No es un prodigio cinematográfico, no pasará a los anales del cine como clásico del cine de acción, pero sin duda cumple su cometido con creces: básicamente entretiene. ¿Cómo? Pues con unas más que decentes coreografías kung-funianas a ritmo de música techno, una caracterización de personajes más o menos atractivos (aparición estelar de Christopher Lambert, que si bien no está de óscar, ayuda a dar un toquecito de clase al film) y unos efectillos especiales curiosos.
Si no tienes nada que hacer un domingo tarde, coge las palomitas y disfruta de unas cuantas patadas. Mucho mejor que la tipica Karate Kimura XII. Los fans del videojuego se lo pasarán en grande.

Recuerdo haber visto de niño esas películas "japo" de Godzilla, un tío embutido en un disfraz destrozando maquetas por aquí y por allí (sin duda era su gracia). Y guardo un grato recuerdo de ella, sobre todo cuando peleaba con algún bichejo venido del espacio.
No puedo decir lo mismo de esta versión, que pretende superar a las antiguas a base de efectos especiales (simplemente correctos, pero esto ya lo había hecho Spielberg antes y muchísimo mejor), pero carente de gracia en su desarrollo y con unos personajes muy poco carismáticos. Del montón.

Con la excusa de entretener, el señor Sommers nos cuela esta película de típicos bichos marinos que curiosamente se alimentan de humanos, y si se trata de toda la tripulación de un transatlántico de lujo, pues mejor (¿por qué no se contentarán con gambitas y percebes?).
Aventuras de sobremesa en la que los buenos se escapan por los pelos y los malos acaban digeridos y ocasionando algún empacho que otro. Mención especial para el pulpo mutante.

Increible a la par que insufrible historia con todos los ingredientes de las típicas pelis de miedo: pseudoactuaciones de teatrillo de fiestas del barrio, guión grotesco y más tramposo que un alcalde de marbella (con un final "made in" sacado de la manga a falta de 5 minutos que te deja con las patas colgando), efectillos de tres al cuarto que acaban por aborrecer y un par de sustos fáciles que lo que hacen es ponerte de mala gaita. En fin, una peli en la que batman... digo... una monja fantasma viaja por los grifos para matar al personal no te da para mucho más que para unas risillas, o en mi caso, para cogerte un mosqueo de tres pares de ...

Lo mejor: la monja triatleta. Lo mismo le da el submarinismo, que viajar en el ala de una avión, que Nueva York, que Barcelona... que ahora salgo de la cama, que ahora de la bañera, total que llega el final y mejor ten preparada la taza del wáter debajo que si no lo vas a poner todo...

Pues yo no veo lo de la esquizofrenia por ningún lado... No por nada, pero es que aquí ni hay ni sensibilización con la afectada, ni con la enfermedad, ni hay drama, ni nada de nada (y es que los actores están para encerrarlos). Y si para tratar la esquizofrenia tenemos que montar una historia de fantasmillas y televisiones que funcionan mal, pues apaga y vámonos.
Y leo por ahí que es injusto criticar una película tan sólo por el final. Pues claro que el final es importante, pero porque llevamos noventa minutos esperando uno, y si cuando llega, apesta, pues perdemos el poco interés que ya llevábamos arrastrando. Tampoco éste es el caso en el que esperas un final de traca... pero es que es más simple y aburrido que encender una bombilla... de hecho, parece que como si el director le encendiera la bombilla a la Gil. Seguiremos esperando.