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España España · almeria
Críticas de TOM REGAN
Críticas 5.202
Críticas ordenadas por utilidad
7
1 de noviembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
359/29(29/10/20) Film menor del aclamado director y guionista sueco Ingmar Bergman, una estimable comedia romántica fantástica con buenos m omentos y un desarrollo ágil muy interesante en su alegoría filosófica sobre (temas muy bergmaniano) la infidelidad frente al amor, el puritanismo de la virtud frente al pecado, la corrupción del amor frente a la pasión carnal desaforada, la tentación frente a la virtud. La historia se inspiró en la obra de radio danesa “El regreso de Don Juan de Oluf Bang”, Bergman estaba intrigado por la renaciente popularidad del personaje. El "proverbio irlandés" citado en la película es ficticio y fue inventado por Bergman. Fue un trabajo por encargo que formaba parte de un trato que le permitió hacer la película anterior “El manantial de la doncella”, quizás por ello he leído Bergman dijo despreciar esta película. La narrativa se divide en actos y un narrador (Gunnar Bjornstrand) presenta cada acto, en lo que es un relato con claro sentido teatral, un divertimento solaz que a medida que avanza se torna más oscuro en sus planteamientos, hasta desembocar en un final cargado de ambigüedad que deja un buen sabor de boca. Fue la última película que hizo Bergman con el director de fotografía Gunnar Fischer, con quien filmó doce de los largometrajes de Bergman entre 1948 y 1960.

De acuerdo con el (ficticio) proverbio irlandés dice que "La castidad de una mujer es un orzuelo en el ojo del diablo", Satanás (gran Stig Järrel) cree el dolor que siente en el ojo es un orzuelo y lo causa una virgen en la Tierra. En particular, el dolor está relacionado con Britt-Marie (encantadoramente dulce Bibi Andersson), la hija de un vicario. Britt-Marie todavía es virgen a los 20 años y está comprometida con un hombre llamado Jonas (correctito Axel Düberg). Satanás teme que Britt-Marie pueda servir de ejemplo a sus amigos para que permanezcan vírgenes y opta por enviar a Don Juan para seducir a Britt-Marie, “Si se casa como está, las consecuencias serán desastrosas. El cielo se exaltará, los arcángeles tocarán sus trompetas y harán un estruendo infernal” (El Diablo). Don Juan está soportando lo que él considera un castigo aburrido: repetidamente, una mujer se le acerca amenazando con matarlo, y él la seduce y la lleva a la cama. Sin embargo, antes de que ocurra cualquier sexo, un demonio emerge para decir "el espectáculo ha terminado", y la mujer desaparece. Satanás viene a Don Juan, diciéndole que puede ir a la Tierra durante 24 horas y que si seduce a Britt-Marie, Satanás permitirá que Don Juan tenga sexo. Don Juan acepta el desafío, acompañado de su criado Pablo (ladino Sture Lagerwall). El demonio también los sigue, decidido a que Pablo no disfrutará de ningún sexo mientras esté en la Tierra. Don Juan y Pablo conocen al vicario (buen Nils Poppe), un hombre alegre y crédulo que los invita a su casa. En la casa, Pablo se enamora de la esposa del vicario, Renata (convulsa Gertrud Fridh). Don Juan conoce a Britt-Marie e intenta seducirla, cuestionando su relación con Jonas.

Dentro de su aparente ligereza la cinta encierra preguntas universales sobre el cainismo humano, sobre las debilidades, sobre los instintos básicos, donde el enfrentamiento clásico entre el Bien vs Mal queda difuso en su contienda de personajes que evolucionan de modo sugestivo, donde su comportamiento deriva en un humor caustico, con dobles sentidos, donde reinan las falsas apariencias y la velada lujuria, donde se analiza si tiene sentido el sexo sin amor, provocando en su devenir algunas situaciones divertidas. Esto ya desde ese el inicio en un particular infierno con ese original Diablo, con esos subalternos aconsejando nada menos que a Don Juan como seducir a una mujer, ello viniendo de este mujeriego teniendo el castigo durante tres siglos de tras conquistar a una ‘donna’, desaparecer esta de la cama antes del acto. Otro de los castigos suigeneris (políticamente incorrecto, sobre todo para un film de 1960) es que debe oír de un demonio ‘una pormenorizada narración de los sonidos que hace la mujer que le importa mientras tiene relaciones sexuales, comenzando con sus jadeos y terminando en un orgasmo violento que llora lágrimas de alegría’.

