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España España · Málaga
Críticas de flecha
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
5
6 de noviembre de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El azar y mis casi insomnes indagaciones por Filmaffinity hicieron que me topase con esta curiosa producción y que, sin dudarlo, me decidiese a verla con el interés con que se pueda afrontar una película de estas características.

Características, a buen seguro, íntimamente conectadas al peplum que por aquellos años tanto empuje ganó; pero que no sea el prejuicio el que nos emborrone el visionado y la posterior valoración de un film con algunos factores que potencian el resultado global del mismo.

Claramente influida en decenas de detalles (como, por ejemplo, el ritual funerario del jefe nórdico hacia el final) por aquella maravillosa obra tan perdurable y a la vez algo olvidada como "The Vikings" (Richard Fleischer, 1958), una película sobre la que no ocultaré mi rendida admiración, "La furia de los vikingos" no responde sino a un arquetipo de película de aventuras, con trasfondo histórico, que se sirve de la espectacularidad, la pomposidad escénica y cierta grandilocuencia en el guión pero que, por otro lado, en ningún momento aburre ni provoca la distracción.

Con un argumento inverosímil y algún que otro ingrediente escenográfico kitsch (además de los aciertos y desaciertos en el vestuario), no le negaremos al director de "La furia de los vikingos" los logros alcanzados en la puesta en escena, ni al que fotografía ciertos momentos inspiradamente (aunque a veces también demasiado teatralmente) iluminados, amén de los audaces planos durante las cargas y los combates, rodados, por lo demás, con innegable efectividad y buen sentido de la acción, destacando el último asedio, durante el cual, por cierto, no quisiera dejar de mencionar un (posible) homenaje a la prodigiosa "Trono de sangre", aquella particular versión de Macbeth que nos dejase Kurosawa en 1957, cuando el usurpador es asaeteado por varios arqueros.

Pero donde flaquea este, a pesar de todo, aceptable film, es en sus afectados y flemáticos actores, y en una narración que, aunque vivaz, acusa sobremanera el reducido metraje, llevándonos de una escena a otra con giros bruscos, pocas veces bien enlazados, siendo buen ejemplo de ésto la falta de transición, si quiera dramática, entre el final de la batalla y la siguiente secuencia, que nos viene como desenlace forzado y abruptamente introducido.

"La furia de los vikingos" es, en cualquier caso, una meritoria y enérgica película que, con su tono épico pobremente conseguido, sus altibajos, sus tópicos y sus flaquezas, no deja de constituir una estimable y curiosa visión sobre las invasiones de aquellos hombres del Norte, pero como pretexto argumental para entretener y divertir momentáneamente a un espectador que, si se aleja de los prejuicios que le traigan a la mente el peplum y no busca aquí nada trascendente, sabrá disfrutarla.
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8
10 de setiembre de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En muy pocas ocasiones pude estar ante una película tan perturbadora y angustiosa, que descubriera al espectador aquellos fenómenos psicológicos que creía imposibles e inexistentes.
Llena de símbolos, "Repulsión" se nos presenta como un descenso hasta los más recónditos rincones de una enfermiza mente (enloquecida, si se quiere), y, así, mostrarnos los componentes y los efectos de una serie de traumas y temores arrastrados durante años que explotarán, como la lava de un volcán, en forma de violencia incontrolable y visiones esquizofrénicas, cuando la protagonista se quede sola y se encierre en su apartamento (asfixiante y lóbrego a partir de ese momento).

Es entonces cuando asistimos a un irremisible desmoronamiento mental, cuando surgen de forma indómita y terrorífica esos lastres psicóticos y esos impulsos reprendidos, marcados fatídicamente por la sexualidad y el subconsciente. Todo ello apoyado e impulsado a un tiempo por algunas escenas surrealistas y aterradoras, fruto de las alucinaciones constantes y cada vez más frecuentes de la protagonista. Y es entonces cuando Polanski saca a relucir su eficacia y originalidad, cuando su cine, hipnótico y obsesivo, alcanza altas cotas de sugestión, desasosiego y terror latente.

No deberíamos olvidarnos del más que correcto trabajo de Catherine Deneuve (algo fría, no obstante, en algunos momentos) que sabe interiorizar un papel complejísimo a buen seguro; y, sobre todo, de esa música enfermiza (como todo el entramado del filme), inquietante, desquiciada y (a veces) estremecedora, que nos pueda recordar quizás a los inolvidables acordes de "Psicosis".

Inigualable película, en fin, fresca y turbulenta a un tiempo; una escabrosa cinta de tintes pesadillescos en la que un inspirado Polanski urde ese torbellino de zozobras mentales que tan ácido sabor de boca habrá dejado a más de un espectador.
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8
5 de julio de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con “Hombres intrépidos”, el genial Ford no hizo sino volver a comunicarnos sus constantes preocupaciones y temáticas, siempre rodeándose de un elenco de actores que le acompañó a lo largo de toda su filmografía y de un equipo técnico de entre lo mejor de Hollywood.

Con una historia tan sencilla como la realización de la misma, Ford volvía una vez más a introducir elementos cómicos y jocosos dentro del drama, haciendo gala de ese característico sentido del humor tan irlandés, con escenas y personajes graciosísimos que ya se podían advertir en algunas de sus películas mudas, más claramente en “La diligencia”, y ya en su punto culminante a partir de los 40, con la fabulosa e irrepetible Trilogía de la Caballería y otros filmes.

