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Polonia Polonia · Terrassa
Críticas de Taylor
Críticas 702
Críticas ordenadas por utilidad
6
12 de noviembre de 2009
22 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Igual me he pasado siete pueblos con el título de mi crítica, de acuerdo, pero si os he de ser franco, ni he podido ni he querido evitarlo. Y es que, por desgracia, con ésta ya son dos las veces que un western de Anthony Mann me decepciona. Así pues, permitidme que haga uso de mi legítimo derecho a derribar mitos (una práctica muy puntual y esporádica en mi caso) y que empiece a hacerlo estableciendo un mordaz y satírico paralelismo (que venía a huevo, por cierto) entre el título de la peli en cuestión y el encabezamiento de esta irreverente crítica.

Mr. Mann será todo lo bueno que queráis, un genio quizás, pero a mi sus westerns ni me llegan ni me llenan. Pero nada. Nada de nada. Y no porque el tipo no sepa narrar una historia o porque no sepa colocar la cámara en el lugar preciso. Los westerns de Mann no me apasionan porque los veo excesivamente ingenuos y pueriles. Aunque, bien pensado, quizás el culpable de todo esto no sea Mann, sino Stewart. Y es que, por mucha predisposición que le eche, cada vez que veo al larguirucho de Jimmy haciendo el canelo en un saloon (como cuando se bebe el vaso de leche, por ejemplo) se me caen los huevos al suelo. No sé que opinaréis vosotros, pero en mi concepción del Oeste héroes de mantequilla como él no tienen cabida. ¿Acaso alguien duda, quizás, que actores como John Wayne, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Gary Cooper o incluso Charlton Heston encajan mucho mejor que Stewart en este tipo de pelis? Pero bueno, visto el ojo que tenía Mann con las mujeres (Sara Montiel), su fijación por el bueno de Jimmy resulta, hasta cierto punto, incluso comprensible.

En cualquier caso, yo -por mi parte- seguiré recurriendo a Hawks, Wellman, Peckinpah, Leone, Eastwood o Ford (con el que últimamente me he reconciliado) cada vez que quiera ver un western como Dios manda. Y que no me vengan con ostias.
Taylor
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1
4 de octubre de 2007
20 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con semejante título resulta obvio aventurar que este truño infumable no pasará precisamente a los anales de la historia del cine patrio. Sin embargo, por elemental asociación de ideas, las siglas del título me abocan irremisiblemente hacia un problemilla filmaffinitiano que me gustaría divulgar no sin antes ambientar su escatológico contexto.

Los aseos públicos de estaciones, estadios de fútbol o superficies de grandes dimensiones, suelen estar en la mayoría de los casos sucios, hediondos y nauseabundos. Indudablemente el gran caudal humano que deambula por ellos, unido a la consabida falta de medios y la nula consciencia cívica de ciertos usuarios hacen de letrinas y cagaderos lugares verdaderamente inmundos y repugnantes.

Con relativa frecuencia estreñidos, diarreicos, tarados, depravados, fumetas, yonkies, pajilleros y/o vándalos de la más variopinta calaña se instalan en dichos habitáculos para obsequiarnos a los que pasamos por ellos en casos de extrema necesidad con sus putrefactas labores.

Y eso mismo parece que se ha producido en FA.

Por lo visto, cierta cucaracha filmaffinitera ha anidado en la bandeja de entrada del correo de Aeris, donde amparado en el infame anonimato de su infecta condición se dedica a turbar el devenir cotidiano en la página de mi amiga, intoxicándola con purulentas misivas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Taylor
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8
2 de mayo de 2009
14 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
No pretendo herir sentimientos ni generar ningún tipo de polémica pero, arriesgándome a parecer blasfemo o ignorante, he de admitir que “Bienvenido, Mister Marshall!” no es la peli que esperaba encontrarme.

Y no lo es porque esperaba mucho más de la tercera peli española con mejor puntuación media en FA. Una peli que, siendo buena (le he endiñado un 8), ha envejecido prematuramente. Tal vez veinte o treinta años atrás aún podías echarte unas risas a costa de las ocurrencias de entrañables paletos como Don Pablo (Pepe Isbert) y cía., pero a día de hoy ese recurso humorístico está tan sobado y exprimido que revisitarlo periódicamente causa, más que regocijo, vergüenza ajena.

