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Críticas de Eduargil
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Críticas 139
Críticas ordenadas por utilidad
6
23 de julio de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El éxito del realizador Emiliano Torres con su opera prima El Invierno, en el pasado Festival de cine de San Sebastián tras conseguir el Premio Especial del Jurado y el de Mejor Fotografía, augura un brillante y prometedor futuro para este director argentino. Se trata de una historia de supervivientes en un recóndito lugar de la Patagonia donde el tiempo parece haberse detenido y existe la angustiosa sensación de que el largo invierno nunca expira. Estreno el 28 de Julio.

La acción de El Invierno nos sitúa al sur de La Patagonia, en la provincia de Santa Cruz. En esta recóndita región con un clima tan duro, vive Evans (Alejandro Sieveking), un viejo capataz que lleva muchos años al frente de un rancho dedicado a la cría de ovejas. Entre un grupo de jornaleros que llegan a la finca para trabajar en unas exigentes condiciones laborales de 5 de la mañana a 5 de la tarde, se encuentra Jara (Cristian Salguero), un joven ranchero de 30 años, el cual ha realizado un largo recorrido de miles de kilómetros desde su ciudad natal, Corrientes, muy cerca de la frontera con Paraguay.

La adaptación del joven Jara al duro escenario es buena y poco a poco va afianzando su liderato en el grupo. Todo ello no pasa desapercibido al dueño y pronto comienza a fijarse en él. El astuto y perro viejo Evans es rápido para captar la amenaza que supone la presencia de un hombre mas joven que él y siente (con razón) que sus días están contados. El progreso es inevitable, la finca tiene nuevos propietarios con renovados planes e intereses. Cuando el encargado (Pablo Cedrón) informa a Evans que los dueños han decidido prescindir de sus servicios en favor de Jara, ese resentimiento generado entre ambos dejará de ser una simple amenaza para transformarse en algo más. Evans decide regresar a la ciudad para intentar reanudar su vida, sin embargo se dará cuenta que no puede renunciar sin luchar.

El despiadado avance del progreso y la globalización llega hasta el sur de la Patagonia más profunda. Santa Cruz es cada vez más dependiente del turismo, entre otros motivos, por un glaciar que atrae a miles de turistas al año. Todo ello provoca que el estilo de vida desarrollado en esta remota región, sin agua corriente, electricidad o WiFi, quede anticuado y deba de ser sustituido por otro más acorde a los nuevos tiempos. Por consiguiente, Jara también terminará siendo despedido.

Por la temática y los diversos giros narrativos utilizados a lo largo de la película, es difícil definir El Invierno. Puedo aventurarme a decir, que se trata de una mezcla de austera parábola sobre la codicia capitalista, retrato etnográfico, y suave thriller. Una especie de western argentino preocupado por el choque de dos modelos económicos diferentes, el modelo agrario sostenible y el basado en la nueva tecnología y el dinero.

Las interpretaciones, sin muchos diálogos, se centran en el gran trabajo del argentino Cristian Salguero (Paulina, 2015) en el papel de Jara y en el chileno Alejandro Sieveking (El Club, 2015) como Evans. El resto de personajes en el El Invierno no son tan trascendentales y giran alrededor de estos dos principales, aunque debo destacar, a pesar de su breve participación, el buen hacer de Pablo Cedrón como el encargado de la finca. En cuanto a la presencia de la mujer, los papeles femeninos son efímeros y aparecen de forma fugaz e irrelevante.

Destacar la fotografía de Ramiro Civita que capta de forma magnífica la austera belleza del entorno. El ritmo de la película del director Emiliano Torres es bastante lento por lo que aviso que será difícil de digerir por muchos espectadores.

Cinemagavia: https://cinemagavia.es/pelicula-critica-el-invierno/
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8
17 de julio de 2017
5 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director y guionista Cristi Puiu, considerado como uno de los iniciadores del llamado Nuevo Cine Rumano, llega a nuestras carteleras con su cuarto largometraje Sieranevada, tras cosechar excelentes críticas en el Festival de Cannes 2016 donde participó en la Sección Oficial. Sieranevada, rodada con cámara en hombro casi en tiempo real, presenta a una familia rumana reunida en un pequeño piso para conmemorar el fallecimiento de uno de sus miembros. El acto se aprovechará para sacar a relucir asuntos personales, realizar discursos fanáticos sobre el antiguo régimen comunista o buscar teorías de la conspiración sobre el 11 de septiembre. Estreno 21 de Julio.

