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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
5
25 de marzo de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Betty, es la rica heredera de un magnate de Wall Street, tan habituada al despilfarro que, repentinamente, se le ocurrió volar en el aeroplano de su padre, para alcanzar ¡en medio del océano Atlántico! el barco en el que viaja su prometido. Rescatada ella, la aeronave en que venía se hunde en el mar, y su padre ¡imaginen la cara que puso al enterarse del hecho! En Europa, prosigue la muchacha con una vida social a sus anchas… hasta que papá se presenta y le dice las palabras que ella jamás esperaba oír. En adelante, como ella misma dirá, “Donde antes pagaba para que me atendieran, ahora me pagan para que les atienda”.

El filme, es un intento de Alfred Hitchcock, en sus primeros años como director, de hacer una comedia a la americana, siendo también la primera y la última que haría en tiempos del Cine Silente. Entrevistado por el crítico italiano Gian Luigi Rondi (1), éste le preguntaba por los que consideraba sus filmes preferidos, a lo que el maestro citó: “The Lodger”, “The 39 steps”, “Rear Window” y “Family plot”. Preguntado, seguidamente, si renegaría de alguno de sus filmes, Hitchcock respondió con estas palabras: “De uno seguramente sí, “Champagne”, sin guión, improvisándolo todo delante de la cámara, es decir –concluyó- haciendo lo que más detesto”.

Ignoro, ciertamente, cuanto improvisó nuestro director, pero acepto que así pudo haber actuado en algunas situaciones que lucen totalmente faltas de ingenio. Más, bien seguro es que sí tenía un guión, y escrito nada menos que por su habitual y calificado colaborador Eliot Stannard, partiendo de una historia firmada por el acreditado novelista, guionista, productor y también director, Walter C. Mycroft (1890-1959), y esto me lleva a pensar que la trama no era para nada improvisada, además de que, en general, es bien interesante y ya sabemos que con ella se han hecho cosas parecidas y bastante agradables: “El gran calavera” (Luis Buñuel,1949), por ejemplo.

Por otra parte, se nota el claro esmero que puso Hitchcock en la composición de imágenes, al tiempo que, narrativamente, se guarda cuando menos un par de elementos sorpresa que saldrán al paso en los momentos precisos. Su manera de experimentar con la cámara da muy buenos resultados cuando, por ejemplo, recrea un mareo, y resulta muy simpática su manera de plasmar los pensamientos, asegurando siempre una fotografía pulcra y muy bien iluminada.

Donde no cuaja la película de manera suficiente, es justo en los intentos de hacer comedia, no obstante que el director ya había demostrado (“La mujer del granjero” es muy atractiva), y seguiría demostrando, que su vena humorística era bastante fluida. Ni siquiera ayuda que tuviera como protagonista a Betty Balfour, considerada por muchos como la mejor comediante inglesa del Cine Silente (“Squibs”, “Cinders”, “The vagabond queen”… la acreditan), ni que contara con otro gran comediante, Gordon Harker (el padre de la chica), quien ya se había lucido en “La mujer del granjero”.

Aquí, y como ocurriría luego con la también fallida, “Mr. and Mrs. Smith”, Hitch corrobora que le venía mejor el humor en historias de suspenso, como “North by Northwest” o “Rear Window”… que cuando se proponía hacer una comedia pura, pues la suerte solo le sonrió cuando hizo, “Trouble with Harry”, donde pudo plasmar una magnífica dosis de humor negro.

En, “CHAMPAGNE”, apenas hay lugar para dos o tres sonrisas ya que, en buena parte, la trama se diluye en situaciones bastante desencantadas. Pero, no obstante, sentí que valió la pena verla, porque me ha recordado el mensaje de que, a los hijos hay que enseñarles que no todo les es debido, ya que solo así conseguirán madurar.

(1) Gian Luigi Rondi. El cine de los grandes maestros. Emecé.

Título para Latinoamérica: “CHAMPAÑA A LA AMERICANA”
Luis Guillermo Cardona
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9
17 de febrero de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sabia frase la que se le escapa a, Walter O’Neil, en algún momento en que dialoga: “Toda la vida es un juego”, dice, pero, ahora, pareciera comprender que, tampoco él, ha sabido jugar este juego como es debido porque, si la ley existencial es que toda acción produce una reacción y que está será de la calidad de lo que emitas, saber elegir es el único secreto para poder llevar una existencia plena.

