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Críticas de Daverunner
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Críticas 176
Críticas ordenadas por utilidad
9
8 de agosto de 2019
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con En los 90, Jonah Hill nos presenta el relato sin preámbulos. Desde esas primeras escenas en las que Stevie es maltratado por su hermano o prácticamente ninguneado por una madre más centrada en sus relaciones amorosas, el espectador sabe que el crío únicamente disfrutara de la vida en las calles.

Hill muestra como es la vida en los barrios bajos de las grandes ciudades. Él creció en uno de ellos, en Los Ángeles, por lo tanto este es un retrato veraz que nos muestra las dificultades que tienen las familias y que se ven reflejadas en los más jóvenes. Algunos de ellos persiguen sus sueños e intentan salir de ese ambiente y otros se dejan llevar intentando divertirse en todo momento y la vez huir de sus diferentes situaciones personales.

La narración del despertar de Stevie a las tentaciones callejeras que se presentan es a su vez un canto a la amistad. El joven se ve aceptado y respaldado dentro de un grupo liderado por Fuckshit -Olan Prenatt, sorprendente en su debut- y Ray -Na-Kel Smith, un skater profesional que junto al protagonista son las estrellas de la función-.

Ambos adolescentes tienen un carácter diferente. La actitud de Fuckshit es disfrutar cada día sin importarle el futuro mientras que Ray, más centrado, intenta salir de ese agujero social. La personalidad de estos dos líderes influirá en el joven protagonista haciéndole ver los posibles caminos que puede plantear la vida.

En los 90 es una de esas sorpresas que dejan poso una vez terminas de verlas. Es una pena que pasen desapercibidas para el gran público, quizá por la falta de promoción o por lo poco que duran este tipo de películas en las salas comerciales ante la avalancha de producciones de superhéroes o similares. Sin embargo, siendo positivos, nos presenta a un nuevo autor del que sabíamos sus dotes para la interpretación, tanto en papeles cómicos como dramáticos y a un grupo de jóvenes promesas al que habrá que seguir la pista.

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8
29 de abril de 2024
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La actriz Paola Cortellesi debuta en labores de dirección reservándose el papel principal en Siempre nos quedará mañana, un notable filme que cohabita entre el drama y la comedia costumbrista y que sirve como denuncia para los malos tratos que aún sufren muchas mujeres. Aunque el momento histórico en que se encuadra la historia es justo al final de la II Guerra Mundial, el foco recae en problemas actuales como son la lacra del maltrato, la lucha por conseguir los mismos derechos que los hombres y resaltar la, muchas veces olvidada, figura de la mujer en la sociedad.

Solamente alguien nacido en Italia podría contar un drama tan duro como el que vive día a día el personaje principal -Delia- en clave de comedia. Esto no quiere decir que la película se pueda englobar exclusivamente dentro de ese género, ya que hay momentos muy duros y desagradables.

La habilidad de Cortellesi, que también es una de las autoras del guion junto a Furio Andreotti y Giulia Calenda, le permite no caer en la hipocresía, en la carnaza de la violencia sin perder un ápice del mensaje que quiere transmitir. Las palizas que sufre Delia por parte de su marido Ivano son amortiguadas en algunos casos por números musicales, en otros la cámara desaparece y enfoca a las vecinas que se reúnen en la plaza del vecindario para pasar la tarde centrándose en sus caras para transmitirnos el horror de la situación.

Esa posible ligereza no es en ningún caso un punto débil de la narración, sino todo lo contrario ya que como espectador sabes todo lo que está padeciendo la protagonista. Sientes asco y desprecio por los personajes de Ivano y su padre, un par de sádicos maltratadores consumados.

El filme es a su vez un retrato de la sociedad italiana de la época. En concreto de la capital, Roma, que aún sufría los efectos y consecuencias de la Guerra. Tensiones entre vecinos, acusaciones de colaboracionismo con los nazis, la presencia de los soldados norteamericanos -con un gozoso papel para Yonv Joseph- y, en definitiva, con las penurias y dificultades que tenían que atravesar los ciudadanos italianos -extensible a cualquier europeo de aquel momento que viese arrasado su país por la barbarie de la guerra-.

