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España España · Calafell
Críticas de kakihara
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
7
31 de julio de 2010
37 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es lo que se preguntaba un crecidito Recluta Patoso en la escena inicial de esta cinta, la última (y esperada) del realizador de Training Day. Pues ni una cosa ni la otra. Iremos directos al grano, tal y como no hace Fuqua en su film:

Brooklyn’s Finest es una película potente, con garra y con un trabajo de actores de notable alto, exceptuando a Ethan Hawke, cuyas carencias interpretativas no hacen más que crecer película tras película. La cinta está bien dirigida, contiene a uno de los mejores Richards Geres maduros que recuerdo y se sostiene básicamente sobre 2 pilares: el tono de trascendencia que respira ese Brooklyn áspero y de extrarradio, y un guión segmentado en 3 personajes, 3 polis, 3 polos opuestos dentro de la NYPD (el veterano incorruptible, honesto y a punto de jubilarse, el corrupto asesino y desviado mental, y el poli infiltrado incapaz de delatar a un amigo). No guardan ningún tipo de relación entre ellos, pero si una cosa tienen en común, es que se tratan de personas muy castigadas por un Brooklyn podrido hasta las entrañas, y cada una de ellas reacciona de manera distinta a los golpes que le propina su entorno. Notable será la voluntad de Fuqua de situar a sus personajes siempre con las vías de metro sobre sus cabezas, con el atronador ruido de los raíles al cruzar los trenes sobre ellos, recurso que se repite hasta en 3 ocasiones (tantas como personajes que nos interesan) para que no olvidemos la carga que deben soportar diariamente estos “agentes de la ley”.

Con todo, y para serle fiel al grano, no sea que siga acumulando pus, debo mencionar los elementos que acaban semilastrando la excitante propuesta; un escaso dominio del ritmo que se podría haber arregldo por montaje (para evitar así algunos rodeos), un personaje, el de Hawke, mal escrito y poco creíble (sobreactuación incluida) y el mencionado tono épico y trascendental que, ahí donde funcionaba en films como “La Noche es Nuestra”, cae en manos de Fuqua en el terreno de la hipérbole inconsciente.

(Casi) notable film que no arrasará en taquilla pero que vuelve a acercarse (o incluso sobrepasar) la calidad de la obra que dio prestigio a este realizador, Training Day.


Qué demonios, un 7 y pus fuera, que el cine es grande en su imperfección.
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kakihara
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8
18 de abril de 2014
29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con esta famosa cita de Miguel Ángel podemos resumir esta brutal película que se ha sacado de la manga el británico Sean Ellis. Una película que el director de “Cashback” se vió obligado a autoproducirse, tras la negativa de las majors norteamericanas a dar un duro por ella. Una película que supera las expectativas de cualquier gourmet del cine. Una película que redefine el concepto de “cine de guerrilla”. Una película rodada en tagalo. Una película cuya pareja protagonista, esa que sigue al pié de la letra la frase de Miguel Ángel, rezuma verdad por los cuatro costados. Una película de ritmo inquieto y enervado. De ambientación atroz y asfixiante. Una película que es al mismo tiempo tremendamente bella. Que es también un poema y una canción, la de los mercadillos humeantes de Manila cuyo hedor casi casi podemos olfatear. La de la sobreaglomeración de coches, autobuses y triciclos abarrotados de buscavidas y maleantes. La de los perros trasquilados y abandonados a su suerte. La de las duras jornadas de trabajo recompensadas con un bocadillo de mierda. Un bocadillo a reservar para más tarde. Una canción de cuna para calmar el insufrible dolor de muela de una pequeña recién llegada a la gran ciudad. Una película fotografiada por el propio Ellis con un perfeccionismo y un rigor que tan sólo 30 días de rodaje nunca demuestran. Una película que nos habla del momento atroz que estamos viviendo en el mundo, perfectamente ejemplificado en la infernal Manila, esa ciudad cuyo turismo va a descender drásticamente cuando el film logre difundirse como se merece. Una película sobre deseos tan simples y familiares para nosotros como el de encontrar un trabajo (digno o no digno). Sobre ilusiones hechas añicos. Sobre la pérdida de la inocencia. Sobre el fin de la fe en el otro. En tu vecino. En tu compañero de trabajo. Sobre el sacrificio personal en pro de la familia. Una película que pide a gritos que la vean unos ojos limpios, sin prejuicios, sin expectativas. Tan sólo demanda coger de la mano al joven Oscar Ramirez y su preciosa esposa Mai Ramirez para acompañarlos, junto a sus dos pequeños, en un viaje hacia el infierno. Hacia el submundo.

