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España España · Valencia
Críticas de A POSITIVAR
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Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
3
28 de enero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Última sesión de la jornada. Día del espectador. Unas quince personas en la sala. Una película altamente comercial esperando a que terminen los trailers. Debido al nombre del producto, Los juegos del hambre, me digo a mí mismo esperando que sirva de titular a esta crítica: “pues a falta de pan”. Le supongo dinamismo, acción a raudales, efectos especiales, pequeña crítica social y gran historia de amor. Empieza la película. Unas letras blancas sobre fondo negro me explican el porqué de todo: En una nación llamada Panem, existen 12 distritos aislados entre sí. Cada distrito está obligado a enviar cada año a una chica y a un chico, de entre 12 y 18 años, a Los juegos del hambre: un concurso de televisión donde tendrán que matarse los unos a los otros hasta que solamente quede uno. Y yo vuelvo a decirme a mí mismo: “Por favor, que Telecinco no lo vea como su próximo reality”.

Continúa la película. Presentan al personaje principal; una de las pocas cosas que me han hecho decidirme por la película. Se trata de Jennifer Lawrence, la genial protagonista de Winter’s bone. Continúa la proyección. Se presenta voluntaria, para que no lleven a su hermana a los juegos. Le asignan a su pareja de concurso. Se los llevan a la capital donde se rueda el mortífero programita. Al doblete del distrito 12 (de donde son los protas) les presentan a su mentor. Después les presentan a su estilista. ¡Pero mira, si es Lenny Kravitz! Entrenan un poquito. Buscan patrocinadores para intentar sobrevivir un poquito más. Pienso otra vez en Telecinco. Primera gala. Los veinticuatro participantes se preparan para entrar en el gigantesco plató con forma de bosque frondoso. Cuenta atrás. Empiezan Los septuagésimo cuartos Juegos del Hambre. Miro el reloj. Llevamos una hora y diez minutos de película.

Pasa otra hora y diez minutos más y termina la película. Por fin el fin. Vaya empacho de blockbuster que me acabo de dar con Los Juegos del Hambre. La verdad es que no creo que vaya a ver la segunda y la tercera parte; porque, cómo no, estamos ante otra trilogía de la literatura teenager. No me ha convencido que de una historia tan políticamente incorrecta salgan unas escenas tan políticamente correctas. Me recuerda a Perseguido (1987) de Arnold Schwarzenegger y a otras tantas. Todo lo que ocurre es fácilmente esperable. No me sorprende nada. Ninguno de los actores me destaca del todo. Quizá un poco Stanley Tucci haciendo de Mercedes Milá. Los movimientos de cámara y efectos especiales no tienen nada nuevo que revelarme. Me concentro para ver qué puedo positivar. Me lo susurran al oído. A positivar los labios de Jennifer Lawrence cada vez que tensa el arco. Salgo del cine. Pienso en Telecinco por última vez… “No, no serán capaces”.

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A POSITIVAR
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9
28 de enero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terrence Malick era un volcán, un río que fluye lentamente, un bebé que nace desenfocado, un diálogo susurrado, un soldado existencialista y panteísta, un nimbo implacable que no trae nada bueno y un desierto lleno de vida interior. Terrence Malick era también filosofía summa cum laude, grandes y extensas historias, diálogos rotundos y un fotógrafo insuperable. Para mí, Malick era tan difícil de desentrañar como fascinante. No soy muy fan de ver como una hoja tarda diecisiete minutos en llegar desde una rama mecida por el viento hasta el suelo y quizá por eso El árbol de la vida me atrapó lo mismo que me irritó. Pero, si quieres conocer el porqué de toda su idiosincrasia y el preludio de su poco prolífica (hasta ahora) obra, debes ver Malas tierras: una película redonda rodada en 1973.

Realidad: Corría el año 1958 en Nebraska, cuando Charles Starkweater conoció a Caril Ann Fugate y decidieron enamorarse para salir de la monotonía. Su diferencia de edad, pues 14 años tiene mi amor, fue un impedimento para la familia de Caril. Y ¿cómo se arregla eso? Pues matando a su padre, a su madre y a su hermana de dos años, largándose del pueblo y convirtiéndose en unas auténticas leyendas del crimen y en la fuente de películas como Asesinos Natos y Malas tierras.

