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Críticas de Daverunner
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Críticas 176
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
17 de noviembre de 2021
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último trabajo de David Lowery tiene grandes momentos. La parte inicial, con la entrada del caballero verde en la sala donde el Rey Arturo se encuentra con sus caballeros alrededor de la mesa redonda, el planteamiento del desafío y la resolución del mismo son un inicio muy notable. En el desarrollo del resto de la obra ya es donde se atisban las primeras dificultades. Un ritmo un tanto lento, pausado, en el que Lowery juega a ser Terrence Malick, con todo lo que eso conlleva, para bien o para mal -belleza visual, que se merecería una gran pantalla de cine en lugar de la que tienes en el salón de tu hogar por muy buena que sea-.

Los episodios en los que está dividida la obra, con algunos personajes que no aportan gran cosa a la trama y que hacen que desconectes en ciertos momentos, son aspectos muy negativos en el filme. Por ejemplo, el capítulo en el que aparece Joel Edgerton me parece que podría haber sido eliminado y nadie lo habría echado en falta.

No obstante, el buen hacer de Dev Patel como Sir Gawain -probablemente lo mejor de la película- en cuyo comportamiento podemos observar las ansias de gloria, de poder contar una historia propia en la que él sea el héroe, como así queda demostrado en la primera parte de la historia y que chocan constantemente con su dudosa valentía.

A la interpretación del actor británico le acompañan una gran ambientación, con una oscuridad casi permanente en las escenas del castillo y una gran fotografía por parte de Andrew Droz Palermo, que capta de manera notable tanto esos interiores como los escenarios que el protagonista va recorriendo en su larga travesía -la parte de los gigantes me parece sobresaliente-.

A todo ello hay que sumarle, por último, un final que consigue afianzar parte de esos puntos positivos señalados anteriormente, y que dan forma a un filme que no pasará a la historia como uno de los mejores respecto a la Edad Media.

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Daverunner
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7
17 de octubre de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una época en la que las franquicias de superhéroes, las películas inclusivas con todo tipo de colectivos y los remakes varios copan gran parte de los estrenos, hemos de estar agradecidos a las cintas independientes, que se abren hueco en nuestras carteleras y nos brindan con algo de originalidad.

Pig es una muestra de ello. A pesar de lo chocante de su argumento, nos encontramos con una obra de esas que te atrapan desde el primer momento. Con un ritmo sosegado que para nada peca de lento, y en el que Nicolas Cage hace uno de los mejores trabajos de su carrera en esta película. No exagero. El actor, habitualmente famoso por sus estridencias e histrionismos, está en este caso muy comedido, sobrio, dando muestras de la calidad que atesora como intérprete.

Su personaje es un tipo rudo, pétreo, que, a pesar de haber sido golpeado por la vida en numerosas ocasiones, sigue en pie. Se adivina un pasado doloroso, que le hizo apartarse en el bosque. La pérdida de su única compañía, su mascota, le proporciona un nuevo motivo para seguir luchando. Y es en esa lucha, en su vuelta a la ciudad, donde Robin volverá a ver como ciertas heridas se vuelven a abrir para luego cerrarse y cicatrizar. El sobresaliente trabajo de Cage se ve acompañado, de manera muy solvente, por Alex Wolff y Adam Arkin.

Al leer el argumento de Pig, el espectador puede imaginarse un thriller, una película en la que la venganza juegue un papel fundamental. Muy al contrario, nos encontramos con un drama, doloroso, en el que el espectador consigue sentir lástima por el personaje principal, conecta con su desolación, con su pérdida y con el dolor y desapego con el que concibe el mundo actual.

Además del guion y casting, otro acierto del director es la banda sonora, en la que la música clásica, con títulos de Verdi y Mozart entre otros, ayudan y acompañan ese tono pausado, melancólico que rodea toda la atmósfera del filme.

Nos encontramos, en definitiva, con un primer trabajo, el de Michael Sarnoski, muy destacado, cocinado a fuego lento y que, como las trufas, tiene un sabor intenso, elegante, pero no acto para todos los paladares. Un debut esperanzador en un momento en el que el mundo del séptimo arte ha perdido ilusión y creatividad.

