Como bien dice el dicho: “La culpa no es del indio sino del que lo hace compadre”, el cual viene muy a modo cuando uno observa como de forma tan descarada los cines de México dan una enorme difusión a películas nacionales de mala calidad, exhibiéndolas durante meses mientras dejan de lado a otras bastante superiores, dejando muy pocas opciones para el cinéfilo que busca disfrutar de un cine de mejor nivel. Lo que resulta más lamentable, es que existen trabajos hechos en el país cuya calidad es excelente, los cuales por no contar con un buen “padrino” quedan fuera del espectro comercial. De esta forma, el mismo mexicano considera que las películas nacionales en general son bastante malas, puros “churros” como se dice coloquialmente.

En una temporada que inició con la pésima “Qué culpa tiene el niño”, durante los últimos meses se han estado exhibiendo en cartelera títulos como “No manches Frida” y “Treintona, soltera y fantástica”, películas muy por debajo del promedio que sorprenden por llevar tanto tiempo en exhibición, por encima de cintas como“7:19” o incluso de “Desierto”, esta última postulada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas para competir por el Oscar a mejor película en lengua extranjera.

La película “No manches Frida”, cuenta la historia de Ezequiel “Zequi”, un presidiario quien después de cumplir su condena regresa dispuesto a recupera una fortuna que tenía oculta para empezar con una nueva vida. No obstante, resulta que el dinero fue enterrado en el jardín de una escuela, el cual se convirtió en un gimnasio durante el tiempo que pasó en la cárcel. De esta forma, “Zequi” tendrá que hacerse pasar por un maestro sustituto para tener acceso al recinto e intentar recuperar el ansiado botín. Sin embargo, el protagonista quedará sorprendido al tratar con los alumnos, quienes lo pondrán en situaciones que lo harán extrañar sus días como reo. Así, contará con la ayuda de la tímida e introvertida Lucy, una dedicada maestra a quien poco a poco le irá tomando cariño.

Dirigida por el español Nacho G. Velilla, y siendo Omar Chaparro y Martha Higareda los protagonistas principales de la cinta, ésta tiende a ser una adaptación “a la mexicana” de diversas comedias estadounidenses, sobre todo con Bad Teacher, protagonizada por Cameron Diaz. El resultado puede ser bastante debatible, ya que si bien no se trata de una joya del cine mexicano (así como Bad Teacher no lo es para el cine estadounidense), la realidad es que hasta cierto punto cumple con el objetivo de divertir. De esta forma, el lenguaje soez y las actitudes impropias mostradas en la película no caen en la exageración, logrando mantener un nivel de comicidad adecuado para agradar al espectador sin hastiarlo. Asimismo, ciertas situaciones presentadas en la cinta son capaces de sacar más de una carcajada dentro del público. Por lo tanto, si bien no se justifica su prolongada exhibición en cines, se podría decir que se trata de un “churro bien hecho”, una película en la cual se cuidaron ciertos niveles de calidad tanto en cinematografía como en actuaciones para cumplir con su cometido para hacer que el público pase un buen rato.

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En la navidad de 1985, México recibió su segunda sacudida del año, aunque esta vez fue más bien de carácter moral. Así, el 25 de diciembre los mexicanos amanecieron con la noticia de que, mientras celebraban junto con sus familias, el Museo de Antropología e Historia de la Ciudad de México había sido saqueado presuntamente por una banda especializada en el tráfico de arte. De esta forma, más de cien piezas del patrimonio cultural del país desaparecieron por más de tres años, hasta que un narcotraficante reveló que el “robo del siglo” había sido perpetrado por dos veinteañeros estudiantes de veterinaria que respondían a los nombres de Carlos Perches y Ramón Sardina. Al final, la policía pudo dar con el paradero de Perches y recuperar cien piezas, mientras que Sardina continúa prófugo de la justicia junto con siete reliquias de valor incalculable.

