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España España · Madrid
Críticas de Fendor
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Críticas 123
Críticas ordenadas por utilidad
7
18 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace varios días que vi 45 años y todavía pienso en ella (para mí este es un interesante juego de palabras involuntario). O, mejor dicho, después de ver la película de Charlotte Rampling y Tom Courtenay dirigida por Andrew Haigh, mi mente se movió por unos lugares que fueron establecidos por la propia cinta, mientras que otras veces era mi propia cabeza la que, en base a sus pensamientos, acababa desembocando de nuevo en ciertos momentos y escenas de 45 años.

Sedimentos.

Es toda una experiencia, 45 años, un film que en apariencia no es más que lo que indica su argumento: un matrimonio (los citados Charlotte Rampling y Tom Courtenay) está a punto de celebrar su cuadragésimo quinto aniversario de boda. A pocos días de dicho festejo el marido recibe una carta en la que se le informa sobre el hallazgo del cuerpo congelado de su primer amor, un amor que se perdió, con él presente, en los glaciares de hielo de los Alpes suizos, hace más de cuarenta y cinco años.

En este punto, hay dos claras vías por las que profundizar y diferentes puntos de vista en función de lo que nos interese conocer. Haigh, en este caso, opta por centrarse sobre todo en la posición del segundo amor, Rampling. No es que se olvide de su contrario, Courtenay, es que es en la mujer en quien se pone el acento de las consecuencias de la noticia en su marido (y en quien nos vemos reflejados). Quizás porque la historia del primer amor que deja huella ya se ha contado varias veces, y sin embargo pocas se ha contado lo que implica ser el otro, muy pocas, sobre todo sin que el otro lo haya sabido nunca tan profundamente. El hecho de tener que conocer y de saber de un mundo del que nadie te había hablado, o del que solamente conocías la escarcha. Pero claro, en este caso ocurre más de media vida después de aquel suceso.

Y a partir de aquí es donde nacen y se desarrollan otros pensamientos que, supongo, cada espectador asimilará a su modo. La verdad es que 45 años es lo suficientemente reflexiva y muestra las suficientes capas de la relación de esta pareja como para abrir debate en alguna otra que se enfrente junta a este relato. El hecho de que, por amor, podamos estar regalando los mejores años de nuestra vida a otra persona… o se los estés robando a otra, puede ser un punto clave. El sentido que tiene tu vida después de tantos años y de descubrir algunas cosas que antes no sabías, puede ser otro.

45 años funciona como una intriga emocional. De ahí que prefiera no decir mucho más al respecto de esta historia. Ni de sus diferentes aciertos, ni de su mirada, sus secretos revelados, sus imágenes, ni de lo que se muestra, ni de lo que se intuye. Tampoco hablaré de los detalles que regala el director en forma de escenas memorables, ni del significado que para uno ha podido tener cada detalle exterior de esta pareja que, de un modo u otro, parece estar desmoronándose ante un hecho cuyas consecuencias conocemos pero cuya repercusión más bien sólo intuimos.

La vida es cosa de dos, dicen, y quizás por eso los celos retrospectivos siempre formen parte de las relaciones, aunque se encuentren enterrados bajo el hielo, fríos como un témpano. Desenterrar el pasado y examinarlo implica descubrir también cuál es la importancia que uno tiene con respecto al otro y encontrarse con los residuos de un amor que, seguramente, se debe uno cuestionar.
Fendor
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7
11 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos son los que aseguran que el segundo es el primero de los perdedores, y también los hay que dicen que el nombre de uno es clave y definitorio de su trayectoria vital. De ser todo esto cierto, el cineasta español Segundo de Chomón fue crucificado prácticamente al momento de nacer. No sabemos qué opinión tendría él entonces al respecto, cuando estaba vivo y trabajando, pero hoy en día, ni él ni sus películas mudas son tan conocidos como las creaciones de otros coetáneos suyos, a pesar de realizar obras de carácter, en un principio, similar (véase Georges Méliès). Si bien nunca ha sido relegado al olvido del todo, su labor siempre ha sido poco valorada dentro de nuestras fronteras.

El hombre que quiso ser Segundo es un documental hispano-italiano que pretende corregir y enmendar este error, descuido u omisión del verdadero mérito de uno de los mayores pioneros de la Historia del cine. Un visionario nacido en Teruel que, más que avanzarse a su tiempo, aceleró lo suficiente para ir siempre a su ritmo (sobre todo en términos técnicos), hasta convertirse en uno de los cineastas que, a su modo, más engrandeció y dio importancia al papel de los secundarios de este mundo, al quedar relegado él mismo a serlo en su trabajo con el paso del tiempo. Fue, en realidad, uno de los pocos supervivientes de la era muda del cine, de los pocos que siguió trabajando en la industria europea durante toda su vida sin caer en el anonimato o la miseria tras unos años buenos, como sí le sucedió a otros grandes directores y autores de la época.

