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Críticas de Jinete nocturno
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Críticas 177
Críticas ordenadas por utilidad
8
16 de julio de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí; esta película, de la que no esperaba absolutamente nada, ha resultado ser el film "J-Horror" del que más he disfrutado en muchos, muchos años. Una auténtica delicia. Y no, no estoy diciendo que sea perfecta: tiene ciertos giros de guión dignos de Lindelof puesto de tripis. Pero, oye… El chute de buenas sensaciones y el orgasmo retiniano que me ha dejado “lo bueno” ha sido tan brutal que le perdono lo torpón de buena parte del desarrollo narrativo.
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Lo primero, un aviso a navegantes: Esta película se vendió como la adaptación de la famosa saga de videojuegos de terror Project Zero (Fatal Frame) y NO lo es en absoluto: Es una historia completamente independiente cuyo único nexo de unión con la franquicia es un serie de guiños y homenajes menores: el nombre de algunos personajes, un doppelgänger, un par de gemelos, un cordón rojo, una vieja cámara decimonónica que fotografía un fantasma.... Al parecer, la directora ya tenía perfectamente claro qué quería contar mucho antes de que los de Nintendo le soltasen pasta a cambio de poner "Project Zero" en el título (viniera a cuento o no). Así que puedo entender que algún fan especialmente talibán pueda cabrearse, pero no es mi caso. Yo, que idolatro insanamente la saga, prefiero mil veces algo como esto a una adaptación “fan service” que ensucie la reputación del producto con chorradas pueriles.

Dicho esto, a la película:

Estéticamente, es una MARAVILLA. Así de claro. Me dejo las manos aplaudiendo. Es probablemente una de las películas más preciosistas y mejor fotografiadas que he visto en mi puñetera vida. Impresicindible verla en HD y en pantalla grande: cada fotograma un homenaje directo al romanticismo pictórico inglés (en especial a la “Ofelia muerta” de Millais) donde nada, ni la luz, ni el color, ni la composición, se dejan al azar. El resultado, en combinación con los hermosos y lánguidos rostros de las protagonistas, es de una belleza hipnótica y apabullante. De hecho, no disfrutaba tanto con lo puramente visual de una película desde Argento… Una comparación a lo mejor no tan descabellada: esta película, que transcurre en un internado femenino como Suspiria, tiene también un soundtrack sospechosamente parecido.

¿Dónde está el problema? Pues en el guion, que deja mucho que desear: La primera hora es sobresaliente y te mantiene completamente pegado a la pantalla (conviene aclarar que el film tiene más de thriller sobrenatural que de película de terror al uso). Pero, pasado ese punto, la cosa empieza a desbarrar dando un par de giros completamente surrealistas. Así, por ejemplo, la introducción de cierto “médium” maquillador de cadáveres me parece un completo despropósito que solo puedo entender en la medida que la tal Asato le dé al sake más que la cuenta.

Pero, sobre todo, donde el guion pierde completamente toda verosimilitud y seriedad (una lástima) es en la resolución de la trama. Especialmente, cuando se nos muestran los verdaderos “malos” de la historia, culpables de la maldición que azota el internado, y nos explica sus inverosímiles motivaciones. Evidentemente, no voy a hacer spolier, pero no deja de resultarme gracioso la “poco amigable” visión de los internados catolicos que se nos muestra. Algo que no es de extrañar, recordando que los japoneses, en su mayoría sintoístas o budistas, siempre han visto el cristianismo con bastante hostilidad.

En resumen, un espectáculo irregular y descompensado: visualmente exquisita y con una primera hora absolutamente fascinante, pero con un final torpe, inverosímil y ridículamente folletinesco que “jode con las patas de atrás” buena parte de lo logrado. Aún y todo, y en conjunto, una gratísima sorpresa que recomiendo a todo amante del género.
Jinete nocturno
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5
7 de marzo de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he sido más enemigo que amigo del gore y he tendido a pensar que los excesos hemoglobínicos y la casquería son signo de falta de ideas; consecuencia del intento de tapar con efectismos más o menos repugnantes la incapacidad de generar verdadero miedo en el espectador. -Eso no quiere decir que, como es el caso del cine de Romero, no haya casos en los que historias bien trabajadas e interesantes de por sí vayan “aderezadas” con sus punto de higadillos, pero son raras excepciones-.

