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Críticas de Juankiblog
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Críticas 61
Críticas ordenadas por utilidad
9
16 de febrero de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para quien no la conozca, The Room es uno de los desastres cinematográficos más anómalos y extrañamente disfrutables que se hayan rodado jamás. Poco puede decirse sobre ella que le haga justicia. La ópera prima de Tommy Wiseau es una cinta terrible, si, pero también hipnótica y fascinante. E hilarante. A partes iguales. Es una película que no se puede explicar con palabras, hay que verla para creerla. Es más, os ordeno que la veáis. Ahora mismo. Sí. De aquí no me muevo. Dejad este párrafo, corred hacia vuestro proveedor de torrents/cine underground más cercano y cuando la hayáis visto volvéis.

¿Ya? ¿Seguro? No hagáis trampas, ¿eh? A ver si la vamos a tener.

Ahora estoy seguro de que tendréis millones de preguntas. ¿Quién demonios es Tommy Wiseau? ¿De dónde sale? ¿Quién le dijo alguna vez que podría actuar? ¿Cómo consiguió financiación para rodar semejante zurullo? ¿Alguien pensó en algún momento que sería una buena idea o todos sus implicados sabían a ciencia cierta que estaban formando parte de una abominación? Muchas de estas preguntas son contestadas en el libro The Disaster Artist, escrito por Greg Sestero (actor que interpreta a Mark en la cinta y lo más parecido a un amigo íntimo que tiene Wiseau), y muchas otras quedarían en el aire para alimentar el aura de misterio que rodea a su director.

Tomándose algunas licencias, aunque menos de las que cabría esperar, The Disaster Artist es una adaptación de este libro que sirve como homenaje al enorme fenómeno de culto que ha supuesto The Room a la vez que nos cuenta cómo la historia sobre cómo fue llevada a cabo y por qué. Y no, The Disaster Artist no es sólo una comedia más de James Franco y Seth Rogen, que lo es. Ni tampoco una fascinante reflexión sobre lo relativo del fracaso en el mundo del arte, aunque también lo es. No, sobre todas las cosas, lo que nos encontramos es ante la divertidísima, tierna (y muy jodida por momentos) historia sobre la improbable amistad entre dos sujetos que a priori no podrían tener menos que ver.

Imperdonable me parecería que The Disaster Artist no se llevara más de una nominación a los Oscar. Puedo decir tranquilamente y sin despeinarme que se trata de uno de los cinco mejores films del año. Su impecable guión escrito a pachas entre Scott Neustadter y Michael H. Weber se toma su tiempo para respirar y empezar con calma. Entenderemos qué le lleva a sus personajes a tomar las cuestionabilísimas decisiones que toman y nos maravillaremos con sus rarezas. Al principio parece que el rodaje de The Room vaya a abordarse sólo de forma anecdótica, pero no es así. Cuando The Room entra en escena, se apodera de la película y nos proporcionará un festival de carcajadas y situaciones tensas.

La labor de James Franco detrás y al frente de las cámara, titánica donde las haya, consigue no sólo recrear con una precisión milimétrica las escenas originales de The Room (ojo al increíble detalle con el que han replicado los sets), sino que logra mimetizarse por completo ante la figura de Tommy Wiseau. Y no, no es que el resto de los actores lo hagan mal —Dave Franco es un excelente Greg Sestero—, pero James Franco consigue que no le veamos en ningún momento. Logra que nos olvidemos de quién es y que veamos única y exclusivamente a Tommy.

No es una imitación caricaturesca basada en la parodia, es un acto camaleónico donde los haya. Me he reído con los manierismos de Tommy, con sus risas inadecuadas y su nefasta forma de interpretar. He sentido en todo momento que me reía de Tommy. No de James Franco imitando a Tommy. Y eso es muy difícil de conseguir. Sencillamente, viendo entrevistas a posteriori, tengo la teoría de que Franco era único el actor adecuado para este papel porque tanto él como Tommy provienen del mismo planeta.

