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España España · Málaga
Críticas de Kaori
Críticas 2.113
Críticas ordenadas por utilidad
7
6 de junio de 2021
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un Occidente donde los romances, si es que existen, son un acuerdo entre adultos independientes que mantienen relaciones sexuales consensuadas sin compromiso, historias como la de «Crash Landing On You» son todo lo contrario.

Para empezar, este dorama es maravillosamente sexista. Aquí no hay miedo a mantener los estereotipos tradicionales masculinos y femeninos, que es lo que nos gusta por mucho que nos quieren lavar el cerebro con morralla igualitaria. Así que nos encontramos con un Capitán Ri en el rol de hombre protector y una Yoon Se-ri que aunque muy empresaria y competente sigue siendo salvada. Es posible que esta idea de protección y seguridad que el hombre ofrece sea de una de las características fundamentales, sino principal, a la hora de establecer la fantasía romántica clásica. De ahí que los dos protagonistas masculinos protejan, salven, cuiden desde su fortaleza, mientras que ellas se dejan proteger, salvar y cuidar desde un pedestal del que hace tiempo fuimos arrojadas.

El gran acierto es que este es un amor serio, bien construido, sincero. Ese mito romántico que tanto se quiere machacar sin que se pueda, porque nos emociona este amor ideal, esta lealtad, esta constancia en el tiempo. Cuidado también con la historia secundaria, que termina siendo preciosa y trágica. Creo que he llorado aún más con Seung-joon que con los protagonistas; un personaje que va de menos a más y consigue arrebatarte con su amor imposible, necesitado y humilde. Su declaración de amor es de una emoción palpable.

Sin embargo, algo que no me convence de la serie y que he notado en casi todos los (pocos) doramas que he visto es su tendencia a lo rocambolesco. No les importa meter de todo en el guion: mafias, estafas, tramas corruptas, acción, matrimonios de conveniencia, dobles identidades, charadas, coincidencias que llaman destino, pianista-experto en artes marciales; qué facilidad para llegar a los sitios, conseguir teléfonos móviles, esos informes que demuestran todos los chanchullos de los malos... No sé, no es que carezca de sentido o lógica, pero sí hay una perenne sensación de falta de credibilidad en un significado amplio del término; es como si se saltaran los pasos para llegar a algo y mostraran la consecuencia de repente.

Hay un bajón en la trama como a mitad de la serie, por ahí algunos episodios casi serían de relleno, y su dirección sin florituras, muy técnica, se combina con cámaras lentas que resaltan los momentos culminantes y un guion que busca jugar siempre con el suspense. Pensad que es un culebrón. Me gusta más la primera parte en Corea del Norte y los últimos episodios, aunque el conjunto es sensible, bonito y, por supuesto, romántico.

«Que yo muera y tú vivas es lo correcto».

He llorado a mares.
Kaori
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2
25 de noviembre de 2012
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empecemos bien:

Érase que se era en un continente lejano unos productores aburridos a quienes se les ocurrió traspasar el mundo de los cuentos al mundo real. Si esto fuese de verdad un cuento, ellos serían los brujos malos. Pero no es un cuento, sino una serie, aclamada en EE.UU como una de las mejores y defendida entre los amigos como una de las más grandes; y yo voy y caigo, y me llevo la irritación.

«Érase una vez» no es una serie mala, lo que se dice mala. Tiene virtudes importantes: es entretenida y además curiosa; eso de ir descubriendo quién es quién en Storybrooke no deja de ser llamativo y hasta tiene su gracia. Superada esta impresión y ahondando más en la historia, vemos que no es oro todo lo que reluce y capítulo a capítulo nos damos cuenta de sus fallos.

