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Críticas de CourierNew12
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
8
21 de febrero de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arriesgada apuesta de Winding Refn yendo a contracorriente del cine actual e incluso del propio genero: homenaje al heroe romántico, puesta en escena pausada estilizada e hipnótica, apuesta por los silencios y la contención, y cierta (sólo cierta) estética ochentera (su banda sonora y sus títulos de crédito). Todo ello conforma lo que se ha llamado un ejercicio de neonoir, y explica su encumbramiento instantáneo como peli de culto.

Ese conductor sin nombre interpretado por Ryan Gosling puede parecer plano. Sin embargo ‘Drive’, lejos de esa corriente de la narrativa que dice que los personajes deben mostrar su interior, deben evolucionar y ‘aprender’ algo por el camino, parece beber de la tradición del héroe de acción pétreo, de ese romanticismo del tipo duro de toda la vida incapaz de cambiar, y me recuerda particularmente a la figura del cowboy, condenado por su propia naturaleza solitaria y su incapacidad para establecer relaciones exentas de violencia. Un tipo duro emocionalmente disciplinado, que arrastra un tremendo trauma de romper todo lo que toca, con una “insospechada capacidad para la agresividad y el retraimiento de quien se sabe condenado por ello”. Su hieratismo es como un esfuerzo de contención, como un intento de evitar que el escorpión que lleva en la chaqueta (un icono pop fílmico desde ya) lance su picadura mortal sobre la rana.

La relación que establece con Irene (Carey Mulligan) también puede parecer plana, poco desarrollada y algo arquetípica, pero hay algo que la hace especial: se dicen más con los silencios que con las palabras. Y eso hoy en dia, es mucho decir.

Mención aparte merece la maravillosa, casi lynchiana, puesta en escena de Winding Refn. En los tiempos de 'A todo gas', 'Transporter', la primera escena de Drive es un tutorial sobre cómo generar tensión sin quemar tanto carburante, usando tanto el cerebro y la pausa para construir una escena de acción como el mismo conductor para escapar de sus perseguidores. A continuación, unos títulos de crédito al ritmo de sintetizadores, para un film que se queda con lo mejor de la (a veces muy hortera) estética ochentera y la estiliza. Tiene ‘Drive’ cierta cualidad hipnótica que me encanta (¡esas escenas de acción en un sordo ralentí!), y que debe mucho también a la excelente fotografía de Newton Thomas Sigel .

Sin embargo, no nos engañemos, así como el éxito de Pulp Fiction se debió, entre otros muchos factores, a su violencia tan estilizada y desdramatizada, Drive ganará muchos adeptos por la misma razón. Los baños de sangre cool (si tienen cierto poso existencial, como en este caso, mejor), suelen gustar. Pero en mi opinión, era innecesaria tanta sangre fácil que, si por un lado subraya la ‘naturaleza fatalmente violenta’ del protagonista, a veces está fuera de lugar (lo explico en el spioler):
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CourierNew12
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3
13 de abril de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los responsables de "Gru" vuelven con una película que mezcla acción real y animación, sustentada en una historia poco inspirada

Hop, la nueva apuesta de los creadores de “Gru, mi villano favorito”, toma esta vez como elemento central la tradición anglosajona del conejo de Pascua, una especie de contrapartida de Santa Claus en su intento por hacer felices a todos los niños del mundo con su reparto de cestas llenas de dulces y huevos de pascua. Hasta aquí, correcto. Sin embargo, el problema es que la historia mezcla de forma algo disparatada elementos heterogeneos que no acaban de ligar demasiado bien.

E.B., el hijo del conejo de Pascua, en quien su padre piensa delegar el cargo, sueña en cambio con ser una estrella del rock. Para ello, huye (por unos túneles a lo "Mission: Impossible") a Hollywood. Cuando su padre lo descubre, envía una especia de conejos ninja en su busca, mientras en la fábrica, Carlos, el capataz de los pollos proletarios, el segundo de a bordo del señor conejo de Pascua, prepara un golpe para tomar el poder.

En Hollywood, E.B. se topará con Fred (James Marsden), un joven al que sus padres acaban de echar de casa por ser un vago.

Hop destaca especialmente en el apartado técnico, mezclando de forma notable acción real y animación. También es digno de mención el diseño de la fábrica de dulces, que se nos presenta en una buena escena de arranque. Sin embargo, estamos ante un guión disparatado y sin fuerza, con escasos momentos de humor brillantes, y con dos personajes con los que es difícil empatizar en exceso. Por un lado, el personaje de Fred, está desdibujado, resulta poco creíble y a ratos incoherente, carece de fuerza, de un objetivo claro, y su revelación final es poco menos que ridícula. El de E.B., resulta a veces irritante, en su empeño por complicarle la vida a Fred. Además, tanto esfuerzo del chico para que nadie vea al conejo hablando…y resulta que a nadie le importa ese detalle, y hasta el mismísimo David Hasselhoff (en otra extravagante deriva del guión) le hace una audición y le contrata como promesa del rock. Pese a ello, más tarde, y a cuenta de un gag, Fred volverá a disimular, y se hará pasar incluso por ventrílocuo, para que nadie descubra que el conejo habla.

