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España España · Salusa Secundus
Críticas de LordLeal
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Críticas 353
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
27 de enero de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kamikaze es una de las últimas series de HBO que ha pasado prácticamente desapercibida para crítica y público y que sin llegar a ser un must no deja de valer la pena su visión. Es lo que tiene vivir con una mujer, si fija en cosas que seguramente a mi me pasarían totalmente desapercibidas y este fue el caso de Kamikaze, sus palabras, “una serie que creo que te gustará”.

Cada vez es más frecuente ver producciones europeas en las grandes plataformas, ya sea por las dichosas cuotas nacionales o por que su calidad bien lo valga, y este es justamente el caso de Kamikaze, una producción danesa en formato de miniserie de 10 episodios que aborda las vicisitudes de una joven influencer enfrentada a la inesperada y repentina muerte de toda su familia en un accidente aéreo.

La serie retrata el personal descenso a los infiernos de Julie (Marie Reuther) la hija superviviente de una acomodada familia danesa que de un día para otra se queda sola en el mundo con mucho tiempo y dinero que invertir en su particular duelo existencialista, y es que ya lo decía Nietzsche, lo que no te mata te hace más fuerte, y no hay mayor nihilista en potencia que un milleanial con un móvil y nada que perder.

No hay duda que el éxito de las premisas de Kamikaze se fundamentan en el carisma de Marie Reuther, su joven actriz principal y la que lleva todo el peso de la serie a sus espaldas de una forma encomiable. Si la interpretación de esta pussy crazy pudiera haber degenerado en una payasada inverosímil y superficial con otro tono, el enfoque intimista y concentrado en los sentimientos y la perspectiva de Julie le hacen mucho bien.

Kamikaze no deja de ser una historia sobre el duelo y como se afronta, si bien de una forma un tanto afectada y de alguien con unas posibilidades fuera del alcance de la mayoría de los mortales, para llegar a la aceptación y a la esperanza como redentora de vida como conclusión a esa desesperación inicial. En este periplo Julie vivirá excéntricas situaciones en las que desplegará todo un abanico de tendencias autodestructivas y/o suicidas, experiencias algunas de ellas tan tórridas, prácticamente rayanas en el porno, que hacen difícil mantener la compostura ante la atractiva Marie Reuther.

Julie es la antiheroína de su propio drama elitista, que quizás esconda una velada crítica a la educación actual de los jóvenes y a su falta de independencia cuando no comodidad. Estaremos de acuerdo en que ser joven tener dinero, revolcarse en el lujo, no tiene por qué hacer menos deprimente o llevadero el tránsito por las diferentes fases de duelo, pero tampoco es excusa para ser en ocasiones una verdadera perra que usa a los demás personajes que se cruzan con ella en objetos de usar y tirar.

En todo caso, una original propuesta con algunos altibajos (spoiler). Olvidable producto que pasará sin pena ni gloria pero que deja con ganas de ver futuros trabajos de la atractiva Marie Reuther.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LordLeal
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10
26 de enero de 2022
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No estaba yo muy convencido de ponerme a ver una serie sobre adolescentes de la que lo poco que sabía hablaba de los temas trillados en este tipo de series desde Sensación de Vivir hasta el fin de los tiempos: sexo, adicciones, problemas y microdramas varios… es decir, lo mil veces visto anteriormente. Quizás me acabó de animar el hecho de que HBO suele significar series de calidad, y que si todo el mundo tanto hablaba de ella por algo sería.

Euphoria es una serie en la que los personajes son lo de menos, no son los protagonistas, sino que en realidad cada personaje no es más que una especie de avatar que representa lo ruin y oscuro, ya sea un vicio, tara o llámesele como quiera: adicción al sexo, las drogas, la gula, la lujuria, la agresividad, los malos tratos… esos son los verdaderos protagonistas de la historia llevados cada vez más al exceso hasta su extremo… porque que la serie se llame Euphoria no puede ser debido más que a que todo lo que se muestra es una hiperbólica exageración.

Como saturación por exageración, tiene el mérito de que es una serie que se hace sentir, vaya que si se siente, como un puñetazo en la cara cargado de “What the fuck?” (y pollas, muchas pollas) que no deja indiferente. Lo que aún no acabo de discernir es si el sentimiento que me produce o como me hace sentir me gusta o no, o en todo caso si eso es relevante, porque lo que importa es que como diría Ash en Alien, “admiro su pureza”: desde su perspectiva de continua hipérbole, Euphoria es explícita, cruel, cruda, brutal y honesta a su manera… pero tan bonita que literalmente hace que mole todo aquello que no debería, interesante conflicto.