Y es en este rechazo a la parodia, tanto a la hora de retratar al personaje principal como a las situaciones que le rodean, donde está la clave de su encanto. En su ausencia total de una coraza, de una distancia irónica. Aquí todo va en serio y de corazón. The Disaster Artist se merece ser violada con galardones por todos sus orificios: te hará reír a carcajadas, te obligará a apartar la mirada de la pantalla, te empañará los ojos en lágrimas y te hará arder en deseos de ir corriendo a Google para comprobar si todo lo que se cuenta en ella es cierto. Os lo adelanto yo: casi todo. No tengáis mucha prisa en abandonar la sala, no querréis perderos el mejor cameo de todo el metraje escondido tras los créditos finales. De nada.

Crítica original en: http://www.cineenserio.com/the-disaster-artist-the-room/
Juankiblog
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8
30 de setiembre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega a nuestras pantallas It, la nueva adaptación de la celebrada novela de Stephen King que hizo que los payasos nos dieran sólo ligeramente más grima de la que ya nos daban de por sí.

Quitemos la tirita rápido: It como película de terror es una puta chufla. Los sustos son baratos, previsibles a kilómetros y basados única y exclusivamente en subir el volumen. La única escena que llega a producir un poco de inquietud e impacto transcurre durante los primeros cinco minutos del film y luego jamás llega a replicar esa intensidad. Sí que se agradece cierta ausencia de miramientos a la hora de presentarnos casquería protagonizada por pequeñuelos, pero el director Andrés Muschietti parece más interesado en saturar al espectador con sustos de feria que en transmitir mal rollo de verdad.

Por si fuera poco, el abuso de efectos por ordenador tampoco ayuda demasiado a que el asunto nos dé canguelo. No sé si Muschietti se piensa que Pennywise es el monstruo de Mamá, pero a veces lo parece. Desconozco por completo quién fue el cretino que pensó que sería buena idea tirar de CGI en las cintas de este género, pero deberían colgarle de los cojones. Aún no me había recuperado de Alien: Covenant y me han tenido que joder aquí también.

Hablemos del nuevo Pennywise. El de Bill Skarsgård, por mucho que lo intente —y lo intenta—, no consigue acojonar ni la mitad que el interpretado por Tim Curry. Esto ya se veía venir, claro está. E insisto, no es una cuestión de empeño actoral, Bill Skarsgård hace un trabajo excelente y se nota que se lo ha pasado bien encarnando al PACHACHO, pero es que a Curry ni siquiera le hacía falta maquillaje para que el espectador se cagara encima.

Aunque It no funcione como peli de miedo al uso, sí que brilla en todo lo demás. Desde luego, no tiene precio como drama sobre lo jodida que puede llegar a ser la pubertad. El reparto está absolutamente perfecto, ese club de perdedores tiene un carisma y una química entre ellos que no se la aguanta. Para que os hagáis a la idea, es como una versión de Stranger Things bien hecha. Matizo, es como Stranger Things pero si no quisierais romperle un cenicero en la boca a todos y cada uno de los personajes. A destacar especialmente a una espectacular Sophia Lillis que ejerce de pegamento para este improbable grupo de inadaptados.

La gracia de It es descubrir cómo la chavalería lo pasa mil veces más chungo cuando no está el payaso acechándoles. Asumo que esto es un efecto buscado, pero no sé hasta qué punto los guionistas están disparándose en el pie haciendo esto. La vida cotidiana de los perdedores es tan horrenda (y mostrada con toda crudeza en pantalla) que cuando Pennywise entra en acción casi nos parece que por fin les están dando un respiro.

Y al final son las historias de cada uno las que te llegan, las que te conmueven, las que te duelen, con las que espero de todo corazón que no os sintáis tan identificados como me ha llegado a pasar a mí viéndola. Son ellos los que hacen que quiera ver la ya confirmada secuela para ver qué ha sido de sus vidas. Yo quería cagarme de miedo y no poder dormir por las noches, pero al final lo que me llevé son más lagrimones de los que me gustaría admitir en público y un tímpano reventado por culpa del volumen.

Nos veremos en el segundo capítulo.

