No sé muy bien si hacía falta este viaje cinematográfico. Comprendo, eso sí, que la película anterior tiene ya sus años y hasta sus décadas, pero más los tiene “La diligencia” o “Río Bravo”, por ejemplo. No hay una gran aportación en esta versión, como mucho una visión quizás demasiado amable de la China actual, con sus parques llenos de gente haciendo tai-chi o jugando al ping-pong. Le sobra también un buen puñado de minutos, que aportan bien poco a la historia y que la harían más llevadera. Por contra y a pesar de lo dicho, la película se ve con relativo agrado. Se sabe de antemano muy bien a lo que vamos y quejarse sería un ejercicio de hipocresía. Por destacar algo, destacaría a Jackie Chan, convertido de repente en un buen actor con aires muy poderosos a Dustin Hoffman. Por cierto, y ya para acabar, ¿por qué se llama Kárate kid si lo que practican es Kung-fu?

Frank Darabont se está convirtiendo en un valor muy sólido en el cine actual, baste recordar para demostrarlo “La milla verde” o “Cadena perpetua”. Autor total de sus films, pues él es el guionista y productor también, gusta de contar unas historias con poco elementos ornamentales, un puñado de personajes bien construidos, y un ritmo cadencioso, muy poco habitual en el trepidante cine actual; una calma tensa domina sus films.
La niebla de Stephen King no es una excepción. Esta estupenda película cuenta la historia de una niebla sobrenatural de aparición repentina que se instala sobre un pueblo. Un grupo de vecinos y de residentes ocasionales se refugian en un supermercado, desde donde deberán enfrentarse a lo desconocido y a ellos mismos. La escena final es memorable, sobre todo para aquellos que tenemos retoños. Estamos ante la típica película de terror que quizás no encante a los amantes de cine del género, pero que sí que entusiasma a los amantes del cine en general. Ojalá Darabont rompa su también ritmo cadencioso en lo que se refiere al estreno de nuevas películas y no hayamos de esperar tanto a la próxima.

Quizás esté muy influido por la teoría tradicional de planteamiento, nudo y desenlace, pero no me gusta nada la costumbre que están cogiendo últimamente los Coen de acabar abruptamente sus películas, me refiero a “No es un es país para viejos” y está que ahora comento. No se trata de estar apegado a la tradición, más bien de pedir el esfuerzo de rematar una buena idea con algo que esté a la altura.

Me explico mejor. No resulta excesivamente difícil buscar situaciones asombrosas o absurdas que atrapen nuestra atención, basta con convertir situaciones normales en fuera de lo normal invirtiendo los papeles habituales de elementos comunes conocidos por todos, -aquí pondría el ejemplo, ciñéndome ya a la película, del “amable” pretendiente de la mujer del protagonista-, lo difícil es llegar con ello a una conclusión, sobre todo, cuando no se deja de poner una situación absurda tras otra.

Con esto no quiero decir que las situaciones absurdas de la película no estén bien pensadas o sean de fácil ocurrencia, pero francamente frustra un poco, por poner otro ejemplo, oír la historia curiosa de un hombre con un mensaje grabado en los dientes, y que la cosa se acabe casi en el planteamiento.

Se me podrá decir que en el nudo ya está el desenlace, que la vida de una persona cabal está tan abierta al azar como puede estarlo a las inclemencias del tiempo, que no podemos controlar todo, pero yo replicaría que eso ya lo sabíamos, y para ese viaje quizás no hacían falta esas alforjas, unas alforjas, por cierto, llenas de saña.

Que alguien me lo explique, por favor, que alguien me escriba y me diga cuál es la gracia que le encuentran a Harry Potter. Sí, de acuerdo, ya sé que cuando tenía un año, ese terrible mago llamado Voldemort mató a sus padres y que él sobrevivió de forma misteriosa, dejando al malvado entre la vida y la muerte. Qué vivió su infancia en la ignorancia de su pasado, con sus tiránicos tíos, y que a los once años fue llamado por el mundo mágico a su escuela donde vive, envuelto de prestigio, un sinfín de aventuras, con Voldemort y sus secuaces por el medio.

Pues bien, a mí todo eso y sobre todo lo que viene después me parece aburrido a más no poder, que si no fuera porque tengo retoños que la quieren ver yo habría desertado a la media hora de la primera entrega, y habría ocupado las restantes catorce horas en labores más provechosas. Me aburre todo. Ese halo de ser superior que rodea a Harry Potter cuando no deja de ser más que un crío con una varita mágica, esos personajes estereotipados refritos de otros muchos sin alma ni asomo de ella, esos juegos aéreos interminables, esas tramas insulsas sin apenas desarrollo envueltas en una capa de misterio, que enseñan poco y esconden nada. En fin, que si alguien se ve capaz de explicarme esa gracia que yo encuentro tan sosa de Potter que me lo explique por favor, le estaré eternamente agradecido.

Empezaré entre lo serio y lo menos serio. Esta película cuenta de base ya con unos elementos que me gustan y me gustan mucho. Su duración de 105 minutos, que es la duración a la que deberían tender casi sin excepción todas las películas; el cine es el arte de la síntesis, y duraciones superiores a las dos horas y media debería ser más bien objeto de una serie.

Por otra parte, el director, sin ser uno de los grandes, es un buen director, de esos que te devuelven el precio de la entrada, y de los que no te engañan, lo que para ser una película que bordea el género del thriller no está nada mal.

Por último, y antes de empezar la crítica propiamente dicha, se agradece un film que no se base en efectos especiales ni en universos paralelos, ni en batallas interminables, aunque no digo que algunas veces estén muy bien filmadas.

No creo desvelar mucho del argumento, pues no pasa mucho metraje hasta que sabemos el carácter auténtico de su protagonista, -o quizás su otro carácter auténtico-, si digo que como siempre se suele decir detrás de un asesino de en serie puede haber un padre de familia admirable, lo que no es tan frecuente, y el cine casi no lo ha reflejado así, es que detrás de un admirable, simpático y abnegado padre de familia puede esconderse un asesino impacable e imparable en serie, que el orden de los factores puede alterar el producto.

La película en su conjunto es muy entretenida de ver; aunque cierto es que hay muchas cosas cogidas entre pinzas, -pensemos, por ejemplo, en el vendedor de camisetas- y el cúmulo de ello hace que la obra se resienta un poco pero, en general, el resultado final está a la altura de lo esperable, si no nos ponemos muy exigentes. Estamos ante interesante film de intriga donde un padre, que no puede dejar de ser padre, porque así lo siente, deberá enfrentarse a una situación de muy difícil manejo, con unas habilidades a la altura del protagonista de la serie Dexter.

En definitiva, un film que merece la pena ver, con muchos giros de guion, que no molestan y que no engañan sino que suman, y que tiene la incomodidad inquietante e interesante de buscar la complicidad del espectador con su siempre sonriente protagonista, muy bien interpretado por Josh Hartnett.