Ante todo, un detalle: acabo de tomarme una pildorita de ésas y esta magnífica crítica va a estar lista en menos de 30 segundos. Tiempo más que suficiente para poner de manifiesto lo que opino sobre la peli de Burger (entretenido, molón y videoclipero thriller en clave de sci-fi contemporánea sobre los efectos y las consecuencias físicas, éticas y morales de una especie de anfeta milagrosa) y para darles recuerdos (de mis partes) a esos dos o tres incondicionales que cada día ponen a prueba la maquinita anti-fusilera a través de cualquier reseña escrita por un servidor. Muchas gracias, chic@s. Vuestra fidelidad me abruma. Los cacahuetes, como siempre, los encontraréis en mi buzón. Que aproveche.

“Mentiras arriesgadas” constituye un pequeño borrón en mi impecable hoja de servicios cinéfila. Me explico. Habitualmente intento por todos los medios esquivar mediocridades como la que hoy nos ocupa y reservar la gran pantalla para productos de cierta calidad. Desgraciadamente, uno no siempre puede salir victorioso. La última vez que se produjo un accidente de estas características en un patio de butacas yo aún era muy joven y tenía poderosas razones.

Mi amigo Nacho acababa de romper una relación cercana a ocho años con Montse, su novia, y lógicamente, necesitaba salir y distraerse. Contumaz seguidor de Stallone, Van Damme, Schwarzenegger y demás, Nacho me convenció una tarde para ir a ver “Mentiras arriesgadas”. Obviamente no quise llevarle la contraria y, una vez en el interior del cine, me limité a arrellanarme en la butaca con el propósito de, una vez franqueados los primeros minutos, echar un sueñecito reparador. Sin embargo, de golpe y porrazo, la presencia de Jamie Lee Curtis me desveló. La larguirucha y asexuada esposa de Arnie en la peli empezó a despojarse frenéticamente de su vestimenta hasta quedarse ataviada con lencería de auténtico infarto. Inmediatamente comprendí la metamorfosis de Kafka, la transformación de los capullos en mariposas, la transfiguración de la Virgen y todo eso. El resto os lo podéis imaginar: pulsaciones a cien, respiración entrecortada, pupilas dilatadas, vello de punta y sudor frío. Mi pudor natural me impide explayarme como uno que nunca cena pero digamos que empatizo completamente con la euforia genital que le suscitaba a Castigado la contemplación del culamen de la Kozlowski en “Cocodrilo Dundee”.

Al salir del cine Nacho y yo fuimos a tomarnos unas cañas. Mi amiguete parecía haber recuperado la sonrisa y mientras glosaba atropelladamente las explosiones, persecuciones y demás fantasmadas de la peli yo hacía como que le escuchaba pero no podía quitarme ese cuerpazo de la mente. A fin de cuentas, la peli no había estado tan mal.

A “Presencias extrañas” le ocurre lo mismo que a “Vanilla Sky”, “The Ring”, “Funny Games U.S.” y tantos otros remakes: no aporta nada al original y, además, es una mala réplica. Con eso lo digo todo. ¿Todo? No, todo no. Desgraciadamente, “Presencias extrañas” cuenta con algún que otro lastre más. Para empezar, su vocación telefílmica. No esperéis, por consiguiente, una peli de terror que, como mandan los cánones, os agarre de la pechera y os lo haga pasar francamente mal. De eso, nada. “Presencias extrañas” es blanda, trillada y patética. Tanto como cualquiera de esos telefilms que contribuyen con tanta eficacia a que sesteemos plácidamente un sábado o domingo tarde en el sofá del salón. Ni más ni menos.

Pero ahí no acaba todo. La peli de los Guard Brothers no tan sólo es ramplona e insulsa, sino que, por si fuera poco, pretende remendar su calamitoso desarrollo merced a uno de esos estrepitosos giros finales que, de vez en cuando, cuelan. Pero, no. Esta vez, no. Hay que ser muy palurdo para dejarse engañar por un trompo así. Un trompo con chirrido, polvareda y pestazo a goma quemada incluidos. Muy palurdo hay que ser. Y más inocente aún para no percatarse de que ese recurso ya lo empleó Aja en “Alta tensión”. La diferencia es que, pese al trompo, la peli de Aja era angustiosa y trepidante, mientras que este truño telefílmico asusta bastante menos que ver a mi suegra recién levantada.

Ah, se me olvidaba. Hay una escena de sexo entre Elizabeth Banks y David Strathairn, pero se ve a través de una puerta entreabierta y dura menos de dos segundos. O sea que nada de nada. Insalvable.

Como decía mi colega Toni: “si fueras gamba serías todo desperdicio”.

Corren malos tiempos para los amantes del cine de terror. A día de hoy -sumidos en la más amarga desesperación- los incondicionales del género nos vemos irremisiblemente abocados a revisitar con cierta periodicidad obras del calibre de “El Otro”. Solo así podremos evitar ser contaminados por el aluvión de material “gore” y “gore porn” que la industria fabrica sistemáticamente para satisfacer ( y, de forma recíproca, beneficiarse ) de los mendrugos que pasan por taquilla y alimentan esa bestia inmunda.

Atrás quedaron los tiempos en los que la tensión se gestaba y se desarrollaba en nuestro propio cerebro, en nuestra propia psique. Atrás quedaron los tiempos en los que el guión no se nutría de tópicos y obviedades malolientes. Atrás quedaron los tiempos en los que se respetaban los tempos narrativos y el miedo se apoderaba de todos nosotros lenta..., implacablemente. Sin efectismos baratos, sin viscera gratuita. Atrás quedaron los tiempos en los que el cine de terror era CINE y transmitía TERROR. Atrás quedaron los tiempos en los que directores de la talla de Mulligan ( “Matar a un ruiseñor” ) se atrevían a rodar películas de terror. Como “El Otro”. Terror de viejo cuño. Del bueno.

Amigos de TAYLOR_1968, pasen por el spoiler si son tan amables...

Fui a verla al Cine Catalunya. La filmo de Terrassa, vaya. Y quizás por ello creí que iba a ver la típica peli de autor: bien hecha, densa, un pelín lenta y ligeramente aburrida. Cuál fue mi sorpresa, sin embargo, cuando en lugar de eso me topé con una peli mediocre, maniquea, sentimentaloide, repleta de tópicos y sí, eso sí, ligeramente aburrida. Menuda decepción. Ya ni de la filmo te puedes fiar. Definitivamente, esta es la última vez que me toman el pelo. De ahora en adelante, por ejemplo, me fijaré mejor en el nombre del director de turno. Y así cuando lea “Directed by Bruce Beresford” sabré de antemano que la peli que planeo ver la firma un tipo que cuenta en su currículum con peliculones del calibre de “Su coartada”, “El manto negro” o “Un testigo en silencio”. Conocidísimas.

En fin, que si queréis disfrutar de una peli que se sumerja en el asombroso y enigmático mundo de la danza desechad “El último bailarín de Mao” y optad por “Black Swan”. Quizás la Portman no baila como el chino de marras, de acuerdo, pero os aseguro que interpreta mucho mejor.