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Críticas de Brian Edward Hyde
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
9
10 de enero de 2009
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El creador de Sexo en NY no sólo se ha dedicado a este proyecto. Por otra parte, todos conocemos más o menos la triste dispersión de la mejor comedia televisiva de todos los tiempos, Friends. Bien, pues la mejor de todos los intérpretes de la citada serie, Lisa Kudrow, se embargó en un proyecto junto a Michael Patrick King, avalados por el sello HBO. Se trata de otra forma dentro de ese género tan en alza últimamente, el mockumentary o falso documental, pero va más allá. Lisa Kudrow, protagonista absoluta de The Comeback, interpreta a Valerie Cherish, una actriz (atentos porque todo es muy metatelevisivo y puede perder…). Valerie Cherish protagonizó hace 5, 6 años una sitcom llamada I’m it que tuvo cierto éxito, de modo que se hizo conocida y se abrió paso entre las celebrities americanas. Después de abandonar la serie, abandonó la interpretación en pro de su vida privada. Se casó con un empresario y pasó a convertirse en una mujer desesperada o, en otras palabras, en una ama de casa de clase media-alta que, no obstante, echa de menos la fama y estar en el centro del huracán mediático. En esto que llega una cadena y le ofrece una suculenta oferta: protagonizar una nueva comedia a cambio de que permitan grabar su entorno para hacer mientras tanto un reality show paralelo. Es decir, un equipo de cámaras se traslada a su casa, que se ha transformado en una especie de GH donde todas las habitaciones están siendo permanentemente vigiladas. La serie comienza con Valerie el primer día de grabación del reality, donde nos presenta a su entorno, familia y amigos… y cómo añora su éxito. Poco a poco nos lleva a los estudios de grabación de la cadena, donde empieza a darse cuenta de que la nueva serie no es lo que ella esperaba. Toda la temporada es un arco que debe verse de principio a fin para comprender el quid de la serie y su objetivo. Lisa Kudrow compone un personaje tan patético y a la vez realista como el de Steve Carell en The office, superficial y que, como él, se sigue creyendo importante en un entorno en el que no encaja. Asimismo, la actriz demuestra un amplísimo registro interpretativo y nos hace olvidar a Phoebe Buffay en los primeros cinco minutos, misión que a algunos actores les ha resultado imposible a lo largo de toda una carrera.
Desgraciadamente, las audiencias no ayudaron y la cadena HBO decidió cancelar la serie antes de finalizar la primera temporada. El año pasado era prácticamente imposible obtener los dos o tres últimos capítulos, pero ya está el arco de temporada, 13 capítulos, disponibles, aunque lo difícil es hacerse con los subtítulos. ¡Casi todos eran en húngaro! :S No obstante, se entiende perfectamente en inglés y es una serie imprescindible para cualquier teléfilo. Si te chiflan Studio 60, 30 Rock y demás programas que transcurren entre sets televisivos, este gran desconocido está hecho para ti. Una excelente sátira sobre el mundo de Hollywood y la televisión, un ciclo perfecto para una grandísima actriz.
Brian Edward Hyde
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8
19 de marzo de 2009
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres años después de la excelente Volver vuelve Almodóvar con un cambio de registro, pero con el listón igual de alto. Y es que siempre que haya un Almodóvar en cartelera es una alegría para la taquilla nacional, y últimamente su cine se hace más accesible sin por ello acomodarse. Su estilo sigue ahí, totalmente reconocible, cosa que es de agradecer.
Los abrazos rotos se mueve en dos tiempos, 1994 y 2008, con el personaje de Lluis Homar (¡inmenso actor!) como hilo conductor y absoluto protagonista. Podría decirse que, en realidad, Homar interpreta a dos personajes, el director de cine Mateo Blanco (1994) y su pseudónimo/álter ego Harry Caine (2008, fonéticamente en inglés, “huracán”), guionista ciego. A ambas partes de la misma persona las une el rodaje de una película, Mujeres y maletas, protagonizada por la bellísima Lena (estupenda Penélope Cruz).
Encontramos un (permítanme el juego) laberinto de pasiones desencadenante de una historia que se extiende a lo largo de 14 años. En esta red amorosa donde convergen celos, pasiones, mentiras, violencia, secretos… interceden los personajes de Blanca Portillo, José Luiz Gómez, Rubén Ochandiano y Tamar Novas, entre otros. Como podéis ver, un reparto insuperable en el que sorprenden las apariciones, casi anecdóticas, de rostros famosos como Alejo Sauras, Kira Miró o Dani Martín, que se alternan con chicas Almodóvar que funcionan como homenaje a la filmografía más alocada del director manchego: Rossy de Palma, Mariola Fuentes, Chus Lampreave, Carmen Machi (de lo mejor de toda la película, cuyo personaje dio lugar al cortometraje "La concejala antropófaga"), divertidísima Lola Dueñas, Kity Manver, sin olvidar una más que convincente Ángela Molina.
