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Críticas de John Dunbar
Críticas 707
Críticas ordenadas por utilidad
6
16 de marzo de 2022
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El carácter crepuscular, de despedida deliberada diríase más bien, se respira desde el mismo momento en que se requiere de una especie de intro, presentación epílogo del personaje Books, tanto como podría valer del actor Wayne. Un repaso consentido y con sentido a buena parte del legado del legendario actor en aquellos papeles en que se enfundaba un revólver al cinto y se subía a lomos de un caballo, sirve para ilustrar la correlación entre el actor y la carrera del indómito pistolero que a continuación vamos a conocer.

A decir verdad, realidad y ficción se entrelazan a menudo. Como si intuyera su inexorable final, John Bernard Books apunta a la ciudad de Carson City en el estado de Nevada a visitar a su amigo el doctor Hostetler (James Stewart) en busca de respuestas, respuestas que ya conoce en su vida personal, años hace, trasladadas a la escena y al dominio público: las goteras de su enfermedad, más que presumiblemente adquirida durante el rodaje de 'El conquistador de Mongolia', empiezan a no poderse reconducir y entre Wayne y el viejo pistolero Books no existen las diferencias atisbando para su desgracia el mismo trágico final. Un hasta siempre que se avecina convirtiéndose en estación final para cumplir una última venganza, un último duelo que librar; aún renqueante de malos hábitos, el forajido resignado a su suerte contrasta con la afabilidad con la que interactúa, especialmente con la viuda Rogers (Lauren Bacall), hacendada quien le da cobijo en su casa a cambio de un alquiler y con el hijo de ésta, Gillom, un todavía principiante y casi irreconocible Ron Howard en uno de sus pocos papeles como actor. Books despliega toda su sabiduría alrededor de cualquier circunstancia que se le presenta con más ironía que acritud, siempre como el hombre tranquilo que sabe del tiempo que le queda y solo ha de saldar su última deuda.

Hay mucho de paralelismo intencionado entre vida y obra, factor que no solo marca el socorrido destino fatal que se cierne sobre el personaje en forma de enfermedad mortal. Porque sabemos que el western es a John Wayne como John Wayne es al western, el antiguo vaquero no escapa de la argumentación temporal a la que queda supeditado como un dinosaurio al que el cambio de siglo (1901), que empezaba a dejar atrás las formas del lejano oeste y vislumbraba un futuro diferente (primeros vehículos a motor que lentamente empezarían a desplazar al caballo como transporte, o la llegada de la luz eléctrica y el teléfono, por ejemplo), le hace sentirse relegado por un tiempo que ya no es para él. Estos valores le sirvieron a Don Siegel para juntar en torno al último pistolero (Wayne) a los también mencionados Bacall y Stewart, en una forma ladina de despedir un género, el western y a tres referentes de una gloriosa era, la más grande, que empezaba a decir adiós.

Razón tenía el viejo Jimmy cuando, en un momento dado, le decía a su amigo el viejo John: 'tu y yo pertenecemos a otra época'.
John Dunbar
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9
7 de marzo de 2022
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'El crack' nace gracias a que hay detrás alguien que conoce muy bien los entresijos del cine policíaco. Garci desgrana la historia presentándonos primero la condición del personaje antes que el suceso, sintetizado en la imagen del tipo duro que ha de servir como ilustración de ante qué tipo de perfil estamos. Un santo y seña característico para entender su mundología. Hombre pequeño para una jungla grande, Areta representa desde la apariencia más engañosa el concepto de policía o investigador, eso da igual, que se tiene como sello distintivo de un estilo, una manera de contar las cosas, el núcleo por el que ha de filtrarse todo. De él va a depender también su recepción.
El caso a resolver refrenda los patrones como paradigmas del extinto cine negro, que Garci aleja de la escena sin su acostumbrado claroscuro y acerca prácticamente con todo lo demás, tras un oscurantismo de aspecto insondable que va descubriendo como una piedra inevitable en el camino, siempre poniendo a prueba la osadía del solitario Areta. La resolución, precisa, solo puede ser contundente. Y al final, el descanso. Todo hecho y resuelto con maestría.

La elección de Alfredo Landa, uno de los más grandes de nuestro cine, digan lo que digan algunos, como el investigador privado Germán Areta fue una apuesta arriesgada desde el punto en el que la figura del 'landismo', término asociado a una cultura y una época muy determinados, reproducidos por unos personajes pícaros y contenidos habitualmente de carácter sexual, entró como un fenómeno social deshonrado en algunos círculos de pitiminí y adscrito a la persona del propio Landa como supuesta máxima representación del mismo fenómeno. Fue el mismo Landa quien tampoco se sentía seguro de la aceptación que tendría cara al público, siendo consciente el primero del 'San Benito' que llevaba encima. Se puede decir que la apuesta salió ganadora, haciendo un protagonista muy serio, sosegado, profesional infranqueable de su trabajo y hombre resignado a su suerte en su vida personal. Vamos, que Garci, como buen amante del cine en general y del negro en particular, diseñó un personaje a la medida del género que encarnó a las mil maravillas el actor navarro.