Al fin y al cabo, una película que no merece ser muy spoileada. Que dentro de su pequeñez, merece una oportunidad. Que exige una crítica breve. El sentido de lo que váis a ver en ella, no requiere de mucho análisis. Es cristalino, directo, sencillo. Como un cuaderno de caligrafía. Déjense emocionar como lo he hecho yo. El resultado, salta a la vista.
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kakihara
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6
19 de enero de 2013
29 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de acción de los años 80 representó una época dorada en el género de forma muy particular. Aparentemente, se trataba de un cine que cogía una fórmula muy esquemática: una cara conocida (un tipo duro), entre los que se podían contar actores como Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Jean Claude Van Damme, Steven Seagal o, como es este caso, Chuck Norris. Actores que interpretaban personajes que en la mayoría de ocasiones se enfrentaban solos ante un peligro de magnas dimensiones (que en muchas ocasiones tenía que ver con actos terroristas o una seria amenaza para la seguridad de los Estados Unidos). Se trataba de films que explotaban hasta la hipérbole la figura del héroe a cual Lobo Solitario que se enfrenta a un ejército de antagonistas (siempre liderados por un villano final de apariencia mortífera y tremendamente destructor). Films que dedicaban la mayor parte del presupuesto en grandes explosiones y en dar rienda suelta a la adrenalina del espectador, con escenas a cual menos verosímiles, aun a costa de debilitar unos guiones ya de por sí exagerados y violentos. Pero lo más importante: la voluntad de las Majors era ofrecer al espectador un cúmulo de escenas cargadas de acción, peleas, tiroteos, persecuciones, explosiones y sobretodo violencia gratuita en un contexto marcado por el conservadourismo de la era Reagan. Films como Commando (1985, Mark L.Lester), Por Encima de la Ley (1988, Andrew Davis), Cobra (1986, George Pan Cosmatos) o Desaparecido en combate (1984, Joseph Zito) aparentaban un retroceso ideológico y moral respecto al cine de acción tan transgresor que se venía haciendo en el New Hollywood de los 70.

Pero no nos engañemos. Algunas de estas películas, y particularmente la que nos ocupa (como ejemplo de uno de los casos más extremos de la época) se beneficiaron de una serie de rasgos y cualidades que las convierten, en mi opinión, en obras verdaderamente transgresoras. Y el caso de Invasión USA recoge todas estas características llevadas hacia el paroxismo. A saber:

-El film de Joseph Zito adopta al ya popular Chuck Norris y lo convierte en un mito inmune a todo (llevando la figura del actor más allá de lo que lo había hecho en su anterior film, Desaparecido en Combate). Norris es aquí un Lobo solitario que se encuentra, por decisión propia, apartado de la acción (antiguo agente de la CIA) y se dedica a cazar caimanes con sus propias manos (el mismísimo actor, sin dobles). Es un hombre impasible a cualquier tipo de emoción, una suerte de hombre de hielo que, si es que sufre, lo hace por dentro (véase su reacción al ver el cuerpo sin vida de su amigo el indio). No recibe ningún rasguño ni herida de ningún tipo (estrategia que más tarde utilizaría, con menos fortuna, Steven Seagal). Y por si fuera poco, es inmune hasta a los tradicionales guantazos de la damisela de turno (véase el instante en que esquiva, de forma absolutamente inesperada, el intento de guantazo que le propina la periodista, y lo hace alzando fríamente el brazo, sin siquiera mirarla).

-El indudable humor y autoconsciencia con el que están tratadas muchas de las situaciones y, en particular, las relativas a nuestro héroe. Punto totalmente relacionado con el anterior, existe una voluntad de extremar el perfil de americano sureño, muy macho, y con mucho pelo en el pecho, de forma sutilmente cómica, tanto desde dirección, como desde otros apartados como guión, vestuario y el propio acting de Norris. El espectador llega a encariñarse con un personaje que no se acaba de tomar en serio a sí mismo, y se ríe con él (con la diferencia básica de que Norris se ríe por dentro, dejando escapar de vez en cuando una semi-sonrisa chulesca). Pocos héroes tan patéticos y ridículos (desde un punto de vista racional) han conseguido atraer tanta simpatía por parte de un sector desprejuiciado de espectadores.
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kakihara
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6
31 de mayo de 2012
28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedro Almodóvar firmó con “Entre Tinieblas” una de sus películas más extrañas, alocadas y libres, que dista mucho de la sobriedad de los films que ha realizado posteriormente, en su etapa de madurez.

Entre Tinieblas es como una caja de sorpresas entregada el día de los Inocentes, llena de ingeniosa y desprejuiciada comedia, no exenta de mordaz crítica política y social. Desde su planteamiento, más propio del cine de suspense tanto en argumento como en estilo. Una cantante de Boleros, Yolanda Bell, tras ver cómo su compañero sentimental muere de sobredosis de una droga adulterada, decide escaparse para evitar que la relacionen con la muerte; ¡Y qué mejor lugar para esconderse durante una temporadita que un convento habitado por unas hermanas de lo más freaks!