La manera en que tiene de desgranar las miserias de cada uno de los personajes desde su más tierna infancia, en ocasiones como apología de en lo que se acaban convirtiendo como adolescentes que parecen en el mejor de los casos dejados de la mano de sus progenitores, es tan descarnada y en ocasiones desagradable que ciertamente puede saturar emocionalmente: es como alguien que te obliga a ver algo que realmente no querrías o no deberías, o ni siquiera saber que existe, pero que una vez lo descubres no puedes dejar de mirar, porque está mal, porque produce un extraño e incómodo picor en el lóbulo frontal de tu cerebro.

Ya decía antes que no es que se muestren por primera vez los temas en los que se centra en una serie de (que no para) adolescentes, y quizás la intención de HBO en principio era hacer sombra al fenómeno que supuso en su primera temporada “13 reasons why”, pero es que la analogía comparativa de Euphoria a la serie de Hannah Baker sería como poner frente a frente la Matanza de Texas con los Teletubbies, y creo que no hace falta que diga cual sería cual.

En cuanto al montaje, realización y fotografía, mucho se ha hablado ya, y si, la fotografía es particularmente maravillosa. Particularmente, si toda la serie fuera como el cuarto episodio de la primera temporada (Los que van de duros 2ª parte, el de la feria) vería la serie aún más embobado: planos contrapicados, primerísimos planos, explosiones de colores y fuegos artificiales en el cielo, las luces de las atracciones, bonitos travellings circulares sobre la cama de Rue en vertical… un alucinógeno set para una serie que se torna a ratos un tanto surrealista mientras cada personaje lleva su cruz.

Ciertamente da para llegar a pensar que como es posible tal concentración de personajes adictos, manchados, tocados por alguna tara de forma constante en un espacio tan reducido como un pequeño pueblo americano perdido, ya que es algo que puede poner en entredicho la verosimilitud de los personajes (que no al fin de la historia que prácticamente es lo de menos) pero desde la perspectiva que lo que se muestra no es tanto un relato continuo (que también) si no la evolución, degeneración y consecuencias de los vicios protagonistas no es tan extraño.

A nivel interpretativo mucho se habla de Rue (Zendaya), pero quien de verdad lo peta y me tiene totalmente fascinado con su caracterización e intempestiva actividad nocturna es Hunter Schafer (Jules), activista dentro y fuera de la pantalla de los derechos LGBT y con una de las historias más turbias y deprimentes dentro del show.

Para concluir, supongo que es un consuelo y buena noticia saber que la vida de los adolescentes reales no se parece en nada a lo que se muestra en Euphoria (por lo menos la mía nunca fue tan movida), ni debe serlo porque al fin y al cabo, como ya he mencionado, estos adolescentes son un mero vehículo para hablar en general del lado oscuro e instintos más bajos que todos albergamos secretamente, verdaderos protagonistas del polipremiado show de Sam Levinson que no dejará indiferente a nadie.

Puedes leer esta y otras críticas en mi blog personal: La Retrovisión
LordLeal
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5
23 de enero de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
E aquí la última película chorra fetiche de Mediaset: una especie de versión Lite de “La Casa de Papel” a modo de sueño húmedo de Odissey Marine Exploration, la empresa americana que ya tuvo algún altercado con la justicia de varios países, incluída la española, por el dudoso rescate de pecios hundidos cargados de tesoros.

La premisa presentada por Way Down es justo esa: el descubrimiento y rescate del pecio de una de las naves perdidas del corsario (que no pirata, cuidado) Francis Drake es interrumpido por las malvadas lanchas de la Guardia Civil con el logo de “Hacienda somos todos” y los valiosos vienes de la antigua siniestrada nave quedan confiscados por la benemérita y depositados en la cámara de seguridad del Banco de España, del cual risiblemente se vende su seguridad como uno de los lugares más inexpugnables de la Tierra con unos ingenios a prueba de butrones que ríase usted de los cachivaches del doctor Bacterio.

Salta a la vista que la última cinta de Jaume Balagueró le echa morro y se monta al carro del éxito celuloso de la casa de ídem, si bien lo más risible son los topicazos sobre cómo nos deben ver los anglos expresados en boca de actores internacionales como el juego tronero Liam Cunningham (encasillado en su papel de marinerito de Caballero de la Cebolla) y el buen Norman Bates de Freddie Highmore como infalible nerd.

El alucine de las viejas glorias nacionales (Jose Coronado, Luis Tosar…) debió ser mayúsculo ante lo inenarrable del guión y su épica locación temporal en pleno mundial de futbol de 2010 en el que Españita antes de la caída fue grande un día más ganando el Mundial de Futbol de Sudáfrica (¡Waka, Waka!). Este es uno de los psicotrópicos puntos de crucial importancia en los que se sustenta la acción, entre otros topicazos que paso a documentar con regocijo a continuación.