El film combina algunos gags más o menos lúcidos, como el anterior (aunque esté poco justificado) o el de E.B. haciéndose pasar por un peluche, con otros momentos extraños de humor fallido, como aquel en el que Carlos (un pollo golpista con un gracioso pero de nuevo injustificado acento mexicano a cargo de Hank Azaria) intenta hacer volar el… ¿trineo?, pero E.B. se lo impide haciendo bailar a su secuaz Phil al ritmo de la percusión. En resumen, poca inspiración en el apartado creativo, y un producto final heterogeneo y algo chirriante.

Por cierto, si vais con niños, no os riais demasiado en el momento “mansión Playboy”, si no quereis tener que contestar preguntas incómodas ;)
CourierNew12
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6
7 de enero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo reconozco, aun a riesgo de que me quiten el carnet de crítico amateur: ‘The Master’ me ha defraudado. Pero no porque sea una mala película: denostarla tan rápido, como muchos espectadores que me acompañaban ayer en la sala, sólo demuestra tanta falta de espíritu crítico como falta de contacto con el espectador medio demuestran los críticos que la encumbran instantaneamente al Olimpo del Cine. Ni tanto ni tan poco. Creo mi decepción responde a una cuestión de expectativas erróneas, y por eso aviso, por si hay alguien tan despistado como yo: si esperáis un film de trama, o incluso un retrato controvertido, con un poquito de mala leche, sobre L. Ronald Hubbard y los orígenes de la polémica Cienciología (religión moderna y típicamente americana con tintes de secta, a cuya iglesia pertenecen, entre otros, Tom Cruise o John Travolta), posiblemente saldréis tan defraudaos como yo. ‘The Master’ sólo se asoma tímidamente a esa cuestión, ya que a Paul Thomas Anderson le interesa más el contexto histórico (el trauma post 2ª Guerra Mundial), y el juego de relaciones personales que la trama propiamente dicha o el retrato morboso.

El film se centra en el año 1950, en pleno trauma post Segunda Guerra Mundial, el caldo de cultivo de visionarios como Lancaster Dodd (inspirado en Hubbard, fundador de la Cienciología y su precursora, la Dianética) que con sus nuevos métodos curativos, mezcla de psicoanálisis (ciencia) y cuerpo de férreas creencias metafísicas (religión), pretendían aliviar las tensiones y los temores de toda una sociedad afectada de stress post traumático. No por casualidad el conejillo de indias elegido por Lancaster Todd para probar sus métodos curativos es Freddie Quell, un excombatiente que vuelve de la guerra del Pacífico y que no encaja en la sociedad civil, quizá la figura que mejor representa el trauma de toda una nación. Quell es un animal instintivo, furioso y lleno de rabia contra una sociedad en la que no encaja. Joaquin Phoenix, con joroba, hechuras y andares de mulo de carga, hablando casi ininteligiblemente por un lado de la boca, entreabierta en un gesto cargado de desprecio y de rabia, compone desde la introspección un personaje tremendamente patético, doliente. Por su parte, Seymour Hoffman interpreta a Lancaster Dodd, otro tipo de animal, un animal social, un gurú tan carismático como egocéntrico, el perfecto vendedor (¿de humo?), el motivador americano que te atrapa con su speech, pero cuya máscara afable se resquebraja cuando alguien de entre el entregado auditorio osa poner en cuestión su férreo corpus teórico. En cierto modo, su personaje retrata otro prototipo típicamente americano. Hoffman mezcla la grandilocuencia, el bigger than life (en palabras del propio director) con cierta contención de gentleman. El tercer vértice del triángulo es Peggy Dodd, interpretada por Amy Adams, la gran mujer tras el gran hombre, el poder en la sombra, descofiante de la relación de su marido con Freddie Quell, a quien considera un alma errante que no merece la pena salvar.
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CourierNew12
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7
27 de diciembre de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conviene no dejarse engañar por el tandem Belén Rueda – Guillermo del Toro: "Los Ojos de Julia" está más cerca el suspense clásico que del terror gótico, más cerca de "Psicosis" que de "El Orfanato".