En la tierra tras conseguir Don Juan ser invitado junto a su criado a la casa del vicario asistiremos a tres subtramas. Por un lado la central de Don Juan intentando seducir a la virginal Britt-Marie; El criado Pablo intentando tener sexo con la otoñal esposa del vicario; Y tercero, la batalla de manipulaciones entre el vicario y un demonio (enviado este a la tierra, intentan sabotear a Don Juan), donde el vicario desea no creer en el demonio y tener fe en su mujer, desarrollando un enfrentamiento dialéctico entre ambos con efluvios existenciales.

Bergman nos presenta a un Don Juan complejo, un ser amoral que por un lado esgrime "la falta de principios es mi principio, el vicio mi virtud, libertinaje mi ascetismo, impiedad mi religión", pero en el fondo hastiado y cansado de obtener deseo sin amor, apostillando con melancolía, "Los capaces de amar son muy pocos. Su sufrimiento no tiene límite. Me han dicho que son espejos que reflejan a Dios y nos hacen la vida más fácil a nosotros, los miserables en la oscuridad"; Aunque en él debe del film quedan unos secundarios arquetípicos, lineales y previsibles, ello en un tono de fábula manufacturada (ejemplo la forma en que Don Juan es invitado a pasar la noche en casa del vicario, o la forma flash en que Britt-Marie se siente atraída por Don Juan) por Bergman y su idea del amor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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6
25 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
348/18(18/10/20) Interesante ópera prima de Houda Benyamina, aunque irregular en el modo de desarrollarse, tiene puntos a favor que la hacen estimable. Ambientada en la ‘banlieue’ socialmente desfavorecida de París, donde el protagonismo es para las mujeres, pasando los hombres a meros secundarios al fondo dependientes d elo que hagan estas. Siendo la protagonista una joven badass inconformista y de carácter rebelde, encarnada de modo electrizante por Oulaya Amamra (hermana de la directora) que aspira a hacer dinero rápido, y esto solo se da a través del crimen, empezando con robos y siendo el siguiente escalón el tráfico de drogas, tratando temas como el despertar a la madurez, la marginalidad social, la amistad, la codicia, o la juventud problemática. Con guión de la propia realizadora junto a Romaine Compingt y Malik Rumineau, y quizás debido a estar con tantas manos en el libreto haya demasiados temas y demasiados estilos que se agolpan sin dejar espacio a la fijeza. Este retrato de los barrios marginales de las grandes ciudades la directora abarca demasiado, perdiendo solidez y cohesión narrativa, quiere tocar demasiados palos y aprieta poco, para desembocar en un rush final muy aparatoso, pero aun así deja tramos incisivos.

Estamos un barrio (gueto romaní) del extrarradio parisino, donde reina la pobreza y la supervivencia pende principalmente del crimen. La protagonista es Dounia (Houda Amamra) parece tener pocas opciones viables en la vida. En casa, vive con su madre (Majdouline Idrissi, rol que está muy difuso, a medio definir), alcohólica desquiciada que se acuesta con cualquiera que la acepte. Y en la escuela, apenas puede adaptarse a la disciplina y la hipocresía que se requiere, como se atestigua en una tempestuosa escena temprana en la que mortifica a uno de sus maestras con un ataque feroz. Fuera de clase Dounia trata de ganarse el respeto de Rebecca (Jisca Kalvanda), violenta capo de la droga del barrio. Dounia tiene una gran amiga, Maimouna (Deborah Lukumuena), con al que realiza pequeños hurtos, además comienza a espiar los ensayos del guardia de seguridad Djigui (correcto Kevin Mischel), bailarín aficionado que aspira a entrar en un espectáculo.

El film se abre con una secuencia que pone en solfa la modernez superficial en que vive gran parte de la juventud hoy día, cuando vemos la vida de Dounia y su amiga a través del móvil y los selfies, la vemos robar en tiendas aprovechándose del burka. Y es que la película juega a confundir con el aspecto y como este tiene papel importante en como perciben a estas chicas, ejemplos van desde cuando vemos a las chicas comunicarse por el móvil mientras están en una mezquita, o cuando Dounia maneja sus armas de mujer en la disco con su atuendo sexy como anzuelo para captar una potencial víctima. “La policía nunca detiene a una mujer con tacones altos”, espeta Rabecca (Jisca Kalvanda).

