Aunque sean de corte diferente, "Manchester frente al mar" no deja de recordarme a otra buena tragedia que, en ocasiones, empalaga: "Agosto". Si recuerdan, un film donde distintos miembros de una misma familia tienen muchos secretos y tragedias ocultas. Poca cosa es tan efectivo como un drama bien llevado, pero se corre el riesgo de pasarse en los ingredientes.

Sobre los hombros de un Casey Affleck que lleva bien a su taciturno personaje, Kenneth Lonergan dirige con sobriedad y un ritmo pausado, en ocasiones quizás demasiado, nos va llevando por unos derroteros que nos sumergirán en miserias, redenciones y soledad.

Affleck, que es muy buen actor, tiene el problema de que el hermetismo del protagonista limita su registro. Hay aciertos de casting como Gretchen Mol, a quien ya pudimos disfrutar en "Boardwakl Empire". Kyle Chandler también sobresale en el excelente reparto, dando mucho carisma a las apariciones de su personaje, pieza clave para el viaje iniciático que deberá tomar nuestro taciturno narrador.

Tal vez el problema sea que la moraleja que pretende dar está bien construida historia no precisaba de tanto desarrollo, pudiendo haber sido efectiva en menos tiempo.

Un dramón que, por momentos, se emborracha en exceso de su tragedia.

La natural alergia que no siente hacia los culebrones hace que mi interés por "Yo soy Bea" sea bastante mínimo. No obstante, debe reconocerse que hay telenovelas y telenovelas, algunas pueden sobrepasar los clichés del géneros, otras permanecen estancadas en ello. Desafortunadamente, este remake se inserta a la perfección en la segunda categoría.

No es que uno vaya a ir buscando diálogos shakespirianos en la serie, pero su capacidad de avanzar 0 metros episodio tras episodio, debió de desesperar incluso a sus incondicionales. Asimismo, el éxito de audiencia que tuvo convenció a los productores de hacer un spin off que avanzaría todavía más lento y sin cambiar título (doble buff). Aquello ya debió de ser demasiado incluso para los espectadores más incondicionales.

Me sorprenden eso sí las críticas al punto de partida. Es cierto que la serie abusa del tópico de que muchas personas atractivas físicamente no son precisamente unas luminarias. Un topicazo de don Juanes y rubias tontas con poca materia gris que no tiene, en lo absoluto, que corresponderse con la realidad. Sin embargo, no entiendo porque ofende tanto el tópico sin fundamento, más en un programa donde cada personaje es de retablo, cuando muchísimas otras series pecan de lo contrario, colocando estándares de belleza imposibles y azotando con indiferencia a todo lo que sea chic o no esté entre lo metrosexual y modelos de la pasarela Cibeles.

Honestamente, lo que más cansa de "Yo soy Bea" es el pecado imperdonable de aburrir.

"La novia de Frankenstein" entra por los ojos casi de inmediato. Ver a Elsa Lanchester en un sagaz prólogo como la escritora que creó al mítico monstruo del buen doctor, ya invita a pensar que uno va a ver una joya del terror de la década de los 30 del pasado siglo. James Whale dirige a un Boris Karloff que se reafirma en uno de los papeles que le dieron el estrellato.

Estamos ante una secuela que arranca justo donde se había dejado la cosa, ambientada en esos excelentes secundarios y pintorescos aldeanos. Eso sí, es conveniente saber a dónde se va cuando uno revisita este film. El guión se complica muy poco la vida con las pretensiones y motivaciones de las criaturas, siendo todo una montaña sin frenos que debe acabar en un castillo y bajo una tormenta de proporciones bíblicas.

Un cine de terror propio de aquel tiempo. Hoy en día, lo que han perdido sus efectos especiales o su sentido del miedo lo ha ganado en humor y entrañable nostalgia, siendo una cita obligatoria para los seguidores de las versiones para la gran pantalla de Frankenstein.

Aunque pueda parecer herejía, no hay gran diferencia, más allá de los medios, en esta rápida manera de poner al espectador en la palestra gótica que en series como "Penny Dreadful", haciendo honor a esos sangrientos, baratos y entrañables folletines de criaturas de ultra-tumba.

Y allí, pocos reinados oscuros igualan al de Frankenstein. Y si lo encarna Karloff, pues mejor.

Oliver Stone vuelve a su esencia, con todo lo bueno y lo malo que esa frase conlleva. Cogiendo el material de un bestseller escrito por Don Winslow, el cineasta nos lleva a una improbable y rocambolesca historia que juntará el destino de un triunvirato de amor libre con una temible facción del cartel mexicano. Misteriosamente, este sueño psicodélico, violento y con sexo latente, tiene momentos muy logrados.

Sobresale la presencia de Salma Hayek y Benicio del Toro, quizás los dos intérpretes más hábiles de todo este entramado, capaces de darle fuerza a oscura y sus personajes. También se permiten guiños socarrones de humor negro divertidos, como el sonido de música de fondo del inolvidable "Chavo del 8" en algunos de los compases más terribles de la trama.

Sin embargo, a Stone y su equipo se las va a ir la cabeza y mucho. Con una premisa atractiva (como estos mafiosos mexicanos enseñan, involuntariamente, a estos tres posmodernos cómo se consigue que tu enemigo haga lo que quieres), creo que en sus mejores tiempos, el director de "Alejandro Magno" habría podido hacer algo mucho más deslumbrante.

Lo que nos queda es un absorbente anuncio, una imagen de póster, buenas noticias como traer de vuelta a John Travolta pero... Poco más, la estampa es tan imponente como decepcionante el resultado final.

Sus rocambolescos giros tampoco permiten cogerle más cariño en el proceso.

"Padre de familia: ¡Es una trampa!" es la tercera película de la paródica visión de la serie animada sobre la mítica trilogía original de Star Wars. Con Peter Shin a los mandos, el equipo de Seth MacFarlane acaba así el trabajo iniciado en dos gracias secuelas, la cual tiene un humor muy referencial y, en el que el único reproche asumible no es muy grave; se trata de que la verdadera devoción que algunos de los guionistas del show sienten por La Guerra de las Galaxias les impide sacar de todo su cuchillo.

No obstante, en un curioso paralelismo con lo que sucedió en la producción original de George Lucas, a este episodio VI parece que llegan cansados. Hay menos frescuras y un ritmo más lento, costándoles encontrar el momento de enganchar a la audiencia.

Por supuesto, aquellas personas a las que les guste Padre de Familia y los duelos de espada a sable láser deben verla, pero, si no, se trata de una ironía sobre una película que no resulta precisamente de visionado imprescindible para arrancar la carcajada.

A fin de cuentas, ya se había hecho en Robot Chiken.

No sé si es que los ewoks eran demasiado serios para funcionar en animación o que.... pero me falta alguna pieza para disfrutarla como sí me lo hicieron pasar bien las dos primeras.

¿Alguna posibilidad de que Family Guy se atreva con los capítulos I-III?