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Críticas ordenadas por utilidad
26 de enero de 2012
30 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gerardo Herrero tiene dos facetas bien distintas en la industria del cine español: una como productor y otra como director. Ambas con luces y (sobre todo) sombras. En sus labores de productor puede presumir al menos de haber dado licencia para gastar a directores de la talla de Cesc Gay, Adolfo Aristarain y Juan José Campanella. Más floja si cabe es su carrera como director, también con mucha más cantidad que calidad.
Herrero añade 'SILENCIO EN LA NIEVE' a su filmografía con la excusa de un buen punto de partida: la búsqueda de un asesino en serie dentro de las filas de la División Azul en el marco de la II Guerra Mundial.
Juan Diego Botto interpreta con su habitual solvencia al soldado e inspector de policía encargado del caso. Para seguir las pistas del asesino cuenta con la ayuda de un sargento cuya credibilidad radica en la de Carmelo Gómez. Si para algo sirve la película es para comprobar que el tándem formado por Botto y Gómez funciona más que correctamente.
Hasta aquí todo lo bueno que se puede decir de la película. Porque la idea es muy buena pero está muy mal ejecutada. Ni la gran producción bélica, ni los gélidos paisajes ni la calidad de algún que otro secundario dan más puntos a una película bastante desastrosa en lo que al guión, dirección y montaje se refiere. Apenas hay tres escenas bien tejidas. La trama está difuminada y mal definida con agujeros narrativos a tropel.
Herrero deja demasiado a la intuición de un espectador que debe sobrentender cosas que ni se ven ni se explican. La tensión necesaria de todo thriller se desdibuja tan rápido como el interés por conocer la resolución de la historia. Las últimas secuencias se atropellan sin lógica y el final está rematadamente mal atado.
'Silencio en la nieve' no es otra película española sobre la guerra, pero tampoco ayuda a desmitificar ese estúpido argumento instalado en la conciencia colectiva de los destructores sistemáticos del cine español. Sí que es otra bala desaprovechada, otro disparo al aire que pasa a formar parte de la extensa colección de cine aburrido y prescindible.
Herrero añade 'SILENCIO EN LA NIEVE' a su filmografía con la excusa de un buen punto de partida: la búsqueda de un asesino en serie dentro de las filas de la División Azul en el marco de la II Guerra Mundial.
Juan Diego Botto interpreta con su habitual solvencia al soldado e inspector de policía encargado del caso. Para seguir las pistas del asesino cuenta con la ayuda de un sargento cuya credibilidad radica en la de Carmelo Gómez. Si para algo sirve la película es para comprobar que el tándem formado por Botto y Gómez funciona más que correctamente.
Hasta aquí todo lo bueno que se puede decir de la película. Porque la idea es muy buena pero está muy mal ejecutada. Ni la gran producción bélica, ni los gélidos paisajes ni la calidad de algún que otro secundario dan más puntos a una película bastante desastrosa en lo que al guión, dirección y montaje se refiere. Apenas hay tres escenas bien tejidas. La trama está difuminada y mal definida con agujeros narrativos a tropel.
Herrero deja demasiado a la intuición de un espectador que debe sobrentender cosas que ni se ven ni se explican. La tensión necesaria de todo thriller se desdibuja tan rápido como el interés por conocer la resolución de la historia. Las últimas secuencias se atropellan sin lógica y el final está rematadamente mal atado.
'Silencio en la nieve' no es otra película española sobre la guerra, pero tampoco ayuda a desmitificar ese estúpido argumento instalado en la conciencia colectiva de los destructores sistemáticos del cine español. Sí que es otra bala desaprovechada, otro disparo al aire que pasa a formar parte de la extensa colección de cine aburrido y prescindible.
15 de marzo de 2012
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emilio Martínez Lázaro todavía no se ha recuperado de aquel pelotazo llamado ‘El otro lado de la cama’. Solo eso puede explicar el camino errático que ha tomado su filmografía desde entonces. Cinco años ha tardado el director madrileño en sacar material nuevo desde ‘Las trece rosas’. El regreso ha sido terrible: ‘La montaña rusa’ saca lo peor del cine español más tópico, descerebrado y casposo. Si diez minutos de toneladas de carnaza y mal gusto son suficientes para decir basta, imagínate casi dos horas.
Lo vertiginoso de esta montaña rusa no son las subidas sino las continuas bajadas. Esta aburrida comedia cae en picado de principio a fin. Cada escena sexual está forzada hasta el extremo. El humor es parvulario y aunque los actores ponen todo su esfuerzo y talento, no logran salvar uno de los textos más flojos de los últimos tiempos.