Cuando eran apenas unos muchachos, Sam Masterson y Martha Smith, se sentían muy atraídos el uno por el otro… y por huir de la aristocrática tía con la que le tocó vivir tras la muerte de su padre (un hombre de extracción obrera), Martha -obligada a apellidarse Ivers como su tía-, está empeñada en seguir a Sam en sus locas andanzas lejos del hogar, pues, también él, se quedó sin padres. Pero, ésta huida quedará trunca cuando en casa de la señora Ivers se presenta una tragedia de la que, Sam, no va a enterarse porque ha huido antes, y tras esperar en vano, se ha marchado en busca de otros horizontes.

Pero, el pasado muchas veces regresa, sobre todo cuando es necesario que se ajusten cuentas, y entonces, dieciocho años después, Sam va a regresar a Iverstown (miren bien el nombre) y un conflicto de alto calibre va a tener lugar en sus calles y entre sus paredes. ¿Por qué será que, entre aquellos que han ascendido muy alto en las esferas sociales, es donde más profundas sombras suelen encontrarse? ¿No será que, el mismísimo afán de tener y más tener, es lo que evidencia el enorme vacío que se pretende llenar? ¿Y no será que, cuando el vacío es causado por carencias afectivas y por los nuevos errores cometidos, se llena de cualquier forma?

De estas cosas nos habla, <<EL EXTRAÑO AMOR DE MARTHA IVERS>>, la impecable película que realizara, Lewis Milestone, la cual significó un nuevo encuentro con el, por entonces guionista, Robert Rossen, con quien ya había trabajado en, "Edge of Darkness", y en, “A Walk in the Sun”.

Todo comenzó cuando, el productor Hal Wallis, enseñó a Milestone una historia de un tal Jack Patrick, que por 3.500 dólares había comprado y que llevaba por título, “Bleeding heart” (Corazón sangrante). Espantado con el curioso título, éste iba a ser el sexto rechazo que le hacía a Wallis, así que, apenado, Milestone se ofreció a leerla. Reunido entonces con Rossen, éste sugirió que usaran el prólogo de la historia (la fuga de los niños y el incidente con la tía) y que ellos aportarían el resto de la historia: El hombre que, sin haber visto lo que allí ocurrió, regresa al pueblo casi dos décadas después.

Enmarcada en el cine negro, con aquel jugador que, al sentir que está siendo obligado a irse, se pondrá en camino de develar un viejo pecado entre gente que ha llegado muy alto, la película despliega una fuerte carga emocional; resulta muy cuidada en su puesta en escena; la edición es de una gran rigurosidad hasta el punto de no dejar ni un solo plano inútil; y las actuaciones, con una grandiosa Barbara Stanwyck, como la mujer que ama de manera casi obsesiva, mientras un abismo va abriéndose a su paso; un solícito Van Heflin (Sam Masterson), será el hombre llamado a facilitar que las cosas tengan su lugar; un debutante Kirk Douglas (Walter O’Neil), cargará con los errores que no corrigió nunca de su padre; y Lizabeth Scott (Toni) será la chica con ansias de redimirse y con un gran ímpetu de amar.

Esta es la clase de película que te atrapa enseguida y no te suelta ni después de que ha terminado, porque, irremediablemente, sigues pensando en las muchas cosas que en ella suceden.
Luis Guillermo Cardona
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8
24 de enero de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Podría suceder un hecho que de infortunado, pasara a afortunado y de nuevo a infortunado? Yo creo que sí y siempre recuerdo al hombre aquel que, cuando alguien le decía “¡Qué suerte la tuya!” o “¡Qué mala suerte la que has tenido!”, él invariablemente respondía: ¡Quién sabe!

Aunque tan solo es un boxeador de feria, a Jack Sander se le conoce ya como, “One round”, porque a sus contrincantes los deja en la lona en los primeros minutos. Con este nombre, y con mucho orgullo, lo presenta su promotor… pero el paso de los días va haciendo que para, “One round”, no sea fácil encontrar nuevos contrincantes, y a falta se estos, llega una ocasión en que, al ver que un apuesto hombre coquetea con su novia, decide retarlo… con tan mala suerte que se ha tropezado con el campeón de los pesos pesados, el australiano Bob Corby. Pero, paradójicamente, con tan buena fortuna que, al comprobar éste que Jack tiene talento, lo contrata como su esparrin. Pero, al ver que se da la ocasión de seguir viendo a la chica de Sander, Corby hará lo suyo para conquistarla… y así comenzará un verdadero drama interior para aquel boxeador que, mientras está comprometido con llegar tan alto como Corby, va viendo que su chica ha comenzado a tomar partido por los devaneos.

