Esta película debería haber empezado con ese magnífico plano del edificio. Los primeros minutos sobran (y los flashbacks) pero en cuanto entran en la casa se nota la mano de Balagueró para manejar la tensión. No da miedo, pero sí angustia. La buena dirección hizo que me olvidara de las voces y de mi encasillada Macarena Gómez ("La Susi" en "Padre coraje"). Mantiene la tensión en todo momento. Tras esta película sigo siendo un fan de Balagueró.

Es aburrida, lenta, confusa. El gancho de Turturro te mantiene en la duda de si quitarla o verla hasta el final, y cuando acaba, ¡oh, cuando acaba!, entonces te acuerdas de Turturro, del director y de la madre del guionista. Un fi-asco.

El comienzo de esta película me recuerda a Hitchcock. Excepcional la belleza de los planos y los silencios. Lo que la aleja totalmente del gran maestro es el guión, que si pretendía transmitir confusión lo consigue a raudales. Merece la pena verla aunque sólo sea por su gran comienzo. La música también muy notable, ahora mismo sigo tarareándola.

Es una película cutre, pero no mala. La cutrez forma parte del mensaje, una crítica feroz contra la hipocresía del sistema, donde los jóvenes sólo se preocupan del físico y las diversiones mientras los "gordos" (en este caso el "supergordo") controlan a su antojo un sistema corrupto. Y algo importantísimo: te partes de risa viéndola. Como cualquier película gore, no es apta para personas de estómago sensible.

Un simple mata-zombies algo más refinado que una película gore pero sin nada más. No hay humor, no hay sorpresa, no hay diálogos inteligentes. Se entrevé un intento de
moraleja que no cuaja, mezclando militares y lanzaderas de misiles Patriot con fuegos artificiales. Nada que ver con la clásica y magnífica "La noche de los muertos vivientes". Incluso los zombies de "La noche..." daban más miedo. Romero no ha conservado nada del espíritu original de su famosa película, excepto que trata de zombies, y ni siquiera estos son lo que eran.