Me gustó, pero es una Feel Good movie en toda regla, para lo bueno y para lo malo.
Tiene pasajes que no son nada creíbles. Hay personajes que cambian su carácter y su forma de ser con tal de que el mensaje final de la peli llegue claro y sin interceferencias. No te la crees demasiado. Todo es de cartón piedra: personajes, tramas, situaciones, emociones y relaciones entre dichos personajes.
No sé. Me pareció una película falsa y morosa de tiempos mejores de su directora y de su mundo, con claras referencias a la nueva ola de feminismo que nos inunda. Me parece bien que hagan pelis de este tipo, pero quizás deberían arriesgar más en el plano realista y no contarnos un cuento que de naif se convierte en una opereta. En muchos momentos roza el ridículo.
No creo que vuelva nunca más a ella.

No me ha gustado nada. Me ha parecido bastante mala.
Tiene una animación tosca. Los personajes se mueven de forma ortopédica, y solamente los principales, es decir los que están en primer término. Todo el resto, los demás que están detrás, están quietos, como congelados. Imaginaos el efecto tan grotesco que eso produce en el espectador en escenas multitudinarias, como un desfile o una fiesta donde la gente debería estar bailando. Además, los dibujos no son buenos. Incluso los personajes estáticos están demasiado tiesos, muy envarados.
Sobre la ¿historia? ¿Qué puedo decir de la historia? Pues simplemente que no la hay.
Sr. Muguruza escribir un guión de cine no es recopilar datos y datos, ni buscar hechos históricos y anécdotas sobre un tema en concreto. Sí, sí hay que documentarse, eso indudablemente es necesario, pero no hay que incluir todo lo que consigues en la trama, pues te puede quedar un pastiche de difícil digestión. Lo de encontrar información sobre determinada época de la historia, hoy en día con internet, lo hacen hasta los niños de primaria para trabajar en los proyectos de clase que les mandan. Unir todo en una rocambolesca historia protagonizada por un follador vividor, que parece un trasunto de James Bond, pero en versión rebelde revolucionaria, me parece ya de aúpa.
Los ¿diálogos? son de vergüenza ajena. Son consignas, ideas soltadas a bote pronto, algunos casi soflamas políticas, otros parecen trozos de letras de canciones. Nadie, ningún personaje habla como realmente lo haría alguien en la vida real. ¿He dicho personajes? No hay construcción de personajes. Absolutamente todos los que aparecen son meros muñecos que no tienen la más mínima credibilidad como personas que sienten, piensan, padecen y evolucionan a lo largo de la historia a raíz de las vivencias que les ocurren. Por supuesto hablar de arco de transformación de personajes es algo ya inconcebible. El personaje principal termina la película exactamente igual de chulo que la empezó. Ni ha aprendido nada, ni nada le ha marcado significativamente para que él cambie.
Los ¿actores? que han usado para poner voces a los personajes lo hacen fatal. Claro, estás jugadas maestras de usar a colegas y amigos que no son actores de doblaje, en vez de usar a los profesionales adecuados no suelen salir bien. Algunos son cantantes y otros, aunque son actores profesionales, no son dobladores de profesión, con lo cual es como poner a jugar la final de un mundial a gente que juega pachanguitas con los colegas los miércoles por la noche.
El audio en general es pésimo. Se notan los ruidos de efectos enlatados a la legua, y muchas veces no hay apenas sonido ambiente de fondo, por ejemplo en calles llenas de gente.
Podría seguir, así y así, pero ya me he cansado.

Ah, sí. Una última cosa, el trato que se le da a los personajes femeninos en la historia es... uf, no voy a decirlo yo. Os copio y pego lo que ha dicho otra persona en una crítica que he encontrado por ahí y con la que coincido:

“Hay mujeres en la película, mujeres que incluso hablan y tal, y que hasta están metidas en movidas políticas y la hostia. Peeeeeeeeeero, Fermín, querido, igual convendría que la principal aportación de estas mujeres a la película no sea haberse follado al vasco este, tener una cintura de 50 cm, unas tetas como el puto San Mamés, curvitas de escándalo, y un poquito estereotipadas y tal (cubana cachonda, libanesa que baila la danza del vientre…).”

Nada, Fermín. Que dejes lo del cine y los guiones a los que saben hacerlo y tú a tu música que es lo que se te da bien.

