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Polonia Polonia · Terrassa
Críticas de Taylor
Críticas 702
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
2 de abril de 2011
53 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda peli que veo de Kobayashi y segundo nueve que este pedazo de cineasta se lleva de calle. Con la gorra, vamos. Y ello me induce a pensar que, nuevamente, he logrado hallar un filón cinematográfico de muchos quilates. Algo que no había experimentado desde hace muuuchos años, cuando cada nueva peli de Hitchcock, Kubrick o Lean me parecía tanto o más buena que la anterior.

Me sorprende enormemente, pues, que un cineasta como MASAKI KOBAYASHI (sí, así en mayúsculas) no haya logrado obtener, con el tiempo, el prestigio y la consideración de la que sí gozan otros paisanos suyos como Kurosawa, Mizoguchi y Ozu. Me sorprende, y mucho, porque Kobayashi no tiene nada que envidiarles. Nada en absoluto. Pero bueno, dejémonos de lamentos y permitidme justificar por qué le he adjudicado nueve puntazos a “Samurai Rebellion” y por qué Masaki Kobayashi me parece un cineasta absolutamente excepcional.

Así pues, si honestamente considero que “Samurai Rebellion” se merece esas nueve estrellitas es porque su comunión de fondo y forma resulta, a mi juicio, total y absoluta. Un objetivo que muchos cineastas persiguen a lo largo de sus carreras y que muy pocos consiguen. Fundamentalmente, porque para lograrlo no basta con ser director de cine. Para lograrlo es necesario ser artista. Una cualidad que no todo el mundo posee y que le otorga a su acreedor la posibilidad de componer algo (en este caso, una peli) cuya forma y cuyo fondo formen un todo indisoluble y rayen a un altísimo nivel. Algo que, sin lugar a dudas, constata “Samurai Rebellion”. Una peli sin un puto mal plano en la que la exquisita elegancia de sus imágenes y la trascendencia de su mensaje (el amor, la dignidad y la lucha contra la injusticia) se ven enriquecidas por una cadencia, una intensidad, una tensión y una emotividad verdaderamente extraordinarias.

Aún así, “Samurai Rebellion” es una peli que, indudablemente, requiere cierta paciencia. En parte, por sus profusos diálogos y, en parte, porque se trata, incuestionablemente, de una peli que va de menos a más. Como debe ser, vaya. Eso sí, cuando escuchéis a Isaburo (Toshiro Mifune) pronunciar la frase que encabeza mi crítica, ataos los cinturones. Lo que vais a ver a continuación es una auténtica lección de cine. Avisados quedáis.
Taylor
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7
31 de marzo de 2011
137 de 188 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás el título de esta crítica resulte exagerado, de acuerdo, pero lo que está clarísimo es que lo mío con el cine francés no tiene remedio. Lo he intentado con casi todos los grandes (Carné, Bresson, Truffaut, Godard, Malle y ahora Renoir) y lo único que he conseguido —en mayor o menor medida— es encadenar decepción tras decepción.

Obviamente, hay excepciones: H.G. Clouzot, por ejemplo, me encanta. Así como algunas cosillas de Truffaut, Malle, Rohmer, Clair, Clément y Chabrol. Pero poco más. Casi podría decirse, por lo tanto, que mi sentimiento generalizado hacia el cine francés es, en líneas generales, bastante tibio.

Mi última gran decepción ha sido, concretamente, “La gran ilusión”. Un film en el que había depositado grandes expectativas y del que, por desgracia, tan sólo puedo decir que se trata de una buena película. Una conclusión a todas luces paupérrima teniendo en cuenta que estamos hablando de la gran obra maestra de Renoir y teniendo en cuenta que la vi dispuesto a flipar con ella y a recompensarla como la mayoría de mis colegas cinéfilos han hecho previamente: con ochos, nueves e incluso dieces.

Lamentablemente, no he sabido conectar con su espíritu humanitario ni con su ferviente defensa de la igualdad entre clases. Y no porque no me solidarice con sus postulados, por descontado. No he conseguido conectar con todo ese contenido alegórico porque me parece excesivamente ilusorio, antojadizo e ingenuo. Y todo ello no me cuadra, para nada, en un drama carcelario ambientado en la 1ª GM. En un drama carcelario en el que los prisioneros degustan delicatessen y cognac añejo y en el que los soldados alemanes parecen hermanitas de la caridad. No, señores, no cuela. Como alegato antibelicista prefiero “Senderos de gloria”; como fábula, “La vida es bella” (el niño, al menos, sirve como pretexto); como drama carcelario, “Le trou” y como todo eso y más, “El puente sobre el río Kwai”. De aquí a Lima, vamos.

Aún así, debo reconocer que le debo un nuevo visionado (de Scardanelli suelo fiarme bastante), que los personajes —más que memorables— resultan entrañables y que la prodigiosa interpretación de Erich Von Stroheim ya justifica, por si sola, su visionado. Lo dicho: buena. Sin más. Y ahora, cojan sus bayonetas y apunten al NO. Lo comprenderé.
Taylor
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9
30 de marzo de 2011
141 de 150 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me entra en la cabeza, francamente, por qué un peliculón de este calibre nunca ha logrado alcanzar el lustre y el renombre del que sí se han beneficiado otros. Tiene huevos la cosa. Como si en este puñetero país andáramos precisamente sobrados de obras maestras. Sobre todo de la primera mitad del s. XX, cuando el cine que se hacía por estos lares todavía andaba en paños menores.