“EL RING”, parte de la convencional historia del triángulo amoroso, con la añeja fórmula “Chico encuentra chica - Chico pierde chica - Chico recupera chica” y, en tal sentido, podría ser una más de las tantísimas historias que, años antes y sobre todo después, nos ha ofrecido el cine con mayor o menor fortuna. El guión, acreditado en el filme a su director Alfred Hitchcock, no tiene grandes pretensiones y los hechos son los convencionales en cualquier historia de este corte, salvo ese principio que resulta bastante interesante, porque refleja con exactitud las paradojas de la vida.

¿Queda, entonces, algo más que pueda rescatarse en este drama que centrara Hitchcock en el mundo del boxeo? Yo creo que sí ¡y mucho! Primero, tratándose de un filme silente sin siquiera una música de ambiente, es muy buena, brillante y me atrevo a decir magistral, la manera como el director se las ingenia para conseguir conectarnos con el drama que vive aquel muchacho cuya autoestima anda por el suelo, permitiendo que, con suma belleza estética y la más efectiva claridad, podamos percibir sus pensamientos, ansiedades y temores.

De principio a fin, se descubre una recursividad muy profunda en el director –demostrada ya a plenitud en “The Lodger”- para servirse de los recursos que, hasta entonces, se tenían (iluminación expresionista, efectos psicológicos de encuadre, sobreimpresiones para recrear el pensamiento…) y con ello logra una plasticidad tal que hace que, de su convencional historia, resulte un romántico drama, de celos y pasión, con unos caracteres estéticos tan encomiables, que no logran verse en muchísimas de las historias que se hicieran posteriormente, contando incluso con estas ayudas previas.

A Hitchcock sin duda se le ha encasillado, se le puso la etiqueta de “El mago del suspenso”, y con él pasa lo que pasó con doña María, que cuando dejaba de hacer sus deliciosas empanadas, porque para variar decidía hacer unos ricos buñuelos, la gente en vez de confiar en su buena cocina, le reclamaba las empanadas y ni siquiera saboreaba los buñuelos… tocándole entonces volver a las empanadas. Exactamente pasó así con este director inglés al que también le gustaba probarse en otros temas. Y en casos concretos, como “EL RING”, es indudable que el resultado fue muy positivo.

Carl Brisson, resulta muy efectivo como el aspirante a campeón que, mientras asciende profesionalmente, siente que su corazón se desmorona día tras día. Ian Hunter, luce muy preciso como el campeón que se aprovecha de su posición para buscar ganar en las dos contiendas. Y Lillian Hall-Davis, es la chica que se debatirá entre el amor y la atracción que le inspiran los triunfadores.

“EL RING” es otro filme importante en la obra de Alfred Hitchcock.
Luis Guillermo Cardona
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7
17 de diciembre de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los EEUU, y durante muchos, muchos años, los negros han tenido que huir de muchísimas cosas: De las autoridades (policía, ejército, fuerzas especiales…) porque para ellos -sobre todo si son blancos, y la mayoría lo son- la presencia de un negro es siempre “aviso” de peligro, de delincuente a bordo, de agresor en potencia. Recuerdan, repentinamente, el inmenso daño y maltrato que la sociedad y las fuerzas del Estado les han causado a los afrodescendientes durante tantos siglos, y por eso les temen como si sintieran que están ahí para cobrar su histórica venganza. Metafóricamente, es algo así como la relación hombre-ratón: el hombre teme al ratón y por eso lo mata cuando lo ve, al tiempo que el ratón siente pánico ante el hombre y, si puede, emprende la huida, porque presiente que éste va a matarle.

Los afrodescendientes temen entrar a una tienda administrada por blancos, porque sienten que pueden pegarles un tiro, por la presunción de mucha gente de que todos ellos, sin excepción, son asaltantes. Temen dirigirse a las personas blancas para preguntarles algo (una dirección, la hora…), porque intuyen que van a pegar un grito ante su solo acercamiento. Temen caer en la cárcel, porque bien lo saben que, contra ellos, más que con nadie, se aplican las leyes con el máximo rigor, y en demasiadas ocasiones, no importa si pueden ser inocentes... si son negros, están mejor en la cárcel o en la silla eléctrica.

Por cosas así, es que, Frank Beecham, un hombre casado con una buena mujer y padre de una preciosa niña, se encuentra ahora en la cárcel de San Quentin, a la espera de entrar en el corredor de la muerte, hecho que va a suceder dentro de 24 horas. Y va a ser necesaria la muerte de una joven y guapa periodista, para que un colega suyo, también padre de familia, en crisis con su mujer, ex-alcohólico, mujeriego y ateo, entre en escena… y con solo conocer un poco del caso del joven condenado a muerte, de pronto tenga la corazonada de que, sin lugar a dudas, es inocente. ¿Podrá probarlo? ¿Podrá demostrar que los testigos presenciales han dado un falso testimonio? ¿Será capaz en 24 horas de hallar alguna prueba contundente que demuestre la inocencia del acusado?