Es por eso que, habiendo visto en Youtube (esa "sublime" herramienta que tanto contribuye a la "formación intelectual" del internauta) algunos de los “momentos maestros” de Fulci, he procurado mantenerme alejado de sus gore repugnante, pasado de vueltas y enfermizo hasta el día por hoy. Sin embargo, tras ver esta película en un intento de vencer el insomnio (no hay nada más soporífero que una mala película de Terror), debo decir que para ser una serie B pura y dura –que nadie espere ver otra cosa- no está mal, y que tiene algunos momentos pasables.

Ciertamente, el guión es ridículo y tiene más agujeros que la población civil de Faluya. Analizado con un mínimo de rigor, provoca inevitablemente un ataque agudo de mala hostia el constatar la forma desvergonzada y zafia en la que se nos ha pretendido tomar el pelo y su retahila de incoherencias y soberanas gilipolleces. Ejemplos de ello son el personaje de la nanny [empieza mini-spoiler], que primero limpia la sangre de los crímenes, haciendo de perfecta cómplice y vendiéndose de “mala malísima”, y luego es la primera en palmarla, o la lápida del salón, que está intacta toda la película y que al final, justo cuando hay que escapar por ella, aparece felizmente rota [fin de spoiler]. A estos despropósitos hay que añadir escenas como la del murciélago, una de las más (involuntariamente) hilarantes que he visto y que me han hecho mearme de la risa, o la exquisita cortesía del zombi, que, en lugar de atacar, se queda esperando pacientemente en una esquina del sótano a que los protagonistas consigan un arma. Para más inri, cabe mencionar un par de plagios descarados a Argento, como los ojos resplandeciendo en la oscuridad y la propia escena del murciélago (que también quedaba ridícula en “Suspiria”, todo sea dicho), y otro par de canibalizaciones descararas de “El Resplandor”.

Sin embargo, hay que decir que las secuencias dentro del dichoso sótano –en especial la del niño- resultan cuando menos inquietantes y que están rodadas con una maestría casi hitchcockniana; administrando sabiamente la tensión y consiguiendo ponerte “atacaito” de los nervios. Esto es sin duda lo único salvable de la película junto una caracterización original y bastante “acojonante” del zombi.

En resumen, una serie B sin paliativos, llena de boquetes, pero que, al fin de cuentas, consigue en parte su objetivo como película de Terror, lo que no es poco. Si no tienes otra cosa que ver, puedes arriesgarte.
Jinete nocturno
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7
24 de febrero de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que cada vez que oyes que cierto estreno es la adaptación de no-se-que videojuego te pones bajo la protección de San Judas (patrón de las causas perdidas) y procuras mantenerle bien alejado del cine. Y no me extraña... Mortal Kombat, House of the Dead, Mario Bros; “maravillas” cinematográficas... Al fin y al cabo, qué cojones: ¿qué se puede esperar de la adaptación de dos muñecos soltándose hostias o saltando sobre setas gigantes, Ciudadano Kane?

Y sin embargo, Silent Hill es una excepción. Sin ser completamente coherente, la saga Silent Hill nos presenta un universo elaborado y extraordinariamente complejo y unas tramas argumentales en algunos casos soberbias. Después de todo, y no deja de ser irónico, Silent Hill bebe argumentalmente (es más que sabido) de algunas de películas de Terror tan originales e inspiradas cómo “El Carnaval de las Almas” y “La Escalera de Jacob”, a las que se hacen descarados homenajes.

Así que, y sin que sirva de precedente, esta película sí tenía una base, un “de donde sacar”. Es más, el problema, más que la falta de argumento, era el exceso: la necesidad de simplificar la trama y hacerla encajar en dos horas de metraje de forma que fuese comprensible al “no iniciado”.

Y ahí han fracasado estrepitosamente. Porque, sintiendo mucho, dudo que nadie que no conozca la saga haya sido capaz de entender ni la mitad del argumento.