La reclusión de la protagonista en el convento se convierte en el hilo conductor de la película y la peculiar relación que establece Yolanda con cada una de las hermanas, en símbolo de la libertad y falta de corrección política y de prejuicios que desprende la película, con un tigre en el jardín como protector de ese microcosmos que se ha creado dentro del convento.

Veremos muchas clases de humor alternadas, desde el absurdo, hasta un humor más negro y mordaz, pasando por el humor kitsch y del mal gusto. Personajes los de las monjas cada uno con una personalidad extrema y única, desde la jefa superiora (enamorada de Yolanda y traficante de cocaína) hasta la más fea, Sor Rata de Callejón, en realidad escritora de renombre que trabaja en secreto bajo pseudónimo, pasando por la alucinada por la cocaína, Sor Estiércol, cuya percepción del mundo nos deja clara Almodóvar mediante unas graciosas subjetivas de colores.

Ese mundo extravagante y alternativo que encierra el convento contrasta con un exterior que apenas veremos a lo largo de la película y se erije en símbolo de lo que pudo significar la transición y de cuantísimos esquemas se vieron replanteados, como el de la Iglesia en este caso.

No obstante, la película, si bien resulta muy divertida, adolece de un cierto mal envejecimiento y de bajadas de ritmo hacia el ecuador del metraje, sin mencionar sobreactuaciones excesivas en algunas actrices o, en último caso, alguna actriz que hace un muy mal trabajo interpretativo. A pesar de ello, una extravagancia dentro de la carrera de Almodóvar que a pesar de sus defectos bien merece una revisión.
kakihara
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8
26 de agosto de 2009
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Turquía, una de las grandes cinematografías desconocidas en nuestro país, nos llega, gracias al Festival de Cine de San Sebastián, este pequeño film (aparentemente) que, siguiendo la tendencia en dicho festival, se llevó la Concha de Oro a la mejor película en la pasada edición de 2008 (en 2004 y 2006 el premio recayó en dos films kurdos, ambos de Bahman Ghobadi).

Yesim Ustaoglu es conocida por el ensayo ficcional que hizo con su película 'Journey to the Sun' (1999), en la cual a un turco de piel morena que buscaba trabajo en Estambul lo hacían pasar por kurdo, encarcelándolo, torturándolo y desterrándolo. El trabajo le valió un importante reconocimiento internacional, incluyendo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Valladolid.

En este caso, la directora ha decidido dejar de lado la crítica política para adentrarse en el complejo mundo de las relaciones humanas. Tres hermanos que viven en Estambul se enteran de que su madre, que vive desde siempre en su casita de campo, ha desaparecido. Cuando los hermanos la encuentren, deberán enfrentarse al Alzheimer avanzado que le acaba de ser diagnosticado, y se la llevarán a la gran ciudad para intentar actuar como se espera de ellos. Y es en este momento cuando se produce el punto de inflexión que da sentido al drama humano de Ustaoglu. Los hijos empezarán a ser conscientes de que aquellos que realmente ‘sufren’ Alzheimer son ellos mismos, quienes tras una infructuosa búsqueda de sus sentimientos y anhelos descubren que no son capaces ni siquiera de conocerse a sí mismos. El personaje de la madre, interpretado magistralmente por Tsilla Chelton, a pesar de lo mermada que se encuentra por la enfermedad, pondrá en evidencia a sus hijos en más de una ocasión, invirtiendo de esta manera los papeles.

Y es así como la directora turca nos regala un relato con un realismo intimista desbordante, mostrando una Estambul saturada, llena de contradicciones y sobretodo de contrastes. Una ciudad que casi casi ahoga a sus protagonistas; brillante es la escena en la cual la hermana pequeña, furiosa, baja del coche de su pareja y se pasea sin rumbo alguno, en mitad de la oscuridad de la noche y rodeada de un tráfico de coches que consigue asfixiar hasta al propio espectador. La trama no sobrevuela en ningún momento el melodrama lacrimógeno y los personajes se aguantan gracias a la profundidad psicológica con la que Ustaoglu los diseñó. La directora ya señaló que la idea del film surgió como reflejo de un caso que ella vivió de cerca, y el rigor a la hora de tratar la enfermedad y sus consecuencias humanas se hacen patentes a lo largo del metraje.

La Caja de Pandora que contiene todos los trapos sucios de la familia (agravados por la inexistencia de la figura de un padre), irá abriéndose poco a poco hasta llegar a un anticlímax final que bien podría encontrarse entre algunos de los desenlaces más maravillosamente poéticos e hipnóticos que ha dado el cine de este nuevo siglo.

****4/5****
kakihara
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