Probablemente el más grave sea la incoherencia del argumento: si la clave es la destrucción del final feliz del Reino de la magia en contraposición a la desdicha del mundo real, ¿cómo es posible que los cuentos que nos narran sean auténticas tragedias? Muy pocos de sus personajes han tenido (o se ve próximo) un final satisfactorio, tan siquiera una vida grata. Desde Pepito Grillo y su sentimiento de culpa, pasando por una Cenicienta sin hijo y sin marido, llegando a una Caperucita marcada para siempre, a muchos de ellos la Bruja les ha hecho un favor al borrarles la memoria. De hecho, lo que parecía que iba a ser una reconstrucción del universo de los cuentos lleno de valores positivos e idealismo en el que todos desearíamos estar, se convierte en un sitio del que huir. No tiene sentido.

Aunque hay algo peor si cabe: lo propios cuentos, alterados a la completa conveniencia de los guionistas. Las modificaciones que sufren las historias son mayoritariamente horribles, y hay algunas que ya hieren la sensibilidad, como es el caso de «La Bella y la Bestia», una trama repugnante en la que Bella es una estúpida redomada y no hay ni siquiera Bestia, ya que «ese» no es una Bestia ni posee sus cualidades. Porque, señores, los cuentos no son así por casualidad; no son fruto de un capricho cualquiera, de la mentalidad cambiante y la superficialidad en pos de la moda. Los cuentos tienen un fundamento, una simbología, una psicología, una filosofía, unas creencias y una enseñanza que prevalece a las épocas y va directa al ser humano. Así, cambiar al príncipe hecho monstruo debido a sus pecados, por un hombrecillo hecho duende porque le ha dado la real gana, es cargarse la historia, denigrarla e inventar otra que no tiene nada que ver con la original. Y que, por supuesto, no la supera.

A lo mejor estoy equivocada y estos creadores de «Érase una vez» sí son los malos del cuento. Es la única explicación para que maten con tanta alegría la belleza.
Kaori
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3
12 de octubre de 2012
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
No veas esta película bajo ningún concepto. Verdaderamente sus creadores se pusieron a jugar con la muerte, pero en este caso con la muerte del mítico y asombroso Bruce Lee, que en paz descanse. Me lo imagino riéndose allá en el éter celestial, mirando lo que hacía su imitador en una película que él, de un impetuoso manotazo, hubiera rechazado.

También digo que vaya papelón tenía el pobre de Tai Chung Kim al tener que interpretar a Lee, inimitable desde todos los puntos de vista. Bruce Lee era más que un rostro y unos movimientos característicos; era la perfección hecha artes marciales, energía pura, carisma inigualable, grandilocuencia, pasión, mucha pasión pegada a los músculos y al alma. Y talento, ese talento que te deja mudo frente a la pantalla. Porque yo me quedo sin palabras ante Bruce Lee.

Así, en los apenas once minutos en los que aparece al final de la película, cuando ya una se encuentra entre las lágrimas y la desesperación por el timo que supone «Jugando con la muerte», se hace el silencio ante su traje amarillo y su mirada de soslayo. Sale Bruce Lee a escena y contenemos el aliento. Once minutos estratosféricos, once minutos que son oro puro, once minutos para la eternidad. Once minutos que se nos escapan de entre los dedos y que deseamos que duren, y no acaben nunca.

Pero terminan, y con ellos termina Bruce Lee en el Cine, y nos quedamos meditabundos, tristes incluso, pensando en la vida brillante y efímera de algunos genios. Bruce Lee vivió y murió pronto. Pero, a cambio, se hizo inmortal.

Y aquí sigue, entre nosotros.
Kaori
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3
20 de agosto de 2022
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mira que he visto adaptaciones mediocres de «Persuasión», pero comprenderéis enseguida que esta nueva versión de Netflix es la peor. Claro, hay que «adaptar a los nuevos tiempos» y «modernizar», supongo que para evitar acusaciones de machismo, racismo, fascismo y un largo etcétera.

