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Críticas de Daverunner
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Críticas 176
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
1 de diciembre de 2017
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando en el año 2012 Paul Thomas Anderson rodaba su película The Master sabía que estaba juntando a los dos mejores actores de ese momento: Philip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix. Cinco años después, por desgracia el primero ya no está entre nosotros. Pero Phoenix sigue siendo el actor más versátil y camaleónico que hay, capaz de aumentar el nivel de los filmes en los que aparece.

Un personaje perturbado, traumatizado por una niñez de abusos y una madurez marcada por las experiencias en la guerra. Repleto de demonios interiores que la directora Lynne Ramsay escenifica a través de flashbacks que se repiten durante toda la película. Perturbadoras imágenes que sirven para entender el comportamiento solitario y taciturno del protagonista.

Un papel central que ya hemos visto en anteriores ocasiones. El de un hombre afectado, marcado por su pasado y que intenta ayudar a los más desprotegidos. Con un Joaquin Phoenix muy caracterizado -con mucho más peso del habitual, barba canosa y pelo largo recogido en una pequeña coleta, con cicatrices por su cuerpo que rebelan los sufrimientos del pasado- que sabe imprimir la desesperación y tristeza de su personaje, tanto por su pasado como por la tarea que tiene que ejercer ahora en el presente. Y al mismo tiempo una brutalidad hacia los depravados sexuales que abusan de chicas jóvenes.

Una simbiosis que se ve acentuada por la vida privada del personaje. Viviendo con su madre, a la que cuida y de la que el espectador adivina también sufrió abusos por parte del padre de Joe. En las pocas escenas que hay domésticas, madre e hijo parecen llevarse bien, compartiendo complicidades y siendo estos momentos los únicos tranquilos dentro del filme.

El resto, con un tono oscuro y desalentador propios del tema que trata, están dominados por una tensión malsana que te mantienen en vilo. Escenas repletas de violencia y crudeza que convierten a En realidad, nunca estuviste aquí en un thriller perturbador e incluso terrorífico por instantes, cargado del dramatismo y sensibilidad que el protagonista sabe imprimir con la mirada y su gestualidad.

Un Joaquin Phoenix en estado de gracia que se alzó con el premio a la mejor interpretación en el Festival de Cannes y cuyo nombre ya suena en las quinielas para la temporada de premios que se avecina -Oscar, Globos de Oro, Bafta- y que supondría un reconocimiento no solo a este trabajo, sino a una carrera que en los últimos años ha enlazado trabajos sobresalientes -Her, Puro Vicio, Irrational Man-.

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Daverunner
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6
20 de noviembre de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si uno busca la definición de maniqueísmo se encuentra con las siguientes: 1- Postura fundada por el filósofo persa Manes, que se basa en la existencia de dos principios absolutos, eternos y contrarios: el bien y el mal. 2- Cualquier actitud que mantiene posturas extremas sin puntos intermedios.
Bien, pues esto es lo que puede sentir el espectador al terminar de ver La librería, última película hasta la fecha de Isabel Coixet.

Dos bandos es lo que nos encontramos en La Librería. De un lado, el personaje interpretado por Mortimer Acompañada de Christine -Honor Kneafsey- una niña que le ayuda en la tienda, y del señor Brundish -Bill Nighy-, un ermitaño apasionado por la lectura, conforman la cara amable del filme. Patricia Clarkson y el resto del pueblo, cargados de envidias y chismorreos dañinos dan vida a los malos, por otro lado.

Y a pesar de un planteamiento tan maniqueo en cuanto a los personajes, el último trabajo de Coixet es muy serio y completo. Desde el primer momento el espectador acaba atrapado en esos bucólicos paisajes que adornan este homenaje a los libros y cuyo encanto conjunto hace olvidar los defectos del filme.

La actuación del siempre notable Bill Nighy y de la joven Honor Kneafsey también suman positivamente. No así Emily Mortimer. La británica, que da el pego como mujer frágil pero decidida y con carácter, gesticula en exceso haciendo poco creíble su papel.