Procurando entremezclar el buen humor con el más fuerte drama, Clint Eastwood se la juega con un nuevo alegato contra los errores judiciales y contra el racismo, temas en los que el cine siempre insistirá, pues, mientras sigan siendo motivo de injusticia y de aberraciones sociales, habrá que seguir abogando hasta que, algún día, entremos en razón.

“EJECUCIÓN INMINENTE” es un filme limpio y muy acertado en su propuesta histórica, al tiempo que luce duro e intolerante contra aquellos fariseos que, tan frecuentemente, desprestigian a sus sagradas profesiones (prensa, iglesia, política…). El drama, de “ficción”, escrito por Gross, Brickman y Schiff, no brilla precisamente por su originalidad, porque huele bastante a lo que ya hemos visto en otros dramas carcelarios, pero consigue atraparnos porque, Eastwood, por momentos, le imprime un generoso tono de desenfado y de comedia ligera, haciendo que su personaje que -ésta vez-, para nada presume de héroe, luzca bastante agradable, con su descomplicada manera de asumir la vida.

Aquí estará de nuevo la estupenda, Diane Venora, haciendo de su hastiada esposa, y James Woods y Michael McKean, lucen estupendos como el cada vez más sorprendido director del periódico y el improcedente reverendo Shillerman, respectivamente.

Título para Latinoamérica: “CRIMEN VERDADERO”
Luis Guillermo Cardona
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8
20 de setiembre de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno, entre los muchos libros que alguna vez presté (de Prestar: Facilitar algo a alguien para que lo utilice durante algún tiempo con el deber de devolverlo luego) y que nunca me devolvieron (porque la mayoría de la gente asume el prestar únicamente bajo la acepción: Dar o comunicar), fue “El billete del millón de libras” de Mark Twain, uno de los autores a los que siempre leía con plena complacencia.

Fue éste, un cuento que Twain publicó en 1893, y en el cual contaba la originalísima historia de un par de hermanos muy ricos que logran que, el Banco de Inglaterra, les emita un billete de un millón de libras, con el cual consiguen hacer una singular apuesta. Regalan el billete a Henry Adams, un marino que se encuentra solo en Inglaterra y sin un solo peso, y entonces uno de los hermanos afirma que, con solo tener el billete, Henry podrá obtener todo lo que desee. Y el otro hermano sostiene que, hasta que no consiga menudear el billete, no podrá comprar ni una caja de cerillas. Con este menudo dilema, se desarrolla una deliciosa historia que da verdadero gusto leerla.

Altamente probable, que ésta haya sido la fuente en la que se inspiró el dramaturgo, guionista y director de cine Preston Sturges, para la obra “A cup of coffee”, que escribió en 1931, sin haber conseguido nunca llevarla a las tablas él mismo... y tampoco que alguien la produjera para alguna compañía.

Pero, en 1939, cuando ya era un acreditado director de cine, se le ocurrió a Sturges convertir la obra en un guión para cine… y al año siguiente, se estaría exhibiendo con bombos y platillos, otra de las grandes comedias que pudo legarnos en su relativamente corta, pero muy brillante carrera cinematográfica.

“NAVIDADES EN JULIO”, nos trae ahora la historia de un modesto empleado de una empresa fabricante de café que, sintiendo que tiene alma de publicista, decide participar en un concurso sobre un slogan que está promoviendo la Casa Maxford, ¡justamente la competidora de la empresa con la que él trabaja! Pero, James MacDonald sueña, y junto a su novia Betty Casey, hace planes para el futuro... hasta que una pesada broma de sus compañeros lo lleva a creer que, efectivamente, se ganó el gran premio… y en una deliciosa y conmovedora suerte de enredos, nuestro Jimmy se volverá un bonachón que ahora parece celebrando las navidades en Julio.

Con muy originales y sofisticados toques de comedia satírica, Sturges va trazando un certero alegato contra el oportunismo y la necedad de la clase empresarial, mostrando al par de jefes de las compañías competidoras, con unas actitudes bien particulares que los dejarán objetivamente descritos.

Un conjunto actoral inmejorable, donde destacan nombres como Dick Powell, Ellen Drew, Ernest Truex y William Demarest, entre otros, consigue imponer calor, provocación y mucho encanto, a una comedia que se merece nuestros aplausos.

Y es cierto en la mayoría de los casos: “Falta de noticias son buenas noticias”… Así me sucede con alguna gente que conozco.

Título para Latinoamérica: “SU DÍA DE SUERTE”
Luis Guillermo Cardona
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