La cinta, en su mayoría documental, se ayuda del famoso actor Ramón Langa para recrear algunos momentos importantes de la vida de Chomón. Pero de los tres Chomón, padre y los dos hermanos gemelos: Primo y Segundo de Chomón. He aquí la clave de la —más que interesante— historia que se esconde en la vida y obra del hombre que ayudó —o tal vez no— a los hermanos Pathé a desbancar al mismísimo Méliès, el gran mago del cine de ficción, en un periodo del cine, a principios de la década de 1910, en que la ficción estaba creciendo como género para contar historias y cuyo proceso de producción estaba en pleno desarrollo. El documental también cuenta con, entre otros, Enrico Vecchi, el alter-ego del director (o incluso alter-ego del espectador), y que es quien realiza la investigación sobre la vida y misterios de la familia Chomón, y Juan Miguel Company, profesor de Historia y Teoría del Cine en la Universitat de València, quien regala alguna que otra escena memorable.

A Segundo de Chomón le interesaba mucho más el truco (o trucaje) ante la cámara que contar historias, de ahí también que trabajara fundamentalmente como operador de efectos especiales. Y es en este punto, el del ilusionismo, donde hallamos el mayor acierto del documental dirigido por Ramón Alós, el más sincero homenaje y también una gran manera de reivindicar su figura: el truco de El hombre que quiso ser Segundo no se puede llegar a descubrir del todo, salvo que realices una ardua búsqueda a través de internet y otros textos. Así, dicho homenaje se convierte en curiosidad por conocer más sobre el genio que hay detrás.

Sí, es sólo un truco, pero el truco bien hecho es la magia del cine.
Fendor
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5
17 de octubre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suele haber tres tipos de cortometrajes que me gustan más de lo normal: los que me atrapan a través del impacto que genera el guión y la dirección, los innovadores, subversivos y originales y por último los que cuentan con Natalie Portman entre el casting. Un día en París no pertenece a ninguno de estos tres grupos, si bien lo más reseñable de su planteamiento es la facilidad con que se ve, a partir de una dirección cuidada y muy correcta llevada a cabo por los realizadores Hakim Zouhani y Carine May, obsesionados con crear personajes que tengan exactamente 20 años —ver la sinopsis de Molii (2014) o de Rue des Cités (2013), su primer largometraje—.

En Un día en París, seguiremos a Mourad, un joven de 20 años —lo que comentaba— que descubre su vocación de escritor durante las clases de teatro de su barrio. Por este motivo, el mismo Mourad decidirá salir de su zona de confort y asistir a un taller de escritura, aunque sus familiares y amigos no se lo pondrán nada fácil. De esta manera conoceremos su entorno y su día a día, en un día.

Sin muchos medios, pero con una soltura más que apreciable al tratarse del primer trabajo de Zouhani y May, queda claro que, como buenos directores franceses, se interesan por los temas sociales y ponen en el punto de mira a los barrios exteriores de grandes ciudades y bajo poder adquisitivo. A través del protagonista se nos muestra el mundo de sus compañeros, su hermano y su madre y en pocos minutos ya intuimos las claves de su personalidad, qué hace cada uno o por qué son como son (aunque todo con benevolencia).

Un día en París es un consejo, después de todo, y de ahí que resulte más recomendable para jóvenes con inquietudes culturales lastrados por familiares y amigos que no se tomen en serio sus sueños, faltos de confianza; o para aquellos que crean que la inspiración llega a partir de consejos de profesionales.

En todo caso, no se aleja de la simple anécdota y lo cotidiano, no desprende imágenes perdurables en nuestra memoria ni una historia que atraiga nuestro interés ni un poco de memoria. Las situaciones que el protagonista irá padeciendo durante los 23 minutos que dura la película —que tendrían que haber sido 20— se ven con agrado, aunque sin entusiasmar.
Fendor
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5
17 de octubre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
O eso es lo que dice la RAE de esta película:

Efectismo: Efecto causado por un procedimiento o recurso empleado para impresionar fuertemente el ánimo.

Efectista: Que busca ante todo producir fuerte efecto o impresión en el ánimo.