Es más, teniendo en cuenta que lo de ‘vergüenza ajena’ lo proclama un catalán de pura cepa como el que esto suscribe, me imagino que mayor rubor experimentará todo aquel que se sienta ancestralmente identificado con esa España de charanga y pandereta que aparece en la peli de Berlanga ¿no?. Sé de sobras, por otro lado, que “Bienvenido, Mister Marshall!” sostiene su reputación fílmica en diversos baluartes que otros usuarios han expuesto brillantemente pero, reitero lo dicho, esta peli apunta ostensibles síntomas de caspa, reuma y demencia senil. No al nivel de las pelis de Paco Martínez Soria, por descontado, pero casi.

La respeto y la admiro por el lugar que ocupa en la filmografía española más castiza y, sobre todo, por la enorme repercusión que tuvo en sus días de gloria, pero considero –con el corazón en la mano- que “Bienvenido, Mister Marshall!” está un peldaño por debajo de “El verdugo”, “Calle Mayor” o “Muerte de un ciclista”.

Un relicario, en definitiva, tan honrado y venerado como absolutamente ‘demodé’.
Taylor
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8
2 de agosto de 2010
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quisiera dejar bien claro, ante todo, que siempre me he considerado un pacifista convencido. Un pacifista que, obviamente, detesta la violencia. Sea cual sea su origen. Sea cual sea su hipotético pretexto o justificación. Proceda de donde proceda. Aún así, me resulta extremadamente difícil no ‘tomar partido’ ante una peli como “Hunger”. Máxime cuando la simple mención de Irlanda retrotrae hacia mi mente tantos y tantos recuerdos de juventud. El aire puro de Connemara. El implacable viento de Moher. Las alegres noches de Galway. Y, como no, el leve sabor a regaliz de una pompa de espuma Guinnes en los labios. Quizás todo se deba, en definitiva, a que -no siendo irlandés- jamás he escondido mi afecto hacia cualquier causa nacionalista. Y qué mejor causa que la del pueblo irlandés. Un pueblo pisoteado, humillado y oprimido por un despreciable Imperio que aún hoy se resiste a renunciar a todo aquello que antaño logró a sangre y fuego.

Partiendo de esa base supongo que huelga decir que la peli de McQueen me ha conmovido. Profundamente. Y no tan sólo porque se agradece recordar que hubo un tiempo en el que combatientes como Bobby Sands dieron su vida por unas ideas. Me ha conmovido profundamente porque la implacable y serena mirada de McQueen lo dice todo. Absolutamente todo. Sin prisas. Sin trucos. Sin diálogo apenas. Con tres simples actos meridianamente diferenciados. Y a eso lo llamo yo dominar el lenguaje cinematográfico. El narrativo y el visual. Algo que, de buenas a primeras, sólo un poeta o un artista de mucho talento es capaz de conseguir. Enhorabuena, McQueen.
Taylor
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2
25 de febrero de 2011
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La adolescencia es, ciertamente, una edad complicada. Y aunque son muchos los factores que inciden decisivamente en ese complejo periodo vital, yo diría que uno de los más importantes lo podemos hallar en esa maldita obsesión que tienen los niñatos que la padecen en comportarse como adultos.

Lo que no saben esos tiernos púberes, sin embargo, es que —a esa edad— siguen siendo niños. Más rebeldes, más insoportables y más feotes, quizás. Pero niños al fin y al cabo. En la mayoría de los casos, niños engreídos e insolentes que no exhiben ningún tipo de pudor a la hora de exigir ser tratados como adultos y que, paradójicamente, no están dispuestos a contraer ningún tipo de responsabilidad como tales. Niños —en definitiva— que pretenden, demandan y reclaman un mundo a su medida.

Responsabilidad de sus mayores, por consiguiente, debería ser convencerles de que eso es rotundamente imposible. Tan imposible como debería ser realizar una peli de terror que se adapte a sus esquemas. Lamentablemente, no todo el mundo está dispuesto a cuadrar a estos niñatos. A decirles que no. A decirles que una peli de terror no es, o no debería ser, para críos. Y qué mejor muestra de ese patético proceder que “Miedos”. Una infame peli de terror con la que el género se baja los pantalones por enésima vez y en la que un despersonalizadísimo Dante le hace la rosca a ese vergonzante subgénero que no hace mucho inauguró “Crepúsculo”: el terror barbilampiño.

A partir de ahí, poco más podría añadir. Quizás, tan sólo, manifestar mi anhelo por que “Miedos” no sea otra cosa que un truño pasajero más y por que todo ello sea fruto —a fin de cuentas— de mis propias pesadillas. Porque no. No puede ser. Me niego a admitirlo. Bastante jodido está el terror contemporáneo para que, por si fuera poco, nos viéramos obligados a rebajar aún más nuestras míseras expectativas para adaptarlas a los gustos y a las sensibilidades de jovencitos y jovencitas con acné. Hasta aquí podríamos llegar.
Taylor
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