Cuando Fernando Trueba recibió el Oscar por su estúpida "Belle Epoque" dedicó la preciada estatuilla a Billy Wilder. En eso le alabo el buen gusto.
Mr. Wilder era un genio absoluto. Y creó una película perfecta. A pesar de los quebraderos de cabeza que le dio Marilyn, cuyo pertinaz tartamudeo la hacía bloquearse en cada escena. Pero al final salió esta maravilla.
Tomando como punto de partida la macabra historia de la matanza de gangsters del día de S. Valentín se crea una divertidísima historia llena de inteligentes guiños donde no se deja títere con cabeza, todo se pone en cuestión, las relaciones humanas, el amor, el sexo, el psicoanálisis, los convencionalismos sociales, la ley y la justicia, el status quo... Todo hilvanado de un modo magistral, como sólo Billy Wilder podía hacer. Claro que no estaba sólo, en el guión, aparte del propio Wilder, también participó su habitual colaborador I.A.L. Diamond, y la química entre Curtis y Lemmon es perfecta, todo el elenco de secundarios es para quitarse el sombrero, desde Joe Brown a George Raft, todos unos profesionales como la copa de un pino, perfectos en su papel.
Esta grandiosa película nos ha dejado frases inmortales, como el "nobody is perfect" de Brown a Lemmon, pero hay más, toda la película es en sí misma una sucesión de sketches engarzados en una sublime pieza de orfebrería...
Nadie debe morirse sin ver esta obra maestra.

Típica película setentera, plagada de tópicos (espías, nazis, equívocos, dramones familiares, noviazgos sin química...) que desde el principio deja claro lo que se nos avecina. La escena inicial de los abuelos cabreados echando carreritas por las calles de Nueva York es un monumento del despropósito, la torpeza narrativa y la estupidez en estado puro. Luego tenemos a un Dustin Hoffman atontolinado que no encuentra jamás su sitio en este ladrillo argumental sin pies ni cabeza.
Tan sólo merece la pena la presencia de la bellísima Marthe Keller, con desnudo fugaz incluido (sin venir a cuento, of course, como toda película de los sententa que se precie). Lo demás, incluido el buen hacer de Sir Lawrence y de Roy Scheider (cuando se es un genio se es un genio), es absolutamente prescindible.
De verdad, no comprendo que el director de "Midnight Cowboy" perpetrara semejante bazofia.

Esta película, como tantas otras, nos está contando una historia distinta a la realidad...

Esperaba mucho de esta dizque película de cine negro. El resultado es decepcionante. Vale, nos quieren dejar claro que Egipto antes de 2011 era un albañal de corrupción. Y el astuto director sueco-egipciano, Tarik Saleh, pretende explicarnos, a través de una dizque (ya van dos "dizque") compleja trama criminal, lo que fue la revolución egipcia de enero de 2011. Y el pobre fracasa estrepitosamente en tan ambicioso intento. Porque al final no sabemos qué diablos quiere demostrar, y ni hay cine negro ni mensaje reivindicativo ni testimonio del crucial momento histórico. Y anda más perdido que un turista europeo buscando una dirección en Tokio
Técnicamente la película es impecable. Muy buena fotografía, perfecta dirección de actores, genial la ambientación (aunque rodada en Marruecos, en El Cairo habría sido imposible), buen pulso narrativo (a mí no se hace lenta ni aburrida en absoluto), pero el guion hace aguas por todos lados, y, cual Titánic, lo que empezaba siendo un arañazo en el casco, sin mayor problema, acaba siendo un desastroso naufragio.
Porque todo suena a manido...

Una película redonda. Perfecta. Un clásico que va a pasar a la historia. Pronto será una obra de culto. Una vez más, Javier Mariscal nos ha demostrado que es un genio absoluto, y Trueba ha sabido coordinar esta titánica empresa de modo magistral. El resultado es una maravilla que emociona, nos sumerge en ese cine en estado puro que muchos ya creíamos perdido.
Y esta película es de las que hay que ver en pantalla grande.
No se la pierdan, amigos.