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Críticas de Gunnar Hansen
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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
3
14 de mayo de 2009
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Innecesaria, vulgar y oportunista secuela de una de las más interesantes producciones de ciencia ficción y fantástico de los últimos años, Donnie Darko. En el año 2001, Richard Kelly nos brindaba una sugerente película, de estética sombría y oscuros ribetes, su aldabonazo dentro del cine fantástico. Con ella, cautivó a los fans y a los críticos, sectores no siempre en connubio, recibió galardones e impulsó su carrera dentro del negocio del cine.

Ocho años después de aquella buena y elogiada película, Chris Fisher rueda secuela. Alentado por la reminiscencia del éxito que aquélla cosechó, no duda en repetir ingredientes, estructura y hasta historia para modelar esta flojísima continuación sin pies ni cabeza. El film avanza a trompicones, jugando con la estructura temporal del esquema narrativo y con saltos de guión absurdos que pretenden generar algún tipo de interés o incertidumbre. El recurso fracasa y solo deja la sensación de copia barata, de carencia de ideas así como patentiza su carácter de producto comercial que se vale de los réditos del título original. Incluso la tentativa de una expresión formal similar, de articular la película dentro de los patrones visuales con los que Kelly creó su pequeña obra maestra, terminan, en mi opinión, por resultar paródicos.

En definitiva, si te gustó Donnie Darko, ésta supuesta continuación te la puedes ahorrar. Juega con las mismas cartas al mismo juego pero sin obtener los resultados que su predecesora obtuvo. Y es que, si se decide copiar algo ya creado se entra inevitablemente en el campo de las comparaciones. Y en este caso, S. Darko sale muy mal parada.
Gunnar Hansen
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7
21 de enero de 2009
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gordon y Yuzna, irregular tandem, toman uno de los más viscerales relatos del genio de Providence y lo desarticulan para, libremente y con un descaro que asombra, recomponerlo en una obra que, si bien no tiene nada que ver con su matriz de origen, se ha convertido en referente del Gore y Terror de los ochenta. La base de partida, tomada del relato breve Herbest West: Reanimador, es sencilla y hermosamente cautivadora: si la muerte se produce por el cese de actividad química en el cerebro, un compuesto capaz de reactivar la química perdida devolverá los cadáveres a la vida. Solo esto y el nombre del protagonista guardan parecido con el relato de los años veinte. A partir de ahí, mucha sangre, algo de tensión y una buena dosis de mala leche y humor negro completan el cóctel, reconocido por casi todo fan que se precie como obra clave en el gore-terror moderno. Yuzna-Gordon continuarían realizando películas dentro de este vilipendiado género, pero ninguna de ellas alcanzaría ya la calidad y éxito de esta magna película. Grande Jeffrey Combs en su papel.
Gunnar Hansen
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6
9 de abril de 2009
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que esta película te guste o no, no va a depender de su calidad técnica o sus virtudes estéticas. Ni siquiera de la coherencia o verisimilitud de su guión. En gran medida, el resultado que esta pieza de gore te cause estará condicionado por el aguante que consideres tener ante una nueva repetición del mismo tema, con todos sus tópicos y típicos.

Papá Romero, tras producir y guionizar la nueva y brillante versión de su Dawn of the Dead, y ulteriormente volver a la carga con La Tierra de los Muertos, arremete con una nueva producción de zombies hambrientos de carne humana. Un punto de arranque conocido hasta la saciedad por todo cinéfago y que supone a la vez el punto fuerte y débil de esta obra. Me explico: si te va el rollo zombie y eres de aquellos nictófilos que se tragan a las tantas de la madrugada cualquier proyección casposa de muertos vivientes sin protestar, esta película te gustará como para aprobarla. Buenos fx sangrientos, zombies torpones, caos postapocalíptico, pesimismo made in Romero, algo de moraleja política y un extenso etcétera de consabidos tópicos. Solo una cámara documental que suple al objetivo fijo intenta modernizar la cosa, en mi opinión, sin mucho éxito.

Pero todas estas características que al fiel seguidor complacerán hasta cierta medida son también el arma sin herrumbre del film. Y es que otro gran sector de los espectadores se sentirá estafado ante otra obra más de muertos caníbales, por mucho que sea George A. Romero quien se pone tras el objetivo y firma el guion. El pretexto de cámara documental, sin acabado profesional, no bastará para que esta obra se salve y, con seguridad, levantará irritabilidad entre muchos que la llegarán a tildar, seguramente, de fraude, imitación barata u oportunismo.

