Como ya he dejado claro con anterioridad, el cásico animado de Disney Pinocho no me gusta demasiado, y esta nuevo versión, aún reparando las incongruencias argumentales del original y suavizando su mensaje fatalista, no deja de ser una mera fotocopia modernizada que además no sabe encajar con naturalidad la acción real con los efectos de animación por ordenador.

Como es sabido, la historia tiene ritmo y no dejan de ocurrir cosas, demasiadas en en un solo día como en la propia película ironizan, pero al menos no aburre y es más adecuada visual y mentalmente para que los niños de hoy en día puedan verla sin que les cause algún tipo de trauma infantil.

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Un mundo tan poco conocido como los aviones planeadores es el epicentro de esta juvenil historia que también toca de soslayo otros temas sin llegar a profundizar en ninguno de ellos ni tampoco a desarrollar demasiado unos deshilvanados personajes cuyas motivaciones no son tan claras como pretenden.

Las diferentes subtramas personales no acaban de encajar entre ellas, narradas y cerradas precipitadamente, siendo lo realmente importante una serie de competiciones aéreas que resultan curiosas pero no lo suficientemente atrayentes como para focalizar tanto una película que al menos es simpática y amena pero también trivial y olvidable.

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Cuatro años después de "La naranja mecánica" y cinco antes de "El resplandor" se sitúa este drama de época que confirma algo irrefutable: Stanley Kubrick tendrá alguna película rara, como la presente, pero mala, ninguna. Y es que este largometraje de tres horas de duración cabe reconocer que resulta farragoso en ciertos tramos, pero es una magnífica obra de arte en lo que a realización se refiere, y rebosa autenticidad por los cuatro costados.

La historia, dividida en dos partes bien diferenciadas, "Intermission" incluida, resulta realmente amena en la primera, siendo una aventura estilo "La Odisea" llena de idas y venidas para dejar paso a una segunda mitad en la que Redmond Barry pierde protagonismo para convertirse en una tragedia familiar. Un alarde de cine que aunque requiera un esfuerzo, merece y debe verse

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Un fulgurante arranque augura diversión alocada y un tanto absurda en esta aventura que parece inspirada en otra obra similar de los ochenta a la que no consigue igualar.

Una vez superada esta fase de euforia, y establecidas las bases narrativas, lo que encontramos es a Bullock y Tatum dando un paseo a su ritmo entre decorados selváticos que se desarrolla según los cánones y que nos hace olvidar los graciosos gags iniciales para perderse en la jungla del "más de lo mismo".

A pesar de todo esto resulta amena en líneas general y ligera gracias a su acertada duración, por lo que no pondremos el santo en el cielo ni para bien ni para mal.

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Esta tercera parte de la franquicia Potter supone un salto cualitativo tras una reiterativa segunda entrega, ofreciéndonos una aventura más amena e impredecible encajada en un metraje ajustado.

Tras las cámaras también se nota el cambio de director ya que Cuarón aporta una realización mucho más seria y eficiente, otorgando al conjunto de una mayor épica pese a contarnos una historia menos trascendental que las de sus antecesoras que parece servir como una certera introducción de nuevos personajes que darán mucho juego.

Si el objetivo era reengancharnos otra vez a la magia de Hogwarts, sin duda lo han conseguido, ojalá las próximas películas sigan por los mismos derroteros.

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