Es ciertamente difícil encontrar hoy en día una película realmente buena entre las últimas producciones y siempre un regalo toparse con una joya como ésta.
De correr los años en los que el movimiento del film noir se produjo en EE.UU. (1941-1959) podría pasar perfectamente por un film de cine negro de finales de los 50.
Una estética cuidada, la excelente utilización de la música, así como de una ambientación simplemente perfecta, hacen junto con las brillantes interpretaciones (sobre todo de Ryan Gosling) un cóctel exquisito para saborear no una sino un montón de veces. Sin duda, uno de los mejores films actuales, altamente recomendable.

Vaya vaya... cuánto entendido del séptimo arte hay por aquí... debe ser que todos han estudiado cine... pero se olvidan de una cosa: una película no se sustenta por unas bellas imágenes, localizaciones, fotografía y buenos actores aunque sean de primerísimo orden, sino por algo que se llama Guión y que aquí no tiene pies ni cabeza. Tras esperar a ver si pasaba algo en la película... el suspense se va desinflando hasta llegar a ver el rostro de esa enana-niña que más bien invita al hilarismo que al pretentido susto. Personajes como las dos "inquietantes" o más bien desesperantes mujeres que parecen estar metidas en la historia con calzador hacen que te preguntes a qué viene eso... en fin... yo pensaba... bueno con Julie Cristie y Donald Sutherland tiene que ser buena... pero qué va... está claro que una película que no tiene un buen guión no vale nada.

Películas que no han gozado de tanta fama a través de los tiempos, una vez redescubiertas, se revelan como pequeñas joyas cinematográficas realmente interesantes así como de una sobriedad y factura no exentas de los ingredientes básicos del cine negro. Éste es el caso de Nightfall (Al Caer La Noche) de 1956, dirigida por Jacques Tourneur, con Aldo Ray y una joven Anne Bancroft en los papeles principales.
Tourneur nos da en esta ocasión, como en muchas otras, una lección de verdadero cine con todos los elementos esenciales que componen una obra que mantiene al espectador pegado al asiento en todo momento. Puede que en esta ocasión nos recuerde un poco a Hitchcock tal vez, pero aunque se muestre a un falso culpable, la comparación se disipa en la resolución de la trama y en el uso de una gran atmósfera de tensión y secuencias nada previsibles.
Sus películas poseen una especie de magia que ronda la pantalla como una especie de niebla de su propia marca, una impregnación que hace fácilmente identificable su buen hacer.

Normalmente los trabajos de un director, por diferentes que puedan llegar a ser entre sí, siempre suelen tener características comunes, un estilo identificable, pero en esta ocasión no veo nada que me diga que es una película de Verhoeven y la verdad es que nos lo ha dejado “a huevo” para que nos deleitemos con críticas de las que no dejan títere con cabeza y a veces pienso si realmente los creadores de tales mojones fílmicos son conscientes de sus engendros. Pues bien, parece que no.
En cuanto a esa búsqueda de venganza por parte de la protagonista, que yo no consigo ver por ningún lado porque más bien parece todo lo contrario, se traslada a nuestra persona para convertirnos en las verdaderas víctimas al ser testigos de atrocidades cada cual peor que la anterior. Y es que hay muchas formas de provocar, de ser transgresor, rebelde, antisistema, pero hay que saber hacerlo. Otra cosa muy distinta es vanalizar sobre ciertos actos y sus consecuencias y transformarlas en un mal gusto de esos que te hacen cuestionarte por qué estás perdiendo un valioso tiempo frente a la pantalla. Confundir cualquiera de las formas citadas anteriormente con el mal gusto es para hacérselo mirar.
Lo curioso no es que veamos a un personaje totalmente trastornado y enfermo, sino que casi todos, por no decir todos ellos, lo están. Bueno, hay muchas películas con personajes así que son obras maestras… pero cómo os diría yo… este no es el caso. Que psicópatas, violadores, sociópatas, imbéciles y demás fauna pululen alegremente por la pantalla durante dos interminables horas de suplicio haciéndonos creer que sus situaciones lucen como las más normales del mundo no tiene el mínimo sentido. Si fuese una comedia negra, algunas secuencias podrían pasar, pero seguiría siendo de mal gusto, especialmente porque hay cosas sobre las que hacer comedia no procede. En esta película, las situaciones ridículas, patéticas o del surrealismo de la más ínfima calidad son tan poco creíbles que no sé cómo calificarlas. Ah, esperad, creo que sí… una mierda.

No hay peor sentimiento a la hora de ver una película, que el que irremediablemente aflora para decirte que algo va mal. Si comienzo a sentir de pronto un deseo de que el metraje termine cuanto antes, es que algo va mal, sin duda.
Me pregunto: “¿y esto, de verdad es de Cronenberg? ¿el que nos ha inquietado, fascinado y entretenido a partes iguales en muchas ocasiones?” Pues sí, amigos, el mismo. Aunque a veces la adaptación de algunas obras literarias resulta muy difícil o simplemente no aptas para el celuloide. No todo se puede plasmar en la pantalla de la misma forma que aparece sobre el papel...
El insulso rostro pálido que llena la pantalla con incoherentes y absurdos (a veces hasta pretendidamente rompedores y originales) pero sobre todo ridículos en la mayoría de las ocasiones, me aburrió hasta pedir ya la hora. Pocas veces he deseado con tanto ahínco que una película terminase de una puñetera vez. Qué aburrimiento...