Mucho se ha rodado sobre difuntos que regresan a la vida para cometer tropelías antropófagas. Desde que en el año 68 La Noche de los Muertos Vivientes (de cuyos negativos se guarda copia en el Museo de Arte Moderno de New York) abriera el camino, cientos de cintas lo han seguido con mejores o peores resultados. Esta no va a ser la última, sin duda, ni tampoco la mejor. Pero habiendo visto decenas de ellas, en la soledad selénica o en la compañía de colegas descerebrados, hay que reconocer que esta no está tan mal. Solo hay que ver alguna de Fulci o Schnass para comprobarlo (me perdonen ambos autores, por favor, y quede claro que Fulci me encanta).
En fin, que nuevamente nos vemos en el brete de la subjetividad de cada cual como criterio y la imposibilidad de emitir juicios categóricos sobre una peli que te agradará solo si eres un irreductible del terror, el gore y, principalmente, los zombies. Obviamente, yo lo soy y de ahí mi seis para una película que no será del gusto de todos. ¡Advertidos estáis amigos!
Gunnar Hansen
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3
18 de enero de 2008
81 de 144 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy día parece que unos buenos efectos digitales y un objetivo veloz e infatigable bastan para contentar al gran público. El guión, los diálogos, la verisimilitud de lo que se narra, las actuaciones y la planificación del film parecen no preocupar a nadie. Han pasado a segundo plano. No importa lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. 300 es un buen ejemplo.
Basado en un cómic de Frank Miller (siguiendo la estela de la multimillonaria Sin City, de la que esperamos secuela), 300 nos recrea a la "gringa" las famosas Guerras Médicas. Y, ¿cómo se imaginan los norteamericanos la historia? No hace falta casi ni contestar: exportando su imaginario al pasado. Los espartanos pasan a convertirse en marines, todos ellos muy machos, blancos, fuertes y guapos, cargados de frases lapidarias con las que sentencian cualquier situación, especialmente aquellas en la que el diálogo y el raciocinio debiera imponerse. Los persas, pues claro, son malos malísimos, oscuros de piel, degenerados, crueles y afeminados (sin este dualismo maniqueo parece que los yanquis se pierden). Vamos, estereotipos y tópicos donde los haya. Exaltando la violencia feroz (y, en gran medida, ficticia) de la que los espartanos son históricamente repesentantes, 300 esboza un discurso altamente reaccionario y conservador, pro intervencionista y apologético de la agresión valiéndose para ello, eso sí, de una exquisita estética y un trabajo de cámara y técnico más que brillante. No en vano, Zack Snyder ya nos demostró su valía como realizador y constructor de imágenes en Dawn of the Dead. Pero, seamos serios, esto no basta o, al menos, no debería bastar. Una película debe ir más allá de su estética y sus efectos, de una cámara frenética o de sus movimientos a cámara lenta para atraparnos con la coherencia en su propuesta, con la solidez de sus personajes y la de la historia que estos, con sus actos y diálogos, conforman. 300 naufraga en todos estos aspectos cinematográficos e intenta paliarlo con una técnica visual brillante pero, al tiempo, sobradamente manida. Más que como un film de ficción podemos entender 300 como un producto propagandístico norteamericano destinado a un mundo que cada vez es más hostil al intevencionismo estadounidense y su forma violenta de entender las relaciones políticas e internacionales.
En definitiva, que si nos tragamos esto como un ejercicio de (buen) cine es que nos hemos vuelto idiotas. Aunque, nos guste o no, parece que la idiocia vende.
Gunnar Hansen
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3
7 de enero de 2009
25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué, me pregunto, tuve que ver esta película? ¿Qué oscuro estímulo me impelió a hacerlo? ¿Por qué no me conformé con cualquier otro cutre-estreno de los que pululan nuestra lamentable cartelera? Son cuestiones estas que, a posteriori, ya de nada vale hacerse. Lo poco que no han aniquilado del niño que todos llevamos dentro me pidió dejarle salir, recrearse en los momentos felices de la infancia a los que tan asociada está la saga Indiana Jones. El sombrero, la arqueología acrobática, el látigo, la chupa de cuero... Me preparé para disfrutar sin prejuicios con el que fuera gran héroe de mi periodo impúber, aquel que nos arrastraba a través de templos perdidos en ubérrimas selvas, nos conducía por abrasadas ciudades de olvidados desiertos o nos introducía reptantes en tumbas malditas ocultas en caliginosas regiones del planeta.
La nueva e innecesaria entrega de la saga queda muy lejos de las predecesoras. Harrison Ford cumple pese a su físico decadente y ajado propio del sexagenario que es. De hecho, formalmente, poco se le puede achacar a esta película que no se pudiera a cualquiera de sus predecesoras. Donde el film hace aguas, donde se desvanece cualquier aspiración de credibilidad, cualquier coherencia, es en un desquiciado guión repleto de fallos y errores que, creo yo, una superproducción de este tipo no puede permitirse. La simple lectura de unos libros de antropología les hubiera enseñado que el quechua es un idioma andino, no mexicano y por ello nadie lo puede aprender en el ejército de Pancho Villa (¡¡¡???). Que la Piedra del Sol azteca no está en Perú, ya que, por mucho que pueda sorprender a un estadounidense, los aztecas son un pueblo sito en México y no en Sudamérica. Que Chichen Itza es una ruina del postclásico maya ubicada en Yucatán y no en la Amazonia... Aún admitiendo que la cultura sea demasiado para los ejecutores del film o para quién éstos presuponen que va dirigido éste, el propio sentido común desaconseja creer que protegerse de una bomba atómica dentro de una nevera pueda salvarte de algo… Y así se podría seguir hasta el tedio. Ya no se presta atención a lo que se narra, sino a cómo se narra. Que todo sea más circense y exagerado, que las situaciones sean cuanto más ampulosas y delirantes mejor, parece ser la premisa de la que parte un sector del cine norteamericano moderno. Los guionistas han pasado a un segundo plano.
El metraje de la película se agotó. Comienzan los títulos de crédito finales. Algo más de mi infancia ha muerto. Un poquito más de aquel niño que una vez fui desapareció al concluir la película. Desde luego, la culpa es toda mía por haber depositado la más mínima esperanza en que tantos años después, una saga inspirada en la serie B más clásica y constituida por tres divertidas películas, pudiera, en estos tiempos postmodernos del consumo rápido, de la espectacularidad desbordante y el circo de los efectos especiales, despuntar hasta el nivel de sus predecesoras. Una pena mi ingenuidad.
Gunnar Hansen
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