Vemos que son las mujeres las que lo impulsan todo invirtiendo los clásicos roles, desde la rebeldía y criminalidad, como son ellas las que eligen a sus parejas masculinas, vemos que Rebecca se nos presenta a través de un musculoso mancebo que abre la puerta, o cuando Dounia tiene que salvar de una caída a un tipo del que se enamora. Todo desarrollado con ritmo ágil, donde n o paran de suceder cosas que hacen avanzar la historia, hasta desembocar en un rush final intenso, aunque desproporcionado en su dramatismo forzado. La directora en su camino deja momentos de poderío visual, como cuando pasamos al realismo mágico en la escena en que Dounia y Maimouna se imaginan escapando de su inframundo en un Ferrari descapotable a toda pastilla, subiendo al auto a gente guapa, mientras beben champán alborozadas entusiastamente, tramo que desborda vitalidad; Otro buen momento visualmente es el turbador montaje entre la paliza que le están dando a Donia con una danza moderna, destilando rabia y malsanos sentimientos.

Es sobre todo el retrato de personalidad de Dounia, joven vitalista, audaz, rebelde, contestataria, quiere disfrutar el día a día, y Oulaya Amamra le da vida con una enorme naturalidad en su electricidad, desplegando todo un arsenal de expresividad, que nos hace creíble esta ambiciosa mujer que quiere dinero rápido, reflejo de como los que están muy abajo intentan salir de la mierda como sea, muy buena; A su lado su mejor amiga Maimouna otra joven, que intenta ir a la estela de su colega, tiene una familia asentada que se preocupa por ella, pero está muy unida a Dounia, está el punto de subyacer un amor lésbico, sobre todo cuando están en la cama jun tas es notorio, e incluso ella no la vemos ni con chicos ni siquiera aspirar a ellos. Deborah Lukumuena borda su rol con una especial química con Oulaya, con momentos entrañables entre ellas; Rebecca es lo que quiere ser Dounia, es una mujer autosuficiente, con dinero fácil de la droga, domina el territorio con puño de hierro. Jisca Kalvanda la embiste con una potencia apabullante, posee carisma en sus arranques de ira, en su modo de pretender aleccionara Dounia, un volcán. Aunque en su debe he de decir que resulta complicado creer que esta joven maneje el cotarro de narcotraficante, me chirría que no veamos a alguien por lo alto de ella, además de no ver a que tenga mucha gente a sus órdenes.
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TOM REGAN
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7
24 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
349/19(19/10/20) Loable thriller con claros efluvios a cine negro, dirigido con pulso firme por Edward Dmytryk, teniendo su gran jugo en el ataque contra la intolerancia, contra los prejuicios sociales, contra el fanatismo de los que temen lo que desconocen, aquí personificado en el antisemitismo, aunque el libro en el que se basa el tema es la homosexualidad, pero el nefasto Código Hays creía este tema intocable moralmente. Emparentándola en su temática racista con la película ganadora al Oscar de este año, “Gentleman's Agreement” de Elia Kazan. El guion escrito por John Paxton (“Historia de un detective”), basado en la novela de 1945 “The Brick Foxhole” del guionista y director Richard Brooks, recibiendo cinco nominaciones al Oscar, incluyendo a Robert Ryan como Mejor Actor de Reparto y Gloria Grahame como Mejor Actriz de Reparto, siendo la primera película B en recibir una nominación a mejor película.

Película desarrollada con gran ritmo y potente visualidad expresionista gracias al DP J. Roy Hunt (“Los últimos días de Pompeya” u “Hombres olvidados”, ya marcada esto desde el inicio en la forma que se filma el asesinato en sombras, o la secuencia en el cine, con luces en rostros, contraluces, contrapicados, fijación dramática en relojes, creando ambientes turbios malsanos. Dónde los hechos ocurren en apenas dos días, siendo la noche el dramático marco, cuentan su versión de lo acaecido, en lo que es un puzle ingenioso, teniendo un arranque donde los testigos provocando momentos de gran intensidad, jugando durante la primera parte del film al misterio de quien será el asesino, regando de pistas el metraje, siendo el gran enigma el motivo, y cuando todo se destapa, el objetivo es intentar que el propio criminal se destape. Mezclando en su devenir cine detectivesco, cine noir, y sobre todo de denuncia contra el supremacismo racial, tema muy en boga en aquellos años pues acababan de descubrirse los campos de exterminio nazi en Europa.

