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España España · Barccelona
Críticas de EL ALBATROS
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Críticas 223
Críticas ordenadas por utilidad
8
21 de abril de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este excelente film es un buen testimonio de la evolución de Yasujiro Ozu hacia un mundo único, preciso e inimitable, en su afán de perfección enfermiza sometida a las reglas impuestas por el propio cineasta. El film retrata a un hombre errante no sólo física sino también espiritualmente. Nuestro protagonista no solo carece de hogar fijo debido a su trabajo, también su forma de enfrentarse a la vida buscando una meta que no llega, aunque esa itinerancia le aporta la esperanza para continuar vivo. Sentimientos cruzados, verdades ocultas, celos traicioneros, indiferencia dolorosa, fracaso paterno, todo ello se refleja en esta fábula moral cargada de reflexiones morales.

Basada en una antigua película muda del propio director, se trata de un remake de “Historia de una hierba errante”, una de las obras más logradas de su primer periodo. El maestro nipón crea un film de una belleza plástica imponente, la iluminación de Kazuo Miyagawa, habitual colaborador de los films de Kurosawa otorga a “La hierba errante” una inusual exaltación cromática, muy superior a otras obras de Ozu en cuanto a fotografía. Este remake incrementa su interés respecto a la versión previa, pues todos los grandes maestros que realizaron nuevas versiones de antiguos trabajos, siempre lograron mejorar la anterior, cosa que no suele ocurrir en otros films que pretenden ser meras operaciones comerciales.

Su argumento es tan entrañable como un reencuentro con seres queridos: en un verano sofocante de calor, tras atracar en un pueblo costero japonés, una compañía de comediantes se instala provisionalmente en el lugar para escenificar una obra de teatro ante sus habitantes. Al mismo tiempo Kihachi, el patrón de la compañía aprovecha la ocasión para reencontrarse con una amante del pasado. Se trata de Oyoshi, mujer madura y madre de Kiyoshi, un joven hijo común de ambos que ignora quien fue su padre. A ellos se suman los celos de la joven Sumiko, actual pareja sentimental del director y actriz en la compañía.

La puesta en escena y composición es fiel al estilo técnico y personal del cineasta, sin apenas movimientos de cámara, prescinde del zoom y las panorámicas, siempre muy baja la cámara con planos medios y largos, su mirada siempre sencilla y diáfana. Ozu consigue plasmar aquello que él admiraba y presentía, el destello de una tradición y la irrupción de una modernidad cuya confrontación dialéctica dejó una honda huella en el costumbrismo japonés. Sus tramas son siempre sencillas y lineales, nunca se sirve del “flash back”, abordando la compleja fragilidad del ser humano con sus semejantes, con su particular ritmo pausado, pero al mismo tiempo con determinación, meticulosidad y una exhaustiva planificación, Ozu rodaba cada plano como si todo estuviera ya definido antes de poner la cámara en marcha. A estas alturas de su filmografía, Ozu alcanza una mayor delicadeza y profundidad, a la vez que adopta un cierto aire de ironía crítica debido a sus experiencias vividas. Una de sus mejores obras sin duda.
EL ALBATROS
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8
3 de abril de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a que últimamente el cine inglés no goza de buena crítica, pues lo suelen calificar de frío, distante, académico y otros adjetivos menos elegantes, seguramente porque intenta desligarse de la estela fantástica de videojuegos apabullantes, aparatosa y banal con que nos invade el actual cine norteamericano, lo cierto es que en los últimos años han llegado a nuestros cines excelentes films como “Mr. Turner”, “La teoría del todo”, “Descifrando Enigma” o esta excelente “´71”, ópera prima del director Yann Demange, hasta entonces sólo conocido por unos cortos y alguna interesante serie de TV. Esta humilde y certera cinta, es una estimulante obra llena de talento, heredado del tradicional estilo británico que ha sabido mantener vivo su legado artístico, definido por el realismo y el documental, su solidez basada en el drama teatral, cuyo arraigo dramático se ha visto beneficiado por la buena fotografía y el montaje, pero sin perder por ello la innovación y la experimentación.

Narrada con buen pulso, cuenta las vicisitudes de un joven e inexperto soldado inglés, herido y abandonado a su suerte, perdido en un barrio controlado por el IRA en la capital de Irlanda del Norte en 1971. Por momentos, esta cinta me ha recordado al del febril y tenebroso film de Carol Reed, quiero decir que, igual que el gran James Mason de “Larga es la noche”, malherido, pertrecho y acorralado por sus perseguidores como activista revolucionario irlandés. El soldado inglés Gary Hook (un excelente Jack O´Connell) se esconde en las laberínticas, lluviosas y oscuras calles de Belfast, mientras católicos y protestantes mantienen una guerra fratricida. El cineasta Demange narra de forma sobria una variante del film de Reed, con estilo sombrío que ofrece un retrato cruel y despiadado de lo que ocurría en ese territorio durante esos nefastos años. La policía, el ejército y las dos facciones del IRA, contemplados todos ellos de forma poco complaciente, pues casi nadie sale bien parado, por sus métodos más que cuestionables.