Una Roma que aparece reflejada con toda la vitalidad que desprenden sus calles, mercados, sus ciudadanos y que, tocando esos lugares comunes siempre que se habla de una película ubicada en una gran ciudad, se erige como un personaje más de la trama. Y es que, Siempre nos quedará mañana, además de poseer un hábil guion se apoya en unos personajes con mucho recorrido. Cortellesi está sobresaliente en el papel principal, pero el resto del reparto no se queda atrás. Estando el resto del reparto a un gran nivel, hay que destacar a Emanuella Fanelli como la lenguaraz y astuta Marisa, amiga y confidente de la protagonista.

Siempre nos quedará mañana es un homenaje a la figura de la mujer -no solo italiana- de mediados del siglo XX. Mujeres que cargaban con todo el trabajo dentro del hogar, ejercían de madres, esposas, cuidadoras, amas de casa y en muchísimos casos llevaban un sueldo sin el cual las familias hubiesen pasado más penalidades de las que ya sufrieron. Todo ello en muchos casos sin el reconocimiento de quienes las rodeaban y se beneficiaban de esa labor. En otras muchas ocasiones incluso sufriendo abusos de aquellos que supuestamente las querían o amaban.

La película, realizada en blanco y negro para lograr una mayor ambientación, llega a nuestra cartelera después de arrasar en cuanto a nominaciones -19- en los premios David di Donatello. Pese a tener un final en mi opinión algo tramposo con una derrota que antecede a una victoria, sorprenderá por su frescura, habilidad, sutileza y vis cómica a la hora de tratar un tema tan escabroso, desagradable y por desgracia aún vigente.

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6
11 de octubre de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abstenerse aficionados a las películas con trama enrevesada, amantes del cine de autor o aquellos que odian por sistema a Nicolas Cage. Travesía salvaje es el último vehículo para el lucimiento del actor californiano. Un producto con el único fin de entretener sin complicaciones, sin mayores pretensiones que conseguir que el espectador disfrute de hora y media de acción. Una trama que, aunque revestida de un argumento ciertamente demencial, la hemos visto mil veces en otras películas y aún así, funciona.

En su segunda colaboración con Nick Powell -la primera fue en Desterrado-, Cage vuelve a desatarse y a demostrar que está cómodo en este tipo de filmes. La Serie B es ahora su zona de confort. En Primal -título original- interpreta a un cazador furtivo que está de vuelta de todo, casi como el propio Cage en su carrera o en su vida fuera de las pantallas. Y la verdad es que, salvo algunos momentos histriónicos, su interpretación es bastante buena.

Kevin Durand, como el peligroso asesino en serie, ofrece una gran réplica. Amenazante y provocador en todo momento, el canadiense compone un villano de altura. Su presencia en escena supone un aumento de tensión, provocando que la trama no decaiga en ningún momento. El trabajo de ambos intérpretes y el ritmo de la película, son los grandes valores de la misma.

Porque aún reconociendo que la tecnología utilizada para dar vida al jaguar no es la mejor; que secundarios como Famke Janssen o Michael Imperioli ya dejaron hace tiempo sus momentos de gloria o que la trama es muy básica, con un planteamiento y desarrollo previsibles, repleto de clichés, nos encontramos ante un filme, que no se toma en serio a sí mismo y que, debido a eso, se nos presenta como una opción bastante atractiva -siempre y cuando no aborrezcas el cine de Serie B- de entretenimiento

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8
7 de enero de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Taylor Sheridan se dio a conocer en esto del cine firmando el guión de Sicario y posteriormente corroborando su buen hacer escribiendo historias como Comanchería. Un año después, el texano va más allá y se atreve a escribir y dirigir su propia película: Wind River confirmando que talento le sobra y que ya no es solo un autor con mucho futuro, sino con un presente muy sólido.

Wind River no va únicamente sobre la investigación de un asesinato. Nos acerca a una de las comunidades olvidadas dentro de su vasto territorio: los descendientes directos de los nativos. Esos indios que se vieron acorralados, viviendo apartados en reservas perdiendo gran parte de la herencia cultural que recibieron de sus ancestros.