La puesta en escena es repetitiva y tontorrona. La voz en off no funciona como recurso narrativo y de reconocerle algún mérito, este sería el haberse sabido aprovechar de la química existente entre Verónica Sánchez y Ernesto Alterio en las escenas más tórridas. También las ensoñaciones de sus personajes y el monólogo de Alberto San Juan sobre la fidelidad funcionan correctamente. Por cierto: Alterio es capaz de mostrar lo mejor y lo peor de si mismo en una misma película.
Un aire cutre sobrevuela esta montaña rusa que descarrila y cuyo derroche sexual provoca más mareos que sensualidad, erotismo o apetito. Martínez Lázaro toma muy malas decisiones como director, seguramente consecuencia de un mal trabajo previo en el guion. Cine petardo, en definitiva, que aumenta la lista de películas hechas con más tetas que cabeza.
Lo vertiginoso de esta montaña rusa no son las subidas sino las continuas bajadas. Esta aburrida comedia cae en picado de principio a fin. Cada escena sexual está forzada hasta el extremo. El humor es parvulario y aunque los actores ponen todo su esfuerzo y talento, no logran salvar uno de los textos más flojos de los últimos tiempos.
La puesta en escena es repetitiva y tontorrona. La voz en off no funciona como recurso narrativo y de reconocerle algún mérito, este sería el haberse sabido aprovechar de la química existente entre Verónica Sánchez y Ernesto Alterio en las escenas más tórridas. También las ensoñaciones de sus personajes y el monólogo de Alberto San Juan sobre la fidelidad funcionan correctamente. Por cierto: Alterio es capaz de mostrar lo mejor y lo peor de si mismo en una misma película.
Un aire cutre sobrevuela esta montaña rusa que descarrila y cuyo derroche sexual provoca más mareos que sensualidad, erotismo o apetito. Martínez Lázaro toma muy malas decisiones como director, seguramente consecuencia de un mal trabajo previo en el guion. Cine petardo, en definitiva, que aumenta la lista de películas hechas con más tetas que cabeza.
4 de abril de 2012
81 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuatro años después de estrenar su primer largometraje (‘Shotgun Stories’), Jeff Nichols regresa para embarcarnos en un viaje al centro de la esquizofrenia paranoide con ‘Take shelter’, película premiada por la crítica en la pasada edición del Festival de Cannes.
Protagonizada por un actor en alza como Michael Shannon, interpretando en esta ocasión a un humilde trabajador que vive en el campo junto a su mujer y su hija y que sufre terribles pesadillas en las que se ve atacado por elementos o personas que le rodean. Y sin embargo no es él quién brilla en la cinta (de hecho le vemos con ciertos problemas para abordar un perfil demasiado complejo o no muy bien escrito) sino una Jessica Chanstain que con menos escenas destila bastante más credibilidad que su pareja de ficción.
Merece la pena rescatar la escena en que el personaje se sincera con su mujer acerca de sus problemas. Los tiempos y diálogos están cuidados y se acierta plenamente en la elección del búnker como símbolo metafórico del aislamiento al que se ven sometidos quienes padecen problemas esquizofrénicos.
Lo peor de ‘Take shelter’ no es que se desinfle sino que jamás llegue a tomar el aire suficiente para formar algo definido. Pese a lograr con creces la atmósfera de la enfermedad y respirar holgadamente en ella durante los minutos siguientes al descubrimiento de la verdadera psique del protagonista, el file se hace aburrido y difícil de asimilar. El resultado no es tan sólido como se espera al principio.
Además de estar repleta de pésimos encuadres, la nueva película del director de Arkansas posee un ritmo cansino y un conflicto que esconde menos misterio de los que sugiere. Pasando por alto algunas pequeñas e insignificantes trampas narrativas del guion, la película derrocha energía en su tramo final, cuando ya es demasiado tarde para un espectador que toca fondo antes que el protagonista y que muy probablemente lleve un buen rato pensando en otros asuntos que le provoquen menos dolores de cabeza.
Protagonizada por un actor en alza como Michael Shannon, interpretando en esta ocasión a un humilde trabajador que vive en el campo junto a su mujer y su hija y que sufre terribles pesadillas en las que se ve atacado por elementos o personas que le rodean. Y sin embargo no es él quién brilla en la cinta (de hecho le vemos con ciertos problemas para abordar un perfil demasiado complejo o no muy bien escrito) sino una Jessica Chanstain que con menos escenas destila bastante más credibilidad que su pareja de ficción.