Mi hijo está ya en esa etapa difícil de digerir de la vida (tanto para él, como para mí) que es el paso de la infancia a la adolescencia, y cada vez me cuesta más conseguir que deje hacer determinadas actividades que son supuestamente divertidas para que haga algo concreto conmigo.
Utilizo el vocablo “supuestamente” porque muchas de esas actividades le gustan a él y sólo a él. Yo no sólo no las disfruto, sino que ni siquiera las entiendo. Para mí, jugar durante horas a determinados videojuegos o ver innumerables vídeos en YouTube, se han convertido en deportes de riesgo que si no estás lo suficientemente entrenado pueden llegar a producirte una lesión (cerebral, en este caso).
Hoy, por fin, después de mucho tiempo, esta tarde hemos disfrutado juntos de una sesión de cine casero magnífica.
Y precisamente lo hemos hecho viendo una peli que trata exactamente de lo mismo que estaba comentando en este post.
“Los Mitchell contra las máquinas” es una estupenda película animada de aventuras, perfecta para ver en familia.
Trata de la desconexión que se va produciendo de forma natural entre los miembros de una familia por el simple hecho del paso de los años, ya que es ley de vida que todos vayamos creciendo y envejeciendo y nuestros hijos se hagan mayores.
El tiempo no perdona, y es algo normal y de sentido común que les vayamos dejando crecer, evolucionar y, por supuesto, separarse de nosotros. Pero, también es necesario que les recordemos que son nuestros hijos y que siempre estaremos ahí para ellos.
La peli nos ha encantado y lo hemos pasado genial viéndola. Tiene emoción a raudales, acción muy bien dirigida y escenas sensacionales, además de chistes y gags en los que de pronto coincidirán riéndose a carcajadas un viejo cincuentón babyboomer y un chaval de la generación z que está ahora mismo en la flor de la vida.
Si tenéis Netflix e hijos no lo dudéis ni un momento, corred a ver esta magnífica cinta. La disfrutaréis. Juntos.

La película que más me ha emocionado últimamente.

Es francesa y se tituló “Edmond” en Francia, “Cyrano, my love” en su versión inglesa, y aquí en Españistán han decidido titularla “Cartas a Roxane”.

Va de teatro y cuenta en clave de comedia cómo el dramaturgo Edmond Rostand, sumido en una crisis creativa provocada por varios fracasos consecutivos, escribió el clásico “Cyrano de Bergerac” en un tiempo récord al mismo tiempo que una muy particular compañía lo montaba.

No os cuento más para que disfrutéis tantísimo como yo lo he hecho.

Sólo advertiros que, si dividimos la película en la clásica estructura teatral de tres actos, el primer acto del filme, que correspondería al planteamiento y la presentación de personajes, es un poco dubitativo y va a trompicones. Utilizando un simil pugilístico, se parece a esos combates de boxeo en los que el primer round sólo es de tanteo. Por lo que debéis tener paciencia para llegar al segundo acto, en el que todo empieza a acelerarse, como en las mejores screwball comedys clásicas y se convierte en una película divertidísima, en la que no te puedes relajar ni un segundo porque si lo haces te descuelgas de la trama.

Ritmo, ritmo y ritmo, además de emociones a flor de piel, para llegar a un final de esos de aplaudir.

Me lo he pasado genial viéndola y si, como yo, alguna vez habéis estado en un estreno al otro lado del telón, formando parte de la compañía que representaba la obra, avisaros que os va a llegar a conmover muchísimo y os van a entrar unas ganas locas de volver a sentir otra vez el veneno de las tablas en vuestro torrente sanguíneo.

Ah, una última advertencia: Miraros también todos los créditos enteros porque tienen detallitos de esos que también emocionan.

Una película corta que se te hace larga, pero no porque sea mala, sino todo lo contrario.
El filme cuenta en tiempo real, a través de un único plano secuencia (éste sí es real, no como el de “1917” que está lleno de trucos, recursos y efectos) la matanza que provocó un terrorista de extrema derecha en una pequeña isla noruega en la que había un campamento de jóvenes en el año 2011.
El cine es provocar emociones en el espectador y a mí esta película, como verdadero y buen cine que es, me ha llevado por todas estas: terror, angustia, desconcierto, intriga, pavor, tensión, enfado, miedo, desasosiego, ansiedad, impaciencia, ternura, desesperanza, horror, tristeza y desolación. Aún así, el guionista y director es capaz de cerrar brillantemente la historia dejando un pequeño atisbo a la esperanza en el ser humano, cuando nos muestra, mediante un bello arco de transformación de uno de los personajes, como tragedias tan terribles como esta se convierten en lecciones de madurez para las generaciones venideras.
Ah, y todo esto sin una sola nota musical para añadir o enfatizar nada (aprended Mendes y Nolan). A palo seco los sonidos ambiente, consistentes en disparos, gritos, gemidos, ruidos de pisadas por el bosque, chapoteos en el agua, y poco más.
Si os decidís a verla, preparaos para experimentar el horror en primera persona, porque eso es lo que consigue la peli: Meterte de lleno en la historia como si fueses uno de los pobres chicos que sufrieron esta traumática experiencia.