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7
7 de octubre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Innovar o contar una historia ya vista muchas veces en la gran pantalla? Es lo que debió pensar el bueno de John Lee Hancock antes de ponerse detrás de las cámaras para dirigir su propio guion en Pequeños detalles. El cineasta escribió el libreto de su séptimo filme como director hace más de dos décadas, momento en el que el género del thriller alcanzaba su cenit con títulos como El silencio de los corderos o Seven. Desde entonces, salvo la sobresaliente Zodiac, el resto de películas con asesino en serie y policías investigando los casos han quedado descafeinados. Ya se sabe, las comparaciones son odiosas.

¿Qué hace que esta película no sea una más, de esas que se no se recuerdan una vez vistas y pasan al cajón del olvido? Los pequeños detalles. Como Deacon dice en el filme: los pequeños detalles, esos que te pueden enterrar.
La atmósfera, por ejemplo. Como en cualquier buen thriller que se precie, esta debe ser desasosegante, claustrofóbica. Así es, en el caso que nos ocupa. Los ambientes que frecuenta el principal sospechoso, sórdidos, oscuros -gran parte de la trama transcurre de noche-, así como el juego de ratón y gato que mantiene con sus perseguidores.

Pero el principal detalle que diferencia a esta película de otras dentro del mismo género es donde pone el énfasis. Se aleja de las víctimas, de las que sabemos muy poco, para centrarse en los dos policías. Especialmente en el más veterano.

Deacon es un hombre destrozado por un caso sin resolver que parece volver a su vida. En el pasado era el agente de homicidios más laureado de Los Ángeles. Un triple homicidio sin resolver le costó su reputación, puesto de trabajo, un ataque al corazón y el divorcio. Las similitudes entre el caso actual y aquellos crímenes que le atormentaron y arrebataron todo lo que tenía, son enormes. El trabajo de Denzel Washington es notable, se puede apreciar el dolor en su mirada, las ganas de pasar página haciendo justicia para poder quemar y/o enterrar todo ese oscuro pasado.

Por su parte, Baxter es el detective de moda en Los Ángeles. Aparece en los medios para informar de las muertes; es el niño bonito del departamento, el agente más prometedor en su campo. Pero no tiene experiencia, no al menos para cerrar este caso. Por eso necesita ayuda, la de un tipo que, a pesar de estar de vuelta de todo y no gozar de la simpatía de los altos cargos policiales, puede ayudarle como ningún otro.

A partir de ahí, la trama se centra en la relación entre ambos policías. Igual que sucedía en Seven o Arde Mississippi, las personalidades contrapuestas, la diferencia de edad y las formas de actuación diferentes entre ambos agentes dan mucho juego. Como se puede observar, no es un aspecto nuevo en este tipo de filmes, pero Hancock le saca el mayor partido posible.

Así, Pequeños detalles se erige como una obra que no será la más recordada ni la más laureada. Pero cuenta con un actor de esos que siempre están en estado de gracia. Hay que agradecer la profesionalidad y el buen hacer de Denzel Washington cada vez que se pone frente a las cámaras. Solamente por su trabajo, merece la pena darle una oportunidad a la película. No os arrepentiréis.

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9
31 de agosto de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Patton es un prodigio. Sus casi tres horas de duración se ven con muchísimo interés, no hay ningún momento de bajón en el ritmo de la misma y la transición entre las campañas en las que participó el general no alteran la continuidad en el relato. Las escenas bélicas son perfectas, al igual que la producción, con unas localizaciones que se sitúan en Almería -recreando Sicilia- o Segovia -recreando Las Ardenas- entre otros lugares escogidos para el rodaje.

Odiado, amado y temido, tanto por parte de sus hombres como de sus rivales, George Patton fue un hombre de otro tiempo. Admirador de los antiguos generales romanos, era un estudioso de todas las campañas que se habían llevado a cabo a lo largo de la historia. Era un hombre que vivía por y para la guerra, un profesional del conflicto bélico por así decirlo. Y ahí radicaba su éxito.

No dudaba y no aceptaba la duda entre sus hombres como anticipa en el fabuloso prólogo que nos anunciaba la personalidad de este hombre. Asimismo, era un visionario, ya que antes de terminar la II Guerra Mundial vio como la URSS era el enemigo a batir y así se lo dijo a sus superiores, instándoles a luchar contra los comunistas justo al terminar la guerra, aprovechando que el ejército norteamericano estaba en Europa y ante el peligro que suponía el dejar media parte del continente a esa bestia llamada Stalin.