Película: Corría el año 1959 en Dakota del sur, cuando Kit Carruters conoció a Holly y decidieron enamorarse para salir de la monotonía. Su diferencia de edad, pues 15 años tiene mi amor, fue un impedimento para el progenitor de Holly. Y ¿cómo se arregla eso? Pues matando a su padre, largándose del pueblo y convirtiéndose en unas auténticas leyendas del crimen. Y así empieza la que, hasta la fecha, es para mí la mejor road movie de fugitivos que he visto.

Los protagonistas son Martin Sheen, que gano, al igual que la película, la concha de oro en San Sebastián, y Sissy Spacek, la tímida adolescente que la liaba parda en Carrie. Martin Sheen está tremendo en su rol de vaquero rebelde que busca su lugar en el mundo y que se maneja con unas formas que recuerdan a James Dean, algo que reiteran y citan varias veces en el film; no obstante el auténtico asesino estaba obsesionado con el malogrado actor. La banda sonora de George Tipton es otro de los aciertos y además se complementa con melodías (no originales) de, entre otros, Nat King Cole, Eric Satie y una impresionante composición de Carl Orff que serviría años más tarde para que Hans Zimmer se basara en ella (por no decir algo más ilegal) a la hora de componer la banda sonora de Amor a quemarropa.

Malas Tierras es una obra absorbente repleta de la poesía visual característica de su director, productor y guionista. La naturaleza de los personajes y la naturaleza del paisaje se unen para conseguir un todo; a destacar la imagen de James Dean; perdón, de Martin Sheen contemplando el paisaje con la escopeta sobre sus hombros y buscando un espacio al que acogerse. La relación de los jóvenes fugitivos es de diálogo escaso pero contundente y con una magnética complicidad. Desde las primeras palabras que intercambian el día que se conocen queda definido perfectamente el vínculo y como van a ser el resto de diálogos. Las secuencias de violencia no están sujetas a los clichés y demuestran una contundente y libre forma de narrar.
Así que, os guste o no el cine de Terrence Malick, dadle una oportunidad a Malas Tierras. Y para finalizar os transcribo las primeras palabras en off de Sissy Spacek que sirven de presentación a la película. Es decir, no os cuento el final del film sino el principio: “Mi madre murió de pulmonía cuando yo tenía diez años. Mi padre, que había conservado el pastel de bodas en la nevera durante una década, después del funeral se lo dio al jardinero”.

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7
28 de enero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sale Mario Casas, el guapo del momento, y Antonio de la Torre, uno de los actores del momento. En el cartel de la película se les ve a los dos mirando a cámara como diciendo “A ver, los papeles, y como te pongas chulito igual recibes”, de fondo, como si fuera una película yankee, podemos observar la ciudad donde ocurre la historia: Sevilla. El trailer es dinámico pero buscando conseguir audiencia mediante los protagonistas, las chicas de los protagonistas y los tiros. “¿Qué hago? ¿La veo?” “Voy a ver que dice la crítica”. Y mi falta de personalidad y que la mayoría de críticos y opiniones parecían hablar bastante bien me convencieron para ir al cine. Bueno, además de esto, que el director (Alberto Rodríguez) fuera el realizador de After también ayudó a mi decisión. Y qué bien hice.

La acción —nunca mejor dicho— transcurre en Sevilla en los años previos a la Exposición Universal. La lucha contra la droga y la limpieza de yonkis es una prioridad para las autoridades, porque la capital andaluza tiene que estar perfecta para tan magno evento. Para ello dejan algo de manga ancha y miran hacia otro lado cuando los excesos policiales salen a escena. Y si hablamos de excesos policiales y de que casi todo vale, entonces hablamos de Grupo 7.