Huyendo de alucinaciones, flashbacks y demás golpes (bajos) de efecto, propios del thriller trascendentaloide y del terror espectral-digital del nuevo siglo, Guillem Morales parte de elementos tan viejos y tan efectivos como la ceguera y el miedo a la oscuridad, y se apoya en una planificación realmente inspirada, en una fotografía grisácea, desaturada y contrastada, y en el buen uso de una banda sonora digna de mención. Así mantiene durante todo el metraje una inquietud sostenida (y no una colección de sustos) por una atmósfera tán inquietante como los negros nubarrones que se ciernen en todo momento sobre el cielo de esa geografia imaginaria y universal, de unas localizaciones que remiten a muchos de nuestros miedos sin llegar nunca a la impostura.

"Los Ojos de Julia" funciona endiabladamente bien, pese a algunos agujeros del guión. Y lo hace básicamente porque su director sabe en todo momento lo que tiene entre manos, y le saca todo el jugo posible. El trabajo de cámara es en todo momento orgánico en su conexión con el tema, jugando con lo que se ve y lo que no se ve (o lo que nosotros vemos pero la protagonista no puede ver), y la fotografía crea un interesante contraste entre luces y sombras. Así, el film contiene escenas memorables, como la persecución por el pasillo al tiempo que se encienden los fluorescentes, la desapercibida huida del asesino del lugar del crimen desde su punto de vista, el desvelado de la identidad del criminal o una lucha final al ritmo de los inquietantes fogonazos de un flash, con ecos de "El Silencio de los Corderos".


El apartado actoral es otro de los grandes sustentos del film. Belén Rueda lo borda, frágil y fuerte, tierna y valiente a partes iguales, en un huesudo equilibrio. Lluís Homar aporta su buen hacer, y comparte con ella momentos realmente intensos y emotivos, sobre todo durante la secuencia del viaje a esa hipotética Bellavista. Pero la revelación es Pablo Derqui, el perfecto hombre invisible,…y hasta aquí puedo leer.

Sin embargo, "Los Ojos de Julia" no es una película redonda, porque su guión denota algunas flaquezas, además de varias licencias destacables. A pesar del suspense y de unos buenos diálogos, el encaje de las piezas resulta algo intrascendente (el papel de algunos secundarios, algún descubrimiento prescindible o los propios motivos de asesino) y el puzzle al completo carece quizá de la entidad suficiente para calar más hondo.

"Los Ojos de Julia" es, pues, un film deslocalizado y atemporal que funciona a base de escenas, de continuas ideas cinematográficas, y cuya aparente falta de mayores pretensiones juega en su favor y en su contra. Buen cine de género, que logra inquietar y emocionar sin resultar pretencioso. Una pequeña joya, sencilla y tremedamente efectiva.
CourierNew12
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8
16 de enero de 2012
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho había leído sobre 'Los descendientes', mucho y bueno. Y la verdad es que, afortunadamente, el nuevo filme de Alexander Payne ('Entre copas'), adaptación de la novela homónima de Kaui Hart Hemmings, no me ha defraudado en absoluto.

Tras un accidente en moto acuática, Elisabeth, la mujer de Matt King (George Clooney), queda en coma irreversible, y los médicos comunican a Matt que deben desenchufarla de forma inminente de las máquinas que la mantiene con vida. Matt tendrá que lidiar con la trágica situación desde varios frentes, que a la vez remiten a las distintos actos del film: sustituyendo a su esposa y ejerciendo de padre “de repuesto” (no pasaba mucho tiempo con su familia debido a su trabajo de abogado), y logrando hacerse con sus dos hijas; tratando de asumir el descubrimiento de la infidelidad de su mujer en coma y gestionando sus emociones al respecto; y afrontando la venta por imperativo legal de unos terrenos heredados que pertenecieron a sus ancestros. Estos tres frentes, estos tres conflictos, se potencian unos a otros, alimentándose en cadena: la revelación por parte de su hija de la infidelidad de su madre marca un punto de inflexión en la relación padre-hija. A su vez, el resultado del viaje (interior y exterior) que emprenden entonces Matt y sus hijas para descubrir la verdad de su esposa, repercute en su decisión final, ya en el último acto, sobre las tierras.

Payne dirige sin estridencias, pero sin complejos (con un uso irregular e interesado de recursos como cortinillas, voz en off o mapas) un relato esencialmente amable, donde predomina el buenismo de la mayoría de los personajes, empezando por el protagonista, Matt King (genial Clooney directo al Oscar, en un registro más vulnerable que de costumbre), un 'santo job' que nunca pierde la paciencia e intenta hacer siempre lo correcto, y que es capaz finalmente de asumir la dolorosa verdad con entereza y dignidad. Tal personaje, que en otras manos hubiese podido parecer demasiado perfecto y plano, demasiado soso, gracias a Payne y sobre todo a Clooney, resulta tremendamente humano. Como humanos, redondos y más o menos dignos resultan todos los demás personajes (desde la hija mayor hasta incluso los más susceptibles de resultar abyectos) pues la visión del director es tan comprensiva y compasiva como el propio protagonista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
CourierNew12
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