Basada en estos increíbles hechos reales, la nueva cinta de Alonso Ruizpalacios (Güeros) se presenta a sí misma como una réplica de la historia, contándola desde una perspectiva muy personal. En esta ocasión el acontecimiento gira en torno de Juan, un joven de clase media alta que se autoproclama como un nacionalista empedernido y que en todo momento busca objetar cualquier canon establecido, dígase capitalismo, el uso del término “prehispánico” en lugar de “mesoamericano” e incluso la tradición navideña de Santa Claus. A pesar de su supuesto amor por México, la motivación por ser la “oveja negra” de la familia y hacer algo “grande” por sí mismo, lo llevarán a robar el patrimonio de todo el país. Por otra parte está Wilson, un compinche en toda la extensión de la palabra que como un niño en cuerpo de adulto seguirá a su compañero aun cuando esto implique arriesgar su libertad y sus relaciones familiares. Así, ambos ejecutarán el golpe de sus vidas para después huir junto con el botín y recorrer el bajo mundo en busca de algún comprador.

Ruizpalacios inicia su trabajo de forma dinámica, permitiendo que el espectador conozca a fondo las particularidades de ambos personajes, incluyendo su entorno social y familiar. Posteriormente, la cinta alcanza su clímax de forma extraordinaria en el momento del robo, con una escena planteada de forma excelente. Hasta ese momento la película cumple y logra captar la atención de su público, no obstante, así como los remedos de hampones no saben qué hacer una vez que tienen el tesoro en sus manos, parece haberle ocurrido lo mismo al director con la trama, ya que en la segunda parte todo es desconcierto y una serie de situaciones absurdas que la vuelven cansada y tediosa. Tras el desconcierto, el filme concluye con un tercer acto cuyo final resulta ser bastante simplista y convencional.

En lo que se refiere al reparto, Gael García (Amores Perros, Desierto) cumple encarnando el papel de Juan, logrando transmitir las motivaciones y tribulaciones que pueden llevar a un joven de veinte años aparentemente normal a cometer actos que nunca se imaginaría ser capaz de realizar. Por otra parte, Leonardo Ortizgris (Güeros) hace lo propio como Wilson, con una interpretación que logra que el espectador llegue incluso a sentir desprecio por un personaje carente de voluntad propia.

Aunque dista mucho de ser perfecta, Museo tiene varios méritos. El primero es contar, aunque de una forma bastante alejada de la realidad, una historia desconocida por muchos y que forma parte de la cultura popular mexicana. Por otra parte, su ambientación es muy buena, ya que logra proyectar de manera convincente a la década de los ochenta valiéndose incluso de referencias al cine mexicano de esa época. Asimismo, el utilizar recursos audiovisuales históricos tales como un videoclip de Jacobo Zabludovsky dando la noticia del robo le da un toque bastante realista a toda la trama.

Es así como Alfonso Ruizpalacios logra proyectar esa doble moral que en ocasiones se presenta en algunos mexicanos que en su intento de postularse como “antisistema” terminan causando males aún peores que aquellos que intentan combatir. Además, le recuerda al espectador que existe un patrimonio cultural invaluable en México que no sólo merece ser admirado sino también protegido y sobre todo respetado. Por último, Museo sin duda adquiere valor por el hecho de que, sin ser del todo brillante, por lo menos ofrece una propuesta distinta al cine mexicano que ha tenido una oferta mediocre en los últimos meses.

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El género de terror se ha convertido en uno de los más difíciles de lograr en el cine debido a que en la mayoría de las ocasiones se cae en el uso de fórmulas trilladas tales como el juguete endemoniado, el monstruo-fantasma-demonio sádico e indestructible o el niño poseído por algún tipo de maldición. De esta forma, un sinnúmero de cintas circulan por las carteleras para ofrecer exactamente lo mismo, haciendo que este tipo de películas pierdan su atractivo. No obstante, de vez en cuando llegan propuestas nuevas que entregan resultados formidables y ofrecen algo diferente a lo acostumbrado.