Con el riesgo que eso supone, la película empieza con una secuencia llena de ritmo y de acción y muy bien realizada. A partir de ahí, ese ritmo no decae en absoluto y podemos estar una hora y media más que entretenidos. La ambientación y la atmósfera te apresan desde el principio, parece que estás en el año 88: no hay móviles, las teles tienen esa raya negra que sube horizontalmente y con cadencia por delante de la imagen, los bares parecen bares y las casas no tienen muebles de Ikea. Los diálogos, sin disfraces ni barroquismo, parecen casi espontáneos. No digo que sea una película perfecta, pero es entretenida, no tiene concesiones y está muy bien interpretada, sobre todo Antonio de la Torre; grande en sus pocas palabras y grande en sus silencios. Y de los secundarios ni hablemos. Bueno sí: la mayoría lo hace tan bien que a ratos parece que estamos viendo Callejeros.

El film tiene varios momentos brutales, agónicos e incluso claustrofóbicos. Hasta la escena más tranquila está repleta de tensión. Particularmente me destacó una pequeña secuencia donde los cuatro componentes del grupo están en un bar de ambiente, rodeados de una decoración muy de la Semana Santa Sevillana y simplemente con el diálogo y una marcha de procesión como música de fondo el director logra un climax intenso, áspero y cruel.

A positivar que en una película donde la droga es la gran protagonista, los únicos picos que veamos durante el metraje sean los de uno de los policías (Mario Casas), el cual es diabético y debe inyectarse insulina. Unas imágenes llenas de dobles intenciones, de necesidad y de dependencia.

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6
13 de enero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿John Lithgow y Alfred Molina haciendo de pareja? Voy a verlo. El amor no tiene nada de extraño cuando ves la química que los dos actores desprenden en pantalla. Ni jaula de locas ni excesos ambientales. Dos personas que, después de 39 años de relación, y aprovechando que la aprobación del matrimonio homosexual pasaba por la gran manzana, deciden casarse. Ben y George se llaman. El problema es que George trabajaba enseñando música en una escuela católica y… pues eso, católica. Y lo que era una vida acomodada y privada se convierte en reparto. Tú a casa de unos y yo a casa de otros. Y lo que la ley a unido que lo separe la iglesia. Y de “cuánto queremos a esta entrañable pareja” a “qué complicado es ser uno más en la familia”. Y la película pasa de amor a social. La tercera edad en conflicto, la convivencia doméstica, la homosexualidad, la tolerancia y el futuro incierto pasan a primer plano. Muy actual. Un producto amable y sin aspavientos que, he leído por ahí, que en Estados Unidos es de “contenido adulto” y que los menores de 17 años tienen que ir acompañados de un mayor de edad. El amor nada de extraño de Ben y George, repleto de respeto y ternura y con algún piquito esporádico, es algo que los niños tienen que tener controlado. Vaya por Dios. Nótese la ironía. Bonita película esta perla llegada de Sundance.

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6
13 de enero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo de ETA fue un drama del que teníamos constancia casi a diario. Un drama que no podía tratarse de ninguna otra manera. Yoyes, Tiro en la cabeza, La muerte de Mikel, Días contados y tantas películas como nos vengan a la cabeza sobre el conflicto vasco son siempre dramones, algunos de ellos escondidos en la piel de un thriller. Pero como dice Woody Allen: “comedia es tragedia más tiempo”, y a Borja Cobeaga las negociaciones (o diálogos) entre Jesús Eguiguren y ETA durante los años 2005 y 2006, le daban para exhibir comedia y sátira del entorno. Humanizar a los contendientes, de nombres ficcionados, y conjeturar sobre cómo pudo haber sido lo de no poder pagar con tarjeta durante los encuentros, alimentarse sólo de Kebabs o estar incomunicado con un móvil de primera generación, era lo que más interesaba al director de Pagafantas. Aún así, puede que a esta comedia le hiciera falta más tiempo y, aunque nos reímos con ganas en muchos momentos, el trasfondo ganaba a la forma. El realizador y guionista de la cinta deja, sin politizar, las cartas sobre la mesa y nos presenta un final esperanzador. A pesar de Secun de la Rosa, Carlos Areces y algunas de las caras más reconocidas de la comedia española, a Cobeaga le ha salido su película más seria; que no es drama ni comedia, dejémoslo en tragicomedia.

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