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Una de las grandes cualidades de la nueva ola de cine coreano aparecido a finales de los 90 y que reventó definitivamente a principios de siglo era su talento para diferenciarse del cine norteamericano, siendo aparentemente similar a la hora de abordar el cine de acción y el thriller —también la comedia romántica—. Dejaba de lado (o perfeccionaba) la aparatosidad, las trampas de guión, buscaba nuevas formas de mostrar la violencia y de rodar escenas y un nuevo lenguaje que permitieran la renovación y nuevo auge del héroe de acción. En suma, nueva intriga, tensión e imprevisibilidad. Poco a poco han ido apareciendo nuevos cineastas con la intención de explotar el camino internacional que abrieron directores como Park Chan-wook, Bong Joon-ho, Kim Jee-woon o Na Hong-jin, con desiguales resultados, aunque siempre competentes.

Demasiadas veces, para referirse al cine de acción, se usan términos como efectista o efectismo de forma negativa —y no tiene porqué serlo— y llega un momento en que pierden su significado, es por ello que de vez en cuando no viene mal realizar un recordatorio de lo que quieren decir. Mientras recordaba esta película, pensé en comenzar esta opinión con la palabra “sexo” en mayúsculas y con tamaño de fuente 72, para explicitar claramente a qué me refiero. No es que The Target (El objetivo) tenga nada que ver con el erotismo o la sexualidad, al contrario, es que lo negativo de su efectismo es que no acaba de dar lo que promete. Por ejemplo, la trepidante primera escena, acción pura, aunque algo espídica para mi gusto, para minutos después dar paso a un drama con cierta querencia lacrimógena, con relaciones que no transmiten lo que pretenden y que evitan la participación emocional del espectador en el asunto principal por la propia simplicidad de las interacciones entre los protagonistas, en muchos de los casos resueltas torpemente. Además, no por poner una cámara en el espejo retrovisor de un coche para rodar un alunizaje estás haciendo una gran escena de acción, sobre todo si no me entero de quién recibe y quién da, ante el exceso de movimiento o de diferentes tomas (muy cortas) en una escena de lucha cuerpo a cuerpo.

Por otra parte, puestos a coger tópicos del cine, mejor que no sean ni estadounidenses ni franceses —The Target (El objetivo) es el remake de Cuenta atrás (2010)—, sino autóctonos. ¿Dónde está el correspondiente hacha del cine coreano? Es verdad que tenemos a un protagonista que cada vez sangra por más orificios, pero coge prestados demasiados clichés del cine comercial americano, sin con ello negársele el buen hacer y la capacidad para mantener el interés durante la mayor parte del metraje. A pesar de lo cual, le pesa el exceso de argumentos, que más que generar sorpresa e intriga, dan lugar a cierta impaciencia por ver cómo se resuelve todo. No me creo en ningún momento a la mujer del protagonista —y no tiene nada que ver con su idiosincrasia—, y me molestó que alargaran ciertas escenas para crear tensión, pues no lo consiguen.

Es incomprensible que una película con tantas tramas que se mezclan, se separan y se vuelven a juntar, que además no llega a los 100 minutos de duración, como es El objetivo, provoque la sensación de que algunas secuencias estén demasiado estiradas y de exceso de grandilocuencia —aunque esto último personalmente no me moleste tanto—. El cine coreano ha demostrado de lo que es capaz y en este caso también da buena muestra de ello, pero también se ha descuidado el detalle de ser un remake y se ha ido directamente al recurso fácil, dando por hecho que como el original funcionó, apenas habría que intentar mejorarlo. Aquello que ya mucha gente criticó de El hombre sin pasado (2010), aquí se hace más presente. ¿Cine de hombretones valientes, fuertes y robustos para hacernos llorar? No veo por qué no, pero no tan simple.

En cuanto a lo positivo, además de alguna de las escenas de acción y algún interesante —aunque no demasiado inesperado— giro argumental, está el propio carácter del cine llegado de Corea del Sur, y es que tus actos tienen consecuencias, de algún modo. En este punto siguen separándose del cine de acción norteamericano, donde todos podemos imaginar al gran héroe de acción recuperándose de sus heridas en el hombro junto a los policías y enfermeros que le alaban por su fortaleza para resolver un caso a base de hostias y asesinatos —pero de los malos—. En cualquier caso, se aprecia el esfuerzo por avanzar en la leyenda de que este cine es de los mejores del panorama mundial, y que éste siga llegando a las salas de cine de nuestro país es una buena noticia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fendor
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6
28 de enero de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
- Jumanji:

Seguro que la película de Robin Williams también tuvo sus referencias, pero a día de hoy Jumanji es la palabra clave para el mundo de Pesadillas, la película, aunque Pesadillas se base en los libros de R.L. Stine y en la serie de televisión creada a partir de la obra literaria del mismo. Y como en la cinta de 1997, habrá quien encuentre placer en sus irregularidades e imperfecciones, gracias a su propia infancia, la imaginación y el alto nivel de entrañabilidad de sus imágenes (aunque aquí no encontraremos el mismo nivel de creatividad de aquella). Eso sí, tampoco hace falta ser un seguidor acérrimo de nada de lo mencionado para poder disfrutar del contenido, algo básico y caro (me imagino), que hay dentro de la película de Rob Letterman. Por mi parte, he estado mirando por mi cuarto un rato para ver qué libros podría tener yo de Pesadillas y he encontrado dos: Aliento de vampiro y Los experimentos mortales del Dr. Eeek. No recuerdo nada de ninguno, como tampoco recuerdo nada de la serie, salvo las imágenes del inicio y -no sé por qué- algo de viscosidad de algún capítulo. Con esto quiero dejar claro que no soy ningún fan, ni guardo un recuerdo especial de esta serie de libros, y que no aportaré a esta reseña ni una gota de nostalgia, aunque no por ello seré incapaz de ponerme en los zapatos de aquellos que la sientan.

- Pesadillas, la película:

De lo poco que recuerdo, eso sí, es que abrir un libro o ver la serie en la televisión me daba un poco de miedo al principio, hasta que me ponía a leerlo o veía de qué iba ese capítulo. No daban mucho miedo, pero eran de miedo (no sé si me explico). Era un género de terror para menores de edad, disfrutable sobre todo como introducción a ese universo más adulto que incluiría monstruos más horribles y lugares más malsanos y oscuros, pero entretenía más que horrorizar y no dejar dormir. La película de Pesadillas es una comedia de aventuras, o una aventura de humor. Pertenece al género fantástico porque cuenta con la magia de los libros, pero no vemos demasiada imaginación, tampoco en el propio desarrollo de la trama, llena de cabos sueltos. A lo mejor esto es así porque es cine destinado a la familia entera, no lo sé, pero tampoco quiero centrarme en ellas de momento. Los protagonistas de esta historia son, primero, Dylan Minnette y Odeya Rush, vecinos que se harán amigos rápidamente, Ryan Lee, que se hará amigo del primero más deprisa todavía, y luego Jack Black, el padre de Odeya (y que vendría a ser el Robin Williams de Jumanji).

La verdad es que me sorprenden estas películas que van al grano y punto. Que si necesitan a un personaje pardillo para el apartado cómico y una historia de amor entre los dos protagonistas, lo solucionan haciendo que surja la amistad o el amor en un segundo con un ‘hola’. Así habrá pasado media hora ya, pero han conseguido que la introducción sea el desarrollo y ya sólo nos queda disfrutar con una hora de pifostio, aventuras y algún giro (in)esperado que, aunque aceptable para los ojos del que mire, nunca se convierte en algo espeluznante o especial. No deja de ser una cinta de entretenimiento que va de correr de aquí para allá, aunque ni da miedo, ni nos altera en la butaca ni nos hace temer por nada ni nadie. Tampoco nos reiremos demasiado (yo creo que me reí una vez), pero como a mí no me desagrada Jack Black (debo ser el único), pues me trago cualquier cosa que haga sin muchos problemas (salvo que le doble el tipo aquél). Ah, y dos noticias (una buena y otra más delicada): hay cameo del escritor de Pesadillas (y de los personajes más recurrentes de sus novelas), y aquí el héroe tiende a ser el hombre y la ‘indefensa’ mujer (que se sacrifica por tu bien).

- Algunas dudas:

¿Es necesario poner trampas para osos abiertas en el sótano de tu casa para evitar que nadie abra tus libros? No sabría qué decirte. ¿Qué pinta el chico pardillo en toda la película? Se supone que es el contrapunto cómico, pero no mucho, el pobre. ¿Por qué los monstruos no congelan a los protagonistas? ¿Por qué el escritor no quemó sus libros antes? Seguramente porque se acabaría la película antes de empezar. ¿Cuántos dulces 16 puede cumplir una chica? Habrá que preguntárselo a su novio cuando cumplan 5 años juntos.

- Relación chico-chica al inicio de Pesadillas:

Chico: Soy un poco más sabio y un poco menos ingenuo.
Chica: Pues yo he aprendido que puedo hacer que los hombres hagan lo que yo quiera.
Chico: Si de verdad crees eso, chica, yo pienso que realmente no has aprendid….
Chica: ¿Quieres terminar de fregar las escaleras por mí?
Chico: ¡¿Que si quiero?!
Fendor
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