Crítica original en: http://www.cineenserio.com/it-pachacho-achechino/
Juankiblog
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7
30 de setiembre de 2017
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Resultan innumerables las ocasiones en las que las altas expectativas han jugado en contra de una película. Ya sea por culpa de unos tráilers muy golosos o por unas primeras impresiones exageradamente positivas. No es el caso, desde luego, de Rey Arturo: La leyenda de Excálibur. La última película de Guy Ritchie ha sido vapuleada a muerte por los críticos de todos los países donde se ha estrenado hasta la fecha. Y la hostia en taquilla que se ha pegado ha sido, permitidme el chistecito, legendaria. Todavía me cuesta creer que Disney haya fichado a su director para encargarse de nada más y nada menos que del remake en acción real de Aladdin. Pero es que Guy Ritchie es una figura peculiar.

Su trayectoria como director ya es más bien curiosa. Debutó con la brillante y divertidísima Lock & Stock, para luego coronarse y petarlo por completo con Snatch, cerdos y diamantes, que en el fondo no dejaba de ser un remake encubierto con más dinero y caras conocidas de su primera obra. Algunos se referían a él como el Tarantino británico. No exentos de razón. Y lo que ocurrió después, como dirían los sensacionalistas titulares de las pseudonoticias de Facebook, le sorprenderá.

Movidas chunguísimas con Madonna, jodiendas infumables con Jason Statham… Barridos por la Marea y Revolver por separado ya habrían sido suficientes para liquidar fulminantemente la carrera de cualquier director. Pero Guy Ritchie está hecho de otra pasta. Inexplicablemente resurgió, cual ave fénix, gracias a la entretenida RocknRolla y a sus dos entregas del Sherlock Holmes de Robert Downey Jr. Hasta ahí todo bien. Algo más fría fue la recepción de Operación U.N.C.L.E., pero eso no le impidió dirigir una nueva versión cinematográfica de la leyenda del Rey Arturo. ¿Que por qué? Bueno, ¿y por qué no?

Si os estáis preguntando si Rey Arturo: La leyenda de Excálibur es tan jodida como la venden, la respuesta por mi parte es un rotundo no. No empieza bien, todo hay que decirlo. La introducción resulta francamente soporífera, y eso que durará poco más de cinco minutos. Parte de la culpa la tiene un Eric Bana a quien, ahora sí, propongo seriamente la opción de ponerle una orden de alejamiento que le impida aproximarse a más de 600 metros de una cámara de cine. El mundo será un lugar mejor. De verdad que sí. A un nivel más superficial, los créditos iniciales tampoco ayudan. Son los más feos que me he echado a la cara en años y parecen recién salidos de una peli de superhéroes del 2003. La banda sonora sí que anima un poco el cotarro, sorprendentemente sandunguera y que recuerda a la utilizada en las dos entregas de Sherlock Holmes.

Me atrevería a decir que los críticos han odiado esta película por ser tan abiertamente millennial. Quien busque clasicismo puede irse por donde ha venido. Este Rey Arturo: La leyenda de Excálibur es palomitero a más no poder y está dirigido a la chavalería de ahora. Y sí, eso implica apabullar constantemente al espectador con escenas de acción y caramelos visuales de diversa índole (aunque mala idea ha sido por parte de la distribuidora estrenarla en España después del último capítulo de Juego de Tronos), pero eso no me parece algo necesariamente malo si se hace bien. Y aunque no llegue al nivel de las mejores de Marvel Studios, desde luego se caga y se mea encima de cualquier entrega de Transformers.

El reparto plagado de caras conocidas de la pequeña pantalla no desluce en ningún momento. Charlie Hunnam está sorprendentemente bien como un Arturo cani y chulesco. Su séquito de fieles seguidores macarras no le va muy a la zaga. Pero quien se adueña de la pantalla es Jude Law, que parece estar en su fiesta de cumpleaños. No me cabe ninguna duda de que se lo pasó como un enano rodando esta película, aunque su papel no deje de ser una extensión ligeramente más malévola del interpretado en The Young Pope.

A título personal, uno desearía que Guy Ritchie estuviera más desatado. Se le ve mucho más comedido de lo normal, quizá por presiones del estudio para no espantar a potenciales espectadores. Pero yo creo que esto pedía a gritos un tratamiento mucho más cani, mucho más petardo, sin concesiones. Tendrían que habérsela jugado directamente y apostar por un Snatch en la Edad Media. Vivir para soñar. Y sí, hay ramalazos y pinceladas de este concepto durante toda la película —es inevitable que los tics de Ritchie salgan a relucir tarde o temprano—, pero si se hubiera tomado un poco menos en serio a sí misma sería mucho más disfrutable. En su defensa, hay un cameo de David Beckham para compensar.