Almodóvar construye un mapa de personajes bien escritos en un ejercicio metacinematográfico que sirve de homenaje no sólo a su filmografía mediante al rodaje dentro del filme con Mujeres y maletas, sino a otros clásicos como muestra del conocimiento y buen hacer de nuestro mejor director. En este caso la acción se desplaza de la mancha o el Madrid más psicodélico a Lanzarote a partir de la fotografía que dio la idea para toda la historia, según palabras del propio realizador. Todo, por cierto, con muchísimo poderío visual, como cabe esperar en una película de Peeeeedrooooooooo.
En pocas palabras, un drama romántico noir con grandes interpretaciones, una banda sonora envolvente y acertada, y toques de humor almodovariano que relajan la tensión de esta historia de amour fou. Nos deja momentos inolvidables, cómicos como el guión sobre la película de vampiros, la aparición de Machi, la lectora de labios (“no labio”), o dramáticos/intensísimos como a Lluis Homar abrazando la pantalla del televisor o a Lena doblándose a sí misma. Y una frase que cierra la película, muy apropiada si tenemos en cuenta que la pronuncia un director ciego reconciliado con su pasado: “Las películas hay que terminarlas aunque sea a ciegas”. Fundido a negro. FIN.
Brian Edward Hyde
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10
24 de enero de 2009
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso lo mitómano que he llegado a ser. Sigo cada proyecto de Sam Mendes con auténtica devoción desde su aclamadísima opera prima, American beauty. También es curioso que esta película me haya recordado a Antes del amanecer o a Hacia rutas salvajes, donde personas jóvenes se plantean la vida, sus sueños, la posibilidad de cabiar un destino a priori marcado a fuego. April quiere ser actriz; Frank querría volver a París. Se conocen en una fiesta y la conexión es automática. Se casan y pasan a convertirse en una de las tantas parejas de clase media que viven a las afueras con sus hijos y vecinos encantadores, pero sus sueños se diluyen como el hielo en un vaso de whisky hasta arriba (guiño guiño).
El día a día es agotador, tedioso, gris… Paulatinamente se pierden la pasión y las aspiraciones, pero un día April decide tomar las riendas de la situación y propone llevar a cabo no su sueño, sino el de su marido: irse a París. Resulta familiar la película, que podría formar perfectamente un díptico junto a la citada Belleza americana. La historia trascurre en un suburb (barrio residencial de las afueras), con una pareja que parece romperse con el paso del tiempo y los reproches guardados… y también nos remite a American beauty la partitura compuesta por Thomas Newman.
¿Qué decir de los actores? No hay palabras para describirlo. Nos guste o no reconocerlo, Titanic se trataba de una película espléndida, pero de aquello hace ya 10 años. DiCaprio y Winslet ofrecen sus mejores interpretaciones hasta la fecha (que ya es decir…) gracias al buen hacer del director y marido de Kate Winslet, que está curtido en teatro y sabe sacar lo mejor de sus actores. Estos van de la interpretación más comedida, reprimida, a momentos desgarradores y exaltantes. La pantalla parece vibrar cada vez que aparecen juntos en escena. Cierto es que la película adolece de cierto ritmo irregular, pero se puede obviar gracias a un tramo final impresionantemente bien contado, interpretado y escrito. Porque eso es otra: el guión es una maravilla.
Desde ese prólogo en el que se nos dan a conocer los personajes sabemos que estamos ante una cinta excelente, pero una premisa en principio tan simple se desarrolla in crescendo hasta, como ya he dicho, un desenlace desgarrador en cada secuencia. A que la película funcione en conjunto ayuda un magnífico plantel de secundarios, entre los que destacan Michael Shannon o Kathy Bates. Si esperábamos los toques de humor que aparecían en sus anteriores películas, hay que admitir que Revolutionary Road es todo un drama, un golpe directo al hígado del espectador a través del cual se nos da la ocasión de reflexionar sobre diversos temas en una sociedad, la de los años 50, que acaba absorbiendo a nuestros protagonistas hasta deshacerlos y convertirlos en lo que nunca quisieron ser.