La trama en Sieranevada comienza con Lary (Mimi Branescu), un médico que asiste con su esposa Laura (Catalina Moga), a una reunión familiar por la muerte de su padre hace 40 días. Algo muy habitual en la sociedad rumana donde amigos y familiares se reúnen después del entierro, cuarenta días más tarde, con el fin de hacer un primer homenaje al fallecido, posteriormente, al año, vuelven a realizar un segundo acto conmemorativo, para finalmente, homenajear al difunto a los siete años de su muerte. La última escena de Sieranevada, el director Cristi Puius refleja de forma clara lo extraño, casi absurdo, de la situación generada cuando una familia se reúne en honor a uno de sus miembros que ya no está entre ellos.

En la casa de la madre, toda una serie de amigos y familiares esperan al sacerdote para bendecir la reunión con ritual ortodoxo, después del cual se permitirá comenzar a comer el ágape preparado para tal acto, sin embargo el sacerdote se retrasa. La ansiedad y el hambre son abundantes ante la espera y, a pesar de los diferentes puntos de vista y creencias de los invitados, todos se esfuerzan por participar en el ritual de la mejor manera posible por el bien de la armonía familiar. Nadie realmente consigue comer, pero sí beben, y el espectador llega a tener la sensación de que la comida no va a empezar nunca.

Tras la reciente noticia del atentado al semanario satírico Charlie Hebdo, con la espera tenemos la oportunidad de escuchar a Sebi (Marin Grigore), el primo de Lary, divagar sobre posibles teorías de la conspiración, desde los atentados del 11 de septiembre al accidente nuclear de Fukushima. En la reunión salen a relucir también asuntos personales como el de la infidelidad, por este tema la tía Ofelia (Ana Ciontea) tiene una crisis con su marido Toni (Sorin Medeleni), y la hija de estos, Cami (Ilona Brezoianu), acaba de traer a casa una amiga croata que se derrumba en una habitación vomitando la borrachera. Además, una vecina hace llorar en la cocina a la hermana de Lary con una efusiva defensa del antiguo régimen comunista, y poco después descubrimos, el motivo de su llanto: el difunto padre tuvo que prestar sus servicios al régimen por obligación.

La mayoría de las casi tres horas de duración de Sieranevada, la cámara sigue de cerca a Lary en espacios reducidos, tanto en el interior de su coche presenciando las discusiones con su esposa Laura, como a lo largo de todas las estancias de la casa familiar repleta siempre de personas. También hay momentos donde la cámara toma cierta distancia, como la secuencia inicial en la calle, a la salida del portal de la casa del matrimonio, en la que llega a estar fija varios minutos en la acera de enfrente, filmando la espera de Laura a que su marido de la vuelta a la manzana con su coche para recogerla o la anterior en la que Lary se baja del coche aparcado en doble fila para llevar las maletas a su casa (para la mayoría de los espectadores ambas escenas resultarán eternas). Estas secuencia iniciales nos preparan para lo que va a venir a continuación.

Hay otro momento muy importante en la película, en el que vemos a Lary en la calle, en una inesperada trifulca con vecinos propiciada por el mal aparcamiento de su automóvil, tras la pelea, una vez en el interior del coche, la tensión generada sacará a relucir de su interior un recuerdo clave de la niñez sobre su padre, que le llevará a revelar con lágrimas en los ojos su propia verdad. Esta extraña escena de alguna manera constituye el clímax de la película. En resumen, la cámara siempre adopta una posición meramente observadora de los acontecimientos independientemente de la distancia.

