Guerra de Secesión. Yanquis y sudistas. En medio un mejicano. Unos y otros quieren sacar provecho de su gran experiencia como cowboy. Resulta muy previsible todo lo que va ocurriendo en casi dos horas de una película que se deja ver pero produce algún que otro bostezo. William Holden bien, como siempre. Richard Widmark algo pasado, como casi siempre. La secuencia final de la estampida del ganado y su paso por el puente está muy bien rodada pero ¡tántas veces la hemos visto en otros filmes...! Uno no puede evitar el compararla con "Misión de audaces". Pasará al olvido.

¡Puf! Zapatero a tus zapatos. Si eres supervisor de efectos especiales continúa con tu oficio. No te dediques a lo que no sabes. Fui a verla sin tener información alguna: gran error. No hay por donde agarrarla. El guión es tan original como el discurso típico de los políticos de este país. En todo momento sabes lo que va a pasar en los próximos dos minutos. El vestuario es penoso, la iluminación inadecuada, los actores pésimos, los malos son (¡sorpresa!) malos-malos-requetemalos, los diálogos causan verdadera vergüenza (sobre todo para aquellos guionistas que estén en el paro). Y lo que es peor: amenazan Eragon2, Eragon3... Cojamos una M, luego la I, y a continuación las letras: E, R, D y la A. Juntémoslas todas. Pinchémosla en un palo. ¡Ahí está! El regalo de Navidad de Stefen Fangmeier.

La ambientación y los efectos especiales muy bien, pero ¿y el resto? ¡Ah!, ¿que es una película de aventuras para ver en la tele un domingo en la sobremesa? Bueno, pues ni eso. Me gustó el Señor de los Anillos como a cualquier tolkiniano (¿tolkinista?) aunque abusó de ciertas cosas que aquí se empeña en seguir abusando hasta la cursilería y la bobedad. Porque la Naomi dando saltitos y pasos de baile al borde del precipicio para aplacar al Gran Mono es tal dislate, tal melonada, que se me encendieron hasta las orejas de vergüenza ajena (por cierto, secuencia propia de directores descerebrados made in USA). Y qué decir de los lagrimones y las miradas lastimeras de la heroína hacia Klong. Podría haberse relamido los labios y haber puesto cara de ninfómana y ni así me habría producido tanto enojo. Porque es un verdadero paliza el Peter Jackson intentando meterte a torniquete los sentimientos de los personajes sin darse cuenta (¿o lo hace a propósito?) de que también hay espectadores inteligentes, no todos son ñoños. Tengo que reconocer un cierto repelús hacia la Naomi Watts que me hace ser muy subjetivo, pero no me gusta ni como actriz ni como mujer. Adrien Brody es la personificación de la insulsez (falta de gracia y viveza). Jamie Bell hace el típico papel de niñato tontolculo que va de valiente estúpido en la típica película yanqui y que te la trae al fresco los acaecimientos que le sucedan. Para no dedicar más tiempo a este Kling-Klong terminaré maldiciendo la manía de este director en alargar el metraje de sus filmes hasta cansar incluso a sus posibles seguidores. Con 100 minutos habría sido una película pasable. Así resulta como ver al Madrid del Capello ese.

Tengo un número determinado de amigos, familiares, compañeros y conocidos. Me atrevería a decir que sólo un mísero 2 % gusta de este género musical. Y dentro de ese porcentaje hay cero personas que saboreen el jazz de principio a fin. Quizá de aquellos que se pongan a prestar atención a esta serie haya alguno que se sienta atraído para iniciarse en esta música maldita. Ojalá.

Son doce capítulos casi perfectos que nos acerca a los estilos de este género y nos da a conocer a las figuras más sobresalientes de la historia: Duke Ellington, Louis Armstrong, Benny Goodman, Count Basie, Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Charlie Parker, Thelonious Monk, Dizzy Gillespie, Miles Davis, John Coltrane, Charlie Mingus, Dexter Gordon, etc.

Tengo que poner lo negativo de la serie: apenas profundiza en el cool jazz e ignora alevosamente a Chet Baker y Bill Evans. Por ejemplo. Por eso no la califico a la serie con la máxima nota.

¿Carlo, magníficamente interpretado por Vittorio Gassman? Pero es que Carlo me deja indiferente, ni es el “bueno” con el que te identificas, ni es el “malo” al que admiras.

¿Una estupendísima Fanny Ardant, toda elegancia y porte aristocrático? ¿Prestancia, majestuosidad y elegancia natural de Fanny Ardant? Hay decenas y decenas de actrices infinitamente mejores en la historia del cine y no digamos ya más elegantes y cautivadoras.

Intentar comparar la familia de Scola con las familias de Fernán Gomez en su "Viaje a ninguna parte", de Fellini en "Amarcord", de "El Gatopardo" de Visconti, o de "Novecento" de Bertolucci, como lo intentan algunos usuarios de Filmaffinity, me parece de un atrevimiento desmedido. Y es que esta familia romana de clase media me la trae al pairo, porque:
1 - Carlo, el protagonista principal (interpretado sosamente por Andrea Occhipinti en la etapa juvenil e interpretado casi histriónicamente por Gassman en la etapa madura) es un personaje sin carisma y sin personalidad (“Carlo significa hombre libre”, ¿libre de qué?);
2 - el hermano menor es un ggggggilipollas de mucho cuidado y me importa un bledo;
3 - Adriana es ese personaje tópico de mujer-cuasifeminista-liberada-buscadora-de-libertad-que-renuncia-el-amor-del-hombre-desuvida, por cierto, muchísimo más atractiva cuando lo interpreta Jo Champa que cuando lo hace la Fanny Ardant (una tabla de planchar con boca avinagrada... y como Scola nos muestra poco del mundo interior de Adriana... )
Sólo salvo a Beatriz (una Stefania Sandrelli conducida con moderación y sencillez). Es de ella de quien me enamoro, no de la hermana veleidosa.

Por mucho que se diga que es un fresco ingenioso y realista de la vida de una familia italiana a mí me resulta casi todo lo contrario. No consiento esas secuencias en las que se rompe un jarrón de porcelana y “aquí no ha pasado nada”. Y si no haced la prueba en vuestra casa. La escena del baile de la Adriana joven mirando sin cesar a Carlo delante de tanta gente no me la creo (y además nos muestra una Adriana que no tiene nada que ver con la que interpreta la Ardant). Los tres niños jugando en el pasillo lo hacen con tanta desgana que suena a mentira.

Aunque Scola mueva la cámara con cierta sensibilidad se propasa con tantos pausados travellings por el pasillo.

La música de Trovajoli es de lo mejor de la película, sin ser tampoco excelente.

¿Volveré a verla otra vez? No. Pues con un 5 va que chuta.