Desgarradora en todos sus aspectos. La dirección de Polanski es tan íntima como magistral. Sin lugar a dudas, su implicación tanto profesional como personal es indudable. Delante de la cámara, Adrien Brody cumple la mejor actuación de su carrera. Su transmisión es conmovedora. El Pianista se ha convertido en un título vital para concebir el antisemitismo y el sufrimiento de una comunidad.

Un film que no se entiende sin la interpretación de Gena Rowlands. El personaje encarna la fría soledad, las desmotivaciones y la locura de una ama de casa. Los conflictos familiares y matrimoniales que dirige John Cassavetes destacan, además del control y frivolidad masculinos, un manifiesto sin filtros que regularmente queda encerrado en la cárcel femenina. Una de aquellas películas que dejan un sabor amargo y que hace reflexionar al espectador una vez terminada.

Una adaptación y un homenaje a la pluma de Mario Puzo. El Padrino ha pasado a la historia como una de las películas más taquilleras, pero también extraordinaria en términos de guion, dirección, maquillaje, escenario, banda sonora e interpretación, entre otros múltiples aspectos. Tres horas estratosféricas de acción, descripción, relato y traiciones. Con Marlon Brando, excelente y con una exposición increíble, en la piel de Don Corleone; y con Al Pacino, que empezaba a construir su legado, como hijo elegido. Pero eso tan solo es la punta del iceberg: Personajes inolvidables, una narración abrumadora y tramas imborrables han hecho de El Padrino uno de los mejores títulos que jamás se han producido.

No se la debe calificar como infantil al ser una película de animación; de hecho, aspira a ser todo lo contrario. Este título presenta una estructura narrativa impecable, sabiendo jugar muy bien con el misterio y la intriga arquetípica de un cuento o un relato. El tratamiento que se realiza sobre Chihiro es digno de mención, y la transformación que logra la protagonista va más allá de cualquier ficción. El Viaje de Chihiro consigue trazar una reflexión, un auténtico viaje de madurez y una oda al sentido de pertinencia.

Fusión perfecta de la imagen y la dirección artística con la violencia, la obsesión y la locura. Kubrick trata con su particular descaro, pero también con suma delicadeza y sutileza cada secuencia y plano. No se trata de una película convencional; se trata de una pieza artística que sintoniza a la perfección el futurismo de Burgess, la maldad del ser humano y el destino de la sociedad