El primero, eso de que los ingleses han sido de toda la vida de Dios unos piratas es totalmente falso. En todo caso eran corsarios al servicio de la corona inglesa y los malvados son los picoletos por abordar una operación de rescate a las bravas aunque los tesoros estuvieran en aguas nacionales y su pertenencia correspondiera a los Austrias.

El segundo, pese a que el Banco de España es el lugar más seguro del mundo, cuatro mataos pueden colarse tranquilamente por la ventana, que aquí no pasa nada. Y en el lugar más seguro del mundo, el gobernador del banco que es como el abuelo de Médico de Familia (si, la del Aragón) fuma por la ventana y el jefe de seguridad (Gustavo, sin más, pedazo construcción de personajes) es un energúmeno malcarado con cara de pocos amigos a quien pese su sapiencia no hacen más que colárselas dobladas.

Y es que para acabar, y que no es poco, en todo momento cual milagrosos Deus Ex Machina todos los miembros de la banda salen impunes y enteros de las situaciones más inverosímiles en un prodigioso corre corre que te pillo en el que acaba degenerando la acción. Será por eso, que como no son piratas ni ladrones eso de mangar en realidad no se les da tan bien, pero de lo que se dice potra van sobrados.

Pese al despropósito, bueno… se puede decir que puede verse y sirve para pasar un rato de noche de sábado no demasiado bochornoso, por lo que aunque sea por el simple entretenimiento le daremos un aprobado. Se me hace cuanto menos extraño, que Jaume Balagueró más conocido por sus REC y películas de terror en general, se embarcase en un género tan trillado, con un referente como es el de La Casa de Papel difícil de mejorar, y menos con un largometraje simple y alimenticio que parece más un producto de marketing que una propuesta seria.

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LordLeal
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6
23 de enero de 2022
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien aquí compite mi interés personal en el conocimiento de los hechos históricos más relevantes del siglo XX, en especial todo lo referido a las guerras mundiales, con lo que pueda encontrar relevante, interesante y memorable en una película como lo que busco como cinéfilo, se me añade una tercera variable que como poco me parece curiosa en su coincidencia espacio temporal con los sucesos que están acaeciendo entre Rusia (Alemania), Ucrania (Checoslovaquia) y la OTAN (los Aliados).

¿Será que Netflix cuela subrepticiamente en nuestro salón la correcta percepción de la interpretación de los hechos pasados de acuerdo a la ortodoxia del régimen para que reparemos en las flagrantes semejanzas históricas de hechos pasados con los que nos ocupan estos días? Sin duda sin ser nada premeditado y dejando magufadas aparte, pues no creo que ni aun queriendo pudiera haberse dado esta casual coincidencia de fechas y hechos, podríamos llegar a establecer conexiones sobre que si se hacen concesiones ahora a Rusia ese no será el fin, y acabaremos en otra guerra mundial.

Pero bueno, como no estamos aquí para hablar de geopolítica ni equilibrios de poder, centrándonos en la película de Christian Schwochow encontramos la dramatizada versión de los hechos de la conferencia de Múnich que supuso el vergonzoso abandono de Checoslovaquia por parte de los Aliados a su suerte en el hecho más relevante del apaciguamiento a Hitler en 1938 como preludio a lo que sería el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Cabe destacar que si la cinta presume de una factura técnica impecable, y hace una clara exposición de los hechos históricos y sus posibles consecuencias, ya fuera ante la cesión o la oposición a la anexión por parte de Alemania de los Sudetes, la trama subyacente de espionaje con contactos entre viejos amigos en bandos enfrentados se hace un tanto innecesaria y poco creíble, lo que añade una pátina de redundancia a la exposición de hechos históricos que no añade un gran interés.

El argumento, obviando la innecesaria trama de espías, es el que es y da para lo que da. La cinta intenta construir una especie de epopeya de ominosa atmósfera sobre el desarrollo de un hecho prebélico de relativa importancia, en un intento un tanto descarado de lavar la memoria del tibio primer ministro Neville Chamberlain, que con todos sus defectos continuaba siendo mejor que cualquier Boris Johnson de turno.

Dado el actual clima prebélico en el este, parece incluso una especie de aviso para navegantes en el tono de “¡os lo dije!” si comparamos lo que pasaba en la Europa de los tardíos años treinta con lo que está pasando ahora en los confines de Rusia (ocasión no echada a perder de dar a entender que Putin no es tan diferente de Hitler, aprovechando un interés bastante partidista leyendo entre líneas, que quien no recuerda la historia está condenado a repetirla y blablablá).