La mayor parte de la película se desarrolla en un pequeño hogar de Bucarest, donde el espectador ve la reunión familiar a través de largas escenas filmadas con cámara en hombro, siguiendo el recorrido de los personajes por las diferentes estancias de la casa, las personas van y vienen de una habitación a otra y las puertas se abren y se cierran pero nunca golpean fuerte. Cristi Puius se instala de forma estratégica durante mucho tiempo, en el vestíbulo de la vivienda, para observar sin moverse del sitio, las continuas entradas y salidas a la cocina ahumada por el tabaco, al comedor donde está el banquete y al cuarto de baño que parece siempre estar ocupado. El resultado de todo ello es, por un lado, la sensación de estrechez algo opresiva y agobiante y por otro, dotar a la trama de una enorme intensidad y realismo.

Una de las características más interesantes de SieraNevada reside en la manera de como, poco a poco, vamos descubriendo la identidad y el parentesco de los diferentes personajes, la forma de relacionarse cada uno de ellos con los demás, lo que sienten con respecto al resto y las distintas historias que comparten. Así, cuando Lary no puede contener la risa al oír una discusión entre los tíos, podemos no comprender exactamente el motivo de la carcajada, pero igualmente compartimos la risotada al percibir la gracia que él ve en la rocambolesca situación.

Por limitación de caracteres, los dos párrafos finales que quedan con las conclusiones, puedes leerlos en: https://cinemagavia.es/pelicula-critica-sieranevada/
Eduargil
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6
11 de noviembre de 2017
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La crisis de los refugiados es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la Unión Europea y un problema de difícil solución, mas cuando vemos el creciente aumento de ciertas ideologías populistas y xenófogas, que aprovechan este fenómeno para ocupar cuotas de poder en los parlamentos de sus respectivos países. Hungría probablemente sea el país más hostil para el refugiado en Europa, con un gobierno populista de derechas encabezado por Viktor Orban que mantiene a los refugiados fuera de sus fronteras nacionales. Hungría tiene sus fronteras cerradas, cercadas con alambre de púas, impidiendo el tránsito por su territorio de millones de personas, especialmente de Siria, que escapan del terror de una guerra y buscan destino en otros lugares de Europa. Una Europa que para muchos de ellos se convertirá en un verdadero infierno.

Jupiter’s Moon se inicia con un grupo de refugiados sirios en terreno serbio preparados para buscar su salvación en Europa. Intentarán cruzar la frontera con Hungría desde Serbia a través de pequeñas embarcaciones proporcionadas por las mafias tras cobrar grandes sumas de dinero. Un poco antes, se hace una pequeña introducción donde se indica que Júpiter tiene 67 lunas, de las cuales, 4 fueron descubiertas por Galileo y de estas, tan solo una, Europa, podría ser capaz de soportar vida debido a sus características geográficas. De esta forma Kornél Mundruczó crea su metáfora desde un inicio, la luna de Júpiter también simboliza un ocaso de esperanza para aquellos que buscan una mejor existencia.

El jóven Aryan (Zsombor Jéger) y su padre (David Yengibarian) están a bordo de un barco para cruzar la frontera húngara con destino al interior de Europa, pero inmediatamente son atacados de forma indiscriminada por la guardia fronteriza. Durante el caos del ataque padre e hijo se separan. En la huida, Aryan es disparado a quemarropa por László (György Cserhalmi), el jefe de un centro de detención, con tres balas en el pecho y estómago. Una muerte que parece inevitable da paso a un suceso milagroso: las primeras gotas de sangre se elevan del cuerpo y flotan lejos de él como pequeñas pompas de jabón rojizas, y todo su cuerpo se eleva lentamente en el aire hasta que se estrella con la copa de un árbol. Posteriormente, vemos como recupera la conciencia en la enfermería de los campos de refugiados.

Este acontecimiento propio del realismo mágico se convertirá en la fuerza motriz de la trama. En la enfermería, Aryan, será tratado por el Dr. Gabor Stern (Merab Ninidze), un cínico médico, adicto al alcohol que al descubrir los poderes milagrosos del joven verá la oportunidad de ganar mucho dinero. No como una atracción de feria, sino como una especie de sanador mesiánico para ricos enfermos. Gabor Stern, necesita desesperadamente el dinero, porque quiere pagar una indemnización provocada por una negligencia suya cometida por culpa del alcohol.