Una película recomendable, que no siendo el mejor trabajo de Isabel Coixet, sí recupera sensaciones perdidas respecto a sus últimos trabajos. Asimismo, hay muchos que ven en el filme una metáfora de lo que ha vivido la directora recientemente. Nacida en Barcelona en 1960, la autora se ha mostrado fuertemente contraria a la independencia de Cataluña, siendo muy criticada por los separatistas catalanes. Sin embargo Coixet se ha mantenido firme, defendiendo su postura internacionalmente y siendo una de las abanderadas dentro del mundo de la cultura en este aspecto. Valiente, como la protagonista de su última obra.

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Daverunner
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7
30 de octubre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Swingers, segunda película de Doug Liman rodada en 1996 colocó a su director en la parrilla de jóvenes autores a vigilar dentro del cine norteamericano. En ella, Liman ofrece su particular visión del Hollywood de los años 90 mostrándonos la dificultad que supone para muchos aspirantes a artistas que viajan desde distintas partes del país buscando un porvenir en La Meca del cine.

Sueños e ilusiones rotas pero a la vez muchas experiencias. El filme también es un retrato de la juventud, con muchas fiestas, preocupaciones por un futuro profesional incierto y la doble cara del amor. Mike lleva tatuado en la frente la palabra fracaso por el peso que le acarrea la separación con su novia. En su conducta, neurótica en gran parte de las situaciones, la obra centra su mirada al comportamiento humano -triste y ridículo- cuando a una persona le afecta tanto una ruptura.

El personaje interpretado por Favreau se muestra torpe y desubicado en su intento de conocer a nuevas mujeres, todo lo contrario que Trent -Vaughn- que se adueña de la cámara y lleva la voz cantante en estas situaciones. El resto de amigos -entre ellos Ron Livingston y Patrick Van Horn- aportan su granito de arena en un reparto bastante acertado. Mención especial merece Heather Graham, con un papel muy corto pero intenso hacia la parte final de la obra.

Además, el filme también es un homenaje a una parte importante del cine moderno. Hay dos guiños bastante buenos a la obra de Quentin Tarantino, con una copia de la conversación inicial de Reservoir Dogs y a Martin Scorsese. Esa cámara siguiendo a los protagonistas a través de las cocinas, como hiciera el autor italoamericano en Uno de los nuestros o cuando va detrás de ellos en la discoteca -recordando a Malas calles por ejemplo.

Swingers es una de esas películas poco conocidas pero muy recomendable. Una imagen acertada y precisa que evidencia las dos caras de Hollywood. El guión escrito por el propio Jon Favreau tiene mucho de autobiográfico y nos muestra que antes de conseguir la fama y prestigio, muchas de las hoy consideradas estrellas tienen que sudar y sufrir para conseguir sus metas. Una lección de vida aplicable a cualquier ámbito y trabajo, no solo el cinematográfico.

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8
30 de octubre de 2017
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Steven Soderbergh ha vuelto. La verdad es que nunca se fue, pues a pesar de repetir sus deseos de una prematura retirada, siempre llevaba a cabo una nueva producción. Sin embargo, desde su triunfo con Traffic -ganadora de 4 Oscar en el año 2001- y el éxito comercial de la trilogía de Ocean's Eleven el director de origen sueco había deambulado entre producciones comerciales y otras un poco más personales en las que destacan Detrás del candelabro y poco más.

Acción, comedia y homenaje a parte de la idiosincrasia norteamericana son los principales ingredientes de La suerte de los Logan. Dos horas que se pasan volando en tres actos: la presentación del golpe, la preparación y la ejecución. El ABC en este tipo de películas que siempre funciona; una fórmula repetida en muchas ocasiones y que de la mano de Soderbergh parece fresca.

Los personajes, parte esencial de la obra recaen sobre un grupo de actores y actrices que cumplen a la perfección. En especial tres de ellos: Tatum, Driver y Craig. Intérpretes que se nota que lo han pasado bien durante el rodaje, que derrochan química entre ellos y carisma. Sobre todo el interpretado por Daniel Craig, quizá el mas jugoso del reparto.

