Buscando una templanza curiosa, Takeshi Kushida hace una, a ratos, interesante película, pero que no acaba de cuajar. Considero que todo lo que cuenta se puede contar en todavía menos tiempo, incluso si la pelicula no alcanza ni la hora y media de duración, y la relación entre los protagonistas no acaba de tener esa química que requieren estas películas.

Cinematográficamente no me dijo tampoco mucho, pero reconozco ciertas buenas intenciones. Habrá que ver la evolución del director.

Bastante sorprendente dentro de un género, el de la comedia de terror, que cada vez viene con propuestas menos frescas. No es la primera vez que una película irlandesa sobre un género algo pateado consigue que conecte, así que parece que tengo cierta debilidad por este tipo de producciones.

Poco que achacarle a una película más allá de lo correcto, con un buen gusto y un cuidado inusual e incluso unos efectos especiales por encima de lo que se le presupone.

Bastante divertida y cumpliendo la máxima de una película de animación para la gran pantalla: Paul Tibbitt consigue que su película no parezca, simplemente, un capítulo más largo o un especial de verano o la festividad de turno.

Quizá un poco pesada en su parte final, dejando de lado la chispa de la serie para volcarse en un despliegue visual alternativo, por decirlo de alguna manera. En cualquier caso lo suficientemente divertida como para gustar incluso a los que no están metidos dentro de su universo.

He dejado pasar dos meses desde que vi la película y no tengo ningún recuerdo de ella. Supongo que ese es el mejor argumento para justificar mi puntuación tan baja.

Tras leer la sinopsis para intentar sacudir mi mente, recuerdo aburrirme lo suficiente como para incluso quedarme dormido en su parte final. Disculpadme si no confío en que tuviera un giro inolvidable que justificara todo el anterior aburrimiento.

En definitiva, muy por debajo de otros telefilms con tintes de thriller de similares apuestas presupuestarias.

Otro de esos ejemplos de thriller psicológico europeo, con un rito lento que roza el tedio, quedándose en un limbo de emociones muy difíciles de controlar. Ignacio Maiso sale airoso de su experimento y consigue, como un funambulista, no caer en el aburrimiento a pesar de una propuesta un tanto sosa de más.

Una de esas películas casi de función teatral, de bajísimo presupuesto y reducido casting, pero capaz de contar alguna cosa interesante con algún que otro altibajo. Se le perdonan los errores también por su reducida duración, que ayuda a combatir los indicios del temido tedio.