Los primeros diez minutos de Jupiter’s Moon son frenéticos y electrizantes. En ellos vemos a los refugiados sirios tratando de cruzar de Serbia a Hungría por la noche en un bote improvisado controlado por codiciosos contrabandistas, escapando de las balas de la guardia húngara y corriendo por el bosque desesperadamente. Una espectacular persecución con imágenes sorprendentes captadas con gran precisión y belleza en una sola toma larga. Las elevadas expectativas generadas al principio acabarán en frustración para la mayoría de los espectadores al no mantener el ritmo de la narración durante el resto de la trama. Este inicio junto a una impresionante persecución de automóvil por las calles de Budapest y un ataque terrorista en el metro es posiblemente lo más destacado de Jupiter’s Moon.

Jupiter’s Moon decae y entra en terrenos farragosos cuando se convierte en un discurso filosófico-moral sobre la presencia de Dios. Aryan es sobrehumano, es referido varias veces como un ángel, y el personaje central, el doctor Stern, en un inicio se manifiesta como un ateo convencido para poco a poco, gracias a su experiencia con el joven refugiado comenzar a creer en lo divino. Stern es un ateo desilusionado, le dice a unos testigos de Jehová que cree en la “resurrección de Hungría”, pero paulatinamente va descubriendo su alma a través de la inocencia y el poder de Aryan. Existe una conexión entre los dos, Aryan confía plenamente en su tutor húngaro y Stern confiesa sus fechorías pasadas al joven extranjero, aparentemente como una especie de despertar espiritual. La parábola de Cristo es mas que evidente a lo largo de la película donde Aryan simboliza a un Cristo resucitado, con los agujeros de bala como si fueran clavos y un padre carpintero.

Jupiter’s Moon intenta ser tremendamente ambiciosa, y para ello, Kornél Mundruczó, realiza una apuesta arriesgada que es de agradecer. El director quiere abordar, los controles fronterizos, la xenofobia, la corrupción de las instituciones y las mafias existentes alrededor de la problemática de los refugiados, junto a otros más personales como los prejuicios, la culpa, la redención y lo místico bajo el formato de un thriller de Ciencia Ficción. Sin embargo, todas esas grandes ambiciones marcadas como objetivo se quedan a medio camino. Tanto la persistente utilización de simbolismos como las continuadas metáforas sobre el mismo tema terminan por resultar un poco cansado, además los efectos especiales se vuelven algo repetitivos después de un tiempo. Las más de dos horas que dura la película seguramente tiene algo que ver.

https://cinemagavia.es/pelicula-critica-jupiters-moon/
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8
6 de octubre de 2018
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puntuación: 8,5

Situemos la acción

Al comienzo de Cold War con la Guerra Fría de por medio vemos constantemente un camión recorriendo el árido paisaje de la Polonia de posguerra, en busca no de personas, lugares o propiedades, sino de sonidos y música. Un acordeón, una ruidosa gaita, la canción de una solitaria niña. Todo se captura en una grabadora, o más bien, se custodia, como si de una valiosa materia prima se tratase. El material recopilado aparece como una masa multiforme, difícil de encontrar un claro significado para ser utilizado con un propósito determinado.

El pianista Wiktor (Tomasz Kot) es una especie de investigador en el terreno musical. Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, Wiktor junto a su colega y amante Irena (Agata Kulesza) recopilan por todo el país canciones populares tradicionales con una grabadora. Con todo el material recopilado como base, fundan un conservatorio y convocan ensayos entre los campesinos y trabajadores de la zona. La idea es encontrar a jóvenes cantantes y bailarines con talento para subirlos al escenario.

A continuación se crea un coro, con la intención de llevar la música tradicional de la población rural y montañosa polaca a las ciudades e incluso de gira por el extranjero. Los bailes se ensayan en una antigua casa señorial, medio destruida.

Entre los jóvenes que solicitan ser admitidos en la Academia se encuentra Zula (Joanna Kulig), que tiene un talento musical extraordinario, pero cuyo pasado tiene una oscura sombra. Rápidamente Wiktor se quedará fascinado y prendado con ella por su naturaleza rebelde y su canto.