Pero para Dmyrtyk esta defensa del diferente (junto a la temática de su otro film estrenado este mismo año 1947, “So well remembered”), su oda a la tolerancia, terminó siendo vista por el fanático HUAC (Comité de Actividades Antiaméricanas) y su Caza de Brujas como un ensalzamiento del comunismo, lo que llevó al director y productor a ser despedidos de la RKO, y pasando a la hedionda Lista Negra de Hollywood.

Brooks escribió su novela mientras era sargento en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos haciendo películas de entrenamiento en Quantico, Virginia y Camp Pendleton, California. En la novela, la víctima era homosexual, el Hollywood Hays Code prohibió cualquier mención a la homosexualidad porque se veía como una perversión sexual. Por lo tanto, el tema de la homofobia del libro se cambió por uno sobre racismo y antisemitismo, esto quiere difuminarlo el guión apostillando, “El odio siempre es igual, nunca tiene sentido”, siendo epítome de esto el soliloquio que el policía suelta en el rush final (lo pongo en zona spoiler). El libro se publicó mientras Brooks estaba sirviendo en el Cuerpo de Marines. Un compañero de la Marina llamado Robert Ryan conoció a Brooks y le dijo que estaba decidido a interpretar una versión del libro en la pantalla. Teniendo entre sus grandes bazas unas actuaciones notables, desde ese imponente Robert Ryan, esa deslumbrante femme fatale Gloria Grahame, Robert Young componiendo a un detective sereno y flemático que sabe dejar que sean los demás los que se delaten, y Robert Mitchum con su habitual carisma, aunque es el más desaprovechado, en un papel de apoyo sin peso en la trama.

Que se varíe el tema de la homofobia al antisemitismo hace que el argumento cojee, pues el comportamiento del asesinado tiene sentido si es un gay intentando buscar pareja esa noche, tiene sentido si el principal sospechoso Mitchell (correcto George Cooper), lucha contra su verdadera identidad sexual de reprimido homosexual, todo resulta creíble. Pero del modo es que nos es narrado con que es un judío locuaz que empatiza con unos soldados en un bar y se los lleva su apartamento a tomar unas copas, resulta chirriante nada verosímil. Como que Mitchell huya de su esposa por estar confundido y frustrado por no ser hetero es entendible, pero las dudas a estar con su mujer huyendo de ella me resultan una laguna narrativa honda en lo orgánico.
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TOM REGAN
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6
17 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
331/01(02/10/20) Interesante biopic sobre la figura de uno de los más famosos asesinos argentinos, inspirado libremente (los hechos más sádicos que los que aquí se muestran, pues incluso era un violador, y se obvia; e incluso se da crucial importancia a un elemento nunca confirmado, el de la ambigüedad homosexual) en la vida de Carlos Robledo Puch, criminal con solo 20 años fue condenado a cadena perpetua. La cinta fue dirigida por Luis Ortega y guionizada por él mismo junto a Sergio Olguín y Rodolfo Palacios y está protagonizada por Lorenzo Ferro, acompañado por Chino Darín, Daniel Fanego, Cecilia Roth, Mercedes Morán y Peter Lanzani. Film elegido para representar a Argentina en los Oscar en la categoría Mejor película de habla no inglesa, pero no fue nominado. Desarrollando un relato con claras ínfulas al Scorsese de “Goodfellas” en su ritmo, en su ágil montaje, y en su modo de insertar temas de música pop (ejemplo cuando Carlitos prende fuego a un automóvil, y oímos de fondo "House of the Rising Sun"), recreando con estilo vivaz la época argentina de los 70. Siendo clave en el atractivo del film la actuación del novel Lorenzo Ferro, creando un antihéroe cargado de turbador encanto, de aspecto muy similar al verdadero Robledo Puch, con una belleza andrógina, parece un querubín que no ha roto un plato en su vida, en contraposición con su carácter asesino, pero con arranques de violencia que te hielan la sangre, un sociópata (que tal y como vemos aquí) parece en lucha con su propia identidad sexual, conectando esto cual respuesta física con su vena sádica. Tipo que nada parece afectarle, se comporta de modo distendido, frío, volátil, con pulsiones en su personalidad al superhombre de Nietzsche, cuando lo escuchamos disertar sobre su supremacismo moral. Pero va en su contra que esa gelidez no puede rellenar y dar hondura al metraje, pues su vacío interior no emite catarsis alguna, lo cual conlleva que a medida que avanza la trama los hechos terminen por ser acumulativos y sin calado en el espectador, más allá de lo impactante, acabando por resultar un ser impenetrable, y con ello dando poso de superficialidad artificiosa en la película.

