Película extraña, con toques de genialidad pura -las más de las veces debida a la interpretación de los actores que a la dirección de Saura- y algunos de pesadez abrumadora.
En ocasiones Saura se excede con demasiada excentricidad, demasiado surrealismo que se acaba compensando. La historia es original, más o menos, pero por lo que realmente se salva la película es por el trabajo de algunos de los actores.
Es bonito ver cómo aquellos actores españoles anteriormente despreciados hacen un trabajo soberbio, como la genial Rafaela Aparicio y el desequilibrado Fernando Fernán Gómez. La interpretación de Rafela Aparicio es tremendamente emotiva, llena de detalles propios de quien se formó a base de tablas, de dos funciones diarias y de infinidad de pequeños papeles. Fernán Gómez, tres cuartos de lo mismo.
Hay que destacar el nivel dramático de Geraldine Chaplin y el escepticismo argentino de Norman Brisky. A un nivel diferente, Amparo Muñoz está realmente impresionante, una belleza clásica y sugerente, que no pierde el encanto pese a la obligatoria escena de desnudo.

Me refiero a pasión en el término cristiano: dolor.
La película es completamente aburrida, llena de tópicos y situaciones ridículas, como cuando Bach se sube al banco de una barca y empieza a disertar sobre lo divino y lo humano delante de su nuera. Respecto a la interpretación, Glowna exagera durante todo el rato, no hay ningún ciudado a la hora de ajustar el movimiento de sus manos a la música, Taubman cae en el tópico de hijo rebelde que crece a la sombra de un padre genial y Vogel hace un Federico II tan histriónico que resulta insoportable. En cuanto al argumento, resulta malo e insuficiente como para dedicarle toda una película a una relación que acaba dejándonos indiferentes por los constantes cambios de humor del Príncipe.
Desde luego, no sé cuál es la razón para rescatar el biopic sobre grandes compositores, pero a juzgar por esto y Copying Beethoven, hasta que aparezca otro Milos Forman deberían estarse quietos.

En el cine de ahora no hay plagios, sólo homenajes que el director hace en un desesperado guiño por vender su producto cuando no tiene una sóla idea original en la cabeza. El resumen del film podría ser "Alatriste meets The Lord of the Rings". Todo lleno de sutiles homenajes (empezando por el cartel, una mezcla de Alatriste y Road to Perdition), se hace tan pesada que lo único que la puede hacer soportable son los comentarios de los amigos, muchísimo más inteligentes que algunas de las frases y el discurso argumental de la película.
Un tópico detrás de otro, un plagio (hasta la música, señores...) que sigue a otro y unas interpretaciones de las que ni Max von Sydow puede sacar nada en limpio -y eso ya es grave- es todo lo que el espectador podrá sacar de aquí.

Y sí: nadie me manda ir a ver estas cosas, pero de vez en cuando cae alguna.

Película ñoña y sensiblera, con un guión pretencioso y con un ritmo narrativo tan ágil que podría competir en las paraolimpiadas cinematográficas.
Cuerda se luce con un desfile de tópicos de principio a fin, con momentos que realmente llevan al espectador a sentir arcadas frente a tanto despropósito. El montaje lineal se ve interrumpido por la historia paralela y totalmente accesoria de la hija y el novio comunista -metraje que no hay por donde cogerlo, se mire por dónde se mire- que produce un desorden tan zafio como la forma de inercalar las dos historias.
Respecto a los tópicos, los admito en películas de súper héroes y es más, es por lo que pago la entrada. Sin embargo, en un film con presuntos resabios históricos y una pretendida fidelidad hacia los hechos que narra no soporto la aparición de un arquetipo tras otro.
Hay momentos, decía, que hacieron que nos riéramos por lo predecible y lo mal hilados que están. Uno de ellos, sin duda, es el de Cámara recitando el poema de Machado.
Sobre la interpretación, poco puedo añadir que no se haya dicho ya sobre el panorama de actores españoles. Los buenos ya no actúan o se van muriendo, y los que les toman el relevo no están a la altura ni de lejos. Los más dignos, José Ángel Egido y el director del colegio, de cuyo bendito nombre no me acuerdo. El resto hace lo que acostumbra: una serie de sobreactuaciones con los correspondientes secundarios costumbristas para darle un toque de color local al espectáculo, digno del cine español de los 50 con el gallego paleto, eso sí, sin el paraguas colgado en el cogote y sin boina, que ahora somos todos muy modernos.
En definitiva, otra muesca en el cinturón de los chascos cinematográficos en un país donde el cine nacional no levanta cabeza. Ni aunque venga San Pedro redivivo a intentarlo.

Basura propagandística en forma de biopic torturante que, además de aburrido, es largo hasta decir basta. Al menos está dividido en dos partes para poder echar cómodamente el bofe en el interludio.
Un tópico tras otro, una imagen idílica tras otra y un montón de frases manidas completamente imposibles en la vida real que lo único que hacen es crear un aura de santidad alrededor de la figura del papa. El principio con el pobre Angelo Rocalli niño es simplemente escalofriante; un Marcelino pan y vino a la italiana.
Se trata de una película parcial (aunque es cierto que en ningún momento se ha intentado venderla como otra cosa), con una banda sonora edulcorada hasta la náusea en la que Morricone parece echar mano de los proyectos descartados para Cinema Paradiso sin el menor pudor.
Históricamente discutible (el cardenal malo malísimo nunca existió, pero el director necesitaba un enemigo creíble), ni siquiera son respetuosos con las vestiduras que lleva el papa (me pongo friki): si el anuncio de la elección de Juan XXIII está en vídeo en Youtube no les habría costado nada documentarse.
En definitiva, no merece la pena y no hay nada que la salve.