Primero, la pareja protagonista es un desastre. Anne Elliot parece salida de «Sexo en Nueva York», os lo prometo. Esta protagonista es una copia de otras tantas heroínas modernas: ridícula, medio payasa, poco dignificada; eso a pesar de que sin duda apuestan por un personaje cool, lo cual consigue a medias. Sin embargo, le puede la modernidad, así que tiene que aparecer como una borracha a quien se le cae el vino encima, llama a voces a su enamorado y queda mal delante de la gente en los momentos más cruciales; la escena de la mermelada se encuentra tan desubicada, que da mucha pena. Cosmo Jarvis está espantoso en el papel y para el papel, su Wentworth es lamentable y poco se habla de ello; cuando en su primera aparición comenta que se ha hecho rico, dan ganas de borrarlo del mapa. Un personaje vacío, con nula psicología y vida interior, y desde luego con el atractivo de una piedra en el camino.

La historia tiene un tono inadecuado por completo, con risitas y mucho sarcasmo mientras suponemos, y nos dice Dakota Johnson muy coqueta, que sufre por amor. ¿Perdona? No se te nota nada de nada, ¿eh? El romance es aleatorio, con nula credibilidad, expuesto sin ninguna sutileza y vacío de cualquier sentimiento auténtico. No es por hacer comparaciones, pero cuesta tanto no tomar como referencia el desarrollo sutilísimo y lleno de tensión que escribe Jane Austen. Aquí después de nueve años se vuelven a encontrar y se ponen a hablar para aclarar las cosas entre ellos. «Lo estoy intentando, ¿vale?», le llega a decir Anne a Wetworth. ¿Perdona? Esto es en plan vamos a quedar como amigos y te sigo en Instagram, tío. Es que no puedo soportarlo, así de claro. Las historias de amor actuales fallan porque el amor tampoco es moderno.

Lo que sí es moderno es incluir todas las razas en la Inglaterra de 1817. Como hay que «adaptar a los nuevos tiempos», pasamos de los tiempos antiguos, muy carcas e incorrectos, y por narices creamos un mundo alternativo multirracial que, por otra parte, también es falso en la actualidad. Si veo una historia de época, quiero ver una historia de época, señores creadores. Es que es un cachondeo encontrarse con un primo malayo en una familia de blancos anglosajones decimonónicos...

Esto de las razas no es anecdótico, sino que va a unido a todo a lo demás, a todo lo moderno, y por eso hay que rechazarlo en bloque. Fracaso como película y basura como adaptación de Jane Austen.

Dejad de intentarlo, por favor.
Kaori
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8
14 de octubre de 2012
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que romántico que es este Robin Hood. Recuerdo que, en su momento, no me perdía el videoclip de Bryan Adams cantando «(Everything I Do) I Do It For You», rodeado de hojarasca en un bosque presumiblemente inglés e intercalando imágenes de la película. La canción es una maravilla, perfecta sintonía para acompañar a nuestro héroe.

Robin Hood tiene, ahora lo sé, el rostro del gran Kevin Costner, realmente atractivo por ese yo qué sé que qué sé yo que transmite este hombre. Puede que sea la mezcla de recia masculinidad y serena mirada. Ojos azules que miran fijos, muchos dirán que inexpresivos, pero yo digo que no se ha vuelto a repetir ni a igualar ese rostro concentrado, inteligente, poderoso, tirando la flecha con su enorme arco. De verdad, todo él estremece.

Acompañan a Costner un impecable Morgan Freeman con un personaje verdaderamente grande, que aporta exotismo, sentido común y momentos muy divertidos; y un inconmensurable Alan Rickman, haciendo de archienemigo en el papel del Sheriff de Nottingham, auténtico hito en la historia de los villanos de cine. Qué queréis que os diga, pero Rickman está genial en su elegante histrionismo, en sus réplicas de niño malcriado (coincido plenamente: ¿por qué una cuchara?) y con esa crueldad que, aun viendo las pruebas, se hace difícil de creer por lo tontorrón que se muestra a veces. Antológico, por ejemplo, el momento boda.

Entretenidísima y dinámica, con un sentido de la aventura heroico y respetuoso, donde el héroe se hace aún más héroe por el camino, el bien siempre triunfa, el amor te enamora y la leyenda se engrandece. Imprescindible.
Kaori
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