Unos actores muy adecuados, un guión excelente lleno de giros inesperados donde nada es lo que parece, una fotografía inquietante, todo ello consigue un equilibrio en la descripción de las adversidades del soldado nobel, la forma de abordar la odisea del muchacho como reflejo del clima de terror y desconfianza, marcado por la violencia, el miedo y la sed de venganza de una sociedad ebria de odio. Se trata de un drama individual pero también es un drama colectivo, todo ello manchado de sangre a causa de una política laberíntica, como la pesadilla que sufre el soldado Hook, perpetuando un conflicto político lleno de intereses poco confesables. Notable película, nada discursiva ni demagoga, que seduce por su acción e intriga, la hostilidad de un pueblo enfrentado con el poderoso imperio británico en un infierno difícil de controlar.
EL ALBATROS
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7
25 de marzo de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esposa desconocida, diferencia social y cultural, mentalidades antagónicas, costumbres provincianas y atávicas, inadaptación al medio inhóspito de una isla apartada y olvidada. Narrada casi en tono documental, heredado de sus inicios en el cine neo-realista, desde una mirada serena y clara. Rossellini fue un cineasta especial, precursor del nuevo cine europeo, más que filmar argumentos, su cine era muy humanista, de mostrar sentimientos y emociones, director singular siempre adelantado a su tiempo, hizo del cine un medio de expresión que no se limitaba a entretener, pretendía reflexionar sobre el ser humano desde lo más profundo de sus creencias éticas y morales. La película aborda sobre todo el tema de la libertad, a través del itinerario vital de Karin, una mujer sin rumbo que, busca un sentido a su vida. Desde un campo de refugiados, huyendo de la guerra se aferra a una tabla de salvación que se le ofrece, el matrimonio con Antonio, un rudo, machista y primario pescador que busca esposa sin importarle nada más que una compañera que le haga los trabajos caseros que debe cumplir una esposa del sur de Italia, cuando ella es eslava de familia bien y culta de un país báltico, además de arrastrar un oscuro pasado.

Karin comete un doble pecado: de vanidad aprovechándose de su belleza contra la candidez del joven pescador, y contra la sacralidad del matrimonio que consuma por conveniencia. El cineasta muestra sus creencias religiosas, aunque cada espectador es libre de aceptarlas o no. No cabe duda que su mejor baza es el complejo retrato femenino que borda la Bergman como Karin en su relación con el mundo. Es también un film sobre la dependencia entre el hombre y la naturaleza, apoyándose en la moralidad cristiana. Personajes importantes son el cura que representa a Dios en persona y ese majestuoso volcán, que domina la isla, trono sobre el que se asienta la furia divina y que invita a la redención. La desesperación de Karin adquiere un tono cósmico con esos planos nocturnos bajo un cielo estrellado, en la ladera del volcán y rota por la fatiga, invadida por el dolor mientras reflexiona y pide ayuda al todopoderoso.

La presencia del paisaje lo domina todo, su litoral rocoso y escarpado es mostrado con excelentes secuencias panorámicas que descubren y describen la vida dura de la isla y sus moradores. Una cinta asombrosamente moderna para su tiempo, prueba evidente es que fue menospreciada y muy criticada e incomprendida. Una tierra volcánica donde se impone una actriz de un físico arrollador su actuación domina toda la trama, junto a un puñado de actores no profesionales. La gran Ingrid Bergman, estrella da e Hollywood, tras ver “Roma, ciudad abierta”, quedó prendada de la obra y le escribió una carta a Rossellini, ya sobradamente conocida e histórica en la que le decía que le encantaría trabajar con él, que hablaba sueco, inglés, algo de alemán y que en italiano sólo sabía decir “Ti amo”…. Naturalmente quién se iba a negar a tal envite. Lo que ocurrió luego, el “affair” sentimental, calificado por muchos como escandaloso está escrito en la Historia del cine, que siempre es bueno repasar.
EL ALBATROS
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7
18 de febrero de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gordon Douglas no es considerado un gran maestro, pero gozó en su momento de un merecido reconocimiento, aunque se había forjado en el cine B realizando algunas películas muy interesantes, durante los años sesenta adquiere su madurez creativa con “Rio Conchos”, un western alejado de lo que entonces estaba de moda que era el Oeste crepuscular por un lado, o la desmitificación del género por el otro. Un western épico y fatalista a la vez, pleno de secuencias magistrales y construcciones simétricas como la secuencia que abre magistralmente el film, así como otra no menos excelente que lo cierra. Las obsesiones son también simétricas en este buen film, ambientado dos años después de finalizar la guerra civil, cuyo itinerario físico parece un compendio de los propios territorios del western, el polvo ocre adherido a la ropa de sus protagonistas, los vasos y las botellas sucias de la cantina, el granizo sobre las rocas desnudas, el fango de los pantanos que les cubre hasta las rodillas.