Promocionar canciones populares y tradicionales

La finalidad del proyecto de Wiktor e Irena está encaminado a promocionar canciones populares y tradicionales en el olvido, y de esta manera, enriquecer la vida cultural del país. Además, intentar devolver a Polonia su identidad nacional, utilizando la música popular para conectar con las personas. Sin embargo, el partido pronto reconoce el potencial propagandístico de los sonidos patrióticos y tendrá otros planes más oportunistas…

El retrato de este meticuloso y mecánico proceso de investigación y selección, sobre el que las restricciones políticas, culturales e históricas marcadas por el establishment, parecen actuar más allá de las decisiones y la voluntad de los individuos involucrados en el proyecto, es, uno de los aspectos más destacados, interesantes y efectivos de Cold War.

Un amor imposible

Durante más de dos décadas, la historia de amor filmada con seductoras imágenes en blanco y negro, sigue a la pareja que, a pesar del gran muro que atraviesa y divide a Europa, no puede alejarse el uno del otro. Su destino está determinado por la agitación existente en la historia polaca reciente y, al mismo tiempo, refleja las duras restricciones de la política cultural bajo el periodo de Stalin, el deshielo en la época de Krushchev y el renovado endurecimiento en los años sesenta.

En este contexto, Pawlikowski explora las emociones de la pareja de manera radical, pero siempre con ternura, delicadeza y afecto. Una pasión destructiva que se prolongará durante más de quince años en Berlín, París, Yugoslavia y con muchas elipses cinematográficas precisas y perfectas.

Al igual que el folklore se ha convertido en un instrumento de propaganda durante el periodo de la Guerra Fría, la relación entre Zula y Wiktor es de desconfianza mutua, de lucha permanente, sin esperanza de resolución o cumplimiento.

Si alguien piensa que un amor como el descrito en Cold War, tan apasionado y al mismo tiempo tan destructivo, es imposible su existencia, al final de la película tenemos una sorpresa. Pawel Pawlikowski dedica esta película a sus padres.

Maravillosa fotografía en blanco y negro

La nueva película de Pawel Pawlikowski tiene mucho en común con “Ida” (2013): la trama está ubicada en el periodo de la Guerra Fría, y vuelve a repetir como responsable de la fotografia, Lukasz Zal. Las hipnóticas imágenes vuelven a estar filmadas en blanco y negro casi cuadradas, en las que los personajes a menudo se pierden en las líneas y formas rígidas de su entorno. Este formato implica menos detalles.

El ritmo también es muy rico y elíptico: las escenas a menudo se interrumpen bruscamente, se reducen a miradas, gestos y frases individuales por el cambio abrupto y los saltos en el tiempo.

En Cold War, Pawel Pawlikowski, logra crear una atmósfera infinitamente sensual y cautivadora, gracias a sus imágenes en blanco y negro cristalinas en formato 4: 3, entremezcladas con interludios musicales. Un hermoso espectáculo, que consigue hacer de las canciones populares polacas representadas por el coro, una música armoniosa, agradable y melódica a los oídos del espectador. A destacar, casi siempre en primeros planos, a una bella Joanna Kulig, que en muchos momentos nos hará recordar a la gran Jeanne Moreau.

Punto y final

Pawlikowski es un maestro de la omisión. Cada una de las secuencias de la película se da en otro lugar, a menudo uno o dos años después. Y siempre de una manera completamente natural y espontánea.

Pawel Pawlikowski consigue plasmar en tan solo 85 minutos un preciso y enormemente conciso retrato de una trágica, tormentosa e imposible historia de amor en el entorno de la posguerra. Las escenas y los diálogos están tan estéticamente comprimidos y condensados, y el montaje está tan sumamente apretado que Cold War te dejará casi sin aliento y conmovido al ver como esta pareja va directamente hacía el abismo.

Todo esto hace de Cold War un drama elíptico enormemente denso, cautivador, envolvente y estructuralmente melodramático. Una película con mucha música, jazz, imágenes maravillosas, poderosas y conmovedoras, personajes legendarios y grandiosos más de cine que de la vida cotidiana. En definitiva, cine en estado puro, se respira cine por los cuatro costados.

https://cinemagavia.es/cold-war-pelicula-critica/
Eduargil
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