En esta ocasión, John Krasinski (mejor conocido por su papel de Jim Halpert en la serie de televisión The Office) dirige, coescribe y actúa una extraordinaria cinta de terror mezclada con ciencia ficción. Con una premisa bastante original, el filme trata acerca de la lucha de una familia por sobrevivir en un mundo invadido por criaturas alienígenas que únicamente son capaces de atrapar a sus víctimas cuando éstas emiten algún sonido. De esta forma, el silencio será la clave para evitar ser devorado hasta encontrar la manera de deshacerse de los monstruos. No obstante, la supervivencia inevitablemente irá degradando las relaciones interpersonales entre padres e hijos incapaces de comunicarse e interactuar de forma convencional.

Con un guion muy bien trabajado en conjunto con Bryan Woods y Scott Beck, el director va creando situaciones que complicarán cada vez más la supervivencia de los personajes, logrando transmitir esa necesidad de silencio en la audiencia, el cual si bien será necesario en la pantalla para evitar ser víctima de alienígenas, en la sala es indispensable para no romper con la atmósfera y ganarse la animadversión de quien está sentado en las butacas cercanas. Así, el miedo no lo causan las creaturas por sus prácticas sanguinarias, sino la constante sensación de que los protagonistas podrán ser capturados en cualquier momento incluso a causa de un simple suspiro.

La cinta es protagonizada por el propio Krasinski, quien junto con Emliy Blunt (Sicario, The Girl on the Train) interpretan a unos padres que harán cualquier cosa con tal de proteger a sus hijos. La química entre ambos fluye bastante bien sobre todo por el hecho de que son un matrimonio en la vida real. Por otra parte, la extraordinaria Millicent Simmonds (Wonderstruck) realiza un gran trabajo en el papel de la hija mayor. Sordomuda tanto en la película como en la vida real, la pequeña demuestra contar con excelentes capacidades histriónicas y junto con Blunt lleva sobre sus hombros el peso de toda la trama.

De esta forma, se trata de un filme cuyo mérito radica en lograr enganchar a su público durante sus noventa minutos de duración, con una historia que mantiene el suspenso de principio a fin. Así, el director sorprende gratamente al utilizar el silencio para acallar los gritos de un género que imploraba por historias distintas, haciendo de ésta una excelente opción para quienes gustan de este tipo de películas.

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El mundo exterior puede estar viniéndose abajo ante la indiferencia de un chico introvertido que permanece impávido en el asiento del conductor mientras espera la llegada de sus pasajeros. Mientras sus gafas estén bien puestas y su iPod siga sonando, él podrá estar tranquilo sin prestar atención a lo que sucede en su entorno. Es de esta forma como se presenta Baby Driver, el largometraje más reciente de Edgar Wright, director y escritor quien, quizás motivado después de haber creado (quizás sin querer) una película de culto como Scott Pilgrim vs. the World, decide nuevamente adentrar al público en el mundo particular de un joven amante de la música.

Gánster por accidente, Baby (B-A-B-Y) es el encargado de conducir el vehículo para que un grupo de maleantes emprenda la huida de la escena del crimen sin ser atrapado por la policía.
Guiado por el ritmo de la música, el chófer maravilla siempre logra burlar a sus perseguidores y llevar a buen puerto a sus cómplices. Introvertido y bien intencionado dentro de sus posibilidades, el joven busca saldar su cuenta pendiente con un despiadado mafioso, aunque este último difícilmente dejará a ir a quien él considera como “su amuleto de la buena suerte”. No obstante, la aparición de una mujer hará que Baby decida terminar a toda costa con su vida criminal y empezar una nueva vida a su lado.

Aunque la historia no difiere demasiado de cintas similares como Drive y The Driver, la gran aportación de Wright consiste en haber sincronizado prácticamente toda la película con una excelente banda sonora. De esta forma, cada encuentro, persecución y diálogo tiene una canción que la respalda y sin la cual pareciera que no podría presentarse en la pantalla. Así, además de ser un elemento indispensable para su intrépida forma de manejar, Baby no podrá pedir un café, preparar un almuerzo y mucho menos encontrarse con su amada si no tiene a Bellbottoms, Tequila o Brighton Rock como música de fondo, ajustando cada uno de sus movimientos y giros de volante con el compás de la música.