La película también nos habla del dolor y la pérdida. Por un lado a través de la familia de la chica asesinada y especialmente por medio del personaje de Jeremy Renner, que perdió a su hija en situaciones similares. El actor encarna a la perfección su papel de cazador solitario que carga con una pesada mochila de sufrimiento y recuerdos.

El filme también nos muestra las bajezas e iniquidades que el ser humano puede alcanzar. Por eso, cuando el protagonista acepta ayudar a la investigadora novata sabe que el depredador al que se va a enfrentar es mucho más peligroso que los lobos o pumas que suele cazar en las montañas.

Una poderosa fotografía -con esos valles nevados en donde transcurre toda la cinta- y la música envolvente de Nick Cave y Warren Ellis -algunas partituras son muy similares a las que aparecían en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford- aderezan un filme que a pesar de tener un ritmo pausado, su compás no decae en ningún momento. Cuando llegan las escenas de mayor acción y tensión, estas sacuden al espectador por su espectacularidad y sequedad.

En un Hollywood dominado por películas ruidosas y aparatosas de superheroes que copan la cartelera gran parte del año, Taylor Sheridan llega sin hacer mucho ruido y aspavientos, confirmándose como un cineasta a tener muy en cuenta de aquí en adelante.

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9
7 de junio de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jack Nicholson encarna al oficial Buddusky, más conocido entre sus amigos como 'Badass', un personaje que desde su primera aparición consigue hacerse con la simpatía del espectador. Su sentido del humor, histrionismo y filosofía de la vida están representados a la perfección por el actor, que ofrece uno de los mejores trabajos de su extensa carrera. Cuando Robert Towne -guionista entre otros de títulos tan importantes como El Padrino o Chinatown- recibió el encargo de adaptar la novela escrita por Darryl Ponicsan a la gran pantalla, el nombre del actor nacido en New Jersey fue el primero que le vino a la mente.

Si la elección del personaje principal supuso un acierto, no fue menos la de los secundarios que le acompañan, en este caso los otros dos soldados. El oficial Mulhall está encarnado por Otis Young, actor fallecido en el año 2001 que desarrolló casi la totalidad de su carrera en la televisión. Su personaje, mucho más reservado, serio y atento con el cumplimiento de la misión se erige como contrapunto perfecto al interpretado por Nicholson. Hay que decir que Young no fue la primera opción para encarnar a Mulhall, ya que, tanto Nicholson como el productor querían a Rupert Crosse. Sin embargo, el actor afroamericano sufría en aquella época un cáncer de pulmón que acabó tristemente con su vida en el año 1973.

Para el personaje del joven marinero Meadows, el elegido fue Randy Quaid. Al igual que su compañero, Quaid no fue la primera elección sino que esta recayó en John Travolta, algo que se explica en el interesantísimo documental Casting by -Tom Donahue, 2007- que homenajea la figura de la directora de castings Marion Dougherty. No obstante, el aspecto físico del hermano mayor de Dennis Quaid era más adecuado para interpretar al personaje y finalmente, tanto productores como el guionista acertaron en esta decisión.

Y supuso un acierto porque la química entre los tres actores es total y funciona a la perfección. En este sentido ayuda mucho la historia, con numerosas ocasiones para que el trío -especialmente Nicholson- se luzca. Un viaje de iniciación para el más joven y de evasión para los dos oficiales que pueden perder de vista durante una semana su rutina en el cuartel. Aunque el filme está repleto de momentos cómicos -la borrachera en el hotel, el encuentro con las chicas en un apartamento de Nueva York o la pelea con otros soldados- nunca abandona ese fondo triste, y es que, tras las jornadas que pueda durar el viaje, el soldado Meadows deberá pasar ocho años en prisión.

Esa mezcla entre comedia y drama convierten a El último deber en una cinta muy recomendable, que no suele destacarse cuando se habla del cine norteamericano de los años 70, pero que en mi opinión se encuentra entre las diez mejores de esa década, y eso es mucho decir. La película recibió tres nominaciones al Oscar -actor principal, secundario y guión adaptado- en el año 1974, pero se marchó de vacío. Solo con nombrar alguno de los títulos que compitieron con ella -El Golpe, Serpico, Tal como éramos o American Graffiti- podemos ver el gran nivel que había en aquella edición, tónica habitual en una de las décadas más importantes para el cine norteamericano.

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