En cuanto a interpretaciones, seguramente quien más brilla dada su experiencia sea el Neville Chamberlain de Jeremy Irons, presentando como contraparte las posiblemente más feas versiones de los gerifaltes nazis, mención especial al Hitler esmirriado de Ulrich Mattes por mucho hipnóticos ojos azul eléctrico que presente. Tampoco acabo de entender que pinta Liv Lisa Fries en todo este embrollo (la encantadora Lotte de Babylon Berlin), aunque su presencia siempre sea bienvenida.

En conclusión, un buen ejercicio de cine histórico con una factura técnica impecable pero que resulta agotador en su intento de dar una vuelta de tuerca a unos hechos de dudosa relevancia dentro de la política de apaciguamiento a Hitler con esa trama totalmente innecesaria de jugar a los espías entre diplomáticos y dar un masaje a la memoria del buen Neville. Tolerable, aunque no memorable.

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LordLeal
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8
22 de enero de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la sombra de la actual moda de recuerdo constante de los queridos ochenta, ha surgido un subgénero de productos que de forma más o menos afortunada rememoran generalmente de una forma idealizada esa época. Quizás el caso más conocido y exitoso será la serie de Netflix Stranger Things, pero ha habido otras producciones recientes como Super 8 o la que nos ocupa en esta crítica, que siguen ese mismo principio de lo que vendría a ser el New Retro Wave (NRW) en el campo de la música.

El caso de Summer of 84 al tratarse de una película bastante independiente, prácticamente indie, no es tan conocido como el de la omnipresente Stranger Things, pero constituye tal delicia de sucesión de clichés ochenteros enlazados con tanto amor, que parafraseando al “More human tan human” de Blade Runner, se podría decir de la cinta de terror y misterio de Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell que es “Más ochentera que los ochenta”.

Para trillado el propio argumento, con esa fijación ochentera por el vecino tan vista en películas de culto como Noche de Miedo (), y la fascinación por los asesinos en serie: durante el verano de 1984 están desapareciendo niños en un tranquilo pueblo costero en el que vive Davey, un adolescente aficionado a las teorías conspirativas, que sospecha que su vecino, Mackey, un agente de policía, es en realidad un asesino en serie. Será así como con la ayuda de sus tres mejores amigos, Davey comenzará una investigación que se vuelve muy peligrosa conforme la verdad emerge a la luz.

Pero es que no es el argumento lo más atractivo de esta cinta, si no esa nostalgia y el sentimiento que nos produce el rememorar un idealizado y olvidado verano de los ochenta que realmente nunca vivimos (ni aunque realmente como servidor ya existiéramos en el 84). No será casualidad tampoco que 1984 fuera quizás el verano de los ochenta por excelencia, año en el que se estrenaros producciones como Conan o los Cazafantasmas. La conexión mental es como ese acertado comentario que leí una vez acerca de una de estas nuevas y maravillosas baladas de New Retro Wave: se siente como estar sentado en la arena caliente de la playa sintiendo la brisa en tu rostro bajo la luz dorada de un melancólico atardecer de finales de verano.

Es el sentimiento lo que produce que Summer of 84 cale tan hondo, por lo que esta relación entre banda sonora y metraje viene muy a cuento. Sin duda es uno de los puntos fuertes que ayuda a plasmar esta onírica atmósfera de idealización ochentera es la música de Le Matos, grupo canadiense de música electrónica New Retrowave colaborador habitual de los creadores de Summer of 84. ¿Y es que quién no puede enamorarse con la visión de Skovbye ejerciendo de DJ con los acordes de Cold Summer de Le Matos? Sin dejar de mencionar también (spoiler *)

Y pese a los idealizados ochenta, no todo es tan plácido ni inofensivo como parece, y es que como ya he comentado en otras ocasiones, no hay terror más terrible que el de lo cotidiano, (ver spoiler **) en unos años ochenta crepusculares que también contenían una buena cantidad de sombras… aquí también plasmadas en su inquietante conclusión, que demuestra que al fin y al cabo no todo era tan feliz y ya entonces los monstruos si existían.

Por estas razones, Summer of 84 es una cinta muy lograda, que destila amor por los ochenta y que posiblemente sea una de las más infravaloradas películas de terror de los últimos tiempos, eclipsada sin duda por producciones buenrollistas en exceso como Stranger Things sin un lado oscuro verdadero como la del verano del 84, por lo que escribir sobre esta joya canadiense se me antoja, como poco, un digno ejercicio de difusión que ayude a poner su propuesta donde le corresponde y darla más a conocer.

Puedes leer esta y otras críticas en mi blog personal: La Retrovisión
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LordLeal
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