La película no es nada pretenciosa. Sí, puro entretenimiento. 120 minutos de evasión en los que la comedia y la acción van de la mano. Las escenas en la cárcel son bastante divertidas y el proceso de elaboración de los explosivos es uno de los momentos cumbres en este sentido. En el aspecto cómico, los hermanos de Joe Bang -interpretados por Jack Quaid y Brian Gleeson- se llevan la palma, como dos rednecks con principios morales que juegan un papel importante en el robo.

Asimismo, La suerte de los Logan refleja parte de la singularidad nortemearicana, en la forma en que la cultura estadounidense aparece representada -como homenaje o parodia, eso queda a sentencia del espectador-. De esta manera, nos encontramos con una de las carreras de la NASCAR, campeonatos locales de estúpidos juegos en los que los participantes sacan de un cubo lleno de agua diferentes artículos con la boca o los famosos concursos de belleza/música tan populares y sonrojantes.

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9
16 de octubre de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos jinetes entrando a caballo en un pueblo semidesierto mientras un perro se cruza en su camino. La única actividad que se precia es en la cantina, donde unos cuantos juegan al póker. Los dos protagonistas entran, piden whisky e inician una pelea. Así es como comienza Incidente en Ox-Bow, como tantos y tantos otros westerns. Pero lo que sigue a continuación es lo que la hace diferente a las películas de su mismo género.

Gil Carter -Henry Fonda- llega a un pueblo del oeste en busca de Rose -Mary Beth Hughes- una chica de dudosa reputación de la que se quedó enamorado. Le acompaña su amigo y socio Art -Harry Morgan-. La inesperada noticia del asesinato de un ranchero local, junto con la ausencia del sheriff, hace que se forme un grupo de linchamiento en el que tanto Gil como Art se verán obligados a participar.

The Ox-Bow Incident fue dirigida en el año 1943 por William A. Wellman. Desde entonces es considerada una película de culto por lo que cuenta y por la forma en la que lo hace. Dentro de un género que estaba en aquellos años en su apogeo, trata el tema del linchamiento, algo muy común en los Estados Unidos desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX.

El filme disecciona las complejidades del ser humano, en especial las miserias, la brutalidad a la que podemos llegar y el desprecio por la vida ajena. Cuando los dos protagonistas llegan al pueblo, al preguntar por Rose y enterarse que ya no trabaja allí, se les ofrece como pasatiempo una partida de cartas, beber, iniciar una pelea o con suerte, que surja un linchamiento.

Asimismo, ante la ausencia del sheriff es su ayudante -un tipo que no tiene ninguna potestad- el que junto a la turba decide iniciar la persecución de los posibles asesinos a los que han visto cabalgar por las montañas. Desoyendo la autoridad del juez y de uno de los ciudadanos más respetados y cultos, la turba se dirige a aplicar su propia ley.

El filme también incluye como tema principal, al igual que muchos otros western, el robo del ganado. No hay que olvidar que en esta época gran parte de los ingresos que obtenían las ciudades del oeste eran por la venta y transporte de reses. Así, el robo sumado al asesinato de un amigo hace que aumenten los deseos de venganza de la muchedumbre.

En el trío de posibles asesinos nos encontramos dos caras conocidas: Dana Andrews en el papel de Donald Martin, un honrado ganadero que se ve implicado involuntariamente en el asunto y a Anthony Quinn dando vida a un ranchero mexicano.

Cuando este trío es alcanzado por el grupo sediento de venganza, la obra alcanza sus momentos más emocionantes y dramáticos. Donald Martin, sabedor del final que le espera, escribe una carta a su esposa y sus hijos, explicándoles lo sucedido. Una carta cuyas palabras, al ser leídas en la parte final por Henry Fonda -impecable en su papel, como siempre-, se clavan en el corazón de los ajusticiadores y en el del propio espectador.

William A. Wellman da una clase magistral de cine en 72 minutos. Un filme recomendable para todo aquel que sepa disfrutar del cine clásico y sobre todo para algunos directores del panorama actual que suelen ofrecer obras de entre dos y tres horas para aburrimiento del espectador -Nolan o Villeneuve son los primeros nombres que se me vienen a la cabeza- por no saber sintetizar o, simplemente, por dar más importancia a su papel como director que a la obra que están creando.

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