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Críticas de Cinemagavia
Críticas 3.982
Críticas ordenadas por utilidad
4
25 de mayo de 2023
167 de 215 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Depuración del discurso

¿Todos los artistas deben contarnos algo con su arte? Esta es la pregunta que nos plantea Wes Anderson con esta película. Tras recibir comentarios muy duros por parte de la crítica con su anterior obra ‘La crónica francesa’ (2021), parece que se ha dispuesto a confrontarlos y aferrarse a sus ideas como creador.

En el pasado pudimos ver obras como ‘Academia Rushmore’ (1998) o ‘Viaje a Darjeeling’ (2007), que eran una mezcla entre realismo y el control excesivo de las imágenes, siendo esta última con la que acabaría esta primera etapa de carácter más naturalista. Después entró en una segunda fase donde las historias seguían teniendo un mensaje claro y estaban ‘’envueltas por un papel de caramelo’’, como ‘El Gran Hotel Budapest’ (2014). Por último, en esta tercera etapa, ha pasado a una fase de manierismo extremo, donde la forma interesa más que el fondo. Pudimos dilucidar que había tomado este camino con ‘La crónica francesa’ (2021), en la que se podía apreciar un Wes Anderson más centrado en la imagen y en mostrar el aparato cinematográfico.

Asteroid City correspondería a esta tercera etapa de su cine, donde deja la narratividad expuesta ante el espectador, pareciera un cirujano que exhibe un cuerpo abierto. Ahora el arte se ha convertido en imagen pura y el discurso se ha diluido tanto, que no entendemos qué nos quiere contar. Es más, llegado un momento, reproduce en boca de Adrien Brody, que lo que cuenta o si se entiende, no importa, lo que importa es la catarsis que sentimos cuando vemos las imágenes de sus películas.

*Imagen frente a sentimiento

Asteroid City descompone la naturaleza americana y exhibe los problemas de la carrera astronómica desde que dio comienzo. Nos presenta una sociedad alienada y sometida al yugo gubernamental capitalista, donde los artistas son alienígenas y el público, individuos con emociones limitadas que no saben qué hacer con su vida, simplemente se centran en lo banal y lo superfluo.

Wes Anderson se centra tanto en la imagen, que se le olvida que para poder disfrutar debemos emocionarnos. La belleza de sus imágenes no es suficiente, muchas de ellas están vacías y solo vemos a actores, interpretando actores, que interpretan a personajes, es decir, acciones y gags sin conexión. No dudo que detrás de todo ello haya una historia clara, pero no acabo de comprender la excesiva variación del punto de vista con elipsis espacio-temporales. Es una obra de teatro donde cada escena se cuenta con independencia del relato central.

A pesar de todo esto, debemos valorar su imaginario y la gran belleza de su arte, con encuadres milimétricos y juego de formatos, con personajes que hablan muy rápido y actuaciones hieráticas que no muestran ni un solo sentimiento. Sigue siendo una película de Wes Anderson al uso y el disfrute se mantiene en unos estándares muy altos, pero pareciera que el director se ha vaciado y necesita llenarse de nuevas ideas para hacernos disfrutar de nuevo del amor, la pasión o del propio viaje que significa vivir.

*Conclusión

Con Asteroid City, Wes Anderson se asienta en su estética manierista y difunde un mensaje claro, su arte no es para emocionarse, sino para divertirse. Una ausencia de discurso que provoca que nos separemos de la película y nos quedemos fríos ante lo que quiere contar, intentamos conectar constantemente con algo, pero la película nos repele.

Sin embargo, en el apartado técnico ha depurado tanto su estilo, que disfrutamos viendo dobles enfoques, planos con encuadres milimétricos y movimientos de cámara y de personajes como si viviéramos en un cuento. Dichas imágenes nos devuelven el reflejo de una sociedad vacía, en la que ya no queda nada, ni si quiera el sentimiento, pero debemos intentar aferrarnos a las emociones para disfrutar más de la vida.

Escrito por Santiago Varela Antúnez
Cinemagavia
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9
27 de mayo de 2023
137 de 164 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La notoriedad de una vida

Otra de las grandes figuras del cine europeo que vuelve al Festival de Cine de Cannes es Wim Wenders, que presenta no uno, sino dos films en el festival. Perfect days supone, en cierta medida, la reinvención de su cine tras una constante búsqueda de nuevas formas de narrar, con una historia que llega directamente a nuestros corazones y nos conmueve con todos sus elementos.