Rey Arturo: La leyenda de Excálibur no intenta engañar a nadie. Es un entretenimiento palomitero que nace con la única pretensión de divertir. Es entretenida, divertida, macarra, carismática, con personalidad y particularmente violenta para ser PG-13. Que sí, que como película es más bien justita, tirando a deficiente. Que sí, que en el clímax final se les va de las manos el CGI y parece que estemos viendo un gameplay de Playstation 3. Pero he visto peores zurullos que se han llevado menos hostias. Seamos coherentes, por el amor de Dior.

Crítica original en: http://www.cineenserio.com/rey-arturo-la-leyenda-de-excalibur/
Juankiblog
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7
16 de febrero de 2018
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de lo que os pueda parecer Call Me by Your Name, la nueva película dirigida por Luca Guadanigno, sus créditos finales ya merecen por sí mismos el precio de la entrada, incluso si éste ronda los doce pavos que los multicines insisten en clavarnos cada fin de semana. Esto no admite discusión, su final es redondo. Su última media hora es redonda. La cinta está plagada de escenas redondas y que perdurarán eternamente en la retina del espectador. Esto es así.

Me gustaría decir que el resto de metraje también está a la misma altura, que me ha maravillado tanto como a los demás seres humanos del planeta y que no tengo nada malo que decir de ella. Sólo os puedo dar por válida la tercera afirmación. A veces me planteo si soy un monstruo, un ser sin corazón o si simplemente el pase de prensa me pilló con el pie cambiado. Después de todo, tuve los cojones de llorar con el tercio final de Señor, dame paciencia, así que algo podrido tiene que habitar en mí. Definitivamente.

Pero aunque piense que Call Me by Your Name dura tranquilamente una hora más de lo que debería, cierto es que por cada tramo que se me hacía algo pesado había alguna escena capaz de transmitirme sensaciones y emociones que ninguna otra película hasta la fecha había conseguido. Y son las escenas más tontas: bailes ochenteros, miradas que lo dicen todo, conversaciones en clave y albaricoques con aliño. Algo tiene. No sé lo que es. Pero ahí está. Evitando que aparte la mirada de la pantalla o que me quede dormido en pleno pase matinal.

Aunque me temo que ese algo tendrá mucho que ver con las excelentes actuaciones de Armie Hammer (injustamente ninguneado en los Oscar) y Timothée Chalamet, cuya química en pantalla arrasa sencillamente con todo y que, por desgracia, hace que el interés decaiga hasta límites insospechados en (casi) todas las escenas que no comparten juntos. Su dilatadísima tensión sexual es una de las más logradas, realistas y peculiares que he visto nunca en el cine. Lo curioso es que no resulta complicado verse reflejado en ella. Y sin necesidad de ser un jovencito confuso burgués que se pasa el verano tocándose la polla a dos manos, bañándose en la piscina de su casa y yendo a pasear en bicicleta con el maromo más follable de todo Hollywood.

Se agradece también una inusual humanidad en los personajes, el cero interés por parte del guionista de hacerlos más agradables o privarles de tomar decisiones irracionales o moralmente cuestionables cada dos por tres. Es imposible dejar de pensar en lo absurdamente patanes que llegan a ser, pero tampoco podemos evitar que en el fondo nos dé un poco igual. Bueno, a no ser que seamos James Woods. Que entonces sí, nos cabrearemos un montón.

Call Me by Your Name merece la pena. Las cosas como son. Y no puedo decir que sea la mejor película que he visto en mi vida, ni que me parezca absolutamente perfecta y maravillosa. Pero sí que sería un crimen decir que no la recomiendo encarecidamente: por esos momentos inolvidables, por esa química inigualable, por ese gusto estético, por haber mosqueado a James Woods, por esos créditos finales y por tener el mejor uso que he visto nunca del Radio Varsavia de Franco Battiato. Entre los planes de su director se encuentra el hacer cuatro secuelas. Y, pese a lo que pueda decir ahora, me juego el cuello a que si logra estrenarlas iré a ver todas y cada una de ellas.

