Una de las obras más importantes del cine de ciencia-ficción. En el contexto de su tiempo se aprecian los grandes avances que se produjeron respecto a los efectos especiales e innovaciones dentro los relatos de ficción distópicos. Dejando a un lado las icónicas aportaciones actorales de Schwarzenegger y la célebre presencia de Linda Hamilton como idealizada superviviente dentro del subgénero, la película se corresponde con un guión excelente.

Un argumento que dispone a contar con la premisa de que el futuro de la raza humana no ha ido a parar a buen puerto tras lograr mejorar la ingeniería informática que tanto haría evolucionar a las civilizaciones del mundo. Dentro de esa distopía que refleja simbólicamente la percepción que se tenía de los nuevos procesos científicos y cibernéticos, está presente la intención por reflejar el contexto social de los años 80. La parte negativa, violenta y cruda de una industria cibernética que no viene a mejorar los grandes cambios que se han llevado a cabo en los modelos productivos económico-sociales, sino que exagera de forma terrorífica un futuro subyugante.

Otro de los puntos importantes del filme es su banda sonora, capaz de abducir al espectador y ponerle en el contexto de la ficción, con una fuerza enorme para lograr empatizar con un drama distópico. El filme provoca también, o al menos para servidor, unas formas en el tratamiento de la acción y el horror propias del slasher, donde vemos como la protagonista femenina es víctima de un asesino en serie con el único objetivo de acabar con ella.

Sin embargo, este factor es sólo reminisciente, dado que no son compatibles debido a que en " The Terminator" todas las motivaciones de cada personaje están justificadas por las dos líneas temporales que explican el porqué de los hechos que acontecen. La estética que retrata James Cameron de este universo se vuelve atractiva e interesante después de ver todos estos aspectos y saber apreciarlos en su forma y contexto. De ahí puede explicarse el gran impacto que tuvo la película para la ciencia ficción de forma general.

"The Terminator" es uno de los grandes precursores de que a día de hoy se consuma y se expanda todo tipo de producción de ciencia ficción. Una de las muchas razones por las que le debemos a James Cameron nuestro amor incondicional al cine y al género.

Obra maestra de Fincher del 95 y que a día de hoy sigue siendo igual de aterradora e impactante como lo fue en su momento. Uno de los mejores papeles que ha hecho Brad Pitt y una labor actoral de Morgan Freeman que pasará a la historia del cine. Sin embargo, Kevin Spacey posiblemente tenga aquí su mejor interpretación por poseer en las formas y en la actitud actoral una naturalidad y una crudeza que representa a la perfección la conducta que vemos reproducida en cada asesinato. La película enmarca el contexto socioeconómico de la trama de una forma pesimista y anclado en el retrato corruptible, visceral y caracterizado por un modelo de vida determinado por la falta de empatía humana y la pérdida de valores morales. En ambos personajes principales se logra atisbar el conflicto intergeneracional y el nivel de expectativas en un mundo sombrío y demasiado conflictivo para poder llevar una vida digna. También hay un debate humano sobre el progreso y la esperanza por mejorar la convivencia. El guion se esfuerza por construir sus personajes con gran talento y adaptándolos frente a un asesino despiadado que cree ser la antítesis de todos los males que rodean al ser humano, de forma que el enfrentamiento ideológico se sienta en cada escena. El suspense se entrelaza de forma brutal con la banda sonora, provocando en el espectador un ritmo encaminado hacia la sorpresa y el sobreacogedor giro argumental del final que conecta con la temática del filme. El uso del color también es un recurso muy bien utilizado, con la finalidad de retratar de una forma puramente semiótica y significativa la ambientación de cada nivel narrativo. Además, la puesta en escena es dinámica y está ligada al suspense en todo momento. "Seven" es una obra maestra en todos los niveles, el filme de Fincher se ha convertido en uno de los mejores thrillers psicológicos y un clásico indiscutible como película. Muy conocida por gran parte del público y una pieza fundamental que debería ver todo cinéfilo y espectador.

Increíble puesta en escena de un Eggers que intensifica el terror psicológico de una forma brutal, acrecentándose a cada paso que se avanza en los acontecimientos. Increíble reparto con la sorpresa actoral de Pattinson que demuestra su madurez como actor y su desenvoltura en diferentes papeles, lo cual demuestra una naturalidad llamativa a la hora de transmitir su personaje. Un relato de terror que recuerda a “El Resplandor” por la maestría en colocar la atmósfera y ambiente que define la historia que viven los personajes. El uso del blanco y negro demuestra esa sensación de vacío vital, esa falta de humanismo de la que habla la obra. Ambos personajes llevan las mismas taras emocionales que los empujan a relacionarse de forma que la avaricia sea una expresión monstruosa y mitologizada con diferentes implicaciones legendarias en torno al mar y su naturaleza. Esa disposición a humanizar y demonizar a la vez la naturaleza implica reconocer que la perspectiva propia de los personajes se ve influenciada por el azar o el destino, de tal forma que los actos pesen menos que el simbolismo creciente que se presenta con el alcohol. Un guion original y un argumento que está a la altura de cualquier base formal de una pesadilla del estilo narrativo de Stephen King, por ejemplo, e incluso muchos que conozcan más referencias podrían añadir a otros autores. “El Faro” es recomendable para todo aquel que le gusten las películas de suspense donde las dimensiones psicológicas de los personajes influyan en las tramas en las que se envuelven. Excelente, terrorífica y sorprendente.

He tenido la mala suerte de presenciar una película que se ha convertido en una decepción y en una simple trama sobre un secuestrador de poca monta y un detective muy bueno en su trabajo. Giros de guion mal ejecutados sin ninguna justificación en la trama y que intentan mantener en vilo un guion que estaba perdiendo fuelle. El poco respeto que ha habido con el personaje de Wincott ha sido bastante intolerable, ya que lo único que se estaba salvando de la película se convierte en un lastre y en un intercambio bastante desubicado. El papel de los niños tiene más carisma que toda la trama junta, y eso que salen menos en pantalla. En fin, una simplona película que tiene de todo menos carisma, poca iniciativa a la hora de narrar los giros argumentales y un robo de protagonismo injusto.

Clásico del cine de la década de los 90, con una inolvidable actuación de Kevin Spacey y uno de los mejores dramas familiares jamás representados. Un guion totalmente transparente y laborioso que logra narrar con un increíble talento el día a día de un matrimonio y sus relaciones sociales junto a sus complejos y perfiles psicológicos. La dirección de Sam Mendes es de gran calidad y con unas perspectivas escenográficas muy inteligentes, usando el leit-motiv del elemento semiótico de juventud para guiar al espectador hacia la comprensión subliminal de lo que se está narrando. En este filme vemos como la nostalgia juega un papel subordinante para la búsqueda de la felicidad y el éxito personal de todos los miembros. La nostalgia de la juventud y su intenso regreso en la vida de los adultos y por otro lado, la juventud proyectada como un obstáculo para encontrar la forma de sentirse vivo. El choque generacional también forma parte de la brecha que separa a las familias, lidiando con los valores morales y su influencia en la convivencia diaria. La genialidad que tiene esta película es la idea de contar la tipología del deseo de juventud en cada personaje adulto, haciendo que cada uno posea un desarrollo progresivo con un final inesperado para todos, pero que logra la función de superar el sentimiento de nostalgia, la cual destruye completamente a la familia. El final es “nihilistamente” romántico, haciendo de la deprimida vida de una familia corriente una normalización absoluta y poética.