La novedad nórdica (Islandia) reside en que, trabajando sobre un morboso material ya muy transitado por series anglosajonas, no cae en sus tópicos, más bien los revierte de tal manera que todo adquiere un color y una atmósfera de nunca veces visto.

La calidad de sus intérpretes para transmitir desasosiego y tensión facilita un desarrollo que no decae. Con una lentitud propia del cine de aquellos lares, pero muy bien medido, capaz de transmitir suficientes emociones para crear empatía en el espectador. Y el desenlace resulta muy logrado como resultado de un trayecto lleno de inquietantes situaciones, algunas de las cuales no se terminan de resolver, lo cual añade interés para demostrarnos que la riqueza del clímax negro es esencial, sin necesidad de dar todo masticado y digerido en la recta final.

Muy recomendable.

Una serie atípica y con mucho riesgo dentro de su aparente pulcritud: pulcra en exceso como su protagonista, un tipo con tantos traumas y tan egocéntrico que se asemeja a un creador con alta dosis de autismo, generalmente incapaz de empatizar, sobre todo en su último tramo.

Muy interesante en destellos a través de situaciones puramente visuales, con un texto muy medido, al margen de vanas explicaciones. Un ambiente de alta costura en el que se perciben, se sugieren las tormentas interiores de un hombre muy seguro a la hora de diseñar y coser... pero interiormente roto, capaz de arrastrar hasta el último aliento una sensación terrible de derrota total.

Las interpretaciones son muy buenas, y la de Alberto San Juan, una profunda creación en la piel de un personaje muy distinto a todo lo interpretado en su ya larga carrera, una composición de gran actor con un dominio impecable de la tensión dramática que recorre siempre a su triunfante Balenciaga que se siente y se sabe al margen del mundo, de la gente corriente...

En muchas secuencias, la sutileza, el dominio emocional del protagonista, su mirada... muchos elementos recuerdan al director de Doctor Zhivago y La hija de Ryan, entre muchas otras: el respeto profundo por el género del melodrama con nobles armas, y con un lenguaje propio por el director Michal Gazda, con más experiencia en series que en largometrajes, con lo que más mérito tiene su proeza.

Proeza, sí, porque ya nadie rueda de esta forma una historia con tantos sentimientos al límite, pocas explicaciones a lo largo de su trama central, nada que desvirtúe la belleza de conflictos profundos fieles a sí mismo, desde el amor padre-hija a las pasiones temerosas de sí mismas, mientras un cirujano genial sobrevive con generosidad a la debacle de su vida.

Admirable. En ningún momento decae el interés de la historia. Fantástica la dirección artística, ya que la película está bien nutrida de detalles de escenografía e iluminación que enriquecen la sutileza con que ha sido creada y dirigida. Y además tiene una línea política muy atractiva: la convivencia pacífica entre judíos y cristianos, con prevalencia de los primeros en el día a día, sin el menor ataque civil. Interesante, dada la historia de racismo polaco, incluso antes de la ocupación nazi. Esta historia transcurre, aproximadamente, a comienzos del sXX.

De una novela formidable, llena de intenciones diversas y muy bien resuelta en un entorno de novela negra, Almodóvar hace un pastiche con un inverosímil Banderas, personaje pura frialdad, La feminidad de Elena Anaya nada tiene que ver con el rigor masculino-femenino de la novela: la adaptación no funciona, como tampoco lo hizo con una de sus peores películas: Carne trémula (1997), sobre una gran novela de Ruth Rendell. Esta película no me gustó nada, después leí el libro, y vaya sorpresa. De un material excelente, un mediocre ejercicio muy mal escrito y peor interpretado.

La idea es muy interesante porque aúna el subgénero de venganza con una pátina de sadismo de altura académica por parte de un médico, y un epílogo sui generis. Sin duda tiene momentos visualmente notables, pero el resultado finalo no compensa. Acercaos a la novela de Thierry Jonquet y disfrutadla.

A poco de presentarse dos historias paralelas ya sospecho por dónde irá la cosa. Un género con mucho de previsible que, sin embargo, está desarrollado con tal riqueza de ritmo cinematográfico que solo me intereso de inmediato por cómo se realizará el periplo de hombres desesperados. Porque de eso va la intriga: desesperado el ludópata de Luis Tosar (al fin un personaje atípico en su filmografía) con su familia a cuestas, dos hijos perfilados en conflicto, la niña que lo adora, el muchacho aliado de su madre), el asaltante (Arón Piper: saturado de terrores arma en ristre), Àlex García (poli francotirador experto, fracasado con hijo moribundo), Elena Anaya (bajo el convencional ropaje de jefa de policía, una mujer temerosa ante el peligro de hijos propios y ajenos).

Todo fluye con un lucimiento brillantísimo de la ciudad de La Coruña, bien nutrido de personajes secundarios interesantes. Protas y secundarios víctimas del FATUM, las consecuencias de un destino que no puede controlarse, aunque quizás haya espacio para la esperanza...

El drama de la ludopatía como una droga muy dura está expuesto con precisión de cirujano (solo recuerdo otra película española que se acercó al tema, aunque no con esta dinámica trepidante: Juego de Luna; https://www.filmaffinity.com/es/film920306.html), y Luis Tosar, con pelucón insólito que sienta muy bien al desorbitado personaje, camina, habla, respira como un marginal que ve el desastre de su vida y, no obstante, juega el último dinero en un sorprendente giro con varias sorpresas.

Admirable conjunción de elementos, a pesar de un epílogo demasiado visto en el cine uSA.