Después de hacerse amigo de otro apuesto compañero de clase, Ramón (Chino Darín), Carlos conoce a su primer cerebro criminal y mentor, el padre de Ramón, José (Daniel Fanego), quien comparte el gusto del niño por los bienes robados. Carlos se enamora platónicamente de Ramón, y el desafiante adolescente empuja los límites de todos a sus desastrosas conclusiones.

Ubicada en Buenos Aires de 1971, se da la presentación a su protagonista, con una notable secuencia, adornado esto de banda sonora incisiva, un chico bien parecido de 17 años, que camina por una calle, ve una residencia que le atrae, salta la valla que la protege y al ver que está deshabitada la invade, “Yo soy ladrón de nacimiento. No creo en que esto es tuyo y esto es mío”, nos dice Carlos Robledo Puch al inicio de El Ángel, pasea por el interior con despreocupación, con soltura, ponen en un tocadiscos ‘El extraño de pelo largo’ (claro guiño a su rol) y se pone a bailar. Luego va a llevarse un auto de lujo del garaje cuando ve una moto, hay una elipsis y ya lo vemos pro la carretera conducirla alegremente. Un inicio que no presagia la ataráxica y psicópata personalidad de ‘Carlitos’ (como le dicen en el colegio). Vemos que es un joven de apariencia simpática, encantador, de aspecto dulce, todo lo que vemos que hace parece lo haga como una travesura sin más, empatizamos con él, pues no se ve un villano. Pero esta percepción va variando gradualmente, sobre todo en su relación con el joven Ramón y su disfuncional familia. Hasta derivar en una espiral de violencia amoral, donde su volubilidad sexual parece tener gran importancia, aunque esto que es abordado en muchos momentos se da de modo un tanto desconcertante, no sabiendo penetrar en la hermética personalidad de Carlos, como si su latente homosexualidad quisiera rellenar los huecos de su convulsa psique, pero esto me resulta impostado. Pues además, cual cobarde posición nunca lo vemos teniendo un mínimo sexo con hombres, son claras insinuaciones, con miradas, gestos, situaciones (como cuando está con Ramón durante un baño, cuando la madre de este [Mercedes Morán], le pide sexo y Carlos le dice que prefiere al marido [Daniel Fanego]), sobre todo cuando sabemos que esta homosexualidad no está apoyada en ninguna realidad, es una idea fabulada y con ello torticera, pues si hablas de un personaje real no puedes inventar algo tan crucial.