El guión, es verdad, tiene grandes aciertos: el personaje de Alessa, leitmotiv, razón y corazón del universo Silent Hill, que en los juegos resulta algo ambiguo y desdibujado, tiene aquí una carga trágica de connotaciones fáusticas que resulta fascinante. Además, y es algo muy acertado, frente a la calculada ambigüedad con la que el juego trata “la Orden”, describiéndola como un extraño culto de estilo lovecraftniano supuestamente pagano, pero dotado de una iconografía “sospechosamente” cristiana, aquí, de manera mucho más clara y coherente, se nos muestra como una horda de cristianos fundamentalistas al mejor estilo “Ágora” empeñados en purificar a todo quisqui base de hoguera –impagable el personaje de Cristabella-. Y es que lo más interesante de la película es esto: la astuta forma en la que satiriza la intransigencia y fanatismo religioso que ha caracterizado al cristianismo (no únicamente, lo sé) convirtiendo a Alessa, la supuesta “bruja” encarnación del Mal absoluto, en una heroína oscura ansiosa de justa venganza –no pude evitar aplaudir en cierta escena final; así de sádico es uno-.

Sin embargo, y junto a estos aciertos, el guión peca gravemente de falta de claridad (cómo ya dije, a los “no iniciados” el final les resultará totalmente incomprensible) y de de demasiadas concesiones a la galería–esto es sin duda lo peor-, como la presencia de monstruos sacados directamente de los videojuegos como el famoso “Piramid Head”, que no aportan nada salvo confusión.

En resumen, una película fallida, sí, pero con algunos hallazgos notables. Una lástima.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jinete nocturno
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8
13 de abril de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo reconocer que siempre, y hablo desde que la vi por primera vez, hará treinta años, he amado esta película: me trae recuerdos dulces y amargos a un tiempo: de noches tórridas de verano, ventanas abiertas y mi madre y yo, agazapados en el sofá, viendo lo que sucedía en pantalla con ojos como platos.

Vayamos a lo obvio, a lo evidente; acabemos ya con el lugar común del que algunos no consiguen despegarse: obviamente, la película no juega en la misma liga que el original de Hitchcock. Tampoco lo pretende, como deja claro con absoluta franqueza desde su inicio (al contrario que pretencioso e irrisorio remake de Gus Van Sant, por cierto). No voy a dedicar ni un solo minuto a explicar porque Psicosis es una obra maestra y esta secuela “solo” una magnífica película; sería insultar la inteligencia del lector. Mas todo eso es irrelevante, porque esta película debe (o debería) ser juzgada por sí misma.

Y como tal, y me alegra coincidir con la inmensa mayoría de críticas modernas que he leído esta tarde tras degustarla de nuevo, es una película absolutamente magnífica que los años (y quizás la nostalgia) se han encargado de revindicar.

En efecto, si a su estreno esta película fue ninguneada por la crítica y se la califico como mero producto explotativo que canibalizaba la obra cumbre del “Maestro”, o como secuela “innecesaria”, los años, los múltiples revisitados que muchos hemos tenido la oportunidad de darle, y la simple comparación con el desolador panorama de mediocridad y decadencia del cine actual, se han encargado de hacerla crecer, metiéndola (como poco) entre las grandes secuelas de la historia del cine.

Y es que, objetivamente, aquí todo funciona, todo está donde toca: una dirección solvente (pese a las terribles presiones del estudio que sufrió Franklin, que a la larga causaron un ambiente un tanto irrespirable de hostilidad en el rodaje, al punto de que Meg Tilly se negó a ver la película terminada hasta hace apenas un par de años), unas interpretaciones exquisitas y, sobre todo, un guion brillante por parte de Tom Holland (que más tarde dirigiría Noche de Miedo y El muñeco diabólico): una maravilla con al menos dos giros que dejaran boquiabierto a cualquier neófito y que debería estudiarse en cualquier escuela de cine que se precie: No en vano, hoy, casi cuarenta años después, el bueno de Tom promociona todavía en Twitter sin demasiada vergüenza copias del mismo a un módico precio. Maravilloso Anthony Perkins recuperando a su personaje 22 años después, dotándole de una pátina de patetismo e indefensión del que su primera versión carecía, y maravillosa la guapísima Meg Tilly, dando vida a un personaje profundamente humano que hubiera merecido mejor final, sí. Pero también un placer gozar de secundarios inolvidables de los ochenta como Vera Miles, Robert Loggia o Dennis Franz. Y un capitulo que no quiero pasar por alto: la sublime BSO del inconmensurable Jerry Goldsmith:

Goldsmith no lo tenía fácil. Competir con la alargadísima sombra de Bernard Herrmann parecía ser un objetivo condenado al fracaso, así que hace lo más inteligente: renuncia a ello y elige su propio camino. Si la música de Herrmann era tensa, crispante y destinada a crear suspense, Goldsmith prefiere obsequiarnos con un tono intimista dominado por un piano que juega a dibujar una suerte de canción de cuna distorsionada y profundamente –dolorosamente- melancólica, que nos traslada a la atormentada mente de Norman, a sus recuerdos: a un pasado de “olor a sándwich de mantequilla” en el que quizás fue feliz y todo pudo haber sido ser distinto. En efecto, el tema principal es una auténtica maravilla que, por sí solo, agiganta la película.

En definitiva, y como el lector habrá notado, una película que idolatro, que me traslada a la infancia y que no dudo en recomendar. Una joya oculta de los ochenta.
Jinete nocturno
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6
9 de febrero de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes que nada, conviene aclarar que existen (que yo sepa) tres versiones de esta película. Una “corta” de más de dos horas, una de metraje intermedio, doblada a castellano y con unos 137 minutos de metraje, y la “Director’s cut”, que alcanza los 150 minutos. Pues bien, os recomiendo que, si podéis elegir, veáis esta última versión y huyáis de la versión corta cual muchacha del ataque de la bestia. Y es que está última resulta mucho más equilibrada y explica gran parte de la aparentes incoherencias y saltos argumentales que parecen observarse en la otras versiones.

Dicho esto, al grano.
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Empezaré por decir que “El pacto de los lobos” resulta exactamente como cabe esperar de Gans: irregular y descompensada. Y es que prácticamente todo lo que tengo que decir aquí, casi frase a frase, es aplicable a su otra obra relevante, Silent Hill, película en la que acumuló casi idénticas pifias y que consiguió salvar de la quema por idénticos aciertos.

En la parte más positiva, sin duda, está todo lo relacionado con las formas. Y es que Gans es, desde el punto de vista técnico, un fabuloso realizador con un sobresaliente sentido de lo visual y una elegancia a la hora de construir los planos nada corriente. Es más, me atrevería a decir que hay en él mucho del esteticismo del primer Ridley Scott y, si me apuráis, hasta detalles que hacen recordar al mismísimo Kubrick. Al fin y al cabo, “canta” bastante que Gans, a la hora de definir el aspecto de esta película, tenía en la cabeza tanto “Los Duelistas” como “Barry Lindon”, cuyas fotografías, según ocasión, canibaliza sin complejos. Estamos, por tanto, y es casi lo único salvable del film, ante una película visualmente espectacular, de esas que entran por los ojos y que pueden ser disfrutadas, hasta cierto punto, independientemente de su trama.

En la parte negativa… Todo lo demás. O, lo que es lo mismo, el fondo del asunto; la chicha. Porque hay algo que distingue a Scott, incluso en su actual estado de triste decadencia, de Gans: El bueno de Ridley conoce sus limitaciones y procura no mear fuera del tiesto: sabe que lo suyo es ponerse tras las cámaras, no escribir historias (eso se lo deja a inútiles como Lindelof). En cambio Gans tiene la “fea” costumbre de escribir sus propios guiones y, sólo en el último momento, dejar que otros las pulan ligeramente. Y claro, como resulta que el tipo no es precisamente Tarantino y tiene el gusto en el culo, sus historias, independientemente de que puedan contener detalles interesantes, son en conjunto infantiloides, torpes e inverosímiles.

En efecto, el guion de “El pacto de los lobos” es bastante malo y, por momentos, especialmente en su tercio final, catastrófico. A la trama, tristemente desaprovechada y que podía haber dado MUCHO más de sí, le falta intriga, profundidad y seriedad, desasosiego y tensión, y le sobra el romanticismo de baratillo, las subtramas folletinescas, las conspiraciones papales y, desde luego, la peleas a lo Matrix. La película aguanta bien durante la primera hora, sí, pero pasado este punto se hunde a ritmo acelerado y acaba sumida en la más videoclipera estupidez. Una lástima.

En definitiva, una película aceptable que, en conjunto, roza el notable, sí, pero exclusivamente por lo sobresaliente de unas formas que apenas le permiten disimular las torpezas del guion y lo pueril de la trama.
Jinete nocturno
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