También podemos notar en “Hombres intrépidos” el sello de calidad en cuanto a música, montaje y (por encima de todo) fotografía; pero, sin olvidar lo demás, no hay duda de que lo mejor del filme reside en el portentoso dibujo y tratamiento de los personajes, cualidad indiscutible de Ford, que se preocupa en resaltar el contraste entre los hombres de mundo que, por más que quieren, no tienen un hogar; y los hombres que, por fortuna, aún conservan intactas las raíces de tan ansiado y añorado hogar. Entre unos y otros, el marinero que puede regresar pero que lo evita por sus problemas con el alcohol.

El amor al hogar, el amor a la tierra de donde venimos, obsesión omnipresente en el cine de Ford, que aquí adquiere ecos trágicos y profundamente tristes cuando nos perfila a unos personajes incapaces de vivir en tierra, donde son vulnerables, inadaptados y pendencieros. Unos personajes que sienten la añoranza, la tristeza, la nostalgia de su amada Irlanda, a la que nunca volverán por más que se acerquen a ella:

“¡Danos whisky irlandés!” “¡Toca alguna canción irlandesa!” “¿Hueles el olor a la tierra de nuestra querida Irlanda, compañero?”.

Son algunas de las palabras del juerguista y desgraciado T.Mitchell durante el filme. Un actor que se crece con este tipo de papeles. Como sus demás camaradas, que en las películas de Ford (esa especie de padre de una gran familia que nos dejase tantas buenas películas), personifican el colectivo de hombres entrañables, vulgares, borrachines y solidarios que se han de unir para superar juntos una serie de dificultades.
La redención la encarna el personaje de J.Wayne, un sueco que desea, tras largos años recorriendo el mundo, volver al hogar querido, ayudar a la familia y trabajar la tierra de sus ancestros, y en él se apoya la historia para que esos valores tengan el éxito que nunca tendrá con sus compañeros de tripulación, condenados y desarraigados, inmersos en una guerra contra los alemanes y consigo mismos.

El regreso al hogar, el amor a la tierra de sus mayores, el respeto y la idea de la familia, la camaradería y solidaridad de un grupo de hombres, sirven de cauce para que Ford nos cuente de manera clásica y elegante una simple historia. Ahí reside su grandeza.
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9
29 de mayo de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces, cuando uno está hastiado y cabreado por tanta gilipollez como hay en el cine de hoy, tanta comercialidad, vulgaridad y basura, se pueden también descubrir pequeños reductos de belleza, de buen hacer, de honestidad, de calidad.

Esta película resulta un regalo impagable para cualquier tipo de público con un poco de paciencia y sensibilidad. Porque con esas dos virtudes está construida esta minúscula obra de grandes temas para contar. Bravo por Majidi, por su austeridad lírica, por acompañarse de una música tan sutil y saber utilizarla, por no caer en el sentimentalismo facilón y lacrimógeno, por hablarnos de los temas y las cosas de la vida de las que siempre se hablan en el arte pero con una simplicidad y espontaneidad admirables, por la honestidad y sencillez con que nos ha contado esta historia preciosa y cotidiana, tan cotidiana que nos metemos en ella a pesar de sus simples recovecos argumentales.

Un agridulce retrato del Irán profundo; por sus callejuelas, colegios, barrios, plazuelas, tiendecillas y patios, Majidi nos habla de los pobres y sus proezas para sobrevivir día a día.

Qué maravilla volver a la sencillez y la poesía de los grandes del neorrealismo, al cuento que nos abre los ojos ante las miserias y penalidades de las personas en cualquier rincón de este perro mundo. Esta película, heredera de lo mejor de De Sica, resulta ligera, armoniosa, honesta; y a la vez, honda, trascendente.

Goce el espectador de su ternura, de su sordidez unas veces, su comicidad otras; del heroísmo, del sacrificio, del amor infinito e inocente de esos niños benditos, niños de un paraíso desgarrado cuya recompensa serán, a lo más, unas simples zapatillas.
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8
25 de agosto de 2009
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y no sólo por su atrevimiento deberíamos valorar óptimamente esta película. Preminger nos la narra excelentemente y aborda con suma maestría un tema a menudo propicio para caer en efectismos y excesos. A pesar de ciertos aspectos poco creíbles del guión, éste presenta una historia interesante y nos embarca en un crescendo dramático perfectamente interpretado por sus tres actores principales. Tanto Eleanor Parker como Kim Novak siempre me regalan buenísimas actuaciones, y su presencia esta vez bien que lo corrobora. Confieso que no me esperaba a un Frank Sinatra tan solvente y metido en su papel, ya que su Oscar en "De aquí a la eternidad" (Fred Zinnemann, 1953) me pareció completamente inmerecido, amén de otras apariciones no menos desastrosas.

Sólo con la sensacional "Ray" (Taylor Hackford, 2004) he visto tan sutil y acertado tratamiento y acercamiento al mundo de la heroína, si bien es verdad que existen dos segundos hilos narrativos referentes al triángulo amoroso de los tres actores principales y al retrato sórdido del mundo del juego, del alcohol y de la prostitución en un distrito marginal de Chicago.
El director profundiza detenida y apropiadamente en la dependencia del protagonista, que le lleva a la más extrema desesperación y locura.

Una fantástica música (y más si os gusta el jazz), la ambientación realista y una puesta en escena opresiva y agobiante hacen de éste un filme diferente, arroyador, coherente, maduro y necesario.
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