El denso argumento de F.G. Lorca va desgarrando sobre la pantalla los perfiles de una huella profunda en la que cada pliegue del inspirado guión ofrece una perspectiva original y reveladora.
La técnica narrativa es excelente y la banda sonora que envuelve al relato resulta tan eficaz como fascinante.
Incluso la localización de unos exteriores austeros y punzantes apuntan, en la misma dirección que la historia, hacia un camino en que las aristas de la vida se muestran desnudas y filosas.

Magnífica la labor de dirección a cargo de P. Ortiz y, una vez más, hay que destacar la sobresaliente interpretación de I. Cuesta quien, con absoluta solvencia, asume como propio todo el dramatismo y la carga psicológica de la obra.

Adaptación poco convencional, creativa e ingeniosa de la obra homónima de A. Christie que ofrece una ambientación exquisita y demuestra un poderoso estilo narrativo con abundancia de recursos técnicos y una enorme imaginación compositiva.
La fotografía es espectacular, la disposición de los elementos tanto formales como conceptuales parece que buscan la perfección y la película mantiene una línea de alta intensidad desde antes, incluso, de que comience la acción propiamente dicha.
El guión de M. Green y la dirección y protagonismo de K. Brannagh sumen al espectador en el encantamiento de una trama sugestiva mecida en el traqueteo de un tren antiguo pero rutilante.

Comedia risueña con ribetes de humor candoroso e ingenuo que se adorna con un perfil costumbrista y que persigue una línea argumental muy humana.
Aunque hay que reconocer que a veces resulta un poco exagerada y otras veces las anécdotas parecen traídas por los pelos.

Un guión sencillo pero contundente (J.J. Alonso y J. Balvia) y una dirección acertada (R. Fernández) son los artífices de una narración diáfana y refrescante que hace valer su candor como atractivo adicional.

Y consiguen, además, que ese cuerpo pecador de A. Landa, actor de cualidades excepcionales, se convierta en oscuro objeto del deseo.

Segundo capítulo del colorín ubicado en Esnapur cuyos detalles dejó bien consignados F. Lang en el primer episodio.
Esta segunda entrega no es corregida ni aumentada.
No subsana ninguno de sus defectos y, en cambio, resulta más lenta, más artificiosa, de menor interés, más propensa a la ingenuidad y, como en el primer caso, con tendencia a atraer al público de los más jóvenes, al público infantil.

Fútil, abstrusa, intrascendente, amorfa y sin sentido del ritmo y de la oportunidad.
¿O encierra críptico mensaje sólo al alcance de quien sepa entenderlo?

Por lo que pueda pasar, yo ya tengo el segundo cromo de la colección.

Absurda e innecesaria secuela difícil de justificar desde los puntos de vista cinematográfico, artístico y creativo.
No sé si reportó beneficio económico pero su presencia en las pantallas parece un insulto al buen criterio.
Así que espero que no.

La historia carece de interés, se plantea con talante pueril y no aporta un mínimo bagaje teórico o práctico en el que justificar su filmación.
Resulta desustanciada, decepcionante, a veces pretenciosa pero siempre lenta, amanerada, superficial, poco profesional, falsa y muy aburrida.

Paupérrima secuela.