Ortega recrea varias muertes con estilo turbador siniestro, como la del camionero con Carlitos ejerciendo de hábil pistolero a dos manos, o la que se produce a través del agujero en una caja fuerte, el asesinato de un guardia cuando Carlitos está frente a él mientras el otro duerme y hay un ruido, o cuando Carlitos mata a dos hombres durmiendo en sus camas, este momento recrea el mundo paralelo en que parece vivir al mente del sociópata, pues pregunta si de verdad están muertos o están fingiendo; También malsana es la relación de Carlitos con Ramón (inspirado en Jorge Ibáñez, el compañero de Puch) y su familia, primero decir que se nos da con falta de información, pues el Ángel provoca a Ramón no se sabe porque, luego sabemos es para relacionarse con él y sus padres Ana Marí y José (encarnados por Mercedes Morán y Daniel Fanego), unos ladrones, pero que no sabemos porque Carlitos sabe que lo son. Esta asociación se da muy apresurada (por no hablar de esa grimante e innecesaria imagen del escroto de José). Aunque lo extraño es el modo en que se integra en esta prole. De modo simbiótico se amolda, como el modo turbio de comportarse unos con otros... (sigo en spoiler)
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TOM REGAN
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6
14 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
340/10(12/10/20) Film menor de un John Ford aún menor, una comedia carcelaria que tiene sus alicientes en que fue la primera aparición en cine de los grandes Spencer Tracy (primera de las dos veces que lo dirigió Ford, la otra fue 28 años después en “El última hurra”) con 30 años, y Humphrey Bogart (única vez que el protagonista de “Casablanca” estuvo a las órdenes de Ford) con 31, Tracy demostrando un desparpajo y carisma insolentes para ser un debutante, mientras Bogart está algo más soso en su papel de enamoradizo. Guionista Maurine Dallas Watkins (“Una mujer difamada” o “Chicago”), basándose en su propia historia, con aportaciones no acreditadas de William Collier Sr. (hace de Pop en el film). Ford insistió en contratar a Tracy después de verlo en una obra de teatro de éxito de Broadway, “The Last Mile”. Película donde las señas del maestro de Maine están en la camaradería entre los presos, el típico humor sardónico testosrenil, la fuerza nuclear de la familia, y su gusto por secundarios con alma. El resto es una cinta entretenidilla, con un buen ritmo, algunas escenas humorísticas (muchas de ellas protagonizadas por el alivio cómico del actor Warren Hymer), desprendiendo a la vez simpatía e inocencia en este micromundo idealizado de la prisión. En un relato torpemente hilvanado, como si en la edición se hubieran pasado cortando, hay un romance metido con fórceps, se banaliza hasta la parodia el paso a presidio cual campamento scout rebosante de buenismo y felicidad, donde se vive en familia, donde hay mujeres de las que enamorarse, la hija pequeña del alcaide pulula entre presos como si nada, hay una ONG que transita por el lugar con ingenuidad (en la figura de Miss Massey a la que da vida Louise Mackintosh), hay bandas de música, partidos de beisbol, todo muy bucólico. Iba a ser un drama hasta que “The Big House” (1930) se adelantó, así que fue reescrito como una comedia. Todo tan episódico como desprovisto de un rumbo. El título original es "Up the river" y aunque en castellano parecería una traducción ajustada "Río Arriba", realmente se trata de una expresión que significa "Ir a prisión" ya que en Nueva York, más allá del río Hudson estaba la cárcel de Sing Sing y es esto a lo que se hace referencia. En 1938 se hizo un remake por el director Alfred L. Werker con Preston Foster y Arthur Treacher en papeles interpretados respectivamente por Tracy e Hymer.

Tiene un comienzo que marca el tono trivial del film, cuando vemos a dos sombras en la noche recortadas por el cielo que escapan de prisión trepando un muro, cogen un auto, peor el conductor Saint Louis (Spencer Tracy) abandona a su ‘socio’ Dannemora Dan (notable Warren Hymer), hay una elipsis y vemos a Dan unido a una organización puritana que hace un desfile por un pueblo, Dan comienza a dar un discurso loando el pacifismo, cuando aparece un auto con Saint Louis llevando a dos chicas, se para al ver a su ‘socio’, se coloca frente a él cuando este alaba poner la otra mejilla, pero Dan no puede aguantar y le propina un puñetazo, tras esto vuelven los dos al ‘talego’. Esta entrada da idea de las personalidades con las que nos moveremos, un par de reclusos huidas que hacen todo lo posible por volver al ‘trullo’, caricaturesco. Una vez en el penal nos damos cuenta de que no entendemos porque escaparon, se está mejor dentro que fuera, no tienen responsabilidades, la vida dentro es relajada, pueden alternar con mujeres, tiene campeonatos de beisbol ("Justo una semana antes del gran juego, tenían que ir a perdonar al lanzador!" comenta el entrenador del equipo encarnado por William Collier Sr.), equipo que por cierto tiene de mascota una cebra (¿?), la hija del alcaide Jean (en la vida real, la hija de Lewis Lawes, el alcaide de Sing Sing) da volteretas de molino dejando ver sus bombachos, tienen números de vodevil donde los presos se travisten, todo en un tono ligero, no tienen problemas, todo es alegría.

Solo hay un nimio hilo conductor en el metraje, es el romance entre el recluso Steve y la también presa Judy (correcta Claire Luce), que ha ido a parar allí por estafadora, quedando libre su ‘socio’ Frosby (correcto Morgan Wallace), teniendo problemas cuando este último quiere destapar la ‘mentira piadosa’ de Steve a su madre, de que está en China, en vez de la realidad de que es un penado en la cárcel, donde aparecerá una pareja de amigos cual buenos samaritanos a ayudar a Steve a salir del problema. Pero esto desarrollado tan plúmbeamente que resulta inane.

En fin, película amena, con alguna sonrisa gracias a la utópica prisión, y a olvidarla, que ya vendrán muy mejores películas en esta década del maestro de Maine (“La patrulla perdida”, “El delator” o “La diligencia”). Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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