno y alto standing, fue la que inspiró la novela de Palomino y posteriormente la película de Forqué.
Película costumbrista, con momentos hilarantes y una velada crítica a la especulación urbanística, ofrece uno de los primeros trabajos de Verónica Forqué en el cine. Además de Verónica, de un correcto Paco Cecilio y un brillante Agustín González, en el elenco de actores merece la pena destacar al siempre eficiente Juanjo Menéndez, una bellísima Silvia Tortosa en un gran papel a su medida que ella borda y mención especial para África Pratt, una de las musas del destape y que protagoniza uno de los mejores momentos de la película en su encuentro erótico con el honrado industrial bilbaíno y aficionado del Atlhetic, cuya escena ilustra el cartel oficial y en la que se hacen evidentes la pericia y el buen hacer de un buen director como fue José María Forqué.
Más allá de su landismo, de su presunta caspa y rijosidad, estamos ante un documento impagable para conocer y entender aquellos años y poder disfrutar de unos actores que ya forman parte de la educación sentimental de nuestra piel de toro. Madrid, Costa Fleming, costa del amor.
beyoto
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