Merece la pena rescatar la escena en que el personaje se sincera con su mujer acerca de sus problemas. Los tiempos y diálogos están cuidados y se acierta plenamente en la elección del búnker como símbolo metafórico del aislamiento al que se ven sometidos quienes padecen problemas esquizofrénicos.
Lo peor de ‘Take shelter’ no es que se desinfle sino que jamás llegue a tomar el aire suficiente para formar algo definido. Pese a lograr con creces la atmósfera de la enfermedad y respirar holgadamente en ella durante los minutos siguientes al descubrimiento de la verdadera psique del protagonista, el file se hace aburrido y difícil de asimilar. El resultado no es tan sólido como se espera al principio.
Además de estar repleta de pésimos encuadres, la nueva película del director de Arkansas posee un ritmo cansino y un conflicto que esconde menos misterio de los que sugiere. Pasando por alto algunas pequeñas e insignificantes trampas narrativas del guion, la película derrocha energía en su tramo final, cuando ya es demasiado tarde para un espectador que toca fondo antes que el protagonista y que muy probablemente lleve un buen rato pensando en otros asuntos que le provoquen menos dolores de cabeza.
11 de noviembre de 2011
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los detractores de Fernando Tejero ya pueden ponerse en la cola del paro. De uno en uno y sin hacer ruido. Adiós a la poca credibilidad de quienes sostienen que un actor que triunfa en la pequeña pantalla con un papel cómico no puede dar la talla en la grande con uno dramático.
Que existe la evolución del actor es algo obvio. Fernando Tejero es un buen ejemplo. Apenas ha necesitado una baldosa (concretamente '5 METROS CUADRADOS') para dar forma a Álex, un personaje con suficiente recorrido y un conflicto tan verosímil como apetecible: la esperanza de tener un piso normalito en propiedad con su pareja a las afueras de la ciudad. El actor está soberbio en los matices y, a ratos, incluso admirable.
Lástima que Max Lemcke (director también de 'Casual day' y de algún que otro capítulo de la serie 'Gran reserva') no sepa desprenderse de ciertos tics televisivos que hacen que la cinta avance con ritmo torpe y cansino, especialmente en el segundo acto, laberinto donde precisamente acostumbran a perderse (y perdernos) la mayoría de ficciones televisivas.
Sin ser un gran guión, los Remón (Pablo y Daniel, Daniel y Pablo) aciertan a tensar la cuerda dramática de su protagonista entre la amargura y la sinrazón en una película construida como un edificio de tres pisos. Los cimientos del planteamiento (primer piso) son correctos y la credibilidad impera en la mayoría de escenas de la trama principal.
Todo lo contrario sucede con la trama que aborda la especulación sin escrúpulos. Lemcke descuida por completo el fondo político de la cinta y los diálogos suenan increíblemente falsos en boca de dos pesos pesados como Gutiérrez Caba y Morón haciendo de políticos con menos tirón en la ficción que en la vida real. Es por esto que la estructura del segundo piso se tambalea y la historia parece venirse abajo.
Sin embargo el edificio logra mantenerse en pie gracias al tercer piso, un desenlace que funciona como una perfecta obra de ingeniería. Tejero se echa toda la coherencia a la espalda y sube al tejado para hacer la revolución por su cuenta en veinte minutos que nos llevan al órdago cuando, una vez abajo, comprendemos que con la especulación no hay final feliz posible.
En tiempos de la burbuja no todo tiene que ser ladrillo: '5 metros cuadrados' puede ser un auténtico boom si la gente se lanza a comprar pensando más en la calidad que en el precio. Aunque todo esté por las nubes, incluido el cine.
Que existe la evolución del actor es algo obvio. Fernando Tejero es un buen ejemplo. Apenas ha necesitado una baldosa (concretamente '5 METROS CUADRADOS') para dar forma a Álex, un personaje con suficiente recorrido y un conflicto tan verosímil como apetecible: la esperanza de tener un piso normalito en propiedad con su pareja a las afueras de la ciudad. El actor está soberbio en los matices y, a ratos, incluso admirable.
Lástima que Max Lemcke (director también de 'Casual day' y de algún que otro capítulo de la serie 'Gran reserva') no sepa desprenderse de ciertos tics televisivos que hacen que la cinta avance con ritmo torpe y cansino, especialmente en el segundo acto, laberinto donde precisamente acostumbran a perderse (y perdernos) la mayoría de ficciones televisivas.
