Intriga primorosa y muy atrapante dirigida de una manera exultante y categórica por un director que como aquí demuestra, puede ser uno de los mejores y más distinguidos de los útlimos años.
Michael Mann demostró de nuevo sus mayores dotes para la narración y el visionado tan incipiente como lúcido, que siempre realiza con un poderío visual intenso y constructivo, pese a la profundidad de la historia y su avanzada complejidad. Esta es una película de encuadre fabuloso, de puesta en escena ejemplar, de pura atmósfera que te envuelve, de un guión apasionante y vigoroso ritmo.
Las interpretaciones son estelares. Pacino y Rusell Crowe llevan la batuta con dos inmensas actuaciones que inundan el film de una calidad privilegiada. Un tenso thriller brutal que arrolla con una maestría espasmódica sin necesidad de enseñar pistolas ni asesinatos. Demasiado buena.

Una innovadora, estruendosa, megarealista y visionaria versión sobre un conflicto bélico real. Rydley Scott se apoya en una facturación y unos medios enormes para fabricar un espectáculo único y fascinante del campo de batalla con una longitud descriptiva y narrativa extensísima en su explanación del combate puro y duro. El director, que aquí se limita a explayar el conflicto en sí sin ninguna trama de por medio y sin ningún mensaje que por otro lado no es ni mucho menos necesario (eso sí, del lado americano obviamente), utiliza su particular bombardeo visual con secuencias tremendas y detalladas hasta el último milímetro con un realismo ensordecedor y un moderno método de elaboración y de estilo. El film conciso, de sonoro visionaje, realismo exacerbado y brutal tono descriptivo, narración ardiente y de explosiva adrenalina fotográfica, concluye uno de los mejores productos que retratan ese cavernal y monstruoso peligro llamado guerra. Todo un ejercicio de pura técnica y creación visual. Nunca la guerra duró tanto en una película.

Llega la culminación de la carrera de un auténtico maestro del cine. En Gangs Of New York pasamos a otro nivel, quizás más elevado y no sólo por el presupuesto empleado sino por las aspiraciones y pretensiones artísticas del autor. Aquí todo es un derroche de artesanía y perfección, una inmejorable y violentísima visión social e histórica sobre cómo se forjó una ciudad como Nueva York en las calles, en su dimensión más profunda.
El italoamericano se viste de gala con una de las mejores direcciones jamás realizadas por él, un guión insólito, ese montaje tan detalladamente estudiado que atestigua en muchas de sus obras, una puesta en escena grandiosa, con una fotografía perfecta y un elenco de actores envidiable. Después está Daniel Day Lewis con una bestial y legendaria interpretación, convirtiéndose en el mejor contrincante de Jake la Motta/De Niro. Sin duda estamos ante una de las mejores interpretaciones de la historia del cine.
Es simplemente harto majestuosa, opulenta y demasiado poderosa como para ser olvidada, y sin duda es el relato cinematográfico más auténtico y veraz de la masa social de por aquel entonces que inundaba las calles más infestas de, la que es a día de hoy, la capital del mundo.

Una oscura, tenebrosa, gélida y muy atípica, hasta por aquel entonces, cinta de suspense que sobresale en cada uno de sus puntos no dejando ningún resquicio a lo largo de esta enganchadísima, perfecta y redonda historia sobre crímenes. Es posible que sea la más inteligente, audaz y sombría sobre este género.
Un guión maquiavélico y envolvente sumerge al espectador en un misterio constante y a la intriga más intensa en todo este metraje, bañada siempre por una sanguinolenta, sucia y morbosa mirada. Fincher revisiona el género de manera muy atractiva elaborando una de los mejores films de la década, con una estética pocas veces vista hasta entonces, otorgando una maestría en la atmósfera y un tempo narrativo espectacular. Seven depara sorpresas y el mejor cine de suspense posible con tres grandes actores que sustentan esta fenomenal película que guarda un final insustituible propio de un guión y una dirección mayúsculos.