La última película del director de la estimable Azuloscurocasinegro es un disparate en el que no funciona absolutamente nada: personajes chirriantemente tópicos (especialmente el papel del personaje gay y el del ultrarreligioso), actores sobreactuadísimos hasta el ridículo (Antonio de la Torre, Raúl Arévalo), situaciones pretendidamente hilarantes que producen vergüenza ajena (la confesión del personaje gay junto a la cama de matrimonio o la última conversación entre el personaje ultrarreligioso y su pareja, entre otras muchas), y en general un guión que no hay por dónde agarrarlo lleno de personajes absurdos y situaciones sin gracia ni gancho.
Yo soy de los que se quedan en el cine hasta que han pasado todos los títulos de crédito. Excepto ayer.

Mientras veía Naturaleza Muerta, esta tarde, me preguntaba: ¿Qué me ha querido contar Jia Zhang Ke?. En mi opinión lo que menos le importa al autor son sus personajes de ficción, ya que lo que más fuerza tiene en el film es el marco en el que habitan: Una China inhumana cuyas costumbres -comprar a una esposa- están ancladas en la inmensa noche de la Edad Media. El director quiere mostrarnos el enorme sufrimiento que padece un pueblo obligado a modernizarse, y lo hace en el contexto de la construcción de la presa de Las Tres Gargantas, un proyecto faraónico que marcará un hito en el desarrollismo chino, a pesar de los millones de desplazados y de la sangre vertida en su construcción. El director muestra, de una forma brillante, el sufrimiento de un país insoportablemente atrasado que se deja la piel, literalmente, por entrar en el siglo XXI.
¿Y la historia de esos personajes que se buscan entre millones de desplazados?. En mi opinión es lo de menos, de hecho a mi no sólo no me interesa, sino que me aburre. La película sería una obra maestra si las historias de estos seres fronterizos tuvieran la misma fuerza que el marco en el que habitan. Me interesan más los secundarios: los trabajadores que se parten la espalda por 60 yuanes al día demoliendo los edificios que se va a tragar la presa, mientras se plantean trabajar en la mina, sin duda un futuro mucho más halagüeño… y mientras charlan no sueltan el cigarro, como una metáfora más de su condena. Los actores –sus rostros doloridos, sus gestos, sus risas desdentadas- son excelentes, parecen sacados de alguno de esos documentales sobre abusos de los derechos humanos que hielan la sangre. ¿Serán actores profesionales o serán trabajadores de verdad?.
Naturaleza Muerta es una buena película, sin duda una película necesaria. Pero es desaconsejable para las personas a las que no les gusta el cine lento o tienen poco interés por la política económica internacional.

Cine de la vida cotidiana, cine en estado puro. Sólo quien conoce muy bien cómo funcionan las relaciones humanas ha podido escribir y dirigir una película como La Soledad. Rosales deja la cámara quieta y se convierte en una especie de mirón de sus propios personajes, que muestran todo su sufrimiento con un naturalismo que deja boquiabierto. Sin artificios, sin edulcorantes, sin dramatismo ni sensiblería, el autor desnuda a sus criaturas a base de pinceladas mínimas, con una economía narrativa tan sutil como audaz y arriesgada. La Soledad es una obra de arte, la obra de arte de un prodigioso observador que sólo quiere contar lo que ve sin ninguna intención de lucirse.

Tenía muchas ganas de ver Bajo las estrellas, después de tantos premios y tan buenas críticas.
Realmente he salido del cine no ya decepcionado sino con la sensación de haber sido estafado.
La película me ha parecido deplorable, y la pregunta que me hacía mientras la veía es: ¿por qué tantos premios, por qué tan buenas críticas?. Sólo me salía una respuesta: Fernando Trueba (productor del filme), tiene muchos y buenos amigos.
¿Y la credibilidad del festival de Málaga?. Por los suelos; igual que la de los críticos del EL PAÍS y EL MUNDO. (al menos en lo que a cine español se refiere: el amigismo puede ser más poderoso que la honradez profesional).
Bajo las estrellas posee una aureola de cine español de autor realizado por director novel, (una apuesta de futuro a la que hay que ayudar), pero resulta un tostón a veces irritante. Cuenta la historia del reencuetro de dos hermanos tras la muerte del padre, pero estos dos hermanos son tan delirantemente patéticos que no hay nada que fluya de forma natural en su relación, que me ha resultado estridente y hueca por igual. Los personajes secundarios (la novia del hermano y la hija de ésta), parecen puestos por el ayuntamiento, meros postes de la luz que iluminan una historia pésimamente hilvanada, en la que se mezcla el drama y la comedia: ¿A alguien le ha hecho gracia lo del tractor?. También pretende reirse de las costumbres de la provincia profunda, mostrando la idiosincrasia cañí de una Estella pésimamente fotografiada. (Unida a la proyección desenfocada de los cines Princesa de Madrid). Fíjense si serán pueblerinos que uno de ellos se pasa el día buscando tesoros con el detector de metales. Y además hay etarras.
En el deliro final, justo después del dramón, uno de los personajes linealmente patéticos a lo largo de todo el metraje evoluciona, se redime y no os voy a contar más para no fastidiarios un final que es mucho más propio de Walt Disney que de un cineasta con ínfulas de autor.
Fernando, lo siento, pero lo único bueno de Bajo las Estrellas son sus buenas intenciones.

Poesía, todo poesía, sólo poesía. Contar que todo lo intrascendente puede ser bello es un gigantesco reto. Miranda July lo ha conseguido. Tú, yo y todos los demás es una maravillosa y arriesgada rareza, una joyita inclasificable. Si crees que tu vida es prosaica y aburrida, te recomiendo que la veas, porque incluso unos grandes almacenes pueden estár llenos de sensaciones.