El reparto está liderado por Ansel Elgort, quien aprovecha la imagen de “niño bonito” mostrada en Divergent y The Fault in Our Stars para darle credibilidad a su papel como Baby, realizando un trabajo bastante destacado. Por otra parte, la cinta cuenta con la participación de dos pesos pesados, quienes cumplen con buenas actuaciones sin llegar a ser brillantes. En primer lugar está Kevin Spacey (The Usual Suspects, American Beauty) en el papel de Doc, la mente maestra detrás de todos los robos en los que participará el joven conductor, y Jamie Foxx (Ray, Django Unchained) como Bats, un ladrón desquiciado que les pondrá las cosas bastante difíciles a sus cómplices. Completan el reparto Lily James (Cinderella) como la novia de Baby, además de Jon Hamm (de la serie televisiva Mad Men) y la mexicana Eiza González como una pareja de bandidos que formarán parte de los planes orquestados por Doc, cumpliendo todos con actuaciones aceptables.

Es de esta forma que Baby Driver destaca por contar con una edición excelente, con escenas que podrían ser la envidia de cualquier musical por su excepcional y original sincronía. No obstante, la película no es perfecta, debido a que su historia resulta bastante trillada y su desenlace se percibe bastante atropellado. Pareciera que al final a Wright se le terminó la punta del lápiz y decidió concluir apresuradamente sobre la hora. Es así como, si bien es un deleite visual y musical, la historia no logra ser redonda aunque sí bastante entretenida, por lo que resulta ser una excelente opción para pasar una tarde agradable de cine.

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Un lado desconocido y escalofriante de la forma en como los grupos radicales del Islam (o lo que ellos proclaman como tal) reclutan a jóvenes europeos para agregarse a sus filas es puesto al descubierto de manera brillante por la directora Marie-Castille Mention-Schaar, quien además escribió el guion junto con Emilie Frèche. Es un hecho comprobado que la fe es el motivo principal por el cual la mayoría de los adolescentes de occidente deciden sumarse a grupos terroristas como ISIS, sin embargo, el tema nunca había sido mostrado de la forma en como lo hace este dúo francés.

La cinta relata dos historias que se desenvuelven al mismo tiempo pero en líneas divergentes. Por una parte está Sonia, una adolescente de 17 años que fortuitamente ve interrumpido su viaje para unirse a un grupo radical para después entrar a un programa de rehabilitación enfocado a reinsertarla en la sociedad para dejar de ser considerada como una amenaza para la República Francesa. Del otro lado está Mélanie, una chica normal de 16 años que sueña con cambiar el mundo y es persuadida poco a poco, gracias a las redes sociales, para convertirse a una religión que bajo el disfraz del Islam es utilizada para radicalizarla y convencerla de que la única forma en la cual su vida tendrá sentido es dando su vida para conseguir los objetivos de un grupo terrorista.

La cinta juega con su argumento de forma eficiente, y aunque en ciertos momentos genera cierta confusión, al final todos los puntos se unen logrando un final tanto esperanzador como desgarrador. Así, la directora expone de forma sorprendente los métodos y estratagemas que los grupos radicales utilizan para persuadir a adolescentes de unirse a sus filas. En una era en la cual el uso de la tecnología es capaz de permear en los jóvenes para inducirlos a cultos, ritos y prácticas autodestructivas casi en las narices de sus padres, los seudo-islamistas han desarrollado toda una metodología para convencerlos de que pelear en su “guerra santa” es la única forma de encontrar la salvación tanto para ellos como para su familia.

Con la actuación destacada de Noémie Merlant en el papel de Sonia, la película abre sin tapujos el debate acerca de cómo la religión puede ser utilizada para manipular a las personas, o si bien la ausencia y desconocimiento de un culto hace que los jóvenes sean más propensos a alinearse a lo primero que se les presente, sobre todo en una edad caracterizada por la confusión y la búsqueda de identidad. De hecho, un gran mérito de la cinta es la presencia de La juge, una consejera musulmana que explica la verdad acerca del Islam y como los extremistas han aprendido a tergiversar el culto como un medio para convertir y radicalizar a los adolescentes. De esta forma, la película logra que el espectador reflexione sin satanizar a dicho culto. Sin lugar a dudas, se trata de una de las mejores cintas que han llegado a México desde el país galo.

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