El principal valor de esta obra reside en su trama, ya que se centra en la historia de Hirayama, un hombre mayor, que lleva una vida tranquila y rutinaria limpiando baños públicos en Japón. Disfruta de la música y de los libros que lee a diario y se queda obnubilado con los árboles, que fotografía cada día. Una vida sencilla que nos demuestra que, en la simpleza es donde encontramos la grandeza, un proceso de comprensión que ya ha realizado el personaje protagonista, solo falta que los demás acepten su forma de vivir.

Perfect days nos hace recuperar el valor de lo cotidiano, en ocasiones las cosas no deben cambiar, porque para uno, cada día supone una aventura en la que adentrarse y observar lo que le puede ofrecer el mundo. Quizá, la clave de la felicidad está en el goce y disfrute, en tiempo presente, de aquellos momentos de sencillez y de encuentro de uno mismo con el entorno que le rodea.

*El formato físico como salvación del alma

Wim Wenders lleva a la pantalla una historia llena de amor y cariño por los tiempos muertos, con momentos cargados de un silencio narrativo que nos acompaña a lo largo de la contemplación del día a día de Hirayama. Un silencio que se llena con la grandiosidad del entorno y las sutilezas de este, llevados a la pantalla con un tratamiento del sonido impecable.

Otro pilar importante dentro de la puesta en escena es el tratamiento de la imagen y la planificación, que se trabajan partiendo de una fisicidad estética que aporta cuerpo a la obra. Jamás en época reciente, un 1:33 había estado tan justificado, con un seguimiento de personaje impecable y una serie de planos generales que enmarcan a Hirayama en un entorno en el que cada elemento tiene su lugar, y si se mueve, modifica todo el ciclo.

Los objetos físicos se han quitado de la ecuación capitalista y han obtenido un valor mayor, algo que, las nuevas generaciones saben apreciar. En un mundo de extrema digitalización y globalización donde todo está vacío, todo cobra sentido gracias a lo físico y a la imperfección del analógico, que es un símbolo de que las cosas demasiado digitales acaban careciendo de alma, enfrentándonos a ellas con una pasividad extraña.

*Conclusión

Perfect days supone un punto y seguido en la carrera de Wim Wenders, que sigue experimentando con secuencias donde algunas imágenes se van superponiendo unas encima de otras a modo de un cuadro en constante mutación, en el que podemos contemplar desde la distancia los sueños y la asombrosa imaginación del protagonista.

Dentro de lo rutinario se esconde todo un mundo de posibilidades y de elementos bellos que podemos apreciar si nos acercamos lo suficiente. La perturbación de lo cotidiano no debe suponer un cambio de rumbo, sino el aprendizaje de algo que nos servirá para el futuro. Con el cambio debemos hacer igual y aceptarlo tal como venga, ya que, nada, ni nadie, permanece igual, todo cambia, todo muta, pero debemos apreciar la belleza del camino.

Escrito por Santi Vaan
Cinemagavia
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8
14 de noviembre de 2023
162 de 216 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La fantasía, el deseo de vivir

Que nadie duerma comienza con una serie de secuencias anodinas en las que contemplamos la vida gris de Lucia (Malena Alterio), la protagonista de esta fábula. Una vida que de un día para otro salta por los aires, cuando la empresa en la que trabaja quiebra. Quedándose Lucía sin su sustento. Sin aquello que la ha ocupado durante más de veinte años. Su trabajo como informática. Entonces Lucía, que vive en el barrio de Usera y cuida de un padre en los últimos años de su vida, decidirá sacarse la licencia de taxi.

Mientras, se enamora perdidamente de su vecino del piso de arriba. Un actor que escucha obsesivamente la ópera de Puccini Turandot y que tras un fugaz beso en la azotea, desaparecerá de su vida. Por lo que el objetivo de Lucía, en su nueva vida como taxista, pasará a ser encontrarse con ese hombre misterioso que ya no es capaz de olvidar. Aunque primero se topará con Roberta (Aitana Sánchez-Gijón), una productora teatral, con la que iniciará una inexplicable amistad y con otros personajes de la cultura como un dramaturgo que, de nuevo, inexplicablemente se interesará por ella. En un nueva rutina, ahora totalmente excitante, con la que dejar atrás sus días de rutinaria existencia.

