Vi "Dersu Uzala", con el colegio cuando tenía nueve años. Elección desaconsejable, pues ninguno entendimos nada y nos cansamos en el cine. De adulto estaba obligado a visionarla de nuevo, me pareció encantadora, poética, pero sin alardes presuntuosos. Dersu, el cazador, es un simpático y carismático hombrecillo que vive en la Taiga, que logra encandilar al espectador por su sencillez, bondad, y unas dotes sagaces, que el mismo Sherlock Holmes podría firmar en alguna de sus historias.
Una aventura pausada, con los paisajes siberianos, y los elementos de la naturaleza como coprotagonistas, que contiene un pequeño relato en cada escena. Muy aconsejable.

Tercera película de Spielberg, que se basa en la figura inquietante de un gran escualo blanco. Aunque tarde más de cuarenta minutos en aparecer la silueta completa del tiburón, el ritmo narrativo es perfecto, y las escenas de acción con la cabeza robotizada emergiendo del agua, son la guinda del pastel.
Los personajes están perfectamente tallados, empezando por el insensato alcalde, (cuyo vestuario es también resaltable). A bordo del "Orca", se produce un interesante y teatral planteamiento, un trío de actores, con posturas y rasgos opuestos, que conforman una figura geométrica perfecta. Por un lado Quint, experto marinero y pescador, curtido en mil batallas, rudo y dominante. Hopper, el acaudalado y modoso oceanógrafo que choca frontalmente con el capitán del navío; y Brody, el jefe de la expedición, un patoso neófito del mundo de la náutica, el equilibrio idóneo entre sus dos compañeros.
Sensacionales los tres, especialmente Shaw y Dreyfuss.
El éxito ocasionaría una serie de secuelas. La segunda, todavía mantiene cierto interés.
Tiburón demuestra que sin grandes alardes en los efectos especiales, pero secundado con un buen guión y atinados diálogos, se puede rodar una película redonda.

El trío de actores principales son una magnífica carta de presentación para que cualquier amante del género se disponga a ver esta película, que en realidad no defrauda, incluso mejora la original. Excelentemente ambientada, con unos amplios decorados, que juegan con las formas irregulares y el efecto de las sombras, logra atraer la atención del espectador y meterlo en situación. La siniestra imagen desfigurada de Igor y del monstruo, junto con la música de fondo de los quejidos de una tormenta, son dos de los básicos elementos que aparecen para engendrar el terror en la historia.
Se mantiene el mito del gigante bondadoso con los niños, pero el guión no cae en repetir o imitar escenas de la primera parte, sabe coser una historia paralela, usando el personaje central.
Muy recomendable.

Julio Medem es uno de los grandes directores recreando simbolismos y escenas con significado onírico. En esta película, el cráter y el faro, juegan un papel fundamental para que el espectador entienda la trama.
Un recurso que utiliza en exceso, en una cinta cuyo máximo interés está en el atractivo de la protagonista, y sus lucidas coreografías con su compañero. Sin duda, la escena de la terraza, con Paz Vega iniciando un destape, con la música de fondo de la Mala Rodríguez, "Tengo lo que tu quieres", será recordada por su acertada sensualidad.
Con Ulloa y Nimri lánguidos, en general es una historia difícil de digerir, lenta y plúmbea.

Dos años antes, otro actor, Kevin Costner, había recuperado el western, y Clint Eastwood decidía poner su experiencia en el género, para facturar, lo que los entendidos califican de Western crepuscular. Más que nada porque varios de los personajes que aparecen, se encuentran en su ocaso, como el protagonista William Munny, o su compañero, Ned Logan, (Morgan Freeman).
La historia empieza y acaba con un plano, con una puesta de sol, (me pregunto si es un homenaje a "Lo que el viento se llevo" o incluso a "Centauros del desierto"), y un texto explicatorio. Este toque un tranto presuntuoso, se mezcla con algunos planos poéticos, en una historia bien contada, interesante, pero gratuitamente cruda, salvaje y malsonante. Cuatro escenas explícitas de palizas se desarrollan, algo innecesario para impresionar al espectador. En "El último tren de Gun Hill", (como en muchos otros títulos), la trama argumental también está basada en una mujer asesinada y ultrajada, y el director encuentra fórmulas para que la historia se explique sin recurrir a una desagradable realidad, con escenas extremadamente violentas.
Hay que matizar que una película es una historia inventada, y no un artículo periodístico, no hace falta ser tan deliberadamente categórico al mostrar según qué planos. Ahí radica la maestría de algunos directores al usar metáforas, que cualquier espectador capta. Un primer plano sobre un revólver humeante delata que se ha cometido un crimen. No es necesario por lo tanto, ver como la bala hace estallar la cabeza del asesinado, y crea un cerco de salpicaduras a su alrededor.
En este universo de criminales a sueldo, (jóvenes o veteranos), donde parece que ninguno es lo que dice ser, Eastwood como redimido granjero, sin puntería y tan patoso que ni siquiera es capaz de montar su caballo, no resulta creíble. El William Munny del final sí. Quizás acostumbrados a verlo con su pose de imperturbable pistolero en las películas de Sergio Leone, o como policía implacable como el inspector Harry Callahan, la representación de hombre apocado y timorato no encaja en él.
Con matices, buena película ,con un gran Gene Hackman, pero quizás con un exceso de halagos y premios.