Crítica original en: http://www.cineenserio.com/call-me-by-your-name/
Juankiblog
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7
20 de abril de 2018
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo aquel que se disponga a rodar un film de terror saliéndose de los cánones preestablecidos y de los clichés más sobados lo tiene muy difícil: si se pasa de arriesgado seguramente encantará a la crítica pero aburrirá a la mayoría de su público potencial, pero si llena su película de sustos baratos lo único que conseguirá es un producto de usar y tirar que pasará sin pena ni gloria. Un lugar tranquilo no es ni una cosa ni la otra. No es un delirio gafapastil, pero por suerte tampoco es un tren de la bruja del todo a cien e intenta ofrecer algo original.

Cuando la humanidad se ve acechada por unos bichardos muy jodidos —que ni se acaba de saber de dónde salen ni falta que hace—, aparentemente indestructibles y que sólo parecen estar por la labor de montar una carnicería y acabar violentamente con la vida de cualquier ser al que puedan oír, la única solución viable consiste en procurar mantenerse en silencio a sabiendas de que el mínimo desliz puede provocar tu inevitable masacre en unos pocos segundos.

En Un lugar tranquilo seguiremos el día a día de una familia que, sobre todo, trata de sobrevivir sin hacer ruido bajo ningún concepto. Debido a esto, las líneas de diálogo serán más bien escasas y nos encontraremos ante una cinta prácticamente muda durante la mayor parte de su metraje. Y aquí había una oportunidad de oro. Los seguidores del terror sabemos que la mayoría de películas englobadas en este género se sustentan en sobresaltos previamente anunciados por un progresivo descenso del volumen o por acentuación musical. ¿Qué mejor forma de tener en tensión al público que eliminando esas pistas y convirtiendo toda la experiencia en una agonía donde no se pudiera intuir en ningún momento cuándo les van a asustar? Por desgracia, los responsables de este film decidieron incluir una banda sonora omnipresente que no sólo desaprovecha esta oportunidad sino que resta efectividad a muchas escenas que habrían ganado enteros sin ningún tipo de acompañamiento musical.

Y hablando de artificios innecesarios, hay que mencionar a los monstruos. Un lugar tranquilo se beneficia, sobre todo, de la tensión que provoca la situación en la que se encuentran sus protagonistas al evitar atraer la atención de estas horribles e implacables criaturas. Pero, a la hora de la verdad, cuando éstas terminan mostrándose en todo su esplendor, la cosa pierde bastante gracia. Y esto ocurre porque, una vez más, han tirado de CGI para crearlas. Y no es que sea un CGI malo del todo —el resultado final está a medio camino entre el jefe final de algún Resident Evil de mediados de los 2000 y los bichos de Cloverfield—, pero sí que evita que nos den tanto miedo o asco como cabría esperar.

John Krasinski, el eterno Jim de la versión americana de The Office, hace aquí un trabajo mucho más que digno: como director es capaz de marcarse unas set-pieces de lo más resultonas y como actor logra expresar una cantidad ingente de emociones sin mediar palabra. Lástima (o no) que en ese aspecto quien salga ganando sea Emily Blunt, que se adueña de la función al protagonizar la mejor escena de la cinta. Algo por debajo están Millicent Simmonds y Noah Jupe en el papel de los pequeñuelos de la casa. Por suerte, al no oírles hablar demasiado, nos caerán mejor que algunos de sus compañeros prepúberes de profesión.

Por lo demás, más allá de un acusado sentido de la urgencia y algunos tramos que pondrán a prueba nuestra capacidad para no mordernos las uñas, el guión de Un lugar tranquilo no es nada del otro mundo. Ni sus personajes resultan especialmente complejos ni la trama contiene giro alguno que no nos viésemos venir desde los primeros minutos. En base a esto, llegamos a la conclusión de que no se trata de ninguna obra maestra, pero sí de una evasión muy disfrutable dirigida con pulso y diseñada para arrasar con la taquilla de cualquier sala en la que se exhiba. En Estados Unidos ya ha sido un fenómeno, ¿lo conseguirá aquí también? Deseémosle buena suerte a Jim, el tipo se lo merece.

Crítica original en: http://www.cineenserio.com/un-lugar-tranquilo/
Juankiblog
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