Siempre con la duda de si estamos ante el fruto de la imaginación de la protagonista. Imaginación que para Lucía es un ingrediente vital fundamental. Un elemento que le imprime luz a sus días, por mucho que los guionistas se hayan empeñado en mostrar un Madrid asombrosamente lluvioso. Ya que Lucía no se ha olvidado de su nombre y en cada cosa que hace intenta brillar. A su manera, por su puesto, pero ella con su carácter extrovertido intenta hacer de cada jornada una pequeña novela de aventuras.

*El amor de Lucía

Porque si algo mueve a la Lucía de Que nadie duerma es la vida. Ella quiere vivir. Quiere saber hacerlo y por ello armada de una indudable valentía, se mete en su taxi para recorrer las calles de Madrid. Y con ello, esperar a que algo suceda. Un algo fantástico que la permita continuar y llenar ese vacío que una sociedad demasiado individualista ha ido agrandando. En un personaje que recuerda un poco al Damián de No mires a los ojos. Dos personas tiernas y extrañas, que parecen invisibles. Dos personajes que se sirven de la imaginación y de lo misterioso para prenderse a la vida.

Y es que, en el fondo, Lucía parece una especie de alma pura que aún no ha dejado de creer. De creer en lo imposible. En lo que todos le han dicho que es imposible. Una mujer para la que no hay duda de que el amor siempre acaba venciendo al odio. Un personaje lleno de recovecos y de ninguna obviedad, que Malena Alterio borda. Ella con sus ángulos, físicos y mentales, resulta una creación desbordante de creatividad. Ya que nunca te acabas de esperar el camino que va a terminar recorriendo.

Por mucho que algunos se empeñen en recordarla siempre por su Belén inolvidable, aquí Malena demuestra su versatilidad. Su humanidad con un personaje que parece inocente, pero que no acostumbra a callarse. Durante todo el metraje, el viaje de Lucía es brutal y ella lo realiza con naturalidad, cercanía y esa extrañeza que impregna cada secuencia de la película.

*No te deja indiferente

Es verdad que resulta complicado definir a Que nadie duerma. Son muchos los géneros de los que se sirve, para finalmente articular una venganza que nada tiene que ver con lo que se podría augurar en su comienzo. Habrá a quienes le moleste o descentre esa indefinición. Pero lo que nadie podrá decir es que la cinta les ha dejado indiferentes. Sirviéndose de la citada magnífica interpretación de Malena Alterio, así como de un Madrid nada visto. Un Madrid de barrio, pero no marginal. Una ciudad que casa a la perfección con la película.

Sin olvidar la inquietante música creada por Zeltia Montes. Al inició tan desconcertante que no sabes si molesta o es de una genialidad deslumbrante. Cada elemento de la cinta es congruente con esa búsqueda de lo inexplicable.

*Conclusión

Que nadie duerma es una curiosa película. Una cinta extraña, diferente, sobre una mujer, Lucía, que es despedida de su empresa y decide empezar una nueva vida como taxista. A la vez que se enamora perdidamente de su vecino, un actor aficionado a la ópera de Puccini, Turandot. Un tipo que desaparecerá misteriosamente y que ella soñará con llevarle un día en su taxi. Siempre con la duda de la ligera frontera entre realidad e imaginación, la película avanza con mucha originalidad por los deseos de Lucía. Los deseos de amor de una mujer arrinconada que combatirá el descreimiento a base de creatividad.

Interpretada por una Malena Alterio tan natural como precisa, la cinta transita por varios géneros, siempre fiel a su tono sorprendente. Con un Madrid que choca y ayuda a ese extrañamiento general. En lo que supone una interesante adaptación del mundo de Juan José Millás. Porque a veces lo que unos tildan de normal, para otros no baja de sobresaliente.

Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Cinemagavia
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8
24 de abril de 2024
129 de 155 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La adopción que no debió ser

El caso Asunta se sirve de un cruento y muy famoso hecho real para armar una efectiva y vibrante true crime. El 21 de septiembre de 2013 dos padres denunciaban la separación de su hija en Galicia. No eran dos padres comunes. Ella, Rosario Porto (Candela Peña) era una abogada que provenía de una famosa y acomodada familia. Él, Alfonso Basterra (Tristán Ulloa) era un periodista freelance que había trabajado en diferentes diarios. Su hija Asunta, a la que poco después encontrarían fallecida en los márgenes de una carretera, tampoco era del montón. Asunta había sido la primera niña china que se adoptaba en Galicia. En teoría, una familia envidiable.