Por lo que parece la ‘culpa’ de tan injusto menoscabo la tiene la presunta filiación franquista de su autor, Nieves Conde. Una filiación que —exceptuando un par de enunciados en los títulos de crédito— ni soy capaz de percibir en “Surcos” ni en nada debería afectar al indudable talento de este cineasta. Máxime cuando estamos hablando de una peli que, por si fuera poco, nos muestra la cara más sombría y atroz de una dictadura en la que los efectos colaterales de la posguerra y el estraperlo convirtieron a su población civil en auténticas aves de rapiña dispuestas a todo con tal de abrirse paso en la jungla de asfalto de cualquier gran ciudad. En este caso, de Madrid.

Que nadie se deje engañar, pues, por su rústico título. “Surcos” sólo tiene de bucólico y pastoril el nombre. El resto, en cambio, es uno de los mejores dramas patrios que, con toda franqueza, me he echado a la cara. Duro, seco, violento y extraordinariamente descarnado. Sin sentimentalismos que valgan y con mucha mala leche. Pero que mucha. Ah, y con algo de moralina, por supuesto. Pero más que católica, ilustrada. Lo digo por Rousseau y su teoría del buen salvaje. Un archiconocido postulado que flota en el ambiente durante toda la peli y que, sin lugar a dudas, influye decisivamente en su candente fatalismo y en la liberadora decisión final de los Pérez.

Nueve incuestionables estrellitas, pues, para un dramático retrato de innegable raigambre neorrealista y toque ‘noir’ que desde este preciso instante entra derecho, derechito, a mi Top-10 particular de cine patrio. Con la gorra, vamos.
Taylor
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8
28 de marzo de 2011
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cabos sueltos los tiene a espuertas, sí, pero quizás en eso mismo —precisamente— resida su incomparable encanto. En no contaminar su hondo y profundo lirismo con tediosas disquisiciones científicas o largas y estériles elucubraciones filosóficas. Aún así, “Never let me go” es una de esas pelis que, en tanto en cuanto conmocionan hasta la puñetera médula, también dan mucho que pensar. En un hipotético futuro, por ejemplo. Un futuro tan blindado como descorazonador en el que calidad y esperanza de vida parecen gozar de su preceptivo seguro a todo riesgo y en el que la mera visión de una sumisa cobaya esperando a que mi pulmón de fumador diga basta para intervenir inmediatamente me produce auténticos escalofríos. Brrr! Escrupuloso que es uno.

Ocho meritorias estrellitas, pues, para un triste y hermoso romance de ciencia ficción cuyo polémico trasfondo existencial no dejará indiferente a nadie. Seguro. Tanto a los que han leído a Huxley o a Platón como a los que no. Y yo a eso lo llamo sensibilidad, talento y magia. Vaya si no.
Taylor
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8
24 de marzo de 2011
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Indudablemente, se trata de un dramón clásico. De un dramón clásico muy cercano, por cierto, a los mejores dramones clásicos de la historia del cine: “Las uvas de la ira”, “Ladrón de bicicletas”, “Los mejores años de nuestra vida”, “Harakiri”, “Doctor Zhivago”, “El hombre elefante”, “Mystic River”… Y eso significa, impepinablemente, que si has logrado disfrutar de todas —o casi todas— estas pelis con total y absoluto deleite, también deberías conseguirlo —sin demasiado esfuerzo— con “¡Vivir!”.

El problema de los dramones clásicos como “¡Vivir!”, sin embargo, es que —actualmente— no tienen la buena prensa de antaño. Así pues, lo que verdaderamente mola hoy en día es el drama “a lo bestia”. En plan “Réquiem por un sueño”, “Ciudad de Dios”, “Contra la pared” o “Irreversible”. Dramas con cámara epiléptica, montajes abruptos y despiadadas tramas argumentales que —más que conmocionar— lo que pretenden y consiguen, en definitiva, es perturbar al espectador de la forma más descarnada posible.

A mi, particularmente, me gustan todos los dramas. Todos. Independientemente de su tono, de su estilo y de su intensidad. Siempre y cuando, por supuesto, conecte con ellos y no perciba rastro alguno de sensiblería, sentimentalismo y moralina. Sin lugar a dudas, las tres grandes lacras del género en cuestión.

Obviamente, nada de ello detectaréis en la peli de Yimou. Un drama que fluye sin prisa pero sin pausa y que nos ofrece un espléndido fresco de la China maoísta a través de la propia experiencia vital de Fu Gui (Ge You) y Jia Zheng (Gong Li), un matrimonio que luchará a brazo partido contra la adversidad constatando, por si fuera poco, que vivir es —indudablemente— la mayor batalla que puedes librar y la mayor victoria que puedas lograr en esta puta vida.

Pedazo de ocho, pues, para un dramón clásico de impecable factura al que sólo cierta candidez y superficialidad aparente la alejan de ese nueve que durante gran parte del metraje campeó en su marcador. Ainsss!
Taylor
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