Todo en contra porque es un melodrama familiar en primer plano y en segundo lo esencial para el conflicto: el comienzo de la resistencia acusado el general de traidor. Es admirable cómo consigue la realización plasmar esa fuerza sentimental integrada en la personalidad estoica, hierática de un militar que viene de la primera gran guerra y coincide con Churchill que nada puede confiarse a la voluntad del Tercer Reich.
Es verdad que abunda en un perfil de hombre perfecto, sin embargo, hay tantas sugerencias en el dominio audiovisual de los dos mundos (el de su familia y el suyo propio) que trasciende la mera exaltación del gran hombre católico al que se le ve asistir a misa y comulgar en las primeras escenas. El veterano conservador, como Churchill se erige en un rebelde. Sabemos parte de la historia, pero ignoraba el drama familiar y aplaudo el modo en que se presenta, sin desbordar el drama, planteado todo en justa medida con unos trabajos actorales excepcionales.

Icíar Bollain realiza con eficacia, subrayando desde el largo comienzo "de cuerpo presente" que se trata de una mirada sentimental. Pero lo hace de tal modo que oscurece la vigorosa presencia política de Maixabel, colocando al personaje y a la actriz en una situación fría, plana, sin matices, busto parlante a la que, por mucho que llore de manera contenida, la exhibe como una burguesa con ideas progresistas, revolucionarias en aquel ambiente, viviendo muy confortablemente, ignorándose de qué vivía y vive, pues solo se menciona que "pidió una excedencia". Del mismo modo, se desconocen muchos aspectos valiosos del protagonista ausente, el asesinado por ETA. Para enterarse hay que ir a hemerotecas, lo que deja al film en paupérrimas condiciones tras largas dos horas.
Luis Tosar aprovecha al máximo lo mejor del guión, el proceso evolutivo de su personaje, regalándonos momentos admirables con un final para la ovación, meramente físico, gestual. Un trabajo genial.

Un plan sórdido, brutal, pero elaborado con tal precisión que se convierte en artísticamente maléfico.
Tras esta película absorbente en su trama y muy violenta en sus imágenes, el reflejo de la sucesión de golpes de estado latinoamericanos donde se utilizó la desesperación de la gente de a pie y la ira de diversos grupos presuntamente o justamente revolucionarios para sembrar el caos. Un desorden muy provechoso para determinados grupos de poder...

No es tarea fácil en una hora veintitrés minutos contar tantas cosas desde la bárbara indiferencia de la burguesía a la corrupción imperante en los cuerpos de seguridad del estado, pasando por la inocencia maltratada de los más débiles de todas las clases... Sin embargo, el director Michel Franco consigue (tras un prólogo de imágenes mudas innecesario) una realización impresionante, con logros extraordinarios al exponer una trama coral de la que van surgiendo personajes y situaciones individuales con idéntica fuerza.

Tiene el progresivo deslizamiento del policiaco muy visto hacia la grandeza de una tragedia contemporánea.
La feroz acción de la policía racista en Estados Unidos sigue existiendo y en su nombre artistas de raza negra y sexo femenino (guión y dirección) arman esta historia llevada a la pantalla con un mimo conmovedor.

La historia nada tiene que ver con Bonnie & Clyde como alguna publicidad esgrime, por el contrario es una dulcísima historia de amor que se toma su tiempo. En efecto, es película larga que cautiva, no cansa, una vez que se halla el rastro de empatizar con los personajes, ciertamente interpretados con mucho talento: desde la muy convencional primera secuencia hasta la última, con una secuencia de cuerpos desnudos también emocionante por la frescura y espontaneidad que exhibe.

El horror de la persecución inflada por medios de comunicación afines alcanza cotas de diverso potencial en el mundo entero con las renovadas corrientes de odio. Aquí los policías racistas bien podrían integrar cualquier grupo de ultra derecha, de los que abundan en el mundo entero y contra los que ya existen organizaciones con gente que ha logrado salir de allí e intentan ayudar a escapar de las redes a muchos prisioneros de esas emociones ciegas, de esa violencia que se mete en el cuerpo con el brío de una secta salvadora.

Gran película.

Javier Gutiérrez copia y pega a José María García en trazos gruesos de bestia negra del periodismo deportivo (modelo muy visto en el día a día de la prensa, el mismo tipo de personaje podría mostrarse en un diario, en un canal de televisión), lo hace todo bien porque es un actorazo. Miki Esparbé está formidable en un perfil opuesto, contenido. Y muchos secundarios los bordan actores excelentes, sobre todo en teatro. No funciona Itsaso Arana, que parece que lee el guión, muy fría, poco verosímil.
Más allá del gusto de ver la composición de personajes y situaciones, la trama debilita todo lo demás: un guion pobre, repetitivo, exageradamente perverso el gran Cóndor y previsiblemente perversos todos los demás.
Lo peor es que todo se ve venir y el final, a pesar del buen ritmo que envuelven los breves capítulos, cae en un topicazo muy visto.