Famosas son ya las imágenes, de las que aquí se sirve la serie para dar comienzo a la historia, en la que unos sonrientes Rosario y Alfonso conceden una entrevista para hablar de su hija. Una niña que siempre aparecerá en la serie como una especie de ángel. Una niña risueña, obediente, educada y con talento para casi cualquier actividad. Lo que pasa es que pronto la idílica historia acaba ensuciándose. Porque los hijos no son juguetes. Y porque el matrimonio pronto se rompió de forma inevitable. Arrastrando con ellos a la inocente Asunta.

*Un caso enrevesado y turbio

Cumpliendo a la perfección El caso Asunta desde el inicio eso de las apariencias engañan. Porque en la familia Basterra Porto todo está contaminado. Ella, con sus problemas mentales. Siempre medio drogada y con toda una serie de episodios de internamiento e intentos de suicidio. Con un narcisismo tan grande que solamente le permite sentir pena por ella misma. Él con su mezcla de enamorado solícito y tóxico calculador. Con su gusto por el porno y su escaso poder económico. Una extraña combinación que acabará por explosionar con la infidelidad de ella y un divorcio que él nunca acaba de aceptar del todo.

Estando así Asunta en una situación de absoluta desprotección. Ya que por un lado, resulta lo único que termina por unir a Rosario con un hombre que ella no siente el adecuado. Porque se aburre. Porque en su narcisismo quiere sentir, siempre que las pastillas se lo permiten, un subidón de placer que junto a Alfonso es incapaz de experimentar. Y por otro lado, Asunta surge como la última opción de Alfonso para unirse de por vida a su mujer. Por eso el crimen aparece como un rebuscado, incomprensible y terrible desenlace.

*Sensacionalismo

Un hecho que El caso Asunta plasma desde la incomprensión y la constante pregunta que todo el mundo sano no para de repetirse. ¿Cómo pueden unos padres llegar a matar a su hija? Asombro ante lo innombrable, dudas por algunas partes del proceso y el constante amarillismo que la ficción quiere denunciar. Con una prensa carroñera dispuesta a todo por obtener la mejor foto o el mejor plano. Asombroso resulta contemplar como la Guardia Civil lleva a Rosario y Alfonso a registrar sus casas por segunda vez y una marea de prensa y gente les está esperando.

Algo constante durante los seis episodios que ponen en cuestionamiento la corrección moral del proceso que condenó a estos dos individuos. Que no la absoluta repulsión del crimen cometido. Cabe recordar que ambos fueron condenados a dieciocho años de prisión, tras rechazarse todos los recursos y constatarse que ambos idearon y ejecutaron el plan de acabar con la vida de su hija. Aunque respecto a las dudas, aún hoy se sigue sin haberse esclarecido completamente el motivo que les condujo a ello.

Y en esto surge la figura del juez José Antonio Vázquez Taín, que Javier Gutiérrez compone con su solvencia habitual. Un tipo que El caso Asunta muestra desde un cierto histrionismo. Siempre en duelo con el muchas veces poco colaborador con la justicia Alfonso. Así como muy obsesionado con tener la mano ganadora. Sin importarle si por el camino expone a los enjuiciados un proceso sin todas las garantías. Llegando a plantearse, en momentos, si muchas veces en este tipo de procesos lo que más placer genera es la verdad o la victoria.

*A los pies de Candela Peña

Aunque sin duda lo que más llama la atención de El caso Asunta es la magistral interpretación de Candela Peña. Es inexplicable lo que es capaz de hacer. Metiéndose en la piel de esta mujer enferma. De este ser repudiable que ella borda, haciendo imposible no dejar de mirarla. Siempre con esa voz aparentemente frágil, débil, muchas veces entrecortada y con tendencia al llanto. Permanentemente atontada, como drogada por tanto ansiolítico. Con un acento muy característico y una caracterización asombrosa, que Candela Peña magnifica con su gestualidad. Su cuerpo entre encogido y tímido. Sus ojos acuosos. Su mirada perdida. Impresionante.

Y junto a ella, un Tristán Ulloa impredecible. En un personaje huidizo. En ocasiones retador y en otras ratón de biblioteca. También acompañado de una caracterización muy solvente. Sin olvidar a la gran María León, como una de los policías judiciales que participaron en el caso. Siempre acompañada de esa paradoja que mezcla el horror de su trabajo con la felicidad que busca en su vida personal. Hace una pareja muy creíble y entrañable junto a Carlos Santos.

Interpretaciones que sumadas a un ritmo excelente, a una música utilizada de una forma precisa y a una buena conciencia de lo que se tiene entre manos hacen del conjunto una serie muy solvente. Sabiendo que el espectador ya conoce el caso de sobra, los creadores no arriesgan. Son fieles a lo sucedido y confían en que la realidad se sirve sola para armar un gran producto de ficción.

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Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Cinemagavia
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9
15 de abril de 2024
163 de 225 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Periodismo de guerra

Viendo los avances e imágenes de Civil War algunos podrían pensar que Alex Garland nos iba a entregar una película bélica. O directamente, que al tratar una segunda guerra civil estadounidense, podría llegar a alguna posición política (teniendo en cuenta la crispación que vive Estados Unidos desde hace años). Por suerte, Garland nos entrega algo muy alejado de todo lo que podríamos pensar de entrada.

Civil War se centra en cuatro fotoperiodistas encabezados por Lee (Kristen Dunst), que deberán recorrer un país sumido en el caos para retratarlo con sus cámaras. Partiendo de esta premisa Garland radiografía de una forma brillante el oficio y algunos de los debates que siempre han acompañado a los periodistas de guerra. Lo hace sin juicios morales, con una experiencia totalmente inmersiva y que se siente muy real.

Siguiendo al grupo de protagonistas Alex Garland examina la pasividad ante la violencia, aunque la tengamos delante. Aquí solo importa la foto, y sobre todo el que se sepa que tú estuviste ahí para inmortalizarlo. Con esto es inevitable pensar en las cuestiones éticas del periodista, en anteponer nuestra humanidad al supuesto cometido de informar ante todo. Civil War hace que pensemos en todo esto y más, recordando por momentos a la también terrorífica Nightcrawler.

*Road movie a través del horror

Además de girar en torno al periodismo Civil War ofrece una de las road movie más tensas y llenas de ansiedad que nos ha dado el cine en los últimos años. Aún con sus diferencias vienen a la cabeza títulos como Hijos de los hombres, donde la incertidumbre constante eran parte de la identidad de la propia película.

Desde que el grupo comienza su viaje por carretera somos testigos de diversas secuencias que nos ponen en un incesante nerviosismo. Al mismo tiempo somos testigos de un magnífico retrato de lo que sería un Estados Unidos moderno en guerra.

Alex Garland ofrece diversos escenarios que se quedan en la retina, siendo la carretera un personaje más de la cinta (cierta escena justifica esta afirmación, creedme). Todo ello culmina en una tercer acto que engrandece aún más el conjunto de la película, con una precisión en todos y cada uno de los departamentos que es apabullante.

Y es que desde el sonido, montaje o la propia dirección de Garland, Civil War muestra una sobriedad apabullante. No es de extrañar su factura, teniendo en cuenta que es la película más cara de la historia de A24 (50 millones de presupuesto). El director británico ya demostró lo que es capaz de hacer con semejante inversión con la excelente Aniquilación. Aquí vuelve a deslumbrar. Ojalá reconsidere retirarse de la dirección, porque 4 películas saben a poco tras este último trabajo.

*Apolítica

Llegamos al que seguramente sea el gran acierto de Civil War. Y es que además de todo lo comentado anteriormente, la última cinta de Alex Garland no tiene ninguna intención de meterse en líos políticos o lanzar ningún tipo de mensaje partidista.

Es de sobra conocida la crispada situación social y política que vive Estados Unidos desde la llegada de Donald Trump a la presidencia en 2016. Para cualquier otro director habría sido fácil posicionarse o adentrarse de lleno en las causas de esta guerra civil. En cambio, Garland decide que ciertas cuestiones queden a la imaginación del espectador, sin necesidad de decirle lo que debe o no pensar sobre lo que vemos en pantalla.

Dentro de esto encontramos a un reparto en estado de gracia, destacando a una Kristen Dunst que se sigue reafirmando como una de las mejores actrices de su generación. Su interpretación no necesita de palabras para impresionar. Tampoco se quedan atrás Cailee Spaeny, que sigue maravillando tras Priscilla, Stephen McKinley, en una maravilla de papel, o Jesse Plemons, que seguramente tenga ya no solo la escena más terrorífica de la cinta, sino de los últimos tiempos.

Conclusión

Es una pena que un cineasta como Alex Garland haya decidido retirarse, pero al menos nos queda el consuelo de que lo ha hecho con Civil War. A través del interminable debate sobre la moralidad del periodismo de guerra el británico construye una tremenda road movie llena de horror e incesante ansiedad. Sin lugar a dudas, estamos ante una de las películas del año.

Escrito por Víctor Pérez Cañete
Cinemagavia
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