La elección de George C. Scott para dar vida a Patton fue perfecta. Ambos vivían por y para su profesión. Sin guerra, sin conflicto militar, el general no era nadie, así lo dice en varios momentos de la película. Lo único que le daba sentido a su vida era la guerra ya que, en sus propias palabras, consideraba la vida civil demasiado aburrida. Por su parte, el actor necesitaba el cine para vivir. La interpretación era lo único que le alejaba del alcohol, adicción en la que recayó varias veces y de la que solamente podía escapar cuando estaba inmerso en un proyecto, ya fuera de cine o teatro.

George C. Scott se introduce en el personaje histórico y refleja los vaivenes de su personalidad. Sabedor de la valía del general para el ejército pero a la vez, de la poca simpatía que despertaba entre el alto mando y los congresistas norteamericanos, la tristeza y la soberbia circulan por el rostro del actor.

Hay una escena portentosa en un hospital de campaña. En la misma, Patton revela su humanidad al entregar una de sus medallas y rezar al lado de un soldado que está moribundo para medio minuto después, estallar de ira frente a un soldado que sufría un ataque de nervios por los bombardeos que sufrían diariamente. En todos esos fotogramas, Scott demuestra la clase de actor que era.

Mención aparte merecen el siempre notable Karl Malden, como el general Bradley -el guión está basado en sus memorias- y la banda sonora de Jerry Goldsmith, que recuerda en muchos momentos a las marchas militares. Una BSO aparentemente sencilla, pero que acompaña a la perfección, tanto en los momentos de mayor tensión como en aquellos más dramáticos.

Patton es una obra maestra que arrasó en los Oscar de 1970, ganando 7 premios, entre ellos el de mejor película, director, actor y guion. Un triunfo del cine bélico que hacía justicia con un personaje extremadamente importante dentro del siglo XX. Su calidad cinematográfica y su rigor histórico hicieron que en el año 2003, la biblioteca del Congreso Estadounidense la considerase culturalmente importante conservando varias copias en el Registro Nacional de Filmes estadounidense. Es una master piece que merece mucho la pena.

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9
31 de agosto de 2021
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Le Mans 66 es una maravilla, un tipo de cine que cada vez es más difícil de encontrar. Con dos horas y media de duración que se pasan en un suspiro y que hacen vibrar al espectador desde su butaca o sofá, la rivalidad entre dos de las casas más poderosas del mundo del automovilismo es una oda al espectáculo. También es un canto a la amistad, la existente entre Carroll Shelby -Matt Damon- y Ken Miles -Christian Bale-.

Ambos actores realizan, me atrevería a decirlo, los mejores trabajos de sus exitosas carreras. Con un papel que le va como anillo al dedo, Damon derrocha carisma en el rol del intrépido y visionario diseñador de automóviles. Por su parte, el habitualmente taciturno Bale encuentra en la figura de Ken Miles el personaje ideal para mostrar un extenso repertorio de muecas, miradas y gestos. Una personalidad volcánica e imprevisible, la del expiloto, que se convierte en el vehículo perfecto para el lucimiento del actor galés.

En la amistad -con sus altibajos- y lealtad entre los dos personajes principales de la película encuentra Mangold el principal baluarte y sustento de la historia. Y de fondo el espectáculo, el de las carreras. Pero también el de los preparativos de los coches. Como los americanos, con Shelby a la cabeza, iban preparándose para la particular guerra que iban a librar en Le Mans. Sorteando todo tipo de imprevistos, así como la presencia de los directivos, siempre ajenos a lo que se cuece en los eslabones inferiores, pero queriendo participar para apuntarse, si es posible, el tanto de la victoria.

El papel de estos señores, ajenos en la mayor parte de los casos al trabajo de verdad, ya que solamente entienden de números, intereses económicos y ganancias, recae en Josh Lucas, Jon Bernthal y Tracy Letts, este último como Henry Ford II. Quizá esta parte, la de la visión empresarial, aún siendo necesaria en la historia, sea la más floja. Y es normal, en comparación con la elaboración de los monoplazas, con el desarrollo de las propias carreras, las intrigas y maniobras en los despachos carecen de cualquier tipo de espectacularidad.

No obstante, en su conjunto, Ford v. Ferrari -título original- es una obra sobresaliente. Cine con aroma clásico, entretenimiento de calidad basado en una historia real, en una época dominada por los superhéroes de las factorías Marvel, DC o Disney. Una pena que pasará de puntillas por nuestras salas comerciales y muchos no pudiésemos disfrutar de ella en la gran pantalla. Aún así, merece la pena rescatarla y disfrutarla más de una vez.

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