Una serie bien elaborada donde muy pronto te implicas en la trama y los personajes. Resulta creíble porque sus características están correctamente urdidas, totalmente alejadas del trazo único.

La personalidad de B. Harper su protagonista, enlaza bien con otras historias reales de grandes jugadores reconocidos, como Akiba Rubinstein, Wilhelm Steinitz, primer Campeón del Mundo, Paul Morphy, o el propio y más reciente, “Bobby” Fischer; cuyos comportamientos excéntricos eran bien conocidos, incluso en algún caso se habló de trastornos psicopáticos, manías persecutorias, o pautas de comportamiento extrañas y poco entendibles.

En esta mini serie, el ajedrez y las vivencias van unidas sin que una solape a la otra. A partir del segundo capítulo coge ritmo, con un destino claro que tal vez intuyes aunque no adivinas.

Cocinada a fuego lento, sin precipitación, pero tampoco exagerando los tiempos, algo muy común en la mayoría de series, que aquí no se produce.

Como curiosidad decir que Bobby Fisher murió a la edad de 64 años, el mismo número de casillas que contiene un ajedrez.

Ya la había visto pero no la recordaba. Creo que con ello, explico la poca huella que dejó en mi. El cine argentino me gusta, en un 90 %, esta se incluye entre esa minoría del 10%.

Oscura en todos los aspectos, por su ambientación, trama y la iluminación deficiente con la que la han fotografiado. Los actores poco han podido hacer con el material con que contaban, y pese a ello a fecha de hoy ha recibido en esta página un 5,9.

No alcanza la hora y media... pero se me ha hecho larga. No aprueba.

Aunque los personajes resultan extremos, no caen en la caricatura; lo cual no quiere decir que me hayan parecido atractivos.

La historia me entretuvo, en ningún momento apasionó. Algunos diálogos aparentemente superficiales, fueron tramitados con inteligencia. He sacado como conclusión, que se nos ofrece un incierto conjunto donde finalmente no encajaron inspiración y resultados.

¿Sabéis lo que es hablar sin contar... contar sin decir? Con esta sola frase podría resumirse Red de Mentiras. Al final uno se pierde entre las paradojas políticas, y los cuestionables discernimientos sobre algo que no te interesa porque no se cuenta de la manera que podría.
Leonardo DICaprio necesita barba para que de alguna manera nos olvidemos de su carita sin criar. Russell Crowe no me dice nada, está perdiendo su aspecto de macho alfa, tal vez porque sus últimos proyectos lo alejan de esa imagen proyectada desde hace años. El resto: Más de lo mismo, necesitado de varios hervores.

Refleja con solvencia lo que estamos viviendo en la actualidad: relaciones donde lo inmediato desplaza a la profundidad... incluso eso tan antiguo que es el compromiso, pero tan necesario cuando necesitamos construir algo que nos invada y llene.

La historia es simple, y está bien contada. Los capítulos son diminutos, rondando los 13 minutos, algunos, ni eso. Álvaro Cervantes me gusta, ha madurado muy bien y crecido con hondura en lo profesional. Se ha convertido en un actor de recursos, se conoce y domina su trabajo con sobrada capacidad.