Sin ser un gran guión, los Remón (Pablo y Daniel, Daniel y Pablo) aciertan a tensar la cuerda dramática de su protagonista entre la amargura y la sinrazón en una película construida como un edificio de tres pisos. Los cimientos del planteamiento (primer piso) son correctos y la credibilidad impera en la mayoría de escenas de la trama principal.
Todo lo contrario sucede con la trama que aborda la especulación sin escrúpulos. Lemcke descuida por completo el fondo político de la cinta y los diálogos suenan increíblemente falsos en boca de dos pesos pesados como Gutiérrez Caba y Morón haciendo de políticos con menos tirón en la ficción que en la vida real. Es por esto que la estructura del segundo piso se tambalea y la historia parece venirse abajo.
Sin embargo el edificio logra mantenerse en pie gracias al tercer piso, un desenlace que funciona como una perfecta obra de ingeniería. Tejero se echa toda la coherencia a la espalda y sube al tejado para hacer la revolución por su cuenta en veinte minutos que nos llevan al órdago cuando, una vez abajo, comprendemos que con la especulación no hay final feliz posible.
En tiempos de la burbuja no todo tiene que ser ladrillo: '5 metros cuadrados' puede ser un auténtico boom si la gente se lanza a comprar pensando más en la calidad que en el precio. Aunque todo esté por las nubes, incluido el cine.
4 de marzo de 2013
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen ‘tropecientas’ películas basadas en disparos, atracos perfectos, chicos fuertes y chicas monas. Lo nuevo de Taylor Hackford (director de las archiconocidas ‘An officer and a gentleman’, ‘The devil’s advocate’ o la oscarizada ‘Ray’) se titula ‘Parker’ y, aunque tenga todos esos ingredientes, su sabor es ligeramente nuevo.
La fórmula es la misma: entretenimiento a base de un bueno inmortal que quiere acabar con unos malos que no tienen sus mismos principios. A lo John McClane, pero menos gracioso y más veraz. Jason Statham no dispone del talento verbal de Bruce Willis, pero sus personajes tampoco reclaman dicha virtud. Statham va sobrado de habilidad y manejo físico para este perfil heroico.
El principal reclamo de ‘Parker’ es precisamente su protagonista. Todo gira alrededor de él y, cuando desaparece, la cinta se resiente. Capítulo aparte merecen los estúpidos gestos de la siempre irritable Jennifer López, que no pasan desapercibidos por más que se apriete el vestido contra sus curvas.
Son dos horas de metraje que no se hacen largas gracias a un buen montaje que domina el ritmo y a un guión no tan previsible como cabría presuponer. Vale: conocemos el final de antemano, pero es justo reconocer que el dueto protagonista se mueve dentro de unos parámetros interesantes y que la trama resiste con total entereza los giros propuestos.
‘Parker’ no nos hace reflexionar y sus diálogos son mierda profunda, de acuerdo, pero entretiene de maravilla sin necesidad de grandes efectos ni de intenciones apocalípticas. Tengamos presente que estas películas sirven para llenar y mantener vivas las salas. Un respeto. No todo va a ser pensar.
La fórmula es la misma: entretenimiento a base de un bueno inmortal que quiere acabar con unos malos que no tienen sus mismos principios. A lo John McClane, pero menos gracioso y más veraz. Jason Statham no dispone del talento verbal de Bruce Willis, pero sus personajes tampoco reclaman dicha virtud. Statham va sobrado de habilidad y manejo físico para este perfil heroico.
El principal reclamo de ‘Parker’ es precisamente su protagonista. Todo gira alrededor de él y, cuando desaparece, la cinta se resiente. Capítulo aparte merecen los estúpidos gestos de la siempre irritable Jennifer López, que no pasan desapercibidos por más que se apriete el vestido contra sus curvas.
Son dos horas de metraje que no se hacen largas gracias a un buen montaje que domina el ritmo y a un guión no tan previsible como cabría presuponer. Vale: conocemos el final de antemano, pero es justo reconocer que el dueto protagonista se mueve dentro de unos parámetros interesantes y que la trama resiste con total entereza los giros propuestos.
‘Parker’ no nos hace reflexionar y sus diálogos son mierda profunda, de acuerdo, pero entretiene de maravilla sin necesidad de grandes efectos ni de intenciones apocalípticas. Tengamos presente que estas películas sirven para llenar y mantener vivas las salas. Un respeto. No todo va a ser pensar.
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