Contemplar 'El crack' es como contemplar el rostro del alma solitaria, un perdedor involuntario, impertérrito esclavo de sí mismo y su profesión, que lleva su pena por dentro, mientras te dejas seducir por esa extraordinaria música, tocada una y otra vez, de Jesús Gluck desde una relativa seguridad. Esto es una opinión muy personal, desde luego, o más que opinión, sensación, pero su actitud, serena y contundente al mismo tiempo, su devenir envuelto en esa dulce y triste melodía, me relaja y hace pensar.
Con esta película José Luis Garci se asienta como director de prestigio y lo mismo que decía para el bueno de Alfredo Landa, vale para él, mal que le pese a quien le pese, uno de los mejores directores del cine español que, curiosamente, carga con alguna cruz no correspondida e impuesta por excluyentes oligarquías desde un gremio, el suyo, conocidamente mediatizado y politizado. No me gusta en mis críticas salirme del tema, porque no forma parte de la intención inicial ni es el lugar indicado, pero algunas veces hay honrosas excepciones; como aquí. Y esta última opinión, respecto del vilipendio sufrido por director y protagonista, extensible también en algún otro caso, ya no creo que sea una opinión tan personal.
John Dunbar
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9
15 de febrero de 2022
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Uno de los grandes dramas carcelarios, quien sostenido con mucha solidez por el buen hacer de la estrella Redford, apunta a desnudar las vergüenzas de un sistema, el penitenciario, corrompido mucho más allá de los barrotes. Será, sin que sirva de precedente, desde una óptica atípica, lavando un poco la imagen ignominiosa que otras veces se nos suele dar, la del nuevo alcaide de la prisión Henry Brubaker (Robert Redford), quien ilustre desde su posición ventajosa la denuncia, teniendo que tragar con el recelo de presos y el menosprecio de burócratas y superiores jerárquicos, a costa de su honradez y buenas intenciones.
Stuart Rosenberg, con experiencia en la descripción de este tipo de situaciones, se puso al frente de esta acusación explícita con la mira puesta a una aplicación real. La solvencia de todo el reparto suscribe una historia lúgubre con un argumento imaginario emplazado sobre una auténtica prisión que destape la corruptela administrativa. Cómo de curiosa se hace para Brubaker la manera en la que éste entra y sale por la puerta ha de definirlo todo: una transición con la que, sin duda, da una razón para creer que el respeto se gana y, a veces, de quien menos esperas.

No seré yo quien no defienda que el que la hace la paga, pero la cinta de Rosenberg dice que todo el mundo puede mear fuera de la taza dejándonos claro que el malvado puede tener muchas caras y hasta demasiados tentáculos. Porque las cárceles, no son solo como nos las han contado.
John Dunbar
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7
15 de febrero de 2022
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Lejos de agotarse la fuente de los X-Men, forma un mundo aparte dentro de la casa Marvel con estructura episódica paralela a la del resto de superhéroes y cabida para albergar sus propios fans, no sin ser conscientes de que ésta 'Fénix Oscura' ha sido la menos rentable de todas las que conforman la ya numerosa saga.
Tras la irrupción de En Sabah Nur y el desastre causado, las aguas volvieron a su cauce, dejando el aspecto de que las cosas difícilmente podrían volver a ponerse enrevesadas. Nada más lejos. Años después, una llamada de auxilio hará que la paz mute en conflicto, dejando liberar un enorme poder nunca antes visto sobre una de las mutantes de la escuela de Xavier (el Profesor X, -James McAvoy-), la encantadora Jean Grey (Sophie Turner), quien será presa del conocimiento de su propio pasado reaccionando sobre éste negativamente y dejando paso a un nuevo y destructor álter ego conocido como Fénix Oscura. La tranquilidad entre los mutantes volverá a ser un frágil ave de paso, sembrando la discordia después de la amargura.
Pero un nuevo jugador irrumpirá en la escena, la pérfida Vuk (Jessica Chastain) venida del espacio exterior será quien tenga todas las claves que han puesto en jaque de nuevo a los mutantes y por extensión, al mundo. ¿Será el fragmento discordante una amenaza mayor que la real o servirá ésta última como acicate para la unión definitiva?

El tiempo dirá si aún hay rumbo en esta nave o termina finalmente llegando a su destino, después de un largo trayecto a través de numerosas secuelas y varios spin-off. La que por el momento es la última en llegar es tan grata como viene acostumbrando e incrementa un punto en emoción. Cierra con semblante que indica conclusión y también dejando una puerta que no sabemos si se terminará por abrir o permanecerá cerrada. Veremos.
John Dunbar
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6
31 de enero de 2022
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Los zombis vuelven a dar juego fuera de su ámbito natural. Resulta irónica hasta el punto de preguntarse si la amenaza es rápida o lenta, apreciación de que los tiempos han puesto alguna que otra variante en el camino respecto al original. Con la encantadora Lupita como la señorita Audrey 'sweet' Caroline, la vida se ve más fácil, entendiendo que cuando ésta coge su ukelele tenga la capacidad de amansar con su música a todo tipo de bestias y eso incluye a aquellas dispuestas a comerte vivo. Sin duda que, acostumbrada como está a quitarse moscones, resolver un apocalipsis zombi en mitad de un parque infantil, en lo que pone cada perversión en su sitio, será pan comido.

Una de zombis con humor, un poquito de azúcar saludable para edulcorar con simpatía en la dosis requerida, mucha irresponsabilidad y sin escatimar obscenidades esquivando con agilidad tanto como puede, aun teniendo que lidiar siempre con el falso silenciador que se adecúe al contenido permitido: esos pequeños monstruos llamados niños.
John Dunbar
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