Los personajes están muy bien dibujados: el vengador fatalista Lassiter (Richard Bonne), un sudista que mata apaches compulsivamente para resarcirse de la tortura, violación y asesinato de su mujer e hija. El capitán Haven (Stuart Witman), es un oficial nordista que perdió un cargamento de fusiles de repetición y ha convertido la recuperación de las armas en algo más allá del honor. Entre ambos existe una gran diferencia, el primero rechaza todo tipo de normas, mientras el segundo es obediente acatándolas sin rechistar, que afrontan una misión difícil siendo como dos caras de la misma moneda. Les acompañan dos ayudantes fieles a cada uno de ellos, el pistolero mexicano Rodriguez (Tony Franciosa), capaz de jugarse la vida por sus amigos y el sargento de color Franklyn (Jim Brown), callado y eficiente. Juntos con una muchacha apache (Wende Wagner) en busca del general confederado Pardee (Edmond O´Brien) que se niega a rendirse odiando a Lee y pretende su propia guerra junto a los apaches con los rifles robados, atrincherado junto al río que da nombre al film, en un territorio hostil de indios y bandidos mexicanos.

El paisaje, el clima y las características de las tierras que atraviesan los personajes a lo largo de su doble itinerario, físico y moral, adquieren tanto protagonismo como ellos; apenas hay una secuencia donde eso no se haga notar, pero no sólo es telúrico, seco y áspero, también es sombrío y fatalista, pues se percibe la derrota en todos su componentes. Un western sobre la venganza y el racismo en el que la muerte acaba por hermanar a todos sus protagonistas en una sinfonía de horror con olor a pólvora. Douglas realiza una buena selección de encuadres y movimientos de cámara, adecuando éstos a las características de cada uno, de tal forma que contribuye a definirlos. Deviniendo hacia un relato fantasmagórico e historicista a la vez. Goza de un par de maestros indiscutibles en su fotografía panorámica de un rojizo color terroso y una música peculiar para la época en que el género. tenía grandes referencias, me refiero a Joseph MacDonald y Jerry Goldsmith. Muy recomendable film que no por menos conocido deja de tener valor artístico que admirar.
EL ALBATROS
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6
14 de diciembre de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede parecer obvio, pero no está de más insistir en ello, que el western no se limita en modo alguno a las cumbres artísticas de los grandes maestros del género (Walsh, Ford, Hawks, Mann). Fue precisamente el western de serie B, la auténtica base del género en el soporte continuo durante la década de los 40 y 50 frente al empuje de la televisión. Este western de Gordon Douglas, ni siquiera es el mejor de su filmografía (Rio Conchos, Chuka, en mi opinión son superiores), pero merece un análisis por ser ameno y respetuoso en sus constantes pese a su escaso presupuesto, regateado metraje y no muy elevadas aspiraciones artísticas. Desde una perspectiva histórica el western es el género americano por excelencia, sus logros estéticos plantean las bases icónicas y temáticas que arrancan desde la Historia y la Leyenda pretérita norteamericana, aquí se muestra la influencia de la condición humana, la ambición, la traición, la lealtad y el amor en medio de la plasticidad de un territorio físico que influye en los personajes y su evolución moral.

“The Nevadan” es un western poco conocido, narrado de una forma un tanto especial pues sus autenticas estrellas si puede denominarse así en un film barato, aparecen realmente una vez que ha avanzado su trama. Con el siempre eficaz pero inexpresivo Randolph Scott, famoso por su rostro pétreo en una serie de westerns B durante los años 50 para De Toth o Boetticher, y la bella y joven entonces, Dorothy Malone que estaba en periodo de ascensión al estrellato. Aunque Douglas como cineasta aportó poco como estilo personal al western, destacando su indefinición tipológica, si que goza de una acertada óptica puntual en relación al sistema de producción, en el más puro estilo artesano de realizar dignamente su trabajo. Parece claro que su talento era más instintivo que premeditado. En esta ocasión, su trama es muy esquemática y con pocas aristas, su narrativa es sobria y concisa, su puesta en escena es lacónica y su fotografía es terrosa y difuminada como la ambigüedad moral de algunos de sus protagonistas.

La cámara busca siempre encuadres de paisajes escarpados y montañas nevadas, todo ello para destacar su trama de huida y persecución, de refugio y estrategia para cazar al delincuente que ha robado y escondido el oro. Tampoco falta el ambicioso terrateniente (George MaCready) que bajo la apariencia de ciudadano ejemplar esconde su ladino comportamiento. Hasta el sheriff de Twin Forks, como secundario mantiene un cierto tono jocoso al no dedicarse exclusivamente a salvaguardar la ley, también realiza trabajos de prótesis dentales por las excesivas peleas en las que sus ciudadanos pierden algún que otro diente. Un western nada despreciable y por descubrir en el que el duro Randolph Scott, guarda el misterio de su personaje hasta bien avanzada la historia, en una especie de doble papel para el desarrollo del film.
EL ALBATROS
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