(concluye en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Brian Edward Hyde
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8
9 de octubre de 2007
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo mido la calidad de las películas en función del tiempo que permanecen en mi cabeza después de verlas; fui con un amigo: la vimos, salimos del cine y estuvimos más de un cuarto de hora hablando ininterrumpidamente de ella, y paramos porque llegamos a nuestro destino. Por eso mismo, me parece injusto que la crítica vapulee cintas como ésta a favor de otras que, sí, son buenas y eso, pero algunas son un plomo. No pondré ejemplos para no desmoralizar a esos directores que se creen la pera, pero si algún día me los pedís, los daré. Opinión que me forjé en cuanto salí de ver esta peli: Tarantino es un director de actrices. Lo mismo es porque le gustan tanto que sabe muy bien lo que busca en ellas, pero lo clava en los castings. Me he enamorado de Vanesa Ferlito, a la que ni siquiera conocía, de Sydney Tamiia Portier y reenamorado de Rosario Dawson. Y por si fuera poco, llega Quentin y hace de las suyas. Sabéis lo que le gusta jugar con referencias a otras películas y a su propia obra. Aquí empieza nada más y nada menos que escribiéndole un papel espectacular a la doble de Uma Thurman en Kill Bill; pero es que hay una secuencia en la que, ejem: suena en un móvil el archiconocido tono “Twisted Nerve”, de la misma película, aparece la pegatina de Pussy Waggon en el coche, aparecen en las portadas de las revistas Maria Antonieta de Sofía Coppola (recordemos que fueron pareja) y de CSI (recordemos su doble capítulo). Casi ná. Death Proof tiene la escena más bruta que recuerdo haber visto en cine. Y mira que la esperas, y mira que sabes que va a pasar algo malo, pero lo ves. Y lo ves. Y lo ves. ¡Y lo ves!!!! Y a partir de ese momento te quedas el resto de película con el corazón en el pecho acojonado, aún impresionado (shockeado, como dirían en otras latitudes). Tarantino es el director más transgresor que hay ahora mismo en este planeta, sabe lo que hace, sigue sorprendiendo y divirtiendo a partes iguales, y eso es algo de agradecer. ¿Sabéis lo mejor de todo? Que en 2008 nos traerá Inglorious Bastards, cine bélico 8-O . Yo no puedo esperar!!!!!!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Brian Edward Hyde
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7
9 de octubre de 2007
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las comparaciones son odiosas, lo sé, pero también inevitables. Creo que pocas veces he ido el día del estreno a ver una película, pero esta vez no pude evitarlo. Más que nada porque no tenía planes, pero también porque me reviente que todo el mundo la haya visto antes que yo. Pues bien, allí que entré.
Hablaba de comparaciones porque en cuanto pienso en 300 me viene a la mente Frank Miller, lo cual me conduce inevitablemente a Sin City. Y es que 300 es buena, muy buena. Tiene una imagen muy cuidada, interpretaciones solventes y una historia grandiosa, de gesta. Pero le falta algo. Le falta lo que le sobra a Sin City, si es que podemos permitirnos el lujo de quitarle algo a esa maravilla. La Ciudad del Pecado rezuma pecado (valga la redundancia) por las cuatro esquinas, pero a 300 le falta una pieza que la acabe de engrandecer. ¿Por qué digo esto? Porque cuando salí del cine salí contento, y es malo si yo salgo sencillamente contento del cine más que nada porque la película no era para salir contento. Me faltó la reflexión posterior, la mente dándome vueltas después de ver la película.
Ahora dejo de decir miserias y me pongo a alabar la puesta en escena (falsa escena, si me permitís decirlo) y la fotografía, fieles captores del espíritu del cómic que, por cierto, no he leído, pero que he ojeado.
Es curioso que la película haya levantado tanta polémica. Comprendo que a Oriente no le haya hecho mucha gracia verse reflejada así en la gran pantalla, o que muchos hayan intentado sacar la vertiente homoerótica del cómic de Miller (si lo digo es porque lo he leído, no invento nada), pero es ante todo una historia ficticia que bebe de hechos históricos. Y ya está. No hay que darle más vueltas. Frank Miller es un tío inteligente que ha sabido tomar los elementos necesarios para convertir la masacre de las Termópilas en la epopeya personal del rey espartano. Además, lo ha hecho con buen gusto e imágenes de carácter hipnótico. Me centro en esto porque siento predilección por las puestas de sol, los tonos naranjas, los contraluces… y la película está colmada de ellos.
Eso sí, en cuanto apareció el rey persa… hmmm… bueno… lalala… esto… JUAS JUAS JUAS JUAS JUAS!!! Sobre todo cuando se pone detrás de Leónidas con las uñas largas, coloca las manos sobre sus hombros y suelta con voz de camionero: “No es a mis latigazos a lo que temen…”. Juro que todo el cine empezó a reír a carcajada limpia.
Pues eso, que una gran película, aunque creo que se pasaron a la hora de promocionarla y claro, las expectativas estaban por las nubes. Me dejó algo indiferente, pero al menos me mantuvo entretenido y atento a la pantalla durante todo el metraje. Una película para pasar un buen rato: para amantes del nuevo cine, del cómic y de